LIBROS ANTIGUOS BotersJO- BARCELONA 2- España Z' LA GUERRA SEPARATISTA i>e: ou:b.¡^ ESTUDIOS ACERCA Í)EL RÉGIMEN Y ADMINISTRACIÓN DE ESPAÑA EN ULTRAMAR SEGUIDOS DK UNA DISERTACIÓN SOBRE LOS CARACTERES DE LA CIVILIZACIÓN HISPANO-AMERICANA u IDE CTUB^V SUS CAUSAS MEDIOS DE TERMINARLA Y DE EVITAR OTRAS POR EL DOCTOR D. JUAN BAUTISTA CASAS PFIHI SBlTBR. O Pro iustitia agonÍT^are pro anima iua , et usque ad morUm certa pro iustitia , et Deus expugnabit^pro te inimicos iuos. (ECCLESIASTICI, IV, 33.) Con licencia de la Autoridad eclesiástica. MADRID EST. TIPOGRÁFICO DE SAN FRANCISCO DE SALES Pasaje de la Alhamhra, núm. /. 1896 Asegurada la propiedad, y al efecto queda hecho el depó- sito que marca la ley. r ¿53 Á la santa y gratísima memoria DK MI QlÍBI^IDÍjálMO ABIÍBDO (que bn gloria esté) '©• Er^n^is^o de las @8a8 ^ del p^túo (16 SEPnEMBRE 1808 — f 25 ABRIL 1894) y á mis muy amados padres Y Juan Bautista* dttabx^, {O be Mío be mi. ^^^Il^^^l^^^^^^^ INTRODUCCIÓN El respetable amigo y eminente sociólogo, sin duda el primero de España, que pocos días ha (el 29 de Julio) nos escribía alentándonos á reunir los artículos escritos acerca de La guerra separa- tista de nuestra desventurada Cuba, artículos que debiera Ud. coleccionar y esparcir el libro á millares de ejemplares por toda España, obra altamente patriótica y cristiana, porque... á lo menos nuestra Patria conocería las verdaderas causas déla insurrección, verá cumplidos sus de- seos, en la parte que podemos, al recibir como respuesta este humilde trabajo, y al igual que él verán satisfechos también sus reiterados deseos los muchos amigos que, desde Cuba y de aquí 3'- aun desde Filipinas , han querido que nos re- solviésemos á dar fin á los estudios que comenza- mos á publicar en Agosto de 1895.— Diferentes causas, y no era la menor la angustiosa situación por que hemos atravesado y de que ya salimos bien gracias á Dios, han influido para que inte- rrumpiésemos la tarea: la principal consistía en la firme convicción de nuestras escasas dotes para VIII La guerra separatista. llevar á cabo la obra, pero hemos tenido que pres- cindir de nuestro juicio en virtud de las aprecia- ciones de los demás, porque si perseverásemos en la negativa, se achacaría ya nuestra conducta á terquedad y, por consiguiente, á soberbia, y en verdad que no queremos incurrir en ninguna de las dos. Ahí tienen todos, los amigos y los que no pien- sen como nosotros, los capítulos escritos anterior- mente y acogidos por el público con benevolen- cia: éste debe á nuestro muy querido amigo don Joaquín Coll y Astrell que los hayamos escrito, pues nos animó y decidió á ello. Á los primitivos hemos añadido otros nuevos estudios á fin de ex- poner por completo nuestro pensamiento. Nuestro trabajo se divide en tres partes: cau- sas supuestas y causas verdaderas de la presente guerra, medios que debe emplear España para terminar con honor y provecho la rebelión, y me- dios para extirpar de raíz los gérmenes del sepa- ratismo ultramarino. — Hemos procurado descri- bir las primeras con la extensión y claridad posi- bles; hemos señalado con rectitud de intención los segundos, y al aconsejar los últimos hemos procu- rado sacar la mayor ganancia de nuestras obser- vaciones personales y aplicar á los corolarios de- ducidos de la experiencia los principios de la doc- trina cristiana en que por favor de Dios creemos y amamos, estimándolos no sólo como los m.ejo- res, sino también como los únicos que han de sal- var á Cuba de las garras del enemigo y levantar á La guerra separatista. ix la Patria de la postración en que se halla por nues- tros pecados colocándola en el puesto á que la lla- ma la Providencia Divina. A la vista ponemos el fruto de nuestra inteli- gencia y el fin que se propone nuestra voluntad. La obra no puede ser perfecta, como de quien es, ni corresponde á la magnitud de los intereses de la Patria, ni refleja todo el amor profundísimo con que amamos á Cuba, porque ni podemos abarcar con la mente los grandes intereses de España, ni poseemos palabras que expresen el cariño que sen- timos por la gran Antilla. Hemos vivido á su abri- go más de siete años, nos hemos identificado con ella y la amamos tan intensamente como el que más la ame.— Una cosa hay de la que podemos certificar plenamente, y es de la buena, de la in- mejorable voluntad con que hemos discurrido y manifestado nuestras ideas. Si alguno se siente molestado por nuestras afir- maciones, le rogamos que nos dispense el mal rato; pero le diremos que somos enemigos de la imparcialidad tanto como de la parcialidad en el sentido en que se toman hoy generalmente estas palabras. Al que yerra y al que falta porque quie- re, podremos juzgarle desapasionadamente, pero no con imparcialidad porque somos, ó al menos queremos ser parciales de la verdad y de la virtud y, mientras Dios nos tenga de su mano misericor- diosa, no seremos ni apareceremos imparciales, esto es, indiferentes frente á la verdad y al error, frente á la virtud y al vicio, frente á la prudencia La guerra separatista. y á la cobardía: desde luego nos declaramos por la verdad, por la virtud y por la prudencia, y nos confesamos parciales en contra del error, del vicio y de la cobardía. No entendemos de complacen- cias con los voluntariamente extraviados, es de- cir, con las obras de éstos; les amamos porque son nuestros prójimos, y nos reconocemos siervos su- yos, pero de aquí á la aprobación de sus ideas y de sus acciones se extiende una distancia inmen- sa. Queremos, en una palabra, que se separen de su camino torcido y que emprendan el verdadero, recto, y por eso creemos que es obligatorio cali- ficar al error de error y al vicio de vicio porque, si así no se hace, concluiremos por caer en la es- pantosa confusión de ideas á que pretenden condu- cirnos los eclécticos, los partidarios de la teoría y de la práctica del acomodamiento, de las circuns- tancias^ no queriendo entender que ni la verdad ni la virtud son acomodaticias ni circunstancia- les, porque el Principio de que proceden no varía, ni se doblega, ni se acomoda al voluble criterio de las pasiones humanas. Hemos procurado dar testimonio de la verdad quedándonos cortos en la expresión muchas ve- ces. ¿Quién no convendrá con nosotros si sabe que en la Habana corrió el 17 de Enero de 1895 como cierta la noticia de que los elementos separatistas de las Villas se hallaban comprometidos á un alza- miento para el día 24 del mismo mes? — Sólo se equivocaba, si se equivocaba, la fecha; pero el vol- cán bramaba y estalló. ¿No eran públicos en pri- La guerra separatista. xi meros de Enero citado los manejos y los prepara- tivos de Serafín Sánchez en Cayo Hueso y Tampa? ¿No salieron de estos puntos los individuos alista- dos por Quesada, Martí y Sánchez? ¿No constan en las oficinas del cable de la Habana dos partes telegráficos concebidos en estos términos: New- Yorck: Letra aceptada. — Santiago de Cuba: De conformidad?— ^\ primero fué para la Junta su- prema revolucionaria y el segundo para el famo- sísimo Yero, avisándoles de que el 24 de Febrero se proclamaría en el Centro y ^"^ Occidente la in- dependencia para que no se desanimasen los de Baire, alzados en armas desde el día 22. ¿No se dio libertad á Sánchez Echevarría y á Pancho Carrillo en Cienfuegos, presos de orden del Go- bernador civil de Santa Clara, el vigilantísimo y avisado D. Román Otero, porque los muy filibus- teros alegaron ya entonces su ciudadanía norte- americana, conforme al desdichado Protocolo de 1877 y anteriores? Y el Sr. Otero, tan prudente como hábil, según repetidas pruebas, ¿se lanzaría á detener á aquellos pájaros sin fundamento algu- no, aunque sólo adujese su palabra oficial? ¿No merecían gran respeto su opinión y su conducta? Después de todo esto y de lo que se sabe que era conocido de nuestros Cónsules (porque cada cual fué eludiendo responsabilidades, como era justo), ¿se estimarán severos nuestros juicios acer- ca de los sucesos? — Creemos que no, y lo creemos mucho más recordando que la inquietud y la des confianza eran universales, menos ¡ah! para los XIV La guerra separatista. conoce, que no puede conocer más que por refe- rencias, cuya exactitud no le consta ni puede constarle. »Así hemos visto multitud de periódicos de la Península, aun los de más ferviente españolismo, emitir juicios garrafales y desgraciadísimos so- bre las cosas de Cuba; juicios erróneos que nacen de la ignorancia forzosa del asunto, en quien no añade á la claridad del talento el dato de la obser- vación propia. »De los periódicos de Madrid; con tantos ele- mentos como cuenta allí la prensa de primera fila, ninguno aparece tan bien informado, ni tan profundamente lógico, al juzgar las cosas de Cuba, como el diario católico El Siglo Futuro. Y es que quizá ningún otro periódico de Madrid ha tenido el buen acierto de acudir, para este de- licado y especial asunto, á un escritor que reúna, á las dotes del buen decir y claridad de juicio, la circunstancia de haber residido recientemente y largos años en la isla de Cuba. »Los cuantiosos sacrificios que han hecho y hacen otros periódicos de Madrid y de Barcelona, enviando entendidos é ilustrados redactores co- rresponsales á esta Antilla para obtener una in- formación completa, resultan algo infructuosos desde el momento que envían personas que pisan por primera vez esta tierra — salvo el Sr. Gallego (D. Tesifonte) que conoce bien este país — y que forzosamente han de incurrir en aquellas inexac. titudes y candideces propias de todo el que es La guerra separatista, xv nuevo en un país, y de las que no puede librarse ni el más ilustrado ni el más experto. » Así hemos leído en... de Madrid con la firma de... cosas que no hubiera escrito aquí el más vul- gar ni el más novel y cursi de los periodistas: he cho que demuestra la facilidad con que traga las más enormes ruedas de molino todo el que se in- forma en un país que no conoce. »Nada diremos de las estupendas referencias que se publican en los periódicos extranjeros y muchos nacionales, que empiezan por no saber distinguir si una noticia es de origen español ó filibustero, y las estampan á ciegas, sin saber si son víctimas de una mixtificación política. »De todos estos escollos se ha librado nuestro colega El Siglo Futuro, confiando el asunto de Cuba á un escritor tan sagaz y pulcro y conoce- dor de este país como el queridísimo compañero en letras que firma con el seudónimo Fernández de Octomuro, «Sentimos que las dimensiones del trabajo en que nos ocupamos nos impidan reproducirlo ínte- gro para satisfacción de nuestros lectores, pues el mejor elogio que podemos hacer de sus atina- dísimos y correctos artículos, es darlos á conocer. » Ocúpase el Sr. Fernández de Octomuro^ con precisión y gallardía de estilo , en los diferentes factores que han contribuido á crear esa atmós- fera social en que se ha formado y desarrollado el complot separatista. »Los descuidos y negligencias en materia de XVI La guerra separatista. moral, enseñanza y Religión, las lecturas nocivas de los talleres de tabaquería, el desenfreno de cierta prensa, el ateísmo, los meetings autono- mistas, el bandolerismo, el ñañiguismo y otras plagas que aquí se han desarrollado con perfecta amplitud, han dado ocasión propicia, como lo de- muestra palmariamente nuestro amigo, á la gue- rra que hoy deploramos todos los hombres hon- rados. »Más tarde insertaremos algunos trozos de los referidos artículos, ya que por su extensión no podemos reproducirlos todos: y mientras tanto, reciba el estimado escritor Fernández de Octo- muro nuestra más sincera feücitación por su va- lioso trabajo, y las más afectuosas gracias por los elogios que dedica á nosotros y á otros compañe- ros, al referirse á la prensa de la Habana.» Después de reiterar nuestra gratitud al valien- te periódico leal cuyos servicios á la causa de Es- paña en Cuba no es fácil apreciar, dada su gran- deza, hoy mayores aún que antes según oimos á las personas que vienen de allá, son muy pocas las palabras que añadiremos. El Gobierno español vencerá: la bandera de la estrella masónica sucumbirá tarde ó temprano. España, que vive de la lucha, no se cansa jamás, y es en vano que se gocen los rebeldes en la idea de que la fatigarán y de que terminará por abu- rrirse, abandonando la isla al antojo de hordas salvajes. Es más : ni á los incendiarios ni á los que les apoyan teme España, y cuando se acabe su La guerra separatista. xvii paciencia sabrá castigar á los que, so capa de amistad, la están ofendiendo. El mundo entero está convencido de que la insurrección cubana subsiste por el apo3^o que le prestan pueblos ex- traños que se dicen amigos de España, ignorando que ésta no sólo sabe defenderse de enemigos do- mésticos, sino también, y á la vez, de los enemi- gos exteriores yendo á buscarlos en su propia casa si es preciso. España vencerá, mal que pese á los que se ba- ñan en agua de rosas divulgando que «la guerra está en su apogeo y que ahora sí que se le acaba el aliento á la Vieja» (así califican familiarmente á España, y es frase hecha de uso entre los labo- rantes). España no envejeció, y si está obscureci- da es porque desde hace dos siglos no ha empren- dido luchas grandiosas que son las únicas en que medra y luce. ¡Quién sabe si la contienda actual será motivo para que el León español despierte y, sacudiendo su melena , vuelva á poner en con- flagración al mundo! Nosotros no queremos desconfiar aun ni de Cá- novas ni de Sagasta, no obstante el pesimismo que las gentes les atribuyen convirtiéndolo ya en pro- verbio, y creemos que, si el honor de España lo exige, se unirán en apretado haz Cánovas, Sa- gasta, Romero Robledo, Canalejas, Nocedal, Sil- vela, Moret, Pidal, Vázquez de Mella, Gamazo, Maura, todos nuestros hombres políticos, para superar todas las dificultades y vencer á todos los enemigos pues la energía nacional es inagotable, XVIII La guerra separatista. y con generales como Azcárraga, el gran organi- zador, y otros, reverdecerán nuestros pasados laureles surgiendo de cada soldado español un Gran Capitán, un Hernán Cortés, un Pizarro, un Duque de Alba, un D. Juan de Austria, un Bazán, un Ricardos, un Zumalacarregui, un O'Donnell, un Prim, un Lizarraga, un Méndez Núñez. — Pres- cindan de las miserias de partido, levántense de las pequeneces humanas que los gastan é inutili- zan para empresas grandes, busquen enseñanzas provechosas en nuestra historia nacional, pidan consejo y dirección á varones según el corazón de Dios como los Excmos. Sres. D. José Martín de Herrera, arzobispo de Compostela, D. Ramón Fernández de Piérola, obispo de Vitoria, D. José María de Cos, arzobispo-obispo de Madrid, á don Ramón Picabea y Huarte, provisor y vicario ge- neral de la Habana durante algunos años, á los actuales Rmos. Prelados cubanos y á otras per- sonas que conocen perfectamente la isla y de las que se sabe con evidencia que procuran siempre la gloria de Dios y la fehcidad de España , y así unidos, ilustrados y dirigidos sofocarán la locura de los separatistas y anexionistas cubanos , inspi- rarán respeto, y si es necesario, impondrán el merecido castigo á la nación desleal y absorbente que los apoya, y obrando de este modo aumenta- rán el esplendor de laPatria y de la Monarquía. ¡Viva España! ¡Viva Cuba española ! ^^;^^.¡^^^^^<^^^^ [a Querrá Separatista. CAUSAS REMOTAS ALEQADAS CAPÍTULO PRIMERO Empeño por recobrar la nacionalidad que se supone perdida. Objeto de g-eneral preocupación y tema preferente de todas las conversaciones es la tristísima cuestión de Cuba. Se discurre sobre las causas de la guerra; se indi- can los orígenes de ella; se predice su conclusión; se señalan los medios de alcanzar este término y se citan por su nombre los sistemas, los partidos y los hombres que con sus ideas y con su conducta han preparado el combustible, han provocado los ánimos y fabricaron el explosivo que, aplicado por manos alevosas, ha en- cendido la tea de la discordia en la perla de las An- tillas. Todos y en todas partes discutimos sobre el infor- tunio que, agotando el Erario nacional, arrebata del hogar á innumerables jóvenes, sostén y esperanza de las familias, y perturba la paz material de que, aun- 1 La guerra separatista. que trabajosamente, venía disfrutando nuestra infortu- nada Patria. ¿Cuáles son las causas de esa guerra? Se ha hablado y escrito tanto , y algo bueno, acerca de esta cuestión, que es casi imposible decir nada nue- vo. Y no el afán de novedades, sino la insistencia con que los periódicos publican las opiniones, ayer del se- ñor conde de la Mortera, hoy del general Salcedo y del exministro Sr. Becerra, y siempre de todos los que figu- ran ó han figurado, es la que nos mueve á escribir estas reflexiones. Si queremos encontrar las causas remotas de esta guerra, es preciso buscarlas en las pasiones de los hom- bres, porque en Cuba no existen las que han motivado otras luchas. España, por ejemplo , peleó justamente á principios de este siglo para recobrar la independen- cia y la libertad; pero en Cuba no se da ese caso. Los habitantes de Cuba son todos españoles, como lo son los de Madrid, y la isla forma parte de España como Castilla. Ni vale oponer que los insurrectos de hoy descienden de los indígenas del tiempo del descu- brimiento y representan sus derechos, ya porque no se sabe que haya tales hijos, ya porque, si los hubiese, tendrían los mismos derechos que los aragoneses ó na- varros, y siendo tan españoles como éstos, no tendrían <Íerecho ni causa alguna justa para separarse de Es- paña. Decimos que si existiesen tales descendientes, goza- rían de los mismos derechos que los demás españoles y, por consiguiente, tendrían las mismas obligaciones, porque todo lo que fuesen y poseyesen se lo deberían La guerra separatista. á España, incluso la existencia. Los indígenas eran unos seres degradados, sin conciencia de su propia dig- nidad, esclavizados por los vicios más repugnantes que los enervaban é inutilizaban para toda obra y empresa dignas de hombres. Carecían de todas las cualidades que hacen al hombre verdadero hombre, hijo y adora- dor del verdadero Dios: vivían en tales condiciones, que ó irían .desapareciendo , ó degenerarían transfor- mándose en otra especie inferior, si fuese esto posible. No teniendo, pues, los cubanos indígenas, si exis- tiesen, nada que reivindicar porque nada les quitó Es- paña, y debiendo los de hoy á ésta todo lo que son por- que les dio todo lo que de hombres tienen, no les asiste derecho alguno á separarse de ella. España redimió á los cubanos, rompió las cadenas con que los esclavizaba el demonio, los sacó del loda- zal de increíbles vicios en que vegetaban, los civilizó, los cristianizó, los transformó en hombres y los hizo una misma cosa con ella, porque se identiflcó con ellos, y por lo tanto son de ella, son la misma España y á España pertenece y España es la tierra cubana. Y así como no se concibe que España luche contra sí mis- ma, se separe de sí misma, así tampoco se concibe que Cuba pelee contra España, porque es la misma España, y nadie tiene derecho á suicidarse. Como ni la cabeza, ni el corazón, ni las manos, ni los pies, ni la sangre tienen derecho á separarse del cuerpo humano, así Cuba no tiene derecho, razón ni pretexto para rebe- larse y separarse de España. Y no se alegue que España conquistó á Cuba, y que la privó de su nacionalidad y de los derechos á ésta La guerra separaiista. inherentes. La palabra conquista aplicada á Cuba, lo mismo que á toda la América, no es propia ni adecua- da y sólo debe aceptarse en sentido lato. España des- cubrió la isla de Cuba, la sacó de la nada, porque redimirla, darle libertad, civilizarla, convertirla al catolicismo, hacerla tierra de su tierra, sangre de su sangre, carne de su carne, alma de su alma, es crear- la, darle vida, alimentarla y conservarla. Cuba es de España, es España por los imprescriptibles derechos de formación, de la vida, del sostenimiento y déla con- servación. Cuba es España por identificación. ¿Existe alguna otra causa que justifique la guerra cubana ? 26 Agosto 1895. CAPÍTULO II Lucha por conservar la soñada propia existencia. Hemos visto que la lucha por reivindicar la propia nacionalidad, que es la que justifica una guerra de in- dependencia, no puede ser causa racional de la guerra separatista de Cuba. No existe semejante nación. La redención por que aparentan pelear los cabecillas insu- rrectos, es una mentira: si al menos tuviesen valor para confesar que luchan por suicidarse , por anularse ó por uncirse al yugo de un tirano que ni como viles esclavos los habría de considerar, no serían tan repug- nantes. ¿Lucharán acaso los separatistas por conservar su propia existencia? — No tienen razón para pelear por ella, porque no tiene Cuba existencia propia sino con España y por España. Y tan firme es y tan garantizada está esa existencia como la de la madre Patria. Esta atiende y mira por Cuba tanto, ó más, como por todos sus otros miembros; iguales cuidados, si no mayores, dispensa á Cuba que á Cataluña^ á Galicia y á las de- más regiones. Las leyes é instituciones peninsulares rigen en Cuba como aquí: mejor dicho, si son favora- bles, rigen allí como aquí; si son onerosas, rigen aquí y allí no, como sucede con las leyes de quintas, de con- tribuciones directas y de consumos , que son mucho más llevaderas en la Gran Antilla. La guerra separatista. Cuba goza de preferencias de que no disfrutan las otras provincias: por contentarla, por mimarla, se ce- lebran tratados comerciales que la favorecen, pero per- judican á las demás ; por agradarla viene de antiguo estancado el tabaco, con lo cual adquiere el de allí pre- cios fabulosos, y eso que si se permitiese su cultivo en Andalucía y en Valencia, llegaría á competir con él. Cuando la especialidad de la isla de Cuba lo requiere, promúlganse leyes especiales^ decretos especiales^ Rea- les órdenes especiales^ reglamentos especiales y se crean organismos especiales para ella. En todo lo favo- rable se hallan en vigor las paternales Leyes de Indias. Para Cuba no ha tenido la nación sino agasajos y pre- dilecciones. Suprimidos los fueros en la sin par Euska- ria y en el antiguo reino de Aragón, á Cuba le otorga- ron los Cuerpos Colegisladores, precisamente el 23 de Febrero de 1895, víspera del levantamiento en armas, la Ley de reformas que tantos odios engendró y que tantas vidas está tronchando en flor y sin gloria. Para que el proyecto de estas reformas llegase á ser ley, el partido conservador de la gran Antilla, que equivale al incondicional español de Puerto Rico, ce- dió otorgando sus poderes á la habilidad del Sr. Ro- mero Robledo; sacó éste todo el provecho que pudo y pactó una fórmula de transacción con Abarzuza, sos- tenedor de casi todas las bases Amblard Maura. La in- quietud y el descontento de los cubanos y la paz moral fueron los argumentos alegados por los reformistas para conseguir la conformidad de los conservadores; lográronla creyendo éstos que los descontentos habían quedado satisfechos. Pero les engañó su buena volun- La guerra separatista. tad; nuestros hombres de Estado olvidaron que en ta- les circunstancias ceder es lo mismo que declararse vencido. Y así lo estimaron los revoltosos, tomando por miedo y debilidad lo que se hizo realmente sólo en aras de la paz y de la armonía. El 13 de Febrero pronunció Cánovas su elocuente discurso en que que aseguraba que la paz sería durade- ra en Cuba, porque las reformas constituirían el lazo indestructible de amor fraternal (1). Once días después se alzó en el departamento Oriental , y casi á las puer- tas de la Habana, el pendón de la estrella solitaria de las cinco puntas. De la agitación y de las discordias producidas por las reformas sirviéronse á maravilla los separatistas para moverse y preparar la guerra. ¿Es así como debe corresponderse á los sacrificios de la madre Patria? ¿Qué más pudo y debió hacer ésta por Cuba? — Jamás se olvidó de su bienestar y cuidó de ella con preferente atención. Las facilidades que ha dado al comercio, á la industria, á la navegación y á (1) Sesión del Congreso de 23 de Febrero de 1895. (Extracto de la Ga- ceta de Madrid, pág. 1.058.) "Pero — decía el Sr. Cánovas — al mismo tiempo que esto (la buena voluntad de los autonomistas), es claro que no han de aprovechar este momento de aproximación, este instante de paz y de concordia entre los distintos partidos, los revolucionarios , los separatistas, para intentar per- turbar el orden público en la loca empresa de echarse al campo. Puede que que así y todo se echen algún día ¡quién lo sabe!; pero si se echan, entonces no será con transacciones con lo que nosotros les responderemos; acaso será con aquellas transacciones que honrosamente puede imponer el vence- dor. (Muy bien.) — Pero no hay ni debe haber por ahora ningún temor acerca de esto. . . — Pero lo que es hoy por hoy, con el planteamiento de las reformas, yo tengo la convicción íntima, y no puedo menos de comunicarla al país sinceramente, de que estas reformas serán allí, por un espacio de- terminado de tiempo, por muchos tal vez .(prenda segura de orden, de con- fianza y de paz. „ (Grandes aplausos.) 8 La guerra separatista. la agricultura han sido grandes: con recorrer las ca- lles déla Habana, de Matanzas, de Cárdenas, de Co- lón, de Sagua, de Cienfuegos, de Santiago y de otros muchos pueblos, se convencerá cualquiera del inmenso desarrollo del comercio; con visitar los ingenios Tole- do, Caracas, Conchita, San Lino, Santísima Trinidad y mil y mil más, y sobre todo el Constancia, verá el más miope que la industria azucarera es la más ade- lantada del mundo, y no hablo de la tabaquera, porque las fábricas de Carvajal, Cabanas, Alvarez, Valle, Murías, Vales, Gener, Estanillo, Larrea, Rabell, Upp- mann , García Cuervo , Bances y otras muchas no tie- nen rivales; con leer la lista de los buques de Herrera, de Menéndez,de Collado, de las Trasatlánticas española y francesa, déla Hamburguesa, de Ward, de Serra, de la Bandera española, de Prat, de Sáenz, de Plant y otras Compañías que obtienen en Cuba pingües ganancias, se advertirá que España protege la navegación , y si, por último, se recorren los campos de Pinar del Río, Habana, Matanzas y Santa Clara, y si se repara en los crecidos dividendos que reparten las Compañías de ferrocarriles, se adquirirá la evidencia de que España ha sido y es madre cariñosa y pródiga de Cuba. ¿Existe alguna otra causa que justifique la guerra separatista? 27 de Agosto de 1895. CAPITULO III Ignorancia y abandono en que se supone tiene España á tos^cubanos. Demostramos que ni la nacionalidad ni la lucha por la vida son causas legítimas de la guerra separatista, ¿Podrán serlo la falta de ilustración, la ignorancia y el atraso en que la madre Patria mantenga á los habitan- tes de Cuba? No ya causa, pero ni pretexto da este punto para la revolución. El último censo oficial (1887) arroja el nú- mero de 1.600.000 habitantes en toda la isla, poco más ó menos. Pues bien; la nación sostiene seis Institutos de segunda enseñanza en las capitales de las provin- cias de Santiago de Cuba, Puerto Príncipe, Santa Cla- ra, Matanzas, Habana y Pinar del Río, que se hallan por su posición topográfica en excelentes condiciones para que acudan á aquéllos los de todos los pueblos y sitios de labor. La nación sostiene igualmente en la Habana una antigua Universidad con todas las faculta- des, esto es, de Leyes, de Filosofía y Letras, de Cien- cias naturales y Matemáticas, de Medicina y de Far- macia , y tan completas todas que en ellas se confiere el doctorado, privilegio de que carecen las peninsula- res, pues sólo la Central crea aquí doctores. La nación estableció y sostiSie dos Escuelas Ñor- 10 La guerra separatista. males Superiores en la Habana para maestros y maes- tras de Instrucción primaria, y cerca de treinta años antes de las Normales había encargado y retribuía á Jos Padres Escolapios, á fin de que instruyesen y for- masen maestros, como así lo hacían con gran perfección estos beneméritos Religiosos que enseñaban también, y aún enseñan , las asignaturas de la carrera mercan- til. A la vez se otorgaban con suma facilidad certifica- dos de aptitud á personas de ambos sexos y razas para que regentasen escuelas oficiales y particulares. La nación creó y sostiene escuelas primarias en los pueblos y barrios más insignificantes de la isla. Repá- sese la estadística de esos establecimientos y dígasenos si existe ó no prodigalidad, no porque creamos que su número sea alguna vez excesivo, pues cada hogar de- biera ser una escuela, sino porque se encuentran éstas profusamente diseminadas por los campos para prove- cho de los bodegueros y sitieros distantes de los pobla- dos. Si los civilizados europeos conociesen la geogra- fía y la topografía de los lugares y casas de labor de la isla de Cuba, estimarían seguramente que las juntas de instrucción habían sido muy indulgentes en crear y do- tar escuelas á las cuales no acuden niños porque no existen [en sus cercanías : viven muy separados unos vecinos de otros. La nación sostiene en la Habana un Conservatorio y una Escuela de Artes y Oficios muy bien montados, y para ellos construyó un magnífico edificio, quizá sin ri- val, el inolvidable patriarca vascongado D. Antonio Tellería (q. e. p. d.), el valeroso coronel decano délos voluntarios, el patrien sin tacha que á la cabeza de La guerra separatista. 11 más de tres mil personas respetabilísimas dio vivas á España frente á balcones (1) cerrados ^tl época infausta y que no se olvidará jamás por los españoles cubanos; cerrados^ repetimos, para los que estuvieron siempre abiertos y debían estarlo en aquel entonces si no triun- fase una política desgraciada que abrió profundísimas simas de discordias fraternales en los campos de la lealtad española de Cuba. El Estado sostiene y fomenta todos esos centros de instrucción insular, pues unos dependen inmediata- mente de él y otros de las diputaciones y municipios, á los cuales concede abundantes arbitrios con ese fin. Mas no hemos consignado aún todo lo que debemos, y es sin disputa lo mejor. Los Colegios de primera y segunda enseñanza de los Padres Jesuítas, de Belén en la Habana y de Montserrat en Cienfuegos, y los de los Padres Escolapios en Guanabacoa y en Puerto Prínci- pe son protegidos y subvencionados con algo por la nación. A ellos concurren los jóvenes de todas las esfe- ras sociales, y en ellos se educan en el santo temor de Dios y se instruyen en las ciencias, letras y artes con la perfección que acostumbran hacerlo los hijos insig- nes de San Ignacio de Loyola y de San José de Ca- lasanz. Los Padres Paúles acaban de establecer en Ma- tanzas un Colegio de igual clase. Superfluo es decir que esos Colegios se hallan á la altura de los mejores del mundo. Edificios grandiosos y perfectamente adecuados á su objeto, gabinetes riquí- simos de Física, Química, Historia Natural (Zoología, % (1) Los del Palacio del Gobierno General. 12 La guerra separatista. Botánica y Mineralogía) y Matemáticas, Academias de Dibujo, de Solfeo é idiomas y profesores competen- tísimos en saber y virtud: eso son, y mucho más, los Colegios á que nos referimos. Cuádranles admirable- mente los lemas que en su fachada ostenta el del Sal- vador, de los Padres Jesuítas de Zaragoza: Religio: Scientia: P tetas: Charüas: Patria, Y como cometeríamos una injusticia imperdonable omitiéndolos, citaremos los Observatorios meteoroló- gicos de los Jesuítas de la Habana y de Cienfuegos. Creó el primero nuestro venerable amigo el inmortal cuanto sabio y humilde P. Benito Viñes (1), inteligen- tísimo y muy diligente observador que llegó á conocer y á familiarizarse con los terribles ciclones antillanos de tal modo que parecía le obedecían al seguir sus rum- bos y al resolverse en los senos del Mar Caribe, en el Golfo Mejicano ó en las costas norteamericanas. Salvó el P. ViñCL más vidas y haciendas que los mayores pacificadores del mundo, y Cuba le debe eterna grati- tud. Fundó el de Cienfuegos nuestro también queridísi- mo amigo el P. Hilario Retolaza, S. J., y le dirige hoy, ya que el P. Lorenzo Gangoiti que se formó á su lado, fué trasladado al de la Habana para suceder á Viñes, oráculo de todos los marinos y consultor indispensable y guía seguro del Observatorio de Washington. No hay tampoco por este lado motivos para la gue- rra separatista. Prosigamos estudiando. 1) Pasó á mejor vida el 23 de Julio de 1893. 28 Agosto 1895. CAPÍTULO IV Pretendida falta de justicia distributiva, por parte de la ma- dre Patria, al conferir cargos, empleos y honores, pos- tergando á los cubanos.— Recórrense los diferentes car- gos públicos para demostrar la injusticia de esta acu- sación. ¿Será causa de la guerra la falta, por parte de la madre Patria, de justicia distributiva al conferir car- gos, empleos y honores, postergando caprichosamente á los cubanos? — Responder con acierto á esta pregunta es difícil y en extremo delicado : trátase de compara- ciones, y casi nunca se logra complacer á los dos ex- tremos de la relación. Probémoslo, no obstante, pues la sinceridad preside en el presente estudio y es de suyo prenda de feliz resultado. Que la madre Patria procede con equidad al discer- nir los puestos que se obtienen previa oposición, se demuestra con sólo pasar la vista por los escalafones. Recorramos el de la magistratura judicial, pregunte- mos por la partida de bautismo de cada Juez y nos sorprenderá el gran número de caballeros cubanos que figuran al frente de Juzgados y en las Salas de las Audiencias. No citaremos nombres de todos por no exponernos á omisiones; pero sí recordamos que el se- ñor Larrazabal era en Marzo Pifesidente de la Audien- 14 La guerra separatista. cia territorial de Matanzas, que el Sr. Romeu (puer- torriqueño y casado con señora cubana) lo es de Pinar del Río, y que el Sr. Pulido (casado con señora cuba- na) lo es de la de la Habana; los señores López Alda- zabal, O'Farril, Jaime, magistrados, y los Sres. Vaseo, Becerra, Travieso, Pichardo, Solís, jueces, y otros y otros honran como cubanos la toga española. El cuadro de profesores de la Universidad habane- ra lo llenan casi exclusivamente los hijos de Cuba y lo mismo sucede en los Institutos de segunda enseñan- za. Por cierto que en la provisión de la cátedra de Derecho canónico de la Universidad acaba de dar la madre Patria una prueba evidente de imparcialidad: el Tribunal de las oposiciones confirió la cátedra al doctor Terán, andaluz; pero su contrincante, el Dr. Frías, cubano, creyó lastimados sus derechos, entabló recur- so y el Tribunal de lo Contencioso, de Madrid, falló á su favor. Los profesores de las escuelas primarias y de la de Artes y Oficios son cubanos en su mayoría. Herrera, magistrado del Tribunal Supremo de Ma- rina, en Cuba nació y se educó, y muchos jefes y ofi- ciales del ejército y de la armada vieron allá la prime- ra luz, y cubanos eran Monteverde, Miranda y Bece- rra, heroicos capitanes que sellaron, entre los prime- ros, con sus vidas su amor á la integridad nacional. Su sangre, mezclada con la de nuestro dulce amigo el bravo general Santoscildes , con la de Bosch, de Gon- zález, de Tomás y de Sotomayor, está clamando ven- ganza y severo castigo contra los traidores y sus cóm- plices que tantos días de desolación y daños incalcu- lables originan á la máire Patria. La guerra separatista. 15 Sáenz Yáñez, Ley va y Portuondo ocupan lugar preferente en la ingeniería de la isla: el primero es el arquitecto del Estado; el segundo es ayudante de Obras públicas, y el tercero es jefe de minas del departamen- to Oriental. ¿No fué jefe del ejército español el Sr. Al- bear, el gran ingeniero cubano, sólo inferior al cons- tructor de la fortaleza de la Cabana? Don Bernardo Arrondo, interventor general de Co- municaciones; Pujal, ingeniero director de las obras del puerto de la Habana, y D. Aquiles Solano, jefe ins- pector de policía del mismo puerto, son cubanos. Cubano es D. Francisco J. Daniel, abogado consul- tor del Ayuntamiento, como lo era su antecesor D. Ra- món de Armas y Sáenz (q. e. p. d.J , y lo es el otro abogado D. Rafael Maidágan. D. Domingo Romeu, puertorriqueño, es Deán de la Catedral de la Habana. El infortunado Sr. Rodríguez Batista fué goberna- dor civil de la Habana; el Sr. Cassá fué gobernador de la región Occidental y^á la vez director general (in- tendente) de Hacienda, cubanos ambos; antillanos son el Sr. Arderíus, general segundo cabo hoy y antes go- bernador civil de la Habana, y D. Joaquín Lastres, Rector de la Universidad, sucesor del habanero señor González del Valle. De propósito hemos citado á altos funcionarios de la isla casados con cubanas , porque después del ma- trimonio tienen los tales intereses más arraigados y vínculos más estrechos con Cuba y son tan criollos ó más que los mismos naturales de aquella región. Es eso tan notorio, que nos releva de pruebas; y aun re- sultaría abrumador si copiásemos aquí literalmente 16 La guerra separatista. uno de los artículos del extendidísimo credo cubano, si bien algo clandestino. Instruidas las cubanas de este símbolo audaz y excepcional, é identificadas con él, podrían ellas y sus familias hacer á la madre Patria mayor daño que los separatistas descubiertos. Si al- guno duda de nuestra afirmación, procúrese las Memo- rias de las insurrecciones pasadas, consulte libros, pe- riódicos y revistas ( y entre éstas la Revista Cubana) y se convencerá de lo que indicamos, á no ser que cierre los ojos á la luz del sol. Hemos calificado de audas el credo cubano^ porque sus autores compendiaron de un modo admirable y trasladaron al hogar y á la esfera familiar y amistosa las enseñanzas traidoras, aleves y anárquicas que las sectas masónicas redactaron y han aplicado y aplican con tenacidad y astucia incomparables para destruir, si pudiesen, los fundamentos inconmovibles de la Igle- sia católica , para socavar ó ridiculizar toda autoridad justa, para burlarse cínicamente de la sinceridad de los amigos y para corresponder con incalificable felo- nía al desinterés de sus candidos protectores. Anotamos este particular para que los descontentos enumeren entre los favorecidos de la tierra á los casa- dos en ella, pues la aman más, la favorecen más y están allí más ligados que los mismos naturales. Los milita- res y los marinos y los empleados que van allá solte- ros ó allí enviudan , ¿no se casan casi todos con cuba- nas? El capitán general Sr. Chinchilla y los generales del apostadero Sres. Méndez Casariego y Gómez Loño ¿no estaban casados con cubanas? ¿No lo están casi todos los jefes y oficiales del ejército y de la escuadra La guerra separatista. 17 de Cuba? ¿No lo están el general Pando que tan buena memoria dejó entre los leales, y el general Calleja, de quien conservan recuerdos tan cariñosos los eterna- mente descontentos? 29 de Agosto 1895. CAPÍTULO V Prosigue la misma materia. Continuemos nuestras reflexiones acerca de los em- pleos 3^ honores, pues nos quedan algunos ramos de que hablar, porque de ello vienen haciendo los cuba- nos un gran capítulo de quejas contra el Gobierno me- tropolitano, y por consistir en esto la única razón de ser del flamante partido reformista. Sin D. Gervasio Casañas no puede pasarse en el Gobierno general, y con razón se le considera inamo- vible por su aplicación y laboriosidad; el Sr. Azcárate (hijo) es letrado consultor del mismo gobierno y jefe de Gracia y Justicia. En la intendencia es interventor el Sr. Fontanals, y el Sr. Montalvo es jefe de la adminis- tración de Hacienda, y como gran oráculo en asuntos rentísticos figura siempre el famoso Sr. Chaple, obli- gado pitoniso de todos los intendentes. Empleados de inferior categoría existen muchos otros. Cuba está bien representada en la Habana y fuera. De los ferrocarriles unidos , ó sea de la Habana á Matanzas (dos líneas) , á Unión , á Guanajay y á Bata- banó, es ingeniero administrador D. Alberto de Xime- no; del de Cienfuegos á Villaclara lo es D. Francisco Paradela , y del de Cárdenas- Júcaro á Colón y Santa Clara lo es D. M. Iribas: cubanos son todos, y muy es- La guerra ^separatista. 19 timados por sus buenas cualidades. En las oficinas cen- trales j en las líneas hay infinidad de funcionarios de la región. Del Banco Español son subg-obernador primero siempre el Sr. Haro é interventor el Sr. Carvalho, con otros muchos subalternos en la principal y en las su- cursales. Igual pasa con el Banco del Comercio. De la mayoría de los jueces mucipales de la isla, de todos los fiscales y secretarios de los mismos puede de- cirse que son del país. Con los notarios y los escribanos y con todos los oficiales de causas acontece cosa parecida: raro es entre ellos el peninsular. Muchos de los- registradores son también antilla- nos, y lo son desde luego los subalternos. Los alcaldes municipales , si no nacieron todos en Cuba, para el caso es mejor que si hubiesen nacido. Están casados con señoras cubanas y tienen más arrai- go en Cuba por su familia y por sus intereses cuantiosos, que los naturales. Los secretarios de las alcaldías son de allí, y lo mismo los empleados de los ayuntamientos. Las diputaciones provinciales cuentan con gran nú- mero de diputados permanentes y de oficiales del país. Betancourt, Yero, Govin, Saladrigas, Triay, Toñare- ly, Penichet, etc., etc, cubanos nacieron y son dipu- tados provinciales. El general Valera es negro y nosotros hemos visto varios jefes negros de Cuba. Del Consejo de Administración, cuya importancia legal es de todos conocida, forman parte principíilísi- ma, y con gran honra de esc organismo, los cubanos 20 La guerra separatista Sres. Herrera (D. Miguel), oriundo de leal familia flori- dana, González de Mendoza, Bruzón y Cerra Dieppa, abogados prominentes estos tres , y orador elocuente y de agudísimo ingenio el último; secretario de la Cor- poración era D. Nicolás Azcárate. Del Consejo es el señor Pérez de la Riva, peninsular, pero antiguo auto- nomista. Pues bien; el cargo de consejero de adminis- tración es de los más honrosos y más importantes á la vez de la isla de Cuba por la trascendencia de sus dictámenes y por la eficacia de su intervención en la marcha general de todos los asuntos insulares. Sabido es que el partido conservador ó de Unión constitucional es en Cuba el verdaderamente nacional español que cobija á la sombra de la bandera roja y gualda la aristocracia de las riquezas , de la industria y del comercio y á todos los que más se distinguen por su buena voluntad hacia la madre Patria. Esa agrupa- ción, de honrosísima historia , siempre procuró pedir para Cuba todas las leyes y todos los adelantos prove- chosos , y sostuvo todas las resoluciones del Gobierno supremo obrando como incansable y desinteresado adalid de la integridad nacional. Esa gloriosa colec- tividad no distinguió nunca entre canovistas y sagas- tinos, ni atiende á las formas de gobierno, cabiendo en su seno alfonsinos , carlistas , integristas y^ republica- nos de todos los matices. No estima digno de. su consi- deración más que el supremo interés de la Patria espa- ñola. Ser fidelísimo intérprete de sus deseos y pensa- mientos, he ahí el mayor timbre de su gloria. Ser in- sular ó peninsular es indiferente para formar parte de aquella gran familia nacional. La guerra separatista. 21 Ahora bien; ese gran partido (y nos produce hon- dísima pena consignar que se forma sólo de parte de aquellos habitantes), esa benemérita colectividad se entregó en alma y cuerpo al ilustre Sr. Marqués de Apezteguía, cubano distinguidísimo, eligiéndole su presidente enfrente de la candidatura del Sr. Conde de la Mortera, peninsular. El partido de Unión consti- tucional, la Patria por medio de sus hijos leales, honró á un cubano con el cargo más elevado que en Cuba se puede desempeñar, si se exceptúa el de Gobernador general. Calvo, Carvajal, Dávalos, Galbis, Pertierra, D. Celestino Blanch, Alvarez Insúa, Balboa, Arcos, Tellería, González López, San Román, Pita, D. Modes- to Hierro, Trotcha, Mañach, Del Río, Díaz, J. B. Al- varez, Cacicedo, Romero Rubio, Castañer, Bances, Santos Guzmán, Ruiz, García Tuñón (D. Segundo), Lenzano, Salgado, los Novo, Penichet, Zabala, Gelast, Porset, Sabucedo, D. Anselmo Rodríguez, García-Co- rugedo, los Longoria, D. Florencio Vicente, D. Patri- cio Sánchez, Cairo, García Rey, los Rodríguez Sam- pedro, Villasuso, D. Avelino Zorrilla, López Seña, Lecuona, Suárez, D. Ramón Arguelles, Quesada, Man- tilla, Vila Vendrell, Santos Ecay..., todos los que en Cuba están identificados por completo con España, dieron sus votos y otorgaron su confianza á un hijo dignísimo de la gran Antilla. Cuando la nación observa los extraordinarios ser- vicios y los méritos especiales de sus hijos cubanos, distingüelos generosamente con honores, grandes cru- ces y títulos de nobleza. De lo expuesto, y atendida la proporción de habi- 22 La guerra separatista. tantes insulares y peninsulares comparándolos con los de las otras regiones, creemos que debe concluirse ra- cionalmente por afirmar que también Cuba es privile- giada en punto á honores, cargos y empleos, y que^ por lo tanto, sus hijos no tienen motivo ni pretexto, no ya para lanzarse á los horrores de una guerra parrici- da, pero ni aun para quejarse. Y si quieren obtener mayor predilección, desechen toda prevención contra el suelo ibérico; no rehusen, como lo hacen, venir acá, y crean que la madre Patria aumentará las distinciones, pues los mira como á Ben- jamines. Armas y Sáenz (q. e. p. d.), Labra, Lastres (D. Francisco), Abarzuza, Rodríguez Batista, Cassá, Villanueva, pruébanles que decimos verdad. ¿No dicen todos que D. Arsenio Martínez de Campos es cubano? Pues éste llegó en^España adonde nadie ha subido. 30 Agosto 1895. CAPÍTULO VI Alucinación originada por la perspectiva de que Cuba llegue á erigirse en nación independiente. La lucha parricida ¿traerá su origen de la alucina- ción que produzca en los rebeldes la perspectiva de los esplendores que lleva en pos de sí la formación de una nación independiente? ¿Esta idea habrá fascinado tan poderosamente á los insurrectos que los haya lanzado á los campos de batalla en contra de la madre Patria? La situación geográfica de Cuba , sus condiciones climatológicas, su historia, su presente y su porvenir, las cualidades físicas y morales de sus hijos, el interés de las naciones próximas, las conveniencias de las po- tencias europeas, estos son los puntos en que es nece- sario fijarse para ver primeramente si la isla puede erigirse en nación independiente, y en segundo lugar si este fin deslumbrador ha influido de hecho en la exis- tencia de la guerra separatista. En el hemisferio boreal, sirviendo como de escabel á la gran República norteamericana y formando una especie de valladar que la impide desbordarse por el Sur, tropiézase con la isla de Cuba en el rumbo que de Finisterre se sigue para ir á Méjico ó Nueva España. Calcúlase que su suelo podrá mantener unos seis millo- nes de habitantes. A poco que se medite acerca del par- 24 La guerra separatista. ticular, se comprenderá que la isla se halla en el punto en que está para que sea un lugar neutral: de ese modo no la poseerán los Estados Unidos del Norte que, dada su exuberancia y como llevados por la fuerza de la gravitación, se dejarían caer sobre las demás Antillas menores, amenazarían constantemente á Venezuela, á Colombia, á Costa Rica, Honduras, Salvador y Nica- ragua, ó por lo menos las rodearían privándolas de su natural libertad, y oprimirían desde luego á la Repú- blica mejicana, pues por el Nordeste, Norte y Géstela van ya amurallando á fin de que no respire sin su permiso. Para ver esto no hay que ser un Cisneros, un Feli- pe II, un Ensenada, un Disraeli ó un Bismarck. Quien esto escribe, que es un simple mortal, tuvo el honor de discurrir extensa y amigablemente acerca de estas cuestiones con el heroico general Villada, gobernador del Estado de Méjico y uno de sus mejores estadistas, y ambos convinieron en el punto de vista expuesto. Permita el bondadoso amigo que invoquemos el grato recuerdo de días que no olvidaremos jamás, pues no creemos cometer ni leve indiscreción. A Francia, Inglaterra y Alemania y á las demás na- ciones civilizadas conviene que Cuba permanezca como está hoy, y no sólo les conviene que continúe así, sino que les es necesario, porque el día en que Cuba deje de ser española, no será neutral, pues aun suponiendo que subsistiese como Haití, el comercio sería exclusi- vamente monopolizado por los Estados Unidos del Nor- te, y por los Golfos de Darien y de Méjico no transita- ría nadie, á no ser con su licencia previa y con las con- La guerra separatista. diciones que la gran República impusiese. Se imposibi- litarían todas las relaciones de Europa con las repúbli- cas hispano americanas del Norte y del Centro, porque las impediría la doctrina egoísta de Monroe. El que no vea esto, no conoce el continente colombiano é igno- ra en absoluto las doctrinas y tendencias del coloso yankee. Las condiciones climatológicas de Cuba son otro factor especial que es indispensable tener presente para saber si Cuba puede erigirse en nación. Su clima dul- císimo, muelle y enervante, y sus productos alimenti- cios, superabundantes muchos de substancias sacarinas y pobres otros en elementos asimilables y reparadores de fuerzas gastadas, piden que aquella isla no se sepa- re nunca de la madre que la dio ser y la vivifica ince- santemente. Las naturalezas más robustas se debilitan y se consumen aUí de una manera extraordinaria. Los naturalesde Cuba, por serlo, y los extraños porque ago- tan sus energías en más ó menos tiempo, pero siempre corto, todos claman, de cuando en cuando, por ausen- tarse periódicamente de aquel ambiente tropical, anhe- lan todos aire fresco y oxigenado, todos ansian dilatar sus pulmones en otra atmósfera más libre, más amplia y más vital: por robustecerse, por adquirir sangre nue- va, por reparar la máquina se hacen todos los sacrifi- cios posibles. La imaginación, esforzándose por crear á su modo, no halla en la superficie terrestre pedazo más delicioso, ni más rico, ni más saludable (el vómi- to es exótico, aunque hoy endémico), que la faja de tie- rra cubana; pero como sería mucho gozar el vivir allí sin privaciones el hombre pecador y caído, de ahí 26 La guerra separatista. la necesidad imperiosa de sombras y lunares cuyo re- medio es preciso buscar en otra parte. Los que hayan vivido en Cuba habrán observado la pobreza de san- gre y el decaimiento de que se adolece generalmente. Por eso es necesario que aquellas generaciones se re- nueven con frecuencia y reciban savia nueva que las conserve y les comunique el vigor y la robustez de que ha menester el hombre para cumplir los múltiples de- beres que le impone la divina Providencia. De aquí nace la necesidad de una inmigración ince- sante que no se efectuaría con regularidad si Cuba se separase de la madre Patria, y no yendo de aquí los inmigrantes, acudirían los yankees blancos y negros, y como éstos se establecen dominando y exterminan- do según demuestra la historia, los habitantes de Cuba desaparecerían muy pronto, y si sobreviviese alguno, sería considerado como de clase ó casta inferior. Parécenos, pues, haber probado evidentemente que la isla de Cuba no reúne las condiciones necesarias para erigirse en Estado independiente. Y estamos tan convencidos de esta verdad, que creemos que la Pro- videncia ha ordenado que sea española para bien de gran parte del continente hispanoamericano, y para impedir que la república de los Estados Unidos se des- morone. Esta es la madre y sostenedora de la guerra antiespañola, con ulteriores miras; pero la auguramos que si alcanza á realizar sus propósitos, desde el ins- tante que los logre sentirá los castigos de su ambición. Esa misma filosofía de la historia nos mueve á afir- mar que los cubanos rebeldes serán duramente casti- gados por promover una guerra que es contra toda La guerra separatista. ley, contra toda razón y contra toda conveniencia. Enloquéceles la idea de formar nación independiente, ¡ Infelices ! Nunca se violan impunemente las leyes pro- videnciales de las naciones. 31 de Agosto 1895. CAPÍTULO VII Dícese falsamente que España maltrata, pospone y humilla á la raza de color, rebajándola por considerarla inferior á la blanca. La conducta observada por la madre Patria con la" raza negra ó de color ^ como se dice en Cuba, ¿será causa de la actual guerra separatista? El número de habitantes de Cuba pertenecientes á la raza africana, pasa de quinientos mil según el últi- mo censo, si la memoria nos es fiel, y es indudable que inñuye poderosamente en la presente sublevación aportando á ella el mayor contingente de rebeldes. Veamos si España la dio motivos para que tome las armas y examinemos qué es lo que la impulsa á irse al campo insurrecto , engrosándolo de tal modo que me- rece llamarse negrero. Pero antes debemos contestar á esta pregunta: ¿Es ó no es racista la guerra de que tratamos? La guerra, hoy por hoy, no es de razas: su lema es ¡Viva Cuba libre! De suerte que á esta idea se subor- dinan todas las demás, y á ella posponen los insurgen- tes todas las otras aspiraciones, y sus discordias intes- tinas las sacrifican al presente en favor de aquella abe- rración que los atrae y los avasalla con mayor fuerza que un imán á las limaduras de acero. Los rtformis- La guerra separatista, 29 tas, á raíz del 24 de Febrero, esparcían la voz de que el levantamiento era colorado^ y sostenían la especie porque no querían confesar los yerros á que los llevó su política desastrosa y que todos habíamos previsto menos ellos que cerraron voluntariamente los ojos á la luz de la evidencia. Intentaban echar sobre los negros la inmensa responsabilidad que la opinión pública atri- buía, unánime y sensata, al reformismo. Los del palacio del Gobierno general cogían el cie- lo con las manos en presencia de un fracaso tan desco- munal; pero se movían y gritaban en espantosa sole- dad, porque todo el mundo contemplaba, tranquilo é indignadísimo, las consecuencias necesarias de un ré- gimen ciego y atolondrado. Este había presenciado im- pávido cómo se hacinaba leña, cómo se la prendía fue- go; observaba la generación y la presión de los gases; abría por sí mismo las válvulas al caldeado sus r^^inaje antiespañol, y en su asombrosa carencia de^mpredo común no veía ó no quería ver lo que todos tocál^an y observaban. Preparada la tierra y abonada y sembra- da una semilla sana y adecuada á la latitud y al clima, conoce el humilde labriego el resultado necesario de su labor, á no ser que un agente superior lo impida. ¡Los directores de la política cubana no conocieron ni previeron ó, mejor, no quisieron conocer ni prever el alcance de su conducta con los enemigos de la Patria, ni querían, en presencia de los hechos, darse cuenta de ellos! Los españoles contemplaban indignadísimos los incalificables desaciertos y lanzaban ayes de profun- dísimo dolor ante la afectada ó estudiada ignorancia 30 La guerra separatista. de sus gobernantes. Los traidores, los laborantes y con- templaban tranquilos las consecuencias lógicas de las premisas sentadas por ellos en pleno mediodía y se gozaban en poseer los frutos de su labor: la tea de la discordia iluminaba ya los campos de Cuba, y á su luz siniestra surgía pujante una lucha sangrienta, feroz, como que es parricida. Todo el mundo, parte tranquilo y parte indignadísimo, miraba las consecuencias de un régimen que ni conciencia tenía del instinto de propia conservación. Revivieron los tiempos de estu- pidez precursores de la revolución de 1789. La guerra actual de Cuba no es, hoy por hoy, ra- cista. Guillermón (Guillermo Moneada) era negro, los Maceo y Máximo Gómez son amulatados; pero Ma- nuel y Julio (los blancos rebeldes no quieren el don, se lo cedieron jí Jos africanos por un decreto del Sr. Cdí- lleja).flfluye^i y Julio Sanguily, Quesada, Martí, Miró, los rtan'"''^^-^ Betancourt, Marrero, Zayas y otros son blancos, y los redactores de La Fraternidad y de La Protesta (después La Verdad) eran Enrique Collazo, don Juan Gualberto Gómez, Usatorres, etc., descen- dientes unos de europeos y de Cham otros. A todos unía y une en apretado haz el odio á España. El grito de ¡Cuba por la rasa de colorí vendrá con el tiempo, si el pendón español llega á abandonar ¡no lo permita el cielo! la isla, entregando á su propio consejo á los ilusos rebeldes. La presente guerra es política, si bien creemos que los negros de mayor ilustración abrigan propósitos de dominio que les conviene ocultar por ahora. En cuanto á los motivos que aleguen los negros La fruevYG separatista. 31 para sublevarse contra España, opinamos que no tie- nen ninguno fundado. La raza negra sufre las conse- cuencias de un castigo y de una maldición que el Pen- tateuco nos refiere al hablar de Noé y de sus hijos; su inferioridad viene perpetuándose á través de los siglos. La redención de Jesucristo comprende á todos los hombres, según nos enseña el dogma católico; pero las naciones y los individuos de dicha raza han abusado de su libertad, negándose á participar de los beneficios que el Salvador nos mereció derramando su divina sangre por todos los hombres. El Continente negro rehusó la libertad cristiana, y es víctima de la esclavitud del demonio y de las pasio- nes de los hombres malos. Para la Iglesia católica no hubo jamás diferencia entre griegos y latinos, entre romanos y númidas, abomina de la ley de castas, con- denó la esclavitud y á su extinción enderezó sus leyes y sus doctores y misioneros la combatieron siempre ; pero lucha con preocupaciones y en su camino halla el obstáculo de la insaciable avaricia. Al fin, también en Cuba se sobrepuso el espíritu cristiano, y en 1885 se abolió totalmente de hecho la esclavitud prohibida siempre de derecho. A pesar del hecho, la justicia nos obliga á consignar que los esclavos fueron siempre protegidos y amparados por las leyes civiles españolas más que por las de otras naciones; en territorio espa- ñol el esclavo lo era solamente de nombre. Sus seño- res le instruían y le consideraban como de familia; en otras naciones son peor tratados los criados, y los ne- gros libres norteamericanos son hoy de inferior condi- ción á la de los esclavos que hubo en Cuba. Véase cómo 32 La guerra separatista. se cotiza el color de la piel en la República yankee y se nos dará la razón. El -que haya vivido en Cuba ha- brá visto el cariño que se dispensa al negro y la lla- neza verdaderamente cristiana y española con que se le trata. Los que los desprecian, los que no quieren beber con la copa usada por un negro, los que aborre- cen el don porque lo tienen los negros, esos no son es- pañoles, esos son los que los maltrataron y maltratan, son sus aduladores y explotadores de ocasión , son sus compañeros de manigua. Añádanse á esa adulación el carácter veleidoso del negro, su inclinación á la vida errante y enemiga de la tranquilidad del hogar y su furor por experimentar impresiones nuevas y desconocidas , y esos, y no otros, son los motivos que impulsan á los negros á la insu- rrección, prescindiendo délos conscientes ^ pues éstos combaten por el fin oculto antes indicado. 3 de Septiembre 1895. @u8a8 inmediatas \^ üeFcladepas DE LA GUERRA SEPARATISTA CAPÍTULO VIII Errores y negligencia de los padres en la educación de sus hijos. — Extranjerismo y en especial "yankismo.,, Hemos señalado ya las causas remotas de la guerra cubana, es decir, las causas remotas que alegan los hijos desleales de la Patria para levantarse en armas contra España, y hemos visto cómo se desvanecen al examinarlas serena y desapasionadamente la razón. Estudiemos ahora las causas próximas de la descabe- llada insurrección. No vacilamos en designar como la principal el des- cuido de los padres en la educación de sus hijos. Las costumbres, los usos, el carácter y las tradiciones pa- trias brillan por su ausencia en la formación de los corazones del niño y del adolescente; todo se les ense- ña á las tiernas criaturas menos lo que es España y de España procede. Despiértase su inteligencia con la vista de lo que es extranjero, y principalmente con lo relativo á Francia, á Inglaterra y en especial á los Estados Unidos norteamericanos. Todo lo que ven y estudian en sus primeros años refiérese á esas nació- 34 La 'j^ucyva separatista. nes, y su historia, su geografía, sus progresos, sus ar- tes, sus industrias y su idioma son lo primero que aprende el niño cubano. Para ellos España ó no existe, ó si existe forma en el concierto social después de todas las naciones: la lengua española no la hablan bien, ni se les enseña de- bidamente nuestra gramática: la historia patria es des- conocida, y siendo, como es, la más hermosa y heroica de todos los pueblos, se les describe con los colores con que la pintan los novelistas franceses é ingleses , de suerte que, en vez de infundirles admiración y cariño, la aborrecen avergonzándose de que corra por sus venas la sangre de sus antepasados; desdeñan el carác- ter nacional, no viendo en los españoles sino caballeros de la andante caballería, verdaderos Quijotes descono- cedores de lo que interesa á la vida real: os darán ra- zón de la literatura de Voltaire, de Shakespeare y de Goethe, pero de la de Alfonso el Sabio, de Fray Luis de Granada, de Cervantes y de Calderón sólo conoce- rán con dificultad lo que lean en obras antiespañolas. Recorred todos los ramos del saber y de la cultura na- cionales y observaréis las mismas deficiencias. Llegan ya los adolescentes á la edad en que hayan de elegir profesión ó de ampliar sus conocimientos, y ve- réis que se marchan á Nueva York, á Londres y á París; allá pierden lo poco que de españoles poseían, derro- chan inmensos caudales enriqueciendo los tesoros ex- traños, y regresan á Cuba con su imaginación tropical repleta de proyectos subversivos, de ideas antiespaño- ias y de soberano desdén á todo lo nacional, creyendo que nuestra patria es la antesala del imperio marroquí. La guerra separatista. 35 Tienen especialmente por los yankees gran vene- ración y ciego entusiasmo, y no creemos aventurado afirmar que su locura yankófila los conduciria á pasar por todo y consentirían, á cambio de sacudir el dominio español, en añadir una estrella más ¿í la ban- dera de la gran República vecina. Solamente lo que procede de allí y sólo sus instituciones les agradan. Los usos y las costumbres , la lengua y las leyes, el sistema de Gobierno y de administración, los juegos, las diversiones y los trajes, lo yankee^ en una palabra, les' fascina. Los cubanos no encuentran en España nada digno de aprecio, no ya de admiración; nuestras escuelas y colegios, y nuestros Institutos, Academias y Universi- dades no valen nada para ellos. Los médicos, los abo- gados, los ingenieros, los literatos, los matemáticos y los naturalistas españoles son unos ignorantes si se comparan con las eminencias yankees. Nuestros artis- tas son pigmeos y no entienden un ápice de belleza ante los constructores de las casas de diez ó más pisos, y ante los pintores de conejos, perdices, caballos, árbo- les, etc., de los dominios del Tío Sam. En leyendo Boston, Philadelphia, Chicago, New York, Brooklin, etc. ya ni nombrarse pueden Barcelona, Bilbao, Alcoy, Béjar, Trubia, Ferrol y otros. Lo de España es todo rudimentario, nada, aliado de lo americano, pues para los cubanos lo americano no es más que lo yankee. Las novelas, las historias, los tratados de matemá- ticas y de física, las revistas y los periódicos agradan á los cubanos si están escritos en inglés, pues si lo están en español carecen de todo valor. Las leen porque el 36 La guerra separatista Gobierno no consiente otros libros de texto que los es- pañoles; si otorgase libertad de textos, ni un libro, ni un pobre silabario español se hallaría en las escuelas de primera enseñanza ni en los demás establecimien- tos literarios. La educación ha de ser angloamericana para que satisfaga. Mucho dibujo, mucha gimnasia, mucho sol- feo y piano, mucha caligrafía inglesa^ mucha geogra- fía y mucha historia yankees para los alumnos; la cos- tura, el bordado, las labores domésticas, la literatura y la historia españolas son allí poco gratas, conside- rándolas como impropias de la cultura y de la intelec- tualidad (los españoles para ellos son rudos) de los adoradores de la bandera famosa. La afición que en Cuba se siente por lo americano raya en delirio. Los ferrocarriles norteamericanos son los primeros en velocidad, en comodidad y en per- fección, y las ciudades con sus calles rectas y sus grandes parques los asombran: las fábricas son inme- jorables y sus productos de extra-quality. No habléis á los cubanos de venir á Europa (no se dignan decir España) en los vapopes de la Trasatlántica española, en los de Sáenz de Cádiz ó en los de Prat de Barcelo- na; para ellos no hay otros que los de Ward que enla- zan en Nueva- York con los de Cunard, ó si queréis los franceses. Navegan en los vapores españoles cuan- do vienen deportados ó por cuenta del Estado. Muchos de su« periódicos cuidan de no anunciar la llegada ó la salida de los correos nacionales^ y dicen correo de España^ como si fuese de Francia ó de Alemania, y lo mismo hablan de harinas españolas, tejidos españoles^ La guerra separatista. 37 productos españoles, no nacionales. ¡Y es claro!, como que para ellos España no es su nación, no es su Patria. Los Padres Jesuítas y Escolapios educan é instru- yen á la española, es verdad; pero sus alumnos lo ol- vidan todo en el seno de la familia y en el ambiente en que viven. De ahí nace la gran aversión á la madre Patria. Esa es causa principal inmediata de la guerra. 6 de Septiembre 1895. CAPÍTULO IX Invasión y propaganda del protestantismo. En el capítulo precedente expusimos lo que nues- tra conciencia, formada por larga y cuidadosa obser- vación, nos dicta acerca de la causa magna inmediata de la guerra filibustera: el punible descuido de los pa- dres al educar á sus hijos produce la monomanía del extranjerismo y singularmente del yankismo, en cuyo fenómeno deben fijarse los directores de nuestra políti- ca. La monomanía yankófila es el mayor y principal enemigo de la bandera española en la gran Antilla, como lo es de la influencia ibérica en todo el Continente colombiano. Todo lo que de esto se diga no se aproxi- mará bastante á la abrumadora realidad, y todo lo que nuestro Gobierno haga por contrarrestar al tenaz y as- tuto adversario^ será poco. Si nuestros representantes diplomáticos y consula- res en América no olvidasen jamás este punto, y si el Gobierno le diese toda la importancia que encierra por ser extraordinaria y capitalísima, se evitarían tantas ignominias como nos hace padecer el Tío Sam^ y la actual guerra no existiría, y aun iniciada sería al ins- tante reprimida, porque además de disponer de nues- tros propios recursos, contaríamos con los de todas las Repúblicas hispano- americanas. Ha existido en esto ne- La guerra separatista. 39 gligencia suma, y ahora cosechamos los frutos amar- gos de no haber sabido cultivar y estrechar los lazos que unen á aquellas hijas con la madre Patria. Otra de las causas que produjeron y alimentan la guerra cubana, fomentando á la vez el extranjerismo, es el protestantismo. La turba de metodistas, cuákeros, anabaptistas, baptistas, episcopales, espiritistas y otros que han inundado la isla de templos, escuelas y centros protestantes, ha causado un daño indecible á España. Es necesario haberlo visto para formarse idea aproxi- mada de ese perjuicio inmenso, pues los afiliados á ta- les sectas, á más de apostatar de la Religión verdadera, reniegan todos de la nacionalidad española, y á ningu- no de los pastores de esas sectas diabólicas se les con- fiere el cargo si no van antes á los Estados Unidos á someterse al aprendizaje. Allí lo> superintendentes los amaestran y amoldan perfectamente para que se pene- tren bien de sus ideas y se identifiquen en absoluto con sus propósitos, y hacen excelentes propagandistas de maestros de obra prima, de barberos, de vendedores ambulantes y de famélicos sacamuelas. Los famosos Ve- rea, Duarte y Alberto Díaz no nos dejarán mentir, y el más célebre y listo de todos, que no citamos porque nos dicen que, arrepentido, se convirtió, podría confir- mar nuestros juicios, como que fué gran iniciado. El mismo Marcos García (1), alcalde perpetuo de Sancti- Spíritus (una de las cinco Villas), exdiputado del Con- (1) Es ardiente partidario de la abominable secta espiritista, y publica una revista en que defiende y propag:a ese error. En Sagua la Grande se. publica La Luz espiritista que el Ldo. Cavaller y Mercadall fustigó en su Observador con gracia ática y feliz éxito. 40 Tm guerra separatista. greso repúblico -cubano y gran pontífice del espiritismo en su ciudal feudal, podría suministrar pruebas efica- ces y noticias elocuentísimas de lo que venimos consig- nando. Todos estos sectarios son ardientes misioneros del yankismo, y en sus peroratas, y en sus sermones, y en los cánticos de sus capillas, y en sus revistas periódi- cas, y en sus libros y folletos, y en sus escuelas, y en sus hospitales (casas de salud, sanatorios) y en sus ce- menterios difunden doctrinas deletéreas, atacando por igual á la Religión católica y al orden social, y soca- van con mayor frenesí aún los cimientos del dominio español en la gran Antilla. Porque su propaganda re- viste este carácter, y jle decirlo no nos cansaremos jamás: con las ridiculas patrañas que fingen y propa- lan contra la Iglesia católica, sus sublimes enseñanzas^ sus ministros y su culto, mezclan siempre los ataques al dominio español, tergiversan la historia patria, me- nosprecian nuestras tradiciones, búrlanse de todos nuestros héroes y de sus proezas, combaten nuestras leyes é instituciones y ridiculizan nuestras costumbres, á la vez que pregonan nuestro atraso, ponderan nues- tra decadencia y debilidad y nos calumnian y rebajan, sin que se cansen nunca de repetir en todos los tonos los desprecios, los errores y las calumnias que les ins- pira su ferocidad anticatólica y antiespañola. El protestante cubano tiene eso de singular: es an- ticatólico porque es antiespañol. No se maravillen nues- tros lectores. Todos sabemos que el que apostata del Catolicismo pasándo'se al protestantismo, lo hace por- que su corazón está seco de amor á Dios, púdrese en f.a guerra separatista. 41 la corrupción y no cree la verdadera fe porque con- traría sus brutales apetitos; pero en el apóstata cubano, bay algo de más raro. El cubano que seluteraniza, no lo hace porque su fe le estorbe y le impida entregarse á toda clase de vicios ó para irse al verde ^ como con frase burlona dijo Erasmo, no: si es indiferente, si no practica la Religión católica, ni cree en nada, ¿cómo ha de estorbarle? — Afiliase al protestantismo porque, revestido de tal librea, combate más á mansalva á Es- paña: el sectario cubano odia á la Religión católica, pero no como Religión, pues no profesa ninguna, sino que la odia á muerte porque es española, es decir, por- que para él Catolicismo es igual que españolismo, por- que España llevó allí y á toda América, por favor de Dios, la Religión de Jesucristo, y católico y español son sinónimos para el cubano rebelde é ingrato. El apóstata cubano cuídase muchísimo, más que de extender y firmar su prevaricación , de inscribirse en el padrón norteamericano pidiendo título de ciudada- nía yankee. Todos esos desgraciados regresan á Cuba abroquelados con ese título y envueltos en la bandera de las fajas y de las estrellas, estimándolo ¡y no se equi- vocan por desdicha! como un resguardo indispensable en el cual se encastillan á fin de insultar impunemente á la bandera española. ¡Cobardes y miserables! Reniegan de su Patria y cúbrense con la inmunidad extranjera para ofenderla villanamente en su propia casa y entre- garla al enemigo, y ¡güay del atrevido que les pida cuenta de sus actos! porque son inviolables y enarbo- lan en seguida la bandera norteamericana. ¡Indignos y desnaturalizados! Casi merecen volver á la época de 42 La guerra separatista.. los taparrabos, si no fuese por los verdaderos cristia- nos que en Cuba tanta gloria dan á Dios. Y nuestro Gobierno y sus hombres de Estado ¿ig- norarán todas esas cosas? ¿Para qué envían allá, si las desconocen, á los gobernadores y magistrados? Y si és- tos no informan con lealtad y exactitud á sus jefes, ¿de qué sirven? Y si no ven ni observan lo que hemos re- ferido, público y notorio, ¿á qué se dedican y en qué pasan el tiempo? ¿Estará enterada la augusta señora que se sienta en el trono de Felipe II? — ¡Ah! No: no es posible que conozcan esas y otras muchas cosas más: si las conociesen, las remediarían. No tolerarían tanta desvergüenza y tantos desmanes. Nosotros cumplimos con nuestro deber: nuestra in- formación es fidelísima, matemática. Esos son los fru- tos de las múltiples sectas protestantes de Cuba y de la nueva que creemos deber bautizar con el apodo de civilismo, secta de los partidarios del matrimonio civil. 7 de Septiembre 1895. CAPITULO X Civilismo. — Masonismo. Expresión sincera y fiel de lo que sabemos, por haberlo aprendido viéndolo y tocándolo por nosotros mismos, es lo relativo al protestantismo que reclama con justicia el calificativo de segunda causa magna inmediata de la insurrección, y ninguna persona im- parcial nos motejará de exagerados, sino que lamen- tará, si conoce á Cuba, que no poseamos y manejemos el sublime pincel realista de Velázquez para que tras- lademos al papel toda la realidad de los sucesos y toda la severidad con que los juzga merecidamente nuestra inteligencia. Indicamos que á la influencia perniciosa de las innumerables sectas protestantes conocidas, de- bía agregarse otra secta nueva, que nos permitimos denominar civilismo^ y es hija legítima de la reformista madre luterana. La augusta lengua de Cicerón y de Quintiliano ha de perdonarnos que de la raíz de pala- bras hermosas usadas por ellos formemos un nombre que significará cosas muy feas; discúlpanos la necesi- dad de expresar brevemente una serie sistemática de aberraciones nuevas que ellos estaban muy lejos de imaginar. Civilismo significa para nosotros lo siguiente : Sis- tema erróneo, engendrado por el protestantismo, que 44 La guerra separatista. inventó, defiende y propaga el matrimonio civil ó pro- fano de los cristianos, pretendiendo justificar con esa unión laica el amor libre ó libertino y liberticida entre hombre y mujer. Lo diremos con menos palabras: civi- lismo es el error que defiende la unión civil legal del amor libre. ¿Y qué relación guarda el civilismo con la guerra filibustera? — nos preguntarán los curiosos lectores. — Y muy grande y mu}^ estrecha que es la maldita rela- ción, y la verán claramente reflexionando un poco. El civilismo ha sido inventado por el diablo para corromper los lazos indisolubles y perpetuos que Dios estableció á fin de hacer del hombre y de la mujer unidos en matrimonio como una sola alma. Jesucristo elevó esa unión á la dignidad de Sacramento, de suerte que entre cristianos todo contrato matrimonial que no sea Sacramento, es una deshonestidad en la esfera de los hechos, y en el orden de las creencias sostener esa unión meramente humana y natural lleva consigo la negación de una verdad dogmática, como lo es la de que entre cristianos no puede separarse el contrato del Sacramento, y esa negación implica la de otra verdad más superior aún, como es el dogma de la unión per- petua é indisoluble de Cristo con la Iglesia. Por lo tanto, si se extiende el civilismo, se relajan todos los vínculos del hogar cristiano y se le desnatu- raliza transformándolo en un vivero porque se le des- poja de la hermosa aureola con que la Religión eleva y ennoblece la misión confiada á los padres. Privada así la familia de la cristiana hermosura, las consecuencias son fatales, porque el hombre y la mujer no se mirarán La s^uerra separatista. 45 como cooperadores de la divina Providencia, ni los hijos verán en ellos más que el principio de sus desdi- chas. Lo cual, además de consecuencia de una socie- dad humana y efímera, es también merecido castigo por la infracción de las leyes cristianas. Una familia de tal modo nacida y constituida no observará obe- diencia ni respeto dentro de casa y, no guardando estos deberes naturales, mucho menos guardará los sociales y políticos que, si es verdad que son sagraclot, no son tan íntimos como los primeros. Véase, paes, cómo existe estrecha relación entre el separatismo y el civilismo; de éste nace aquél, porque seca y ciega todas las fuentes del amor, incluso la del amor patrio. Bien lo comprenden los defensores y propagandis- tas del civilismo en Cuba, y por eso ponen tanto em- peño en aclimatarlo y generalizarlo todos los antiespa- ñoles, los protestantes y los masones. Los últimos espe- cialmente no cesan en su añín de desacreditar el ma- trimonio canónico, presentándolo como inventado por el Concilio Tridentino, y en cambio aplican al consor- cio civil todos los ditirambos que suelen decir de todas las que llaman conquistas de la revolución. Ensalzan á éste como hechura del hombre descreído y sin ley , é intentan hacer aborrecible al primero como invención, dicen los muy tontos, de la ominosa teocracia papal. Y juntan con la impiedad el embuste, pues engañan á los ignorantes guajiros mostrándoles el Código civil, y los inducen á error diciéndoles : " Mirad si será bueno el matrimonio civil, cuando la católica España lo incluyó en su Código fundamental.^ Porque los adoradores de Hirán son los más efica- 46 La guerra separatista, ees auxiliares del filibusterismo cubano y , astutos y malignos como su padre Lucifer, aprovechan todo lo que creen más conducente á sus fines perversos, y ayu- dan siempre y por todos los medios á los separatistas, y lo realizan en tal grado que debemos formular esta tesis : cuando los masones sostienen y propagan una cosa en Cuba, esa es antiespañola. Es regla general, que no falla en caso alguno. Extranjerismo, protestan- tismo y civilismo en Cuba valen tanto como masonis- mo; son hermanos gemelos é inseparables. Para proclamar esta verdad nos apoyamos en el testimonio de nuestra conciencia, y repetimos el eco á la vez de lo que afirma unánimemente el sentido común cubano. Es muy general en la gran Antilla la creencia de que la masonería defiende con todas sus fuerzas el consorcio civil, y no está lejano el día en que publica- remos las instrucciones dadas por las logias á sus adep- tos con ese fin, y en especial á los jueces y á los ma- gistrados que pertenecen á la hermandad masónica. Un hermano.', distinguido que regularizó su situación masónica en 1871 en una logia déla Cor uña, fué el acusador que llevó á los tribunales á un humilde sacer- dote que se opuso con todas sus fuerzas á la calamidad del matrimonio civil entre católicos; el fiscal es muy conocido, y el sacerdote tiene hoy entablado recurso y espera del Tribunal Supremo de Justicia (1) la casación (1) Este Supremo Tribunal en 8 de Febrero de 1896 casó y anuló la in- justa sentencia de la Audiencia de la Habana, fecha 9 de Febrero de 1895, y absolvió plenamente al que esto escribe. Triunfaron, gracias á Dios, los derechos de la Iglesia y de sus sacerdotes, la honestidad y limpieza de la familia cristiana y la justicia por la rectitud de los primeros magistrados de la nación. ÍM. i(ueyya separatista. 47 de la durísima sentencia que le impuso la Audiencia de la Habana, condenándole á la enorme pena de catorce años, ocho meses y un día de expulsión de todo territo- rio español, con las accesorias. ¡Al defensor del Catoli- cismo en Cuba se le consideró por la Audiencia haba- nera como reo de delitos contra la independencia del Estado, siendo así que por lo mismo debía juzgársele como el primer sostenedor de los derechos nacionales! Pero la masonería no tiene entrañas y arrolla é inuti- liza al que se opone á sus planes. Es muy grande la desgracia que pesa sobre Espa- ña, y tan inmensa y fatal, que no se explica la ceguera de los imperantes. El último alcalde de la Habana fué nombrado fuera de terna por el general Calleja, y ese alcalde, D. Segundo Álvarez, era Gran Maestre del Oriente.*, de Colon de los Valles.*, de la Cuba.*, ma- sónica, Oriente abiertamente separatista (1); el alcalde de la ciudad del Pinar del Río, miembro prominente de la fraternidad.-, fué nombrado tal fuera de terna por el mismo famoso gobernador general Calleja; el segundo vicepresidente (D. Prudencio Rabell) del partido re- formista cubano es Gran Oriente de otra rama de la masonería de la isla; muchos catedráticos, muchos jue- ces y muchos magistrados son masones. Y al llegar aquí no acertamos á concretar nuestras ideas. La masonería es disolvente^por su misma natu- raleza; en nuestras provincias de Ultramar fué siem- pre antiespañola, y los jefes y más conspicuos cons- (1) Ahora mismo (Julio de 1896) acaba de averiguarse que ese Oriente ¡ene una logia aquí en Madrid, que^celebra sus tenidas en. el local déla Asociación hispano-filipina, también separatista, de la calle de Relatores. 48 La guerra separatista. piradores de las guerras de separación eran todos masones; la masonería actual de Cuba y Filipinas ins» pira el odio á la madre Patria, favoreció y favorece siempre todo lo que es antiespañol. ¿Por qué se la to- lera y, aún más, por qué se la protege? ¿Por qué se dan puestos de confianza á sus individuos? ¿Por qué se ponen en sus manos armas que esgrimen alevosamen- te contra España? — Esto no lo sabemos explicar, si no es por la manía del suicidio. Y si algún tonto nos replica, le diremos que lea la Gaceta de la Habana (de Marzo ó primeros de Abril), y verá que el mismo Sr. Calleja nos da la razón en un decreto que publicó prohibiendo las reuniones masó- nicas por enemigas de la integridad nacional. Luego la masonería es otra causa inmediata pode- rosísima de la guerra separatista. 14 de Septiembre 1895. XI La supuesta decadencia económica. — Crisis azucarera. ¡i¡!!!La crisis económica, ¡oh! el problema económi- co... ese es la causa de la guerra parricida; ahí está el origen, no es otra la madre de la locura separatista: la energía poderosa, la fuerza generadora, el ser todo del filibusterismo no se busquen más que en el malestar, en la decadencia, en la miseria espantosa, en la indes- criptible ruina económica, agrícola, industrial, comer- cial y de todo género que imperan en la gran. Antilla y pesan sobre ella como losa de plomo¡¡¡!!! Ese es el grito lastimero, desgarrador que lanzaron á los cuatro vientos los enemigos de la Patria, los fran- cos y descarados como los laborantes y cómplices pudo- rosos. A los acordes quejumbrosos y hondamente me- lancólicos del sinsonte de la enramada (1) se preparó y efectuó el parto bélico que venimos estudiando. Y los autonomistas y reformistas y otros inocentes hicieron coro á los traidores, á los vagos y aventureros que sin saber una palabra de nada, como no sea hablar contra España , que sin sentir en su corazón más que repul- sión y odio á la autoridad nacional , y que sin entender más que de derrochar caudales y pasar la vida en (1) Así se llaman los poetas que entonan himnos á, la suspirada inde- pendencia de Cuba, y declaman contra la supuesta opresión del Gobierno c«ntral. 59 Lii gncrní se par al isla. orgías y devaneos , se nos ofrecen como redentores y libertadores de Cuba moribunda. ¡Qué sarcasmo! Mas lo peor no es que los laborantes profiriesen tan- tas falsedades, porque se proponían crear atmósfera contra el Gobierno de España, y con tal de conseguir- lo no reparan en medios. Lo ntás deplorable está en que hallaron gentes que les han dado crédito , y ha cundido por Europa la idea de que España tenía por completo abandonada la isla , no acordándose ^de ella más que para obligarla á recibir sus tejidos de Cata- luña, sus trigos de Castilla, sus hierros de Vizcaya y los vinos y conservas ^peninsulares, y para imposibi- litar, en cambio, en la metrópoli la importación de los azúcares, aguardientes y tabacos antillanos. Tanto se ha declamado acerca de las estrecheces económicas de Cuba y del abandono por parte de la madre Patria, y se han repetido y exagerado tanto los juicios sepa- ratistas y las calumnias, que las naciones civilizadas han tomado pie de ahí para creerse en el deber de de- sear y aun de ayudar á la emancipación de la desven* turada Antilla. Y no es que pensemos que influyó en ellas la simpatía que produce la tortura de una víctima inocente, no; no les reconocemos tanta delicadeza de sentimientos, pues á la vista está que la compasión que por Cuba sienten es fingida y la origina el interés. Francia pretende acaparar el mercado cubano con sus productos de perfumería, de droguería y de bisutería; Alemania quiere ser sola en la importación de quinca- lla^ mueblería, cerveza y ginebra; Inglaterra y Bélgi- ca no pueden ver que nadie lleve á Cuba maquinaria más que ellas, y los yankeeSy ¡oh! éstos créense con ex- La guerra separatista. 51 elusivo derecho á que no entre ni sal^a ni un átomo de los puertos cubanos que no sea con marca monroista, y llevado y sacado en buques del coloso. Pero hipó- crita como es la compasión extranjera, es lo cierto que se fotnnó opinión contra España, y no habiéndose ésta cuidado de rectifica/ y deshacer los errores esparcidos, puede alegarse que no es fingida aquélla, sino verda- dera y fundada en tantas afirmaciones como se han de- jado correr sin traba por todas partes. La Protesta^ La Verdad^ La Fraternidad (de la Ha- bana), La Unión (de Güines), La Lu^y su hijo El Crio- llo (de Guanajay), La Pluma (de Unión de Reyes), El Siglo XrX (de Cienfuegos), y otros mil periodiquillos de muchísimos pueblos de la isla, las Hojas Literarias de Sanguily y la misma Revista Cubana (Habana) con su hinchada y huera filosofía y con sus aceradas crí- ticas contra todo lo español y con sus apologías de las pasadas intentonas, repitieron en todos los tonos del pentagrama (que diría Castelar) las desventuras de la patria chiquita. Y los periódicos de información y los republicanos y los reformistas copiaban sus quejas y las confirmaban, y entre autonomistas y reformistas creció el clamoreo y, como éstos se dicen españoles, se les dispensó crédito. Y las Cámaras de Comercio y el Círculo de Hacendados y la Liga Económica y los tabaqueros y todos los descontentos enviaron á Ma- drid comisionados para exponer agravios y para llo- rar desdichas, y aun allí se atrevió á insultar un taba- quero , un tal Aguirre , en el Palacio de Gobierno al general Martínez Campos, si no suprimía no sé qué impuestos sobre el tabaco. 12 La 3[uevra separatista Nosotros que amamos á Cuba como el que más la ame; nosotros que la hemos estudiado cuidadosamente y que hemos procurado su felicidad en la medida de nuestras fuerzas; nosotros que hemos sacrificado en aras de su bienestar moral, social y político lo que Dios solamente sabe, no hemos podido^ vencernos nunca para llevar en paciencia la garrulería declamatoria de los que han pintado y pintan á Cuba con los negros colores arriba indicados. Y es que por favor de Dios nos resistimos instintivamente, por natural impulso, á las exageraciones y á las mentiras , y en este caso nos opusimos siempre y desmentimos los asertos relativos á las fantaseadas desdichas. Nos honramos con la amis- tad de ardientes autonomistas y de reformistas aluci- nados, y les correspondemos sinceramente; pero jamás hemos transigido con ellos en la cuestión presente y en otras muchas íntimamente ligadas con el honor nacio- nal y con la intervención del Gobierno supremo. Y es que en materia de observación los hechos son la razón, toda la razón, y en su presencia deben ren- dir armas la hipótesis, las ilusiones y las ficciones de imaginación calenturienta. Todo lo que sea divagar, todo lo que sea hablar fuera de la realidad, debe ser mirado con soberano desdén, porque del hombre no puede exigirse perfección angélica, ni en la sociedad civil humana se ha de buscar un estado de bienaven- turanza que es propio de los que reinan con Dios en el cielo. Y como discurriendo á la luz de estas conside- raciohes evidentes no hay en la superficie de la tierra región más feliz y dichosa que Cuba española, por eso no nos hemos conformado, ni nadie puede conformarse La !s:uerya separatista. 53 con las fantásticas apreciaciones de los que viven, no en la tierra, sino en los espacios siderales. Quien afirme que Cuba española es económicamen- te desventurada, desconoce en absoluto los hechos, ó niega descaradamente la verdad. No existe país más rico, ni ninguno puede alardear de un movimiento co- mercial más floreciente y productivo. En ninguna par- te ni de ningún ramo del comercio, de la industria y del trabajo se saca mayor ni utilidad igual que la obte- nida en Cuba. Suplíquese permiso para inspeccionar los libros y los documentos de las casas de banca de la Habana de D. Joaquín Borges, de D. Luciano Ruiz, de D. Narci- so Gelast y de Bances; de Uppmann, de Hidalgo, de Balcells, de Franck y Kholsen y de Piñón; los de Bea y Bellido, de Matanzas; de Cacicedo, de Castaño y En- triago, de Cienfuegos; de Longoria, de Gibara; de Bue- no, de Santiago, y de un millón más; véase el movi- miento del Banco Español (1) y del Banco del Comercio déla Habana; repásense los libros de los ingenios Cons- tancia, de Apezteguía; Caracas, de Terry; Conchita, de Baró; los de la sucesión Moré, los de Dávalos, los de Tirso Mesa, los de San Lino, de Montalvo; los de Durañona, los de Goicoechea, los de Pascual, los de Artiz, los de Zulueta, los de Malpica, los del Congre- so, Senado y Redención, los del Hormiguero, los de las Compañías extranjeras del valle de Trinidad y de las jurisdicciones de Manzanillo y Bayamo y otros in- (1) El Excmo. Sr. D. Luciano Puga y Blanco, actualmente Fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, fué Gobernador de ese Banco y podría in- formar sobre lo referente á éste. 54 La guerra separatista. numerables; sin acudir allá, fórmese la estadística de lo que se exporta á Cuba de Barcelona, Málaga, Cá- diz, VigOjla Coruña, Santander y Bilbao, y de Burdeos, Havre, Amsterdam, Amberes, Hamburgo, Liverpool, Cardiff, de Halifax, de Nueva York, Philadelphia y Nueva Orleans y de todas las Repúblicas hispanoame- ricanas y en especial del Uruguay y de la Argentina: compárese ese movimiento colosal, y nadie nos negará que no hay en el mundo comercio más próspero y abun- dante que el de Cuba, y que no sólo no existe superior en relación proporcional, sino que obtiene la prima- cía, examinado en absoluto. Con más de sesenta y dos millones de pesos giró en un solo año, y reciente, la casa Borges , y en esa proporción giran y ganan los - demás establecimientos. Un país que en menos de diez años transformó la industria azucarera privada repentinamente de los bra- zos de la esclavitud, que la sostenían; un país que im - porta y exporta en cantidades fabulosas lo mejor y más caro que produce la tierra y fabrica la industria; un país en que abundan tanto los capitales grandes y sa- neados; un país en que corre el oro á manos llenas y se reparte entre todas las clases, ese país no es pobre, ni en él hay problemas económicos que ocasionen trastor- nos, y mucho menos una guerra. Y, sin embargo, esa supuesta crisis económica ha sido factor importante de la insurrección. 16 de Septiembre 1895. CAPÍTULO XII Prosigue el mismo asunto. — iVIovImiento y productos de los ferrocarriles. La prueba más decisiva de lo que sentamos en el capítulo precedente, proporciónanla las estadísticas, y nuestros cónsules enviarán seguramente de tiempo en tiempo sus informes minuciosos á los ministerios de Estado y Hacienda, los administradores de aduanas remitirán las relaciones de lo que se exporta á Cuba de nuestros puertos de mar, y los empleados de recauda- ción é impuestos de la isla inspeccionarán fiel 3^ cuida- dosamente la cantidad y calidad de los productos que salen y entran en ésta, reuniéndose todas las noticias para que el ministro de Ultramar conozca con exacti- tud el estado de toda clase de riquezas de la gran Anti lia. Suponiendo, pues, que dichos funcionarios cumplen escrupulosamente con sus respectivos deberes, nada es más fácil que acudir al ministerio de Ultramar y en las secciones correspondientes se hallarán los datos numé- ricos que confirmen lo que hemos asegurado. Si nuestras suposiciones fuesen desgraciadamente inexactas, aún se puede contrastar la verdad de nues- tros juicios revistiéndose de heroica paciencia para re- pasar uno por uno los números de los periódicos Avisador Comercial y El Comercio, de la Habana, El Productor y El Comercio, de Sagua la Grande, El 56 La s:iievra separatista. Correo y La Aurora del Yumun\ de Matanzas, El Eco y La Crónica, de Cárdenas, El Orden, de Caiba- rién, Las Villas, El Iniparcial y El Día, de Cienfuc- gos. El Fanal, de Puerto Príncipe, La Bandera Espa- ñola, de Santiago de Cuba, y otros de los puertos de Manzanillo, Guantánamo y Baracoa, y en sus seccio- nes de importación y exportación, de entrada y salida de buques se recogerán pormenores aproximados, si no precisos, de lo dicho. Agregúense también los estados semestrales ó anuales que publican en sus Memorias las Empresas de ferrocarriles; compúlsense los libros de las casas navie- ras, pues en todo interviene la oficina del timbre, y la elocuencia de los números se producirá en favor nues- tro. Citaremos un solo hecho, porque se publicó al defender su gestión el Sr. Paradela y Gestal, ingeniero administrador que fué de los ferrocarriles unidos de la Habana (líneas de Villanueva y Bahía): en un solo año ingresaron en las cajas de esta Compañía cuatro mi- llones y quinientos mil duros, correspondiendo casi todos á derechos de transportes y almacenajes, Y no se olvide que las paralelas de esra Empresa traspasan mu}^ poco los límites de la provincia de la Habana, si bien le pertenecen los almacenes de Regla. Las ganancias de las Compañías de Matanzas -Sabanilla, de Cárde- nas-Júcaro, de Sagua-Caibarién y de Cienfuegos- Villa- clara son proverbiales, obteniéndolas principalmente del transporte de caña, azúcar y mieles. La prosperidad que de dos años acá alcanza la línea del Oeste, preci- samente desde que la Compañía inglesa corre con ella (Avana and Pinar del Rio Raillvay West Company), La guerra separatista. 57 es bien conocida de los accionistas que experimentan los beneficios de sus antes dormidos capitales inverti- dos en una comarca esencialmente tabaquera. ¿Es posible que haya decadencia económica en paí- ses que rinden tan pingües productos á las Empresas? — Entendemos lealmente que no, y por lo menos así lo afirmamos de Cuba. Como las Compañías viven espe- cialmente de los fletes, ponen singular empeño en faci- litarlos y abaratarlos, porque es la única manera de tenerlos y con ese proceder permiten que los dueños de ingenios centrales ganen por su parte y dividan sus ganancias con los propietarios y colonos. La pruden- cia obliga á las primeras á sostener la armonía, ade- más de que muchos hacendados son presidentes y con- sejeros de las juntas directivas, á la vez que accionis- tas, y sucede lo mismo con los almacenistas y expor- tadores. Contribuyen todos unánimemente á mantener esa racional y provechosa inteligencia. Pudiera objetársenos que, en efecto, todo va bien hasta ahí, pero las contrariedades aparecen al tratar de exportar los azúcares y el tabaco al mercado extran- jero y aun al traerlos , y esto es lo más lamentable , al mercado peninsular. Ponemos la objeción en toda su realidad y no podrá tachársenos de ocultar la verdad ni de tergiversarla. Confesamos que la cuestión así pre- sentada ofrece no imposible, pero sí difícil solución; mas no tan difícil que asintamos á la opinión del cum- plido caballero y muy mal aconsejado político señor conde de la Mortera ( 1 ) que en una entrevista con CD Fallació en Madrid el día 26 de Marzo de 1896 (d. e. p.). rS La guerra separatista. un redactor de El Cantábrico expresó su parecer di- ciendo "que el problema económico es tan grave como la guerra misma, siendo motivo de gran preocupación para todos los espíritus reflexivos y demandando rápi- dos y enérgicos remedios de los poderes públicos que deben dedicarle tanta atención como al problema mi- litar.,, No hace muchos años que el azúcar de Cuba se ex- portaba no sólo á los Estados Unidos, sino á Inglaterra y á otras partes, y en la madre Patria se consumía en mayor cantidad que ahora; pero desde que en Alema- nia y en Austria, en Francia y en Norte- América se cultiva la remolacha y se saca de su elaboración tanto provecho, aquel producto antillano no es tan solicita- do , pues se le sustituye con el de la segunda que le hace poderosa competencia. Las vegas de Andalucía aportan su contingente y, por lo tanto, decreció la importación del de Cuba. De aquí procede la baja en el precio de éste, y como es natural disminuyó su de- manda porque además el gasto no aumentó en pro- porción de los millones de toneladas de azúcar que in- numerables fábricas lanzan á la plaza. De esta situa- ción no tiene culpa España, y en lugar de descargar sobre ella las consecuencias del progreso azucarero, debiérase estudiar el modo de producir más barato, único recurso que queda ya para competir con otros países. Así lo han comprendido muchos fabricantes cuba- nos que dedican todos sus esfuerzos á disminuir los gastos y á mejorar paulatinamente la fabricación; há- cense cargo de las circunstancias, no arriesgan enor- La guerra separatista. 59 mes cantidades en ensayar nueva maquinaria de dudoso resultado, y á pie firme, aunque no rápido, consolidan los capitales invertidos. Conocemos á muchos de ellos que no citamos, porque mortificaríamos quizá á los demás. La facilidad con que se da en Cuba la caña, la in- mejorable calidad de ésta, la abundancia de su jugo sacarino , la riqueza exuberante del suelo vegetal , el procedimiento rudimentario, pero sencillo y poco cos- toso, que se aplicaba á la fabricación, y los brazos que gastaban casi nada , unido todo á la escasez de azúcar en los centros consumidores arriba indicados, acos- tumbraron á los propietarios antillanos á conseguir rentas fabulosas que no guardaban relación con los capitales invertidos. Muchos que vivieron en esa época privilegiada extrañan hoy la diferencia y no conten- tos con su suerte claman por aquella edad de oro en que eran casi únicos productores y en circunstancias favorabilísimas. Pues bien: esos tales llaman decaden- cia á la diminución de ingresos, pero que en realidad se reduce á ganar menos que antes; tiénense por des- dichados á causa de no sacar hoy libres cien mil, dos- cientos mil y aun quinientos mil pesos anuales, coma en otros tiempos; créense infelices porque no pueden disponer de esas crecidas rentas para trasladarse en los veranos á Londres y á París y cubrir sus teatros, círculos y comercios con onzas de oro, según antiguas costumbres; lloran, en fin, su desventura porque na alcanzan con eléctrica rapidez tesoros que anterior- mente se reunían más pronto. Aún hay más: ¿por qué no decirlo también? — Quéjanse porque hoy es necesaria (dO La guerra separatista. trabajar más, muchísimo más, para vivir holgadamen- te, y este tiempo es preciso restarlo del que quisieran pasar en diversiones. Eso es lo que se dice problema económico , que no solamente no lo es, sino que precisamente evita los verdaderos problemas económicos y sociales. Ahora, si lo que se anhela es que el azúcar de Cuba entre en las provincias peninsulares sin pagar dere- chos de salida allá y de entrada acá , estudíense los medios de efectuarlo , supliendo los ingresos de esos impuestos con otros, de modo que la riqueza de allí coadyuve en justa proporción á levantar las cargas comunes y á sufragar los gastos, y arrásense esas fron- teras aduaneras dentro de la misma nación, pues á nosotros nos repugnan en sumo grado. Mas no se de- clame injustamente contra España, ni se inventen rui- nas y enfermedades que no existen, y en caso de que las haya, remedíense y cúrense; pero no se luche con- tra la cabeza ni se quite la vida á la madre cariñosa, á la nación española, que tan pródiga fué siempre y lo es hoy en derramar la sangre de sus venas para hacer felices á sus provincias ultramarinas. 17 de Septiembre de 1895. CAPITULO XIII Continúa la misma materia.— Cultivo é industria del tabaco. Otros productos de Ja agricultura cubana. Se ha extendido tanto el clamoreo producido á pre- texto de la cuestión económica de Cuba, que estima- mos no haber satisfecho aún las exigencias de nuestro espíritu, porque se abusó mucho de esa palabra y se exageró y ponderó hasta lo infinito la decadencia ma- terial de la isla. No se puede inventar cosa más dis- tante de la verdad. Las ganancias obtenidas por las Empresas de ferro- carriles y navieras y las rentas crecidas que produce la industria azucarera, demuestran clarísimamente que no existe miseria en Cuba. Examinemos otros ramos de la actividad humana. El tabaco, que es una de las fuentes más copiosas de la riqueza cubana, se cultiva en todos los puntos de la isla dondequiera que hay terreno apropiado para la preciosa hoja. Los vapores Villavcrde , México^ Adela y todos los de la casa que gira con la razón social de Sobrinos de Herrera^ transportan continuamente á la Habana miles y miles de tercios de tabaco que se al- macenan en los puertos de Baracoa, Mayarí, Puerto- Padre, Gibara, Nuevitas, Caibarién y Sagua la Gran- de, y proceden de las vegas próximas á estas poblacio • 6'J La guerra separatista. nes y de las que con ellas tienen fácil comunicación. En las oficinas de la Compañía Arrendataria de Tabacos constará la notable cantidad de tercios que importa de Gibara y Nuevitas con frecuencia, pues su represen- tante en Cuba, Excmo. Sr. Marqués de Pinar del Río, los compra y remite para elaborarlos en las fábricas peninsulares. Las extensísimas vegas de Manicaragua, Camajua- ní, Taguayabón, GuaracabuUa, Remedios, Caibarién y Yaguajay surten el mercado habanero y los de la Flo- rida y Nueva York, pues la rama es muy agradable á la vista y muy grato su aroma; los canarios, transpor- tados anualmente desde las Afortunadas por los vapo- res Ramón de Herrera, Julia y María, son los que en la estación oportuna roturan los bosques de aquellas zonas y se dedican á la siembra, cuidado y recolección de ese producto. — Obtiénese también éste en otros mu- chos lugares , y se denomina tabaco de partido con el cual y con el anterior se fabrican riquísimos vegue- ros, que los poco expertos estiman como de Vuelta Abajo, no siéndolo realmente, aunque resultan exce- lentes. En Vuelta Abajo, ó sea en la provincia de Pinar del Río, cultívase la mejor hoja del mundo, y en su extenso territorio no se ven sino hermosas vegas de tabaco: exceptuando las sabanas, las cumbres de lomas estériles, los pinares de Guane y los potreros de criar ganados, todo lo demás está destinado al tabaco. San Cristóbal, Santa Cruz de los Pinos, Taco-Taco, Los Palacios, Paso Real, San Diego, Consolación del Sur, La Palma, Vinales, Baja, Mantua, San Juan y Martí- La guerra separatista. 63 nez, San Luis, Sábalo, Guane, Las Martinas, Remates y La Grifa son con sus innumerables Cuartones y Si- tios los puntos en que se produce el tabaco mejor que se conoce. Calcular los millones de pesos que dicha tierra proporcionó , no es tarea fácil ; mas se vislum- bran por los enormes capitales que allí poseen y por los muchos recursos con que cuentan los labradores dé las regiones citadas. Pierden dos, tres y aun cuatro años seguidos las cosechas, y aunque se lamentan, no se angustian porque con un solo año, entre cinco, que logren el fruto de su trabajo , tienen de sobra para sus necesidades y para aventurar en una lidia de gallos tanto como un lord inglés en Montecarlo. Las ganancias que consiguen por su parte los fa- bricantes de tabaco se observan contemplando los pa- lacios de Alvarez (Henry Clay), de Segundo Alvarez, de Casimiro Alvarez, de Gener, de Rabell, de Murias, de Vales, de Larrea, de Estanillo, de Carvajal, de Ca- banas, de García Cuervo, de Uppmann , de Valle y de otros muchísimos que se dedican á la elaboración ta- bacalera. Los dueños de esas fábricas obtienen más rentas y disponen de más dinero que muchos afama- dos fabricantes europeos y que muchas célebres socie- dades industriales. Es cierto que luchan con leyes pro- hibitivas del comercio internacional, pero las vencen los héroes del trabajo. Las mismas leyes patrias impi- den la libre importación del codiciado fruto; mas si bien se mira, esto favorece y aumenta .el valor de él. La pina, el plátano y el coco son otros inagotables veneros de riqueza para el agricultor cubano. Los bar- cos salen cargados con esos productos de la Habana y 64 I Al guerra separatista. de Baracoa y abastecen los mercados norteamerica- nos, consiguiendo Cuba pingües utilidades. El estado del comercio en sus múltiples manifesta- ciones no puede ser más floreciente, y es tan próspero que no debemos extendernos sobre este particular. Sufre alzas y bajas, pero siempre el trabajo se mues- tra agradecido á los esfuerzos del comerciante más que en las mejores plazas, según hemos visto y oído repetidas veces. Tal es la isla de Cuba estudiada económicamente, resultando que tampoco por este lado tiene discúlpala guerra parricida. 17 de Octubre 1895. CAPITULO XIV Tíldanse sin fundamento las leyes patrias de injustas y desatinadas.— Partidos políticos. Procede 3^a estudiar los cargos que se dirigen con- tra la administración. Los separatistas, ya se digan partidarios de la anexión á los Estados Unidos norte- americanos, ya proclamen la independencia de Cuba, afirman que las leyes patrias relativas á la administra- ción son injustas é inmorales y desatinadas, y dicen que consisten estos vicios esenciales de las le3^es en que no se confía exclusivamente su aplicación á los nacidos en la isla, en la ineptitud y corrupción de los funcio- narios nombrados por el Gobierno central y en la fal- ta y carencia absoluta de sentido práctico de que ado- lece la referida legislación. Cuba para los cubanos, por los cubanos y de los cubanos, y lo que allí no sea eso, es iniquidad, tiranía, opresión y desapiadada y bochornosa explotación. No admiten nada que proce- da de la madre Patria; no consienten la intervención de los peninsulares, abominan de todo lo que tiene sabor español; pretenden, en una palabra, reducir á la nada todo lo que une á España con Cuba, y si para lo- grarlo fuese necesario vaciar la sangre española que corre por sus venas, so las abrirían con gusto (dicen 66 La guerra separatista. muchos) con tal de que no les quede nada que pueda llamarse español. Estos enemigos no se convencen, y por consiguien- te entendemos que sería perder lastimosamente el tiempo empleándolo en defender de sus feroces ataques las instituciones legales españolas. La guerra, pero una guerra verdad, es el único argumento eficaz que la nación debe usar contra esos locos desventurados. No queremos decir que se les dé muerte, sino que se los barra del suelo cubano por incorregibles , y s'e les envíe á los Estados Unidos donde encontrarán su na- tural residencia, pues deshonrarían al pabellón español que los cobijase. Los autonomistas censuran duramente la adminis- tración actual, porque la estiman defectuosa y porque quieren que se ponga exclusivamente en manos de los hijos del país que debe gobernarse por sí mismo, pero bajo el dominio español, é intentan establecer en Cuba el régimen que Inglaterra dio á su dominio del Cana- dá. Los autonomistas estuvieron siempre divididos en dos bandos: en uno figuran Montoro, Cueto, Giberga y otros y acaso Gálvez , y el segundo está formado por Fernández de Castro, del Monte, Covín, Saladri- gas y muchos más. Al líltimo pertenecen los Yero, Betancourt, Tamayo y los que se han ido á la mani- gua con el marqués de Santa Lucía, y todos los favo- recedores solapados de la insurrección. Están afiliados al primero los hombres ilustrados del autonomismo, y propagan sus ideas por los medios lega- les defendiendo el sistema que, según creen, haría más feliz á Cuba. Aman á España y siéntense orgullosos de La guerra separatista. 67 pi I unccL'i ii la raza ibérica, 3^ odian, por lo tanto, el yankismo, eterno enemif^o del poder y de la influencia española. Comprenden perfectamente que la indepen- lencia los llevaría al anonadamiento, ya porque se impondría forzosamente ó la anexión norteamericana ó la anarquía de los negros, como en Haití. Quieren que Cuba sea autónoma, pero española. Las aspiraciones del segundo bando nos son ya co- nocidas: antes eran veladas con protestas de españo- lismo, mas hoy se han hecho patentes por las obras de los que han empuñado el machete. Estos demuestran con sus actos que tenían razón los leales que los com- batían, porque no creían en la sinceridad de sus pro- testas, deduciendo de su oposición sistemática é irra- cional lo que ahora es sabido y no pueden negar. Sos- tener la justicia de las leyes españolas contra las acu- saciones de los de esta fracción, resultaría tarea tan infructuosa como el intento de convencer á los separa- tistas y anexionistas, porque en realidad ambos son por igual antiespañoles. Los reformistas, cuya existencia se dio á conocer ya durante el Gobierno de D. Alejandro Rodríguez Arias (q. e. p. d.), y que llegó á la plenitud de su des- arrollo en tiempos de D. Emilio Calleja é Isasi (Sep- tiembre de 1893 á Abril de 1895), el más desacertado é imprevisor (1) de los Gobernadores generales de Cuba (1) La. Lucha, discutiendo con El Diario, dice lo siguiente: "No nos engañemos á nosotros mismos: lo que hizo (y eso A última hora^ el General Calleja, /«é? lamentar el suceso (el suceso A que se refiere el co- lega, es la actual insurrección) y telegrafiar al Sr. Caprilcs, diciendo: "Lla- me Ud. á Fulano y á Zutano y dígales Ud. que ellos me ofrecieron que si yo aESOI.VÍA TAL 6 CUAL ASUNTO DE SU INTEKKS , NO SE PRONUNCIARÍAN 68 La guerra separatista. los reformistas, decimos, combaten también la admi- nistración española, y han inferido á la madre Patria agravios y le hicieron mayor daño que todos los ene- migos reunidos. Es ésta la verdad más palmaria que se registra en los anales de la presente historia insu- lar, porque del adversario descarado y extraño líbrase uno fácilmente; pero del enemigo doméstico y oculto y del hijo insidioso, no hay modo hábil de evadirse. Creemos que los reformistas procedan de buena fe, y nuestros juicios refiérense á las ideas por ellos pro- pagadas, porque carecen de fundamento racional y han causado efectos en extremo desastrosos para los derechos é intereses de la nación. Ellos han introduci- do, quizá sin quererlo, una discordia profundísima, radical é irremediable en el partido español, y con sus quejas imprudentes y con sus resentimientos pueriles debilitaron, decimos poco, hirieron de muerte á la au- toridad nacional en la gran Antilla. Creyeron los reformistas que escribiendo en su pro- grama los cargos verdaderos ó fingidos, menos la sepa- ración, contra el Gobierno nacional, desarmaban á los enemigos de la patria, y se equivocaron por completo porque olvidaron los preceptos más elementales de la prudencia enseñados por la filosofía de la historia. 19 Octubre 1895. MIENTRAS YO ESTUVIESE AQUÍ. „ ( De La Unión Constitucional de la Habana, de 15 de Mayo de 1895, edición de la mañana.)— El Sr. Capriles era Gobernador Civil de Santiago de Cuba y decíase que el Fulano y Zutano aludidos eran Yero y Betancourt, diputados provinciales, que declararon guerra á muerte al Sr. Nates. célebre jefe leal en la de 1868 á 1878 y ex" perto centinela de la integridad nacional en Holguín, de donde era Alcalde últimamente; no pararon hasta que consiguieron del Sr. Calleja que le pri- vase de este cargo. Quitado el centinela, la fortaleza fué asaltada. CAPÍTULO XV Sigue la misma materia.— Partido de Unión Constitucional. Enfrente de los partidos indicados hállase el de Unión Constitucional, cuyo nombre significa bien cla- ramente los elementos de que se compone y el fin que persigue : sus afiliados proceden de todas las fraccio- nes políticas nacionales y los hay dinásticos de Cáno- vas y de Sagasta con individuos de todos los grupos que éstos acaudillan, aunque los fusionistas están muy escamados de su jefe por los repetidos desaires que les hizo acogiendo y apoyando los proyectos de Gamazo, Maura, Amblard y Abarzuza; los hay republicanos de Salmerón, Ruiz Zorrilla, Castelar y Pi y Margall; cuen- ta con representantes la agrupación tradicionalista de El Siglo Futuro y los tiene también el carlismo. Los miembros de Unión Constitucional prescinden en el seno del partido de las formas políticas que cada cual prefiere, y aceptan la legalidad constitucional de la madre Patria. Su lema consiste en ser y manifestarse siempre incondicionalmente nacionales y gubernamen- tales, aunque esto último no sucedió, muy á pesar de ellos, durante la preponderancia avasalladora de Ga- mazo y Maura, porque Maura lastimaba hondamente los intereses de la nación en Cuba, según juzgaban sus planes de infausta memoria. 70 La guerra separatista. Ese partido, que es sin variación incondicionalmen- te español y conservador, sostiene y defiende lo que las Cortes acuerdan, aunque antes de promulgarse las leyes hubiese pedido é informado á los Cuerpos Cole- gisladores en sentido distinto ó contrario al que éstos resuelvan definitivamente. Las leyes patrias son indis- cutibles para esa heroica colectividad y, fiel á su pro- grama, acata y cumple lo que la nación ordena. Expo- ne y suplica por medio de sus diputados y senadores y de oficio lo que estima más conveniente á los intereses de la Península y de Cuba; procura armonizar el bien- estar generíil con el particular de la isla y pone espe- cialísimo empeño en que no haya rozamientos ni cho- ques entre la madre Patria y el pedazo de su corazón que alienta allá en los confines del Atlántico. Los adversarios, sean anexionistas ó independisa- dores (es vocablo americano), sean autonomistas ó re- formistas, motejan al partido español de reaccionario y de retrógrado; pero sin razón, porque es el primero en reclamar respetuosamente para Cuba todos los adelan- tos y mejoras que allí puedan tener aplicación. Las re- formas verdaderamente útiles y beneficiosas son pro- puestas siempre y acogidas con entusiasmo por los es- pañoles antillanos de Unión Constitucional. Con prudencia esperan tranquilamente ser atendi- dos por el Gobierno Supremo , y no se desalientan si éste difiere complacerlos , porque comprenden que es necesaria la madurez de parte de los gobernantes que lian de adoptar resoluciones quizá simpáticas en teo- ría, pero cuya ejecución transformaría tal vez las re- laciones mutuas de unas provincias con otras y las de La guerra separatista, 71 la Patria común con las demás naciones, perjudicando derechos sacratísimos que no se conculcan jamás im- punemente por el poder moderador de las sociedades. De ahí que no se impacienten y que fíen á la rectitud de sus leales intenciones la consecución de los fines nobilísimos á que aspiran. Ese es el partido de Unión Constitucional, incondi- cionalmente español. La acusación que sus contrarios le dirigen de ser enemigo de los hijos de Cuba, es falsa y de todo punto infundada. Los constitucionales educan á sus hijos sin reparar en sacrificios y en gastos, á fin de que se color quen en aptitud de ejercer todas las profesiones y des- empeñar todos los cargos públicos que existen en la sociedad. ¿Podrá imaginar nadie que hagan eso por puro lujo? ¿Creerá alguno que los patricios cubanos vayan á buscar rusos ó chinos y que influyan para con- fiarles los destinos que pueden desempeñar sus propios hijos?— Suponer eso sería necedad. Podrá haber en el mundo padres que amen tanto á sus hijos, pero que los quieran más que los cubanos á los suyos, no se hallarán, y si éstos no ocupan puestos oficiales en mayor número , es porque no quieren su- jetarse á las incomodidades de tales cargos, por no de- dicarse al estudio, ó por no competir ventajosamente con los naturales de otras provincias. Por otra parte, no es exacto que los hijos de Cuba estén excluidos de los honores y empleos públicos; he- mos demostrado ya que obtienen señalada proporción, á más de que no hay razón ni ley que impida á los ca- talanes y andaluces ser empleados en Cuba , como no 72 La guerra separatista. la hay para que los cubanos lo sean en Castilla y en Galicia. Tan españoles son unos como otros y todos tienen igual derecho á disfrutar del presupuesto en cualquiera de las provincias españolas. Nos parece ri- dicula la pretensión de que todos los funcionarios pú- blicos de Cuba sean precisamente insulares , como nos lo parecería que los aragoneses aspirasen á lo mismo. Entendemos que sería mucho más conveniente y con- forme á la razón sostener que ningún catalán ejerciese autoridad oficial en Cataluña ni ningún cubano en Cuba, y sí que los antillanos gobernasen en Valencia y los catalanes en Cuba con tal que se les exigiesen los co- nocimientos 'teóricos y prácticos necesarios y fuese no- toria su honradez, porque, entre otros motivos, aquel de: nemo propheta in patria sua, será una verdad in- falible y aplicable á todos los lugares. Véase, pues, cómo el argumento vulgar é interesa- do de los autonomistas y reformistas contra el gobier- no nacional y contra el partido conservador antillano se deshace por sí mismo en cuanto á los empleos. Pa- semos ya al examen de los demás gravísimos cargos que se hacen á la administración. 23 de Octubre de 1895. CAPITULO XVI Continúa el mismo asunto. — Rápido examen de las leyes antiguas y modernas. Leyes defectuosas, injustas, inútiles, faltas de sen- tido práctico, imposibles de aplicar... Ineptitud é in- moralidad de los funcionarios públicos.. . — Confesamos ingenuamente que nos impone miedo el estudio de esos puntos, y ¡viva Cuba española! que no es porque igno- remos la materia, ni porque temamos decir la verdad toda entera, no. Gracias á Dios, no nos arredra pro- clamar ésta por dolorosa que sea, y Él nos concedió inteligencia y aplicación para penetrarnos cumplida- mente de la cuestión. Afirmar que la legislación patria es inmejorable, perfectísima y completa, sería desconocer que la na- ción española, como todas las demás sociedades pura- mente humanas, es limitada en sus perfecciones y, por consiguiente, falible y sujeta á error. Todo lo que pro- cede del hombre es necesariamente finito, y por muy grande que sea la perfección de sus obras nunca será acabada , porque sus conocimientos tienen límite y lo mismo la fuerza operativa de sus facultades, puesto que son criadas. Las Leyes de Indias formaron hasta 1889 casi el único cuerpo legal por que se regía la isla de Cuba, y 74 1.a ¡guerra separntistn. las demás leyes, decretos, cédulas y órdenes Reales que se hallan recopiladas en las colecciones de los señores Zamora y Rodríguez Sampedro, son complemento de aquéllas, y el espírjtu de éstas se revela en la mayor parte de las segundas , advirtiendo que las que se se- paran de él fueron inspiradas por la civilización mo- derna y pedidas siempre por los diputados antillanos. Porque es forzoso consignar que el Gobierno nacional se mostró constantemente poco propicio á reformar las Leyes de Indias, y cuando extendió á Ultramar las disposiciones generales, lo hizo después de muchas instancias y discusiones promovidas por los diputados y apoderados de aquellas provincias, como puede ver- se en los Diarios de las Cortes. Y es muy natural ese profundo respeto á leyes venerandas que han merecido los mayores elogios de los hombres de saber, juzgán- dolas todos unánimemente como un cuerpo jurídico modelo por el amor paternal y por la equidad admira- ble que resplandece en ellas. A consecuencia del tan discutido pacto ó convenio del Zanjón, promulgóse en Cuba la Constitución de 1876, y puestos ya en la pendiente del mentido pro- greso llevaron también allá nuestros Gobiernos todo el cúmulo de leyes y organismos que nacen ó se ha queri- do que nazcan de dicha Constitución. Nosotros estamos muy distantes de aprobar y defender esto; pero ténga- se presente que los rebeldes del convenio lo reclama- ron y los diputados y senadores antillanos han venido pidiendo y consiguieron tales reformas exigidas, al decir de ellos y de sus simpatizadores de acá, por los adelantos de los modernos tiempos. No pueden, por lo La guerra separatista. 73 tanto, combatirlas como las combatimos nosotros que no las queremos ni para la Península ni para Ultra- mar, porque sólo admitimos las leyes tradicionales que elevaron á España á incomparable altura haciéndola en extremo feliz y poderosa. En Noviembre de 1889 comenzó á regir en Cuba el Código civil que poco antes se había promulgado en la madre Patria, siendo los cubanos los primeros en desearlo. Resulta, pues, de todo lo dicho que las leyes vi- gentes en Cuba, serán ó no serán defectuosas, injus- tas é imposibles de aplicar; pero las modernas rigen allí porque los mismos naturales ó connaturalizados lo solicitaron, y las antiguas son inmejorables ajuicio de todos los sabios, si bien necesitaban ampliación, nada más que ampliación, por los cambios que ha experi- mentado la sociedad. Así es que entendemos que el mal no radica en las leyes, hablando en tesis general y prescindiendo de las modernas que contienen principios y doctrinas con los cuales no puede conformarse un católico ni ningún español amante del esplendor y grandeza de su patria, y como estas leyes son del gusto de los que más se que- jan de ellas en Cuba, hemos de buscar en otra parte el mal, si existe. Y no refiriéndonos ahora á los princi- pios y doctrinas, admitidos á mayor abundamiento por los enemigos, fijémonos en su aplicación y estudiémos- la con la imparcialidad que venimos demostrando desde el principio. Aun admitidos los defectos de la legislación admi- nistrativa, no son tantos ni tan grandes que la con- 76 La guerya separatista. viertan en impracticable y desatinada. De buen grado confesamos que es muy embrollada esa legislación, y que para conocerla se necesita estudiar muchísimo; pero de ahí á una guerra parricida hay una distancia inmensa. Los funcionarios nombrados para aplicarla deben conocerla, y uniendo al conocimiento la asidui- dad en el trabajo y la rectitud, desaparecerán los in- convenientes que haya. Una inteligencia ilustrada y una voluntad recta lo vencen todo. Si se recopilasen metódicamente las innumerables disposiciones que se refieren á instrucción pública, á caminos, canales y puertos, á beneficencia, á contri- buciones y recaudación de impuestos, á las aduanas, al comercio y navegación, al cultivo y fabricación del azúcar y del tabaco, á la explotación de minas, á la ganadería, á la refinación del petróleo, á la fabricación de alcoholes y demás ramos de la industria 5^ de la agricultura; si se reuniese todo lo relativo á la gober- nación, á la política, á las diputaciones y á los muni- cipios, quitando lo que una sana experiencia ha demos- trado ser perjudicial ó inútil, se conseguiría con las leyes hoy vigentes que los funcionarios públicos, co- nociéndolas bien, las aplicasen con exactitud y equi- dad, y elevarían la isla de Cuba á un grado de bienan- danza que sería difícil superar. Háblese, pues, menos; piensen más y con cordura los que tanto se quejan, y sin descrédito de la Patria ni guerras descabelladas remediaremos nuestros males. 26 de Octubre 1895. CAPITULO XVII Examínanse las acusaciones de ineptitud é inmoralidad que se formulan contra los funcionarios públicos. Expusimos en ei capítulo precedente lo que es- la legislación administrativa en Cuba, y de la idea gene- ral que hemos dado dedúcese que la antigua, verdade- ramente española, es de lo mejor que se conoce, que la moderna peca por su variedad, examinada desde el punto de vista de los adversarios, é indicábamos los medios de evitar los inconvenientes de este defecto y poseerla buena y completa en cuanto es posible, pues conseguirla acabada no es tan fácil como se imaginan los que sólo entienden de dirigir inculpaciones al Go- bierno nacional. A la meta de la perfección sólo llega Dios que lo conoce y lo puede todo. La reunión metódica y clara de las disposiciones que atañen á cada ramo de la administración pública, es indudablemente el primer paso necesario para obte- ner lo que ansiamos por unanimidad. Así como á los cristianos se nos da recopilado con admirable sencillez en el Catecismo lo que debemos saber para obrar rec- tamente y alcanzar el cielo, de igual modo procede en- tregar A los funcionarios públicos su respectivo cate- cismo legal, con cuyo auxilio cumplirían exactamente sus deberes y proporcionarían á Cuba los bienes de que se dice carecer. 78 La guerra separatista. Ahora bien: por lo demostrado quedan reducidas á la nada las quejas que se aducen contra la legislación nacional, y por lo que sigue se verá que no dan pre- texto más fundado para una guerra las vociferadas ineptitud é inmoralidad de los funcionarios públicos. Ciencia y virtud, competencia y honradez son cua- lidades que todos queremos ver en los que rigen y ad- ministran, y es muy natural y justa nuestra demanda. Lo que sí no es tan evidente es que los dirigidos y ad- ministrados tengan la ciencia é imparcialidad necesa- rias para juzgar si reúnen ó no esas cualidades los su- periores, y es inmensamente menos evidente que ten- gan derecho para sentarse pro trihunali y fallar la cuestión. Y aun asistiéndoles tal derecho, aparece muy difícil que sepan usar de él. Lo cual es más claro que la luz: quejas y más quejas, lamentaciones y más la- mentaciones, pero de ahí nadie pasa. Y es que se carece de valor para decir toda la ver- dad, y no hay valor porque se temen las consecuen- cias de las propias afirmaciones, y se temen éstas por- que sus autores se sentirían reos de las mismas culpas que imputan á los superiores, y se verán culpables por- que... porque, quizá y sin quizá, se juzgarán responsa- bles y cómplices, y, acaso y sin acaso, se hallarán se- ductores y cohechadores de aquellos contra los cuales declaman, en el supuesto de haber prevaricación en los de arriba. Se grita mucho contra los aduaneros, pero si se puede burlar su vigilancia se burla, y si se puede ta- par la vista á los vistas, se les tapa. Se declama contra los amillaradores de la riqueza urbana, rústica, comer- La guerra separatista. 79 cial ó industrial, pero si se puede conseguir que el ar- quitecto oficial vea sólo un piso y dos habitaciones donde hay dos pisos y diez habitaciones, el propietario felicítase de su hazaña, y si se puede lograr que el in- geniero agrónomo mida dos hectáreas de tierra de pa- tatas ó de hortaliza donde hay cuatro ó más hectáreas de tierra de azafrán ó de cafía de azúcar ó de tabaco, se baten palmas por la victoria, y si se puede producir espejismo en el perito mercantil para que afore como tejidos de lana géneros que son de seda ó de lino, y en el ingeniero mecánico que clasifique como máquinas de un caballo máquinas ó motores que son de muchas unidades de fuerza, se da el engañador el parabién y los demás le reputan de muy listo y afortunado. Y no para en eso el entusiasmo, sino que el público aboga por los empleados ciegos, y acude á proveerse de ves- tidos y de artefactos á los comercios y almacenes en que se expenden con más baratura los artículos, por- que se importan de contrabando ó porque no se satis- facen los tributos que el Erario tiene derecho á per- cibir. ¿No es esto lo que ordinariamente acontece? — Es pa ■ tente que sí, y de ahí que venga muy á cuento el famo- so dicho de la célebre poetisa mejicana sor Juana Inés de la 'Cruz, sobre quién es mayor delincuente, si el que peca por la paga, ó el que paga por pecar. Cierto es que los empleados deben ser honrados y sobreponer- se á los halagos del dinero corruptor y de la interesa- da protección; pero es igualmente cierto que á los ad- ministrados les está vedado hacer el papel de diablos tentando la virtud de los otros, porque el mal ejempl® 80 Lo guerra separatista. es funestísimo, y como el que propone á uno que falte á su obligación le da pésimo ejemplo y le pone piedra de tropiezo para que se escandalice y caiga, de ahí que quizá cometa mayor delito el seductor que el seducido, el cohechador que el cohechado, el que compra una infracción de la ley, que el que prevarica y la vende. Sirvámonos de una hipótesis: D. Lucifer posee una fin- ca urbana en la ciudad de Babilonia, cuya renta anual es de dos mil pesos. El amillarador ó investigador de la riqueza tasa el precio de la finca en venta y en ren- ta, fijando ésta en lo que es, ó sea en dos mil pesos, y así lo consigna en su libreta reglamentaria. Sábelo don Lucifer, y á fin de evitar que su finca sea gravada con el tanto por ciento de contribución que la ley prescri- be justamente, apela á los recursos de la refinada astu- cia: representa y molesta al probo funcionario, trata de convencerlo para que mienta y consienta en la ocul- tación defraudando los intereses públicos é infringien- do la equidad que exige de cada subdito la tributación proporcional; el seductor nada consigue con sus dis- cursos, acude á los de la elocuencia pecuniaria, busca amigos, interpone influencias, amenaza con su valer cerca de personas que, mal informadas, alcancen la traslación, la cesantía ó la destitución del virtuoso in- vestigador, válese de ganchos que de oficio se dedican á sitiar, á seducir y á hacer caer en las redes del dolo y del engaño, y... supongamos que cede el tentado fun- cionario: ¿quién comete mayor delito? ¿No es mayor crimen el de Lucifer? Creemos haber expuesto lo bastante acerca de la decantada inr^^oralidad administrativa. No aceptamos. La guerra separatista. 81 los juicios apasionados de los que tanto la denigran, y si se pretende que admitamos la existencia de abusos, la admitiremos por un momento ; pero para sacar de esta concesión hipotética un gran argumento en favor de nuestro raciocinio. ¿De quién es la culpa de esas supuestas inmoralidades administrativas? — Figúrase- nos que todos nos entienden, y que lo anteriormente es- crito da materia para profundas y muy provechosas meditaciones. De todos modos , maldecimos de los imitadores de Cham que se mofó de las debilidades de su padre Noé. Si existen defectos, no se los cuenten los puritanos á los enemigos de la familia: acudan por los medios pru- dentes y legales con sus quejas á los jefes de la nación, y estamos seguros que serán atendidos porque no hay más que pruebas concluyentes de que sólo anhelan acertar lo mismo en cuanto á las disposiciones legales que en lo referente al nombramiento de personas de- signadas para ejecutarlas. Y en fin, y para concluir, en todo caso los acusa- dores y eternamente descontentos no serían los lasti- mados , pues en el catastro de la riqueza cubana figu- ran casi exclusivamente los amantes de la madre Patria: aquéllos no son capaces de la tan cacareada explota- ción metropolitana porque en su mayoría no tienen nada que perder, ni que explotar, ni que dejar adqui- rir bien ni mal á otros. 6 Noviembre 1895. CAPITULO XVIII El filibusterísmo en la enseñanza. ¿La idea separatista habrá encontrado calor y apoyo en los establecimientos públicos y privados de ense- ñanza? ¿Al abrigo de éstos se habrá desarrollado y cre- cido la funesta semilla? — Algo hemos indicado ya al tratar de la educación ; pero es preciso desentrañar más la materia. Llaman, en efecto, poderosamente la atención los hechos que se repiten todos los años en la Universidad de la Habana , pues en el acto de apertura del curso académico los estudiantes hacen gala de sus ideas de manera harto significativa, y es muy rara la vez que no producen algún conñicto con los voluntarios^ cuan- do no sacan los colores al rostro del Gobernador gene- ral que suele presidir la solemnidad. Los voluntarios son en Cuba la representación más genuina de la Ma- dre Patria, y por eso los desprecios ó insultos que se les dirigen revisten singular importancia que todos reconocen: los amigos de los ofendidos porque estiman como suya y hecha á la nación la ofensa inferida, y los de los agresores porque celebran y aplauden el valor patriótico (filibustero) del atrevido que cometió la falta de respeto que con gran facilidad califican de acto he- La guerra separatista. 83 roico. Termina la cosa por convenir en que son chiqui- lladas hijas de la irreflexión] y del ardor de los pocos iños de los jóvenes que han menospreciado el uniforme del benemérito Instituto de Voluntarios y en éstos á la Patria, de cuyos derechos son el más ñrme sosteni- miento. El día 27 de Noviembre de cada año, aniversario del fusilamiento de unos siete estudiantes en la pasada guerra (1872), es costumbre no asistir á las clases y reunidos los alumnos, especialmente los de Medicina, acuden al cementerio de Cristóbal Colón á visitar el monumento erigido casi sólo á expensas de la familia de Alvarez de la Campa en honor de los mártires, víctimas inocentes del despotismo y de la tiranía espa- ñola, según dicen. Con ese motivo maldícese de la me- moria del célebre D. Gonzalo Castañón, fundador y director de La Vos de Cuba, que, sin incluir el Diario de la Marina, era el mejor periódico que se publicó en la isla, elevado al mayor apogeo por el eximio é inolvi- dable tradicionalista D. Rafael de Rafael que en glo- ria esté. Castañón, de temple español de pura raza, alucinado por torcidas ideas en cuanto al modo de de- fender el honor, se trasladó á Cayo Hueso para vengar agravios que en su persona se habían hecho á España, y fué allí asesinado por aleve y traidora mano que le impidió luchar y morir siquiera en singular aunque re- probado combate; hablase contra López Roberts (Conde de la Romera), Gobernador civil que era de la Habana uando la prisión y muerte de dichos alumnos acusados de haber escrito improperios contra la Patria sobre la tumba del desgraciado Castañón, y extiéndense las re- 84 La guerra separatista. criminaciones á los Gobiernos que consintieron tales hechos y á la nación que los sostuvo. Entre los alumnos de las cátedras de Anatomía cuyo local se halla establecido en el exconvento de San Isidro, antigua hospedería de religiosos franciscanos, y los soldados del décimo batallón de-Artillería de pla- za que se alojan en el cuartel de la calle de Compostela de la Habana, acaecen frecuentes colisiones que na nacen, como en otras partes, del carácter levantisco y bullanguero de estudiantes y militares, sino de gracias y chistes picantes que los primeros dirigen á los segun- dos por vestir el uniforme español. El entusiasmo de los médicos por la bandera blan- ca y azul de la estrella solitaria manifiéstase de modo elocuentísimo en el crecido número de los que se alza- ron en armas, algunos de los cuales capitanean parti- das. Y como no son de distinta naturaleza que los de- más hombres, necesario es buscar la causa de su anti- españolismo en la instrucción que aprendieron. La Escuela de Medicina está en la Habana, y los ardores juveniles de que alardean insultando á los voluntarios y á los soldados en los alrededores de la Universidad y del cuartel de Artillería, traen indudablemente su origen de la atmósfera que respiran y de las ideas que unos á otros se comunican, á más de la inquina general que se alimenta contra España en el ambiente cubano. De entre esa clase de jóvenes y de los de la acera del LoMvre reclutó Sanguily, el empedernido y furi- bundo separatista, aquellos grupos famosos que en las últimas elecciones de diputados á Cortes recorrieron los colegios electorales de la Habana y sacaron triun- La guerra separatista. 85 íante á Perojo, mediante la coalición reformista-autó- nomo-separatista. Los reformistas de Amblard-Maura atrajeron á los autonomistas y éstos á los separatistas, cuyas fuerzas reunidas, sumadas con las que aportaron la protección y el apoyo oficiales, triunfaron del ele- mento conservador que sufrió por primera vez la igno- minia y la vergüenza de verse despreciado y combati- do por el Gobierno y derrotado el' candidato de Unión constitucional, que tuvo que retirarse. En debido obsequio á la exactitud hemos de adver- tir que no todos los médicos se doctoran en la Habana, pues algunos recibieron su borla titular del Liceo de Philadelphia, en donde son ya de suponerse el amor y el cariño que se les comunicarán hacia España. Estos doctores vuelven á Cuba con sus flamantes títulos, los presentan en el Gobierno general y, previos ligerísi- mos requisitos con honores de reválida^ sientan sus reales en la isla y se dedican á visitar enfermos y á pro- pagar el separatismo ó el anexionismo que, á la par del título en el bolsillo, les metieron en el corazón los maes- tros philadelphios. Superfluo es decir que para los man- bises la ciencia médica del Tío Sam supera á la espa- ñola, y no la exigirían el pase del Gobierno general si los delegados de Medicina y Farmacia consintiesen el ejercicio de la profesión con los títulos extranjeros. En la Academia de Ciencias Médicas que disfruta gratuitamente de casi todo el convento que fué de Agustinos en la Habana, promovióse no ha mucho un escándalo mayúsculo. El doctor Montané (que se anun- •cia en francés) intentó y propuso una reforma extraor- dinaria en el Reglamento ó Estatutos de la Academia 86 La guerra separatista. q\xe, dicho sea de pasada, quizá sea la única que admi- te á individuos extranjeros como miembros de número; opúsose con muy buen acuerdo el doctor Casuso, cate- drático de Clínica, y el doctor Núñez de Villavicencio, director con sueldo del Hospital civil de Nuestra Seño- ra de las Mercedes, de la referida ciudad, apoyó el pro- yecto de Montané contra Casuso. A consecuencia de esto suscitóse una acaloradísima disputa seguida de pruebas afectuosas que terminaron en un desafío per- petrado en la Calzada de Buenos Aires , en el que por muy poco pierden la vida los dos extraviados conten- dientes, saliendo uno de ellos con las guías del bigote quemadas por el proyectil. ¿Quieren saber nuestros lec- tores qué horno produjo tanto calor? — Pueslo produjo el amor á España. El doctor Casuso hizo observaciones, que sentaron muy mal á los que no quieren ver nada español en Cuba, y sucedió lo arriba apuntado que fué público en la isla menos para los obligados por su retribuido cargo oficial á velar por que se cumpla el Código penal en todas sus partes, y especialmente en lo de impedir que se cometan asesinatos , como se efectúa ó se intenta en los duelos ó desafíos cuya rea- lización es casi el único crimen contra el que manda la previa persecución y represión el citado Código. Es demasiado conocido el espíritu que predomina en los establecimientos de enseñanza oficial , y viven gobernadores generales que conocen mejor que nos- otros los silbidos que se han dado por los escolares en prueba de áesíigraáo patriota á ciertas reformas^ como,, por ejemplo, la supresión del doctorado hecha por el Sr. Romero Robledo con fin muy noble y levantado^ La guerra separatista. 87 y viven otros que han oído los ¡vivas y hurras! que se dieron al Sr. Maura y á su lugarteniente como mues- tra del gozo con que se recibían reformas encaminadas, de seguro involuntariamente, á desligar á la isla cada día más de la madre Patria , conduciéndola á la auto- nomía y , lo que merece llorarse con lágrimas de san- gre, á la separación que es el objeto final, lógico, ne- cesario allá , de tantas reclamaciones de derechos para administrarse por sí misma y para regirse al cabo sin la tutela ominosa de España á la que á lo sumo se le re- serva únicamente la obligación de cuidar de que la Niña Cuba sea mecida dulcemente sin que nadie perturbe su sueño. Las enseñanzas antiespañolas de Luz Caballero, llamado el gran pedagogo^ que causó él solo más daño á la madre Patria que todos los otros juntos, pues la desacreditó mansamente y por lo fino , siendo un ver- dadero jansenista político porque combatió á España con los mismos medios que estos herejes atacaron á la Iglesia católica, y las filosofías de Várela (si no recor- mos mal el apellido) en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio deben hallar eco profundo en la generación actual, como le hallaron en la prece- dente, cuando tantos ilustrados científicos prepararon la revolución y empuñan las armas fratricidas. Bien conocidos son en la isla los establecimientos y los co- legios de varones y de hembras de que salen cabezas muy amaestradas y corazones muy saturados de anti- españolismo. Y esto es lo que nos obliga á designar á la enseñanza como una de las causas inmediatas de la presente rebe- La guerra separatista. lión; en sus centros se sacan por algunos las últimas consecuencias de las deletéreas aberraciones sustenta- das por los Labra, Salmerón, Pi y Margall, Moraj^ta, Buen y Ureñas de por acá (1). Muy laudable era el em- peño del Sr. Romero Robledo en traer á la Universidad central á los que quisiesen cursar el doctorado, pues sin duda pretendía que de ese modo conociesen los cuba- nos á la madre Patria y se encariñasen con ella ; pero sus deseos resultarían frustrados por las utópicas decla- maciones de esos y otros tales sabios que trastornan las inteligencias y eni^enenan los corazones de la juven- tud, como pervirtieron al difunto Martí y á D. Calixto García que desde las oficinas del Banco de Castilla se fué otra vez á Cuba para luchar por constituir un can- tón más terrible que aquel que le dio tanta fama en la pasada guerra. 8 de Noviembre 1895. Cl) Muchos de éstos fueron amigos y compañeros de D. Julio Vizcarron- do y de D. Antonio Carrasco que tanto trabajaron en Madrid á favor de los filibusteros cubanos durante la pasada guerra. El Sr. Carrasco, que era protestante y pastor de la capilla ídem de la calle de la Madera, núm. 8, se marchó á los Estados Unidos, y de allí salió con crecidas sumas para sostener en la capital de España la herejía y la guerra fratricida; pero pe- reció ahogado en la travesía, naufragando con el vapor francés Ville de VHavre que conducía al sectario. CAPITULO XIX El fílibusterismo en la prensa. ¿La prensa ha contribuido por su parte, con lob in- agotables recursos de que dispone, á la guerra actual? Discurramos también sobre este tema interesantísimo: averigüemos y aquilatemos la intervención que aqué- lla ha tenido y tiene en los trastornos y desastres que conmueven á Cuba y desangran á la madre Patria. Que los libros y los periódicos influyen poderosa- mente, con eficacia, en la generalidad de las gentes, es verdad inconcusa y muy vulgar, tanto como lo es que la palabra hablada transforma las sociedades. Cual huracán arrasador ó cual rocío benéfico, según es el espíritu de cuyas ideas son portadores, los impresos ó secan el corazón ó le comunican vigor para domeñar las pasiones y enderezarlas al bien. Sus efectos no se- rán tan rápidos como los obtenidos por las armas, pero son más universales y duraderos. Y esto es precisa- mente lo sucedido en Cuba. En un libro que debiera ser muy conocido y se ti- tula: Los voluntarios de la isla de Cuba y el Obispo de la Habana escrito por el Excmo. é limo. Sr. Dr. Don Fray Jacinto María Martínez y Sáez de Peñacerrada, Obispo que fué de dicha ciudad desde Septiembre de 1865 al día 31 de Octubre de 1873 que falleció en Roma 90 La guerra separatista. expulsado injusta é ignominiosamente de su diócesis, se exponen hechos y se consignan reflexiones atinadí- simas que explican perfectamente el grito subversivo dado en Yara en Octubre de 1868 por Carlos Manuel de Céspedes. El sabio autor había dado aviso al Go- bierno supremo del peligro inminente que corría el dominio español en la gran Antilla si á tiempo no ponía remedio á ios graves males que amenazaban á la Patria, y entre las causas señalaba como principalí- sima á El Triunfo y periódico habanero que se publi- caba en los años que precedieron al en que estalló la guerra parricida. El celosísimo Prelado cumplió como Pastor insigne y como ciudadano heroico, pues fué á un tiempo mismo profeta-historiador de cruentos sucesos generales y de tribulaciones inenarrables personales con que el aver- no acibaró su gran corazón templado largos años en los rigores de la Orden de Capuchinos en la que se forjan almas que sufren martirio voluntario de severí- sima penitencia. Clamó en desierto como otro Bautista, y como éste fué también él sacrificado por los que no podían resistir el fuego del nuevo Elias que reproba- ba sus crímenes y escándalos y vaticinaba la desola- ción que en justo castigo había de sobrevenir. La his- toria ha demostrado posteriormente que él y sólo él te- nía toda la razón, y que los errores impíos y las ideas separatistas de El Triunfo triunfaron desgraciadamen- te porque sus consejos fueron despreciados y porque en torno de su voz paternal y desinteresadísima se prac- ticó el vacío. Si en los años de 1893 y 1894 se hubiese sacudido La guerra separatista. 91 el polvo á las comunicaciones del insigne y perseguido Prelado que deben existir archivadas en el ministerio de Ultramar, otras resoluciones hubiesen emanado del palacio de la plaza de Santa Cruz, porque los sucesos y la efervescencia de los ánimos fueron ahora mu}^ pare- cidos á los de 1866, 1867 y 1868 en Cuba. Pero no se hizo así: se fió todo á la inventiva de los que iban en hlaíico al Ministerio, y padecemos las consecuencias, porque no en vano se ha dicho que la historia es la maestra de la vida, y cuando no se escuchan sus ense- ñanzas, es justo sufrir el castigo que merecen los inex- pertos y temerarios. De Yara al Zanjón rotuló Enrique Collazo un libro que imprimió el año 1894 en la Habana, en la impren- ta (calle de O'Reilly, entre San Ignacio y Cuba) de un periódico de información que es como Rl Imparcial madrileño, del cual se decía era redactor conspicuo y de empuje, colaborando en él hasta vísperas del 24 de Febrero último. Collazo fué coronel insurrecto en la guerra anterior^ y le conocían todos como muy exalta- do; complicado como Sanguily, fué más afortunado y escapó la noche de ese día de las pesquisas de la poli- cía. Su libro se extendió por todas partes y, á la par que refiere hechos, es una apología de la insurrección. Y por sus consejos y observaciones resulta un tratada de estrategia antiespañola, y un guía de los que en lo venidero intentasen combatir y destruir el dominio na- cional. La Revista Cubana que se ha venido publicando 92 La guerra separatista. en la Habana , calle de Riela, núm. 40, y que se ha- brá suspendido ahora porque su director D. Enrique José Varona trasladó la redacción á la Patria de Nueva York, era el órgano de la sabiduría de los filó- sofos, sociólogos y científicos independientes: en ella oficiaban de oráculos los grandes críticos y los con- sumados moralistas (calificativos de la familia) que se preciaban de pertenecer á las escuelas de Lombro- so, Darwin, Taine, Spencer, Stuard-Mill y Virchow. Allí lucían gallardamente sus conocimientos en la filo- sofía de la historia los panegiristas de Kossut, de Ga- ribaldi, del libertador Bolívar, del inmortal Washing- ton, etc., etc., con disanto fin de enardecer los ánimos contra la esclavitud metropolitana. Con atildamiento propio de aventajados discípulos de Luz Caballero y con intención maquiavélica se ponderaban el atraso y la nulidad de nuestro estado científico y artístico y la ineptitud de nuestra raza, y se levantaban á las nubes los caracteres anglo -sajones. No se veía en casa más que raquitismo y miseria, obscurantismo y opresión que se contraponían con mucha habilidad á la grande- za y opulencia, al progreso y á la libertad que reinan doquiera no ondea el pabellón español. Con pasmosa sinceridad, que sólo se explica por una confianza ab- soluta de impunidad dadas la ceguera y carencia de olfato de los representantes de la Patria, se narraban las pasadas intentonas con profusión de pormenores y episodios: se pintaba y se simpatizaba con Narciso Ló- pez en Bahía-Honda, Las Pozas y Cárdenas, y con los Armenteros en las montañas de Cumanayagua que separan á Cienfuegos de Trinidad. Contábanse las ha- La guerra separatista. 93 bilidades de las damas cubanas de cuyos nombres se servían para transmitir en cartas á ellas dirigidas pla- nes subversivos, en cuyos salones se acordaban medi- das libertadoras y de cuyas arcas salían recursos para alimentar el fuego sagrado de la independencia y ex- tender á su sombra impunemente el incendio. Resulta- ba una escuela práctica de maestros y maestras de fu- turas conspiraciones. La Fraternidad^ de la Habana, dirigida por Juan Gualberto Gómez, redactor á la vez del periódico más leído en Cuba, inflamaba el espíritu de la raza de color con sus excitaciones vehementes no tanto contra la raza blanca como contra la casta privilegiada de los gobernantes opresores. La Protesta^ de la Habana, convertida últimamen- te en La Verdad^ difundía calurosamente el catecismo de los cubanos y exponía los artículos de su credo y los mandamientos de su decálogo con un odio satánico y tan á las claras que ni vista ni tacto eran necesarios para sentir el tremendo volcán que existía en Cuba, en el que se almacenaban con vertiginosa velocidad ira y rabia, como ahora se está viendo por las terribles sacudidas que envuelven al ejército español. El Siglo XIX, de Cien fuegos, y El Espíritu del Si- glo XIX y de Santiago de Cuba, aumentaban por aque- llas zonas el desdén y la aversión á la Patria, y com- batían con furor sectario á la Iglesia católica, como lo hacían los ya citados cofrades La Luz antes, y después El Criollo^ de Guanajay, La Unión, de Güines, El Bejucaleño, de Bejucal , La Pluma Libre ^ de Unión de Reyes , El Evangelio , La 94 La guerra separatista. Tarde y La República^ de la Habana, La Fraternidad (ó cosa así), de San José de las Lajas, y rail periodi- quillos y revistillas de otros puntos cooperaban á la obra de destrucción ridiculizando á España y á sus re- presentantes, calumniando á la Iglesia y á los sacerdo- tes, defendiendo á las sectas protestantes y masónicas y propalando los mayores absurdos políticos , filosófi- cos y religiosos, porque no hay que olvidar nunca que en Cuba se hallan siempre unidos el odio á España y el odio al Catolicismo y á la verdadera ciencia. En cuanto á las Hojas Literarias que escribía y editaba en la Habana Sanguily, no hay sino nombrar- las á ellas y al autor para deducir lo que serían. San- guily es antiespañol sistemático, separatista infatiga- ble que no agradecía el sueldo ó subvención que según el rumor público percibía de las cajas de alguna pro- vincia ultramarina; es muy instruido y de muy varia- dos conocimientos; escribre, además, con corrección académica y le caracteriza un estilo conciso, mordaz, cáustico, intencionadísimo, y maneja la pluma con gran habilidad, como blandía la lanza siendo el jefe y casi organizador de la caballería camagüeyana que le encomendó otro no menos valiente oficial insurrecto (Agramonte) al morir en las sabanas de Puerto Prín- cipe en la guerra de los diez años. Imagínese y juz- gúese cuál sería su revista. Él solo es capaz de demo- ler con su acerada pluma la sociedad mejor cimentada. Lo que acabamos de afirmar brota espontáneamen- te de la lectura de los documentos que citamos, y ro- gamos que se lean, pues abrigamos la seguridad de que cualquiera nos dirá que hemos sido parcos en La f^uerra separatista. 95 nuestras humildes apreciaciones cuyo valor no puede nacer de nosotros porque nada significamos, sino que todo lo reciben de la verdad de los hechos en que se fundan . Siendo evidente la influencia de la prensa en la so- ciedad, lógico es que saquemos con la observación por guía como consecuencia de este capítulo, que ella con- tribuyó muy eficazmente á la guerra actual y que la conducta de los gobernantes de la isla merece el fallo que, no nosotros, sino las pruebas dictan. 12 Noviembre 1895. CAPÍTULO XX Examen y juicio crítico de la prensa adicta. Demostramos en el capítulo anterior la participa- ción eficaz y principalísima que en la guerra actual corresponde á la prensa separatista, abiertamente hos- til á España. Veamos ahora si á la prensa adicta toca alguna responsabilidad en la perturbación que agita á toda la gran Antilla, desde el Cabo de San Antonio al de Punta Maisí. Esta prensa es ó autonomista , ó reformista, ó con- servadora. De la autonomista conocemos á los periódicos El País, de la Habana, Aurora del Yumuri, de Matanzas, y La Crónica Liberal^ de Cárdenas, y conocidos éstos se conoce á todos los demás de la isla, pues cuando al- guno que otro discrepaba desafinando en el concierto autonómico, sus salidas de tono eran desautorizadas por El Pais^ órgano oficial de la Junta directiva, y si no se sometía, era considerado como cismático y tilda- do de separatismo. Conocemos también a La Lucha y á La Discusión^ de la Habana, que son los dos grandes periódicos de noticias ó de información, como se dice hoy; pero merecen juzgarse separadamente, porque no se someten al criterio oficial autonomista: los dos se apellidan republicanos y observan una conducta espe- La guerra separatista. 97 citil con el Gobierno nacional y en asuntos religiosos. Tómese la colección del maestro El País que es el que da siempre la norma, y se verá que la quinta esen- cia de su doctrina consiste en afirmar que Cuba será desgraciada mientras la madre Patria no le otorgue la autonomía que Inglaterra dio al Canadá, modificada solamente en lo que la población heterogénea y la si- tuación geográfica aconsejan. Exceptuando esa afir- mación que entraña problemas intrincadísimos, y cuya sola enunciación lleva frío glacial al corazón de los que aman á Cuba española, todo lo demás que dice, insinúa y que calla El País, es una sátira agudísima en especial de todo lo legislado, de todo lo ejecutado y de todo lo proyectado por España para Cuba, y en general de todo lo que España ha pensado y ha hecho dentro y fuera de la Península ibérica. España nada supo ni sabe hacer bien; en España no existió ni existe nada bueno, porque hasta los apellidos que implican sangre española, como del Monte, Sala- drigas, Labra, Gálvez, etc., etc., son buenos hoy que los poseen los partidarios de la encomiada autonomía, pero no se puede tejer su historia anterior de este lado del Atlántico porque todos aparecerán manchados con el borrón de la intolerancia y de la abominable Inquisi- ción, de la expulsión de los judíos y berberiscos y de los exterminadores de la raza indígena del archipiélago antillano. Repítanse un día y otro día, y un mes, y un año, yotros y otros esas declamaciones; llévense tales enseñanzas al ánimo de las muchedumbres, y con tanto repetir en tono magistral persuádense las gentes de que son verdades indiscutibles todo ese cúmulo de íal- 98 La guerra separatista:-. sedades históricas, pues este calificativo merecen si se presentan los hechos como ellos los refieren, . y dígase- nos cuál será el efecto que produzcan en el vulgo igno- rante; entendiéndose que no llamamos vulgo ignorante sólo á la turba de rudos, sino á los ilustrador y sabios que ó no quieren, ó no pueden, ó no saben, ó de propó- sito se niegan á conocer la verdad, y quizá todo junto, y á estudiar más que lo que esos periódicos les enseñan copiado de las enciclopedias francesas de Voltaire y D'Alembert, y de los libracos, noveluchos y dramones que se han inventado contra España , desfigurando y calumniando su historia gloriosísima y llena de mo- numentos incomparables 3^ de proezas sin igual y sin número; dígasenos, repetimos, cuál será el efecto que tales predicaciones causen en las masas. Los directo- res é inspiradores sabrán distinguir entre el respeto á una nación de la que quieren seguir formando parte y los supuestos defectos y vicios, y eso no todos, pues si bien admitimos gustosos que distinguen los que for- man el grupo de autonomistas ilustrados , no podemos conceder que los otros sepan ni quieran distinguir, y la generalidad de los dirigidos confunden la nación y lo que es con los fingidos vicios que se le atribuyen sistemáticamente y por ignorar la historia verdadera de la madre Patria. Supóngase á los jefes coronados con la aureola de sa- bios, de oradores elocuentes y de intelectuales (1), como se los coronó de antemano , y no se nos negará que lo (1) Es palabra que se aplican unos á otros los autonomistas para signifi- car que son muy ilustrados y muy agudos de entendimiento: así dicen: los intelectuales de Güines, etc. La guerra separatista. 99 que difunden sus periódicos será creído por el vulgo como la última palabra de la ciencia. Imagínese á esos sabios pronunciando oportuna é inoportunamente las frases de la hermosa, la rica, la inocente, la desgra- ciada, la explotada, la tiranizada Cuba, y los contras- tes de la debilitada, la despreciada, la corrompida, la decrépita Metrópoli, y explíquesenos ¡por caridad! la idea que el vulgo formará de España. Agregúese la eterna cantilena de los atropellos, injusticias, abusos, irregularidades, empleados venales y explotadores en- viados de acá, con las tintas sombrías de que á los hijos de Cuba no se les confían cargos, de que se les posterga, de que no se les da intervención en el manejo de sus propios intereses, y sin duda serán muy gran- des la afición y el cariño que los cubanos sentirán hacia España. Inculqúense todas esas especies con los atractivos de la viva voz y con las galas de la oratoria tropical que se derrocha en las reuniones electorales , en los meettngs políticos, en las Academias y Sociedades literarias , en los Círculos de recreo , en la Sociedad Económica de Amigos del País, en las veladas de la Caridad del Cerro, en el Colegio de Abogados donde tanto priva el eminente abogado y fogoso orador don Pedro González Llórente , reformista frustrado que tanto comprometió á los amigos de Amblard-Maura en un discurso famosísimo; entónense himnos á la riente Cuba y dediqúense versos á la aurora de la libertad, como lo hicieron las candorosas jóvenes de Artemisa paseando simpáticas banderas por entre flores y á la sombra de arcos triunfales; permítase á los niños, al 100 La guerra separatista. entrar y salir de las escuelas y colegios, reirse de los toscos patones que no van á Cuba sino para enriquecer- se y sobreponerse á los naturales con la influencia y el poder que naturalmente proporciona una posición lo- grada á fuerza de trabajos y sudores, y con todas esas inocencias, y con todos esos versos y cantares, arcos y banderas, y con todas esas elocuencias, dígasenos qué amor á España, y qué lazos de concordia, y qué armonía de pensamientos y de intereses habrán de existir entre las provincias antillanas y las ibéricas. De lo que El País piensa, siente y escribe acerca de la Religión católica y de sus enseñanzas, institucio- nes y ministros, nada queremos consignar porque ori- gina pena muy grande. El infeliz imita á los republi- canos de acá, y como para éstos, en su necedad, repú- blica es sinónimo de irreligión, así para él autonomía vale tanto como ateísmo, positivismo y todos los ismos, menos Catolicismo, y hay motivos para creer que su odio es mayor contra éste porque lo han predicado y establecido allí los españoles, siendo digno de- notar que á muchos autonomistas de buena fe hemos oído la- mentarse de esa inquina del referido periódico. La Lucha y La Z)/'s¿:ws/Jw, republicanos autónomos, ¿qué fines se proponen y qué conducta observan? — La Lucha, fundada y dirigida por el catalán D. Anto- nio San Miguel, tiene una historia algo difícil: ha sido siempre radical, pero es siempre acomodaticia. Intenta ser eco de las cabezas exaltadas, pero sufre con fre- cuencia arrebatos de iniciativa y quiere dirigir la opi- La guerra separatista. 101 nión é imponer á veces determinado criterio. Su prin- cipal afán es producir sensación, y al efecto sensacio - nal lo sacrifica todo: aspira, en una palabra, á estable- cer en Cuba^ pero con privilegio exclusivo, el perio- dismo utilitario, mercantil, efectista de los yankees: tiradas y tiradas numerosas de ejemplares es su único fin. Con estas cualidades y con bandera autónomo- republicana, ya se puede suponer el parentesco que le liga con los encarrilados y pautados autonomistas de El País, y con los republicanos sin brújula y tocados de anarquismo de acá. Los principios revolucionarios de 1789 son su credo, y el eclecticismo es la norma de su conducta. Lo mismo ataca que defiende al Gobierno nacional y al Gobernador de la isla : ensalza y canta las reformas de Amblard-Maura, como disculpa al par- tido de Unión constitucional y alSr. Marqués de Apez- teguía, á la vez que acarrea materiales para construir y arraigar el edificio del refor mismo. En religión siempre se coloca enfrente del Catolicismo. En su redacción figura el abogado D. Gastón Mora y Varona, que se dedica á asuntos de interés general, distinguiéndose sus trabajos por la claridad , formali- dad y encadenamiento lógico que aprendió de niño en el Seminario de San Carlos; D. Francisco J. Daniel, abogado, es el autor de artículos y sueltos del momento, claro y feliz en la expresión, pero picante muchas ve- ces por su sal y pimienta áticas; de Bnrique Collazo, coronel é historiador insurrecto, y de Juan Gualberto Gómez, mulato, preso hoy en Ceuta, sublevado en ar- mas el 24 de Febrero y cogido al instante en Ibarra en la provincia de Matanzas con el jefe de la partida D. An- 102 La guerra separatista. tonio de la Caridad López Coloma y con la heroína Am- parito Orbe y del Valle que se había alzado con éste, hemos emitido juicio en el capítulo anterior, y además nuestros lectores comprenden muy bien el sesgo que imprimirían á La Lucha. Con criterio y conducta se- mejantes infiltra este periódico una confusión espantosa en sus lectores (1). La Discusión cuenta unos diez años de vida, nació (1) Del siguiente artículo se deduce que La Lucha está hoy francamente al lado del Gobierno central, y en prueba de imparcialidad y porque confir- ma anteriores afirmaciones nuestras , lo copiamos aquí tomándolo de El Siglo Futuro de Madrid, de 29 de Mayo de 1896: "Los PREPARATIVOS PARA LA ACTUAL INSURRECCIÓN. —Merecen Ser conoci- dos los siguientes párrafos de un artículo publicado en el periódico republi- cano La Lucha, de la Habana: "Salieron de la Habana un año antes del movimiento varios comisionados revolucionarios que permanecieron cerca de dos meses en aquella región, conferenciando con los partidarios del movimiento separatista y activando- la organización de los comités que habían de funcionar en la comarca. ^Preocupaba entonces toda la atención del señor Gobernador civil de la provincia la lucha política empeñada allí entre los ardientes partidarios de las reformas de Maura y los adversarios de esas reformas. „Unos y otros contendientes podían apreciar que aquellas bas^s de re- formas no significaban gran cosa para el país; pero la misma razón que ser- vía á, los unos para ensalzarlas y defenderlas, servía á los otros para depri- mirlas y atacarlas sencillamente por los antagonismos de partido. „En tales condiciones, fácil es suponer la autoridad que podía ejercer el llamado á representarla en aquella localidad por su cambio de frente; dejó de ser gobernante para convertirse en jefe interesado y apasionado de un grupo político, y entretenido y engolfado en las luchas de partido no podía darse cuenta de lo que pasaba á su alrededor, ni de las personas desconoci- das que llegaban á Santa Clara ya como traficantes que ioan á negocios, ya como touristas que pasaban á gozar del perfumado ambiente de los flori- dos campos de la provincia. ^Impune y descansadamente se organizaron, pues, todos los comités re- volucionarios en las Villas, recolectándose fondos entre los conjurados que luego se remitían á la junta revolucionaria de Nueva York. ^Cuatro meses antes del viaje del general Calleja se enviaron á las Villas cerca 1.500 fusiles de todas clases, que se repartieron entre Santa Clara, Sagua y otros lugares de la provincia, sin gran recato, sin gran sigi- La guerra separatista. 103 de divergencias con La Lticha, como aquí El Liberal de Ellmparctal^ y la fundó y dirigió el abogado car- denensiG D. L. Santos Villa (q. e. p. d.) hasta el 30 de Dicieníibre dé" 1894, que falleció. Joven de excelentes j lo, como si fuese el llevarlos y el recibirlos la cosa más natural del mundo para los'quc los llevaban y para los que los recibían. „Llegó el movimiento de Lajas; se hizo aparecer como un movimiento aislado de Zayas, aunque realmente no lo era, sino que obedecía á una com- binación Á que debían responder los conjurados de Cienfuegos, Santa Clara y Sagua; pero Zaya§, por estímulos de amor propio, quiso levantarse él antes que los demás, sin oir los consejos de la gente de Cienfuegos, la cual le visitó dos días antes del levantamiento para suplicarle que no se lanzase al campo hasta no recibir la orden de la Habana. „Zayas, pues, se alzó sólo con un grupo de hombres, de los cuales unos se presentaron, y otros dieciséis nadie ha sabido lo que fué de ellos, pues sólo se dio cuenta de que andaban errantes por aquella provincia. «Pasado el movimiento de Lajas no volvió á hablarse de él hasta mucho tiempo después, que se dio la noticia de la muerte de Ezquerro; noticia que no resultó cierta, puesto que el Ezquerro vive, según todos los rumores. „Quedó todo tranquilo, al decir de las autoridades de aquella fecha, has- ta que se preparó el viaje por la isla del exgobernador general; viaje pura- mente político que podía haber abierto los ojos al más ciego é inocente de los raottales, pero del cual no sacó el bondadoso D. Emilio ni provecho ni enseñanzas de ninguna clase, ni vio nada absolutamente de extraordinario, ni oyó nada que no debiese oir, ni encontró nada que le llamase la atención, ni aui^én tarjetas que recibió "blasonadas,, con una "estrella,, que no le de- bía set desconocida; pero todo era, al parecer, obra de la gente de buen hu- mor que se divertía así en mortificar á los amigos de la situación política que él representaba. „Explicación cómoda y razonamiento bien abonado que demostrarán hasta qué punto habían llegado la inocencia y la ceguedad. «Convencidos así los separatistas del candor de los que entonces gober- naban, seentregaron á sus trabajos con verdadera actividad en toda la provijtcia. „Se repartían, á la llegada de cada vapor de Nueva York gratis algu- nos miles de números del periódico Patria que circulaba libremente entre los campesinos, no sólo de la provincia, sino de toda la isla, y así se fué ha- ciendo propaganda y levantando los ánimos de la gente sencilla que no pensaba en sublevarse ni en nada que se le pareciese, porque eso le parecía poco menos que imposible. „Pero ¿quién evitaba aquello? -Nadie tomaba medidas para impedir aque- lla propf)<'.miiír los que dirigían la agitación eran unos, empleados de la 104 La guerra separatista. prendas naturales pagó, no obstante, tributo al apren- dizaje que efectuó al lado de D. A. San Miguel de cuyo periódico había sido redactor; de estilo brillante, cor- tado, volcánico y en ideas radical y demócrata avan- zadísimo, informó á su Discusión de las mismas dotes en sus comienzos, pero no olvidó jamás la educación escolapia ni la amistad del P. Pedro Muntadas, ora- dor ilustre y Rector distinguidísimo del Colegio de las Escuelas Pías de Guanabacoa. Después, desde 1889, buscó y cultivó el trato de otro sacerdote que respetó muchísimo, y debido á esa doble amistad fué modifi- cando sus escritos y transformando poco á poco su querida Discusión, llegando á convertirla casi del todo en un periódico, autónomo y republicano sí, pero des- apasionado, imparcial en lo que en eso cabe, y amigo á la vez de la Iglesia, de sus instituciones y sacerdotes; en los escritos de la redacción no se les atacaba nunca, y se los respetaba y amaba, aprovechando con frecuen- Diputación provincial, y otros, empleados del Gobierno; todos amig-os de los que mandaban, y este sólo factor era natural que influyese de un modo poderoso y decisivo en la gente de abajo, inspirándola confianza absoluta y tranquilizándola sin el temor de ser molestada por nadie, dadas las buenas relaciones que existían entre los directores del movimiento insurreccional y los agentes del Poder. „Donde costó más trabajo hacer prosélitos, y no pudo la revolución orga" nizar ningún comité, fué en Sancti Spíritus y Trinidad; y á no haber des- embarcado con la felicidad que lo hizo la expedición de Serafín Sánchez y de Roloff, no se hubieran contado en aquellas comarcas más que dos ó tres par- tidas insignificantes. « Advertencia. La Lucha se refiere á D. Veremundo Galarreta, Go- bernador civil que era de la Provincia de Santa Clara.— Su sucesor, don Román Otero, observó muy distinta conducta: fué muy prudente y poco á poco fué animando á los leales y desagraviándolos, en lo cual cumplía los de- seos del nuevo Ministro Sr. Becerra que por no conformarse con Maura y con Calleja, renunció la cartera en Noviembre de 1894. Lii guerra separatista. 105 cia la ocasión de ensalzarlos y defenderlos, y si en los escritos de fuera pasaba algo contrario , sucedía rara vez y por descuido , y lo dudoso consultábalo siempre con los amigos sacerdotes ya citados. Habiendo advertido el Gobernador de la diócesis á los periódicos El Comercio y La Unión Constitucional ^ conservadores; al Diario de la Familia^ incoloro, pero con muy marcados ribetes reformistas, y al reformista Diario de la Marina ^ que no podían publicar ninguna de las novelas y escritos de Alejandro Dumas (padre é hijo) porque todos están prohibidos por la Sagrada Congregación romana del índice, obedecieron todos, y lo mismo Santos Villa en La Discusión. D. Manuel Moran y D. M. Hermida, con otro agudísimo redactor cuyo apellido sentimos de veras no recordar (1), pues todos estos artículos los escribimos de memoria y sin apuntes, colaboraban con Villa y cooperaban fielmente á sus propósitos. La Discusión^ con el tiempo, había de atraer á su campo á Montoro, el orador indispensable á Giberga, muy instruido y de corte catalán, y á Cueto, Berriel y Carbonell abogados los tres y catedráticos muy distinguidos de la Universidad, que forman el es- tado mayor, casi sin ejército, del autonomismo ilustra- do y amante de España (2). La prensa reformista compónese del Diario de la Marina^ de la Habana; La Alborada, de Pinar del Río; (1) Ahora recordamos que era el Sr. Escobar. (2) Según noticias recientes La Discusión no sigue ya la senda que ha- bía comenzado á recorrer el malogrado Santos Villa, nuestro querido ami- ^o, piu"^ t;.imn^ p| sacerdote A que aludimos en ol texto. IC6 La guerra separatista. El Debate^ de Cárdenas ; El Impar cial y El Día, de Cienfuegos, y de algunos otros de menos importancia. Las Avispas de Justo de Lar a (D. José de Armas), y el Diario de la Familia^ de la Habana, deben considerar- se de este grupo. Los Sres. Galarza, Herrera, Valle y Rabell, accionistas propietarios del Diario de la Mari- na^ con D. Arturo Amblard como inspirador y guía que consiguió comunicar sus ideas á los señores Ga • mazo y Maura (pues éste no debía tenerlas propias pues- to que confesó públicamente que había ido en blanco al ministerio de Ultramar), formaron el partido reformista cuya bandera es el ya sancionado decreto de reformas aprobado por las Cortes en 23 de Febrero último. Este nuevo partido que se inició durante el mando del ge - neral Sr. Rodríguez Arias y llegó á edad madura en tiempos del Sr. Calleja^ gobernó y llevó á cabo en Cuba todo lo que quiso: la influencia predominante de sus padrinos peninsulares venció los temperamentos con- ciliadores del Sr. Sagasta , quedando desde entonces muy mal parada su jefatura que ejercía sólo en apa- riencia respecto á los asuntos de las Antillas. No le va- lió la estratagema de llevar al ministerio de Ultramar á D. Manuel Becerra, experimentadísimo y conocedor como ningún otro político de las personas, de los par- tidos y de los problemas antillanos y, por consiguiente,, antirreformista: su prudencia y su*calma no bastaron á contener el furor de libertades reformadoras^ y dimi- tió antes que comprometer su conciencia y su nombre. Sucedióle Abarzuza que voló del nido castelarino de jil- gueros monarquizables en posibilidad á la silla de Mi- nistro de Ultramar. La historia dirá las ganancias que La guerra separatista. 107 la Monarquía consiguió atraj^endo á su seno á los posi- bles^ á cambio de lanzar á las Antillas un conjunto de cosas que serán todo menos atinada descentralización; como aquella también referirá las funestas consecuen- cias de las reformas, sin que sus enseñanzas puedan ser ya provechosas para España que si acaso mantendrá un ministerio de Ultramar histórico. El órgano principal de este grupo es el antiguo Dia- rio de la Marina, periódico muy respetado por todos hasta el día en que se declaró á favor de la disidencia. Sus redactores son D. Nicolás Rivero y Muñiz, D. José Triay, D. Francisco de Armas y el Sr. Ayala. El señor Rivero es el alma del periódico ; su instrucción sólida, su lenguaje castizo, su ingenio chispeante y, cuando quiere, mordaz se reflejan en el Diario desde que entró en su redacción, y creemos que, si no llega á intervenir en favor de las reformas por medio del Diario^ ni el partido reformista subsistiría ni el proyecto prospera- ría. La gran habilidad de los propietarios reformistas de Diario consistió en procurarse un redactor como Rive- ro: no pudieron elegir mejor abogado para defenderse. Los periódicos de ese grupo disidente, para que fuesen viables sus proyectos, acogieron todo lo que se decía por los autonomistas contra el partido conserva- dor cubano, pues autonomía y diputación única son dos palabras distintas pero constituyen una sola idea, como todos entienden: lograron crear atmósfera aquí más favorable que allá y desmembraron el partido español, sembrando discordias y odios inexplicables entre pe- ninsulares y entre éstos y los hijos del país. La legisla- ción administrativa vigente es pésima según los refor- 108 La guerra separatista. mistas, y los empleados peninsulares inaguantables. Vencieron por lo que todos sabemos. Concedidas las amplias reformas, ¿qué se hizo de la perdurables»^ moral entre España y Cuba? — Al día siguiente de otor- gadas estalló la guerra presente, mucho más devasta- dora y sangrienta que la anterior. La prensa conservadora está representada por La Unión Constitucional^ de la Habana, sucesor de La VoB de Cuba y órgano doctrinal del partido. Es un dia- rio incansable, defensor acérrimo de la Patria y de Cuba española. Ocúpase preferentemente en defender las instituciones nacionales y no transige con nadie ni con nada que lastime á España y merme su soberanía. Los esfuerzos asombrosos que hizo para dominarse y acceder á la convenida fórmula de Abarzuza, resaltan en cada línea del periódico español: cohibido por la obediencia en aquel trance durísimo, mártir de la dis- ciplina política, templó vSus fuegos y entregóse con el partido en brazos de los Sres. Cánovas y Romero Ro- bledo que exigieron ese inmenso sacrificio en nombre de la paz y de la monarquía. Lo que esa cesión costó á La Uviión Constitucional, no se concibe ni se explica; es preciso leer los artículos que entonces publicó, y en ellos se verá lo que padeció para vencerse y modificar sus convicciones en aras de la obediencia. Alma del periódico son el muy distinguido abogado D. Antonio González López, director, y D. Enrique Novo, princi- pal redactor y autor del bellísimo libro España y Cuba en el cual ha impreso para siempre sus dotes de ele- gante y pulcro escritor y su acendrado amor á España La guerra separatista. 109 cuyas glorias enaltece con gran lucidez, exculpándola victoriosamente de calumniosas diatribas. Ayúdales, y es redactora de La Unión Doña Agar Infanzón (Eva Canél)^ distinguida escritora asturiana que con la plu- ma y de palabra se manifiesta infatigable en la defen- sa de los intereses nacionales. Son también conservadores El Comercio, de la Ha- bana, que con su labor concienzuda y paciente demues- tra la sensatez- y el tino político 3^ moralizador de don Ernesto Lecuona, director, de D. Juan López Sefta y D. Pedro Giralt, cuyos artículos son modelo de cultu- ra y apología inimitable de nuestra infortunada Patria y de la felicidad de Cuba española; el Avisador Comer - cialj de la misma ciudad, cuyas excelencias están pro- clamadas con decir que difunde las convicciones de su director, el antes citado D. Juan López Seña, periodis- ta de pura raza, que no agota jcimás su fecunda prodi- galidad de escritor y que nunca cansa, pues la verdad de sus argumentos y la lógica y bríos con que los tra- duce en brillantes frases, alientan el corazón y agra- dan sin fatigar, y se anhela la publicación de nuevos trabajos para complacerse en su lectura. Comparten con los nombrados su grata tarea La Opinión, de Pi - nar del Río; El Eco, de Cárdenas; El Orden, de Caiba- rién; El Fanal, de Puerto Príncipe; La Bandera Espa- ñola, de Santiago de Cuba, y el batallador Z«s Villas, de Cienfuegos, y otros muchos que no conocemos bien: préstales muy buena cooperación El Avispero, periódi- co satírico de la Habana, con sus grabados graciosos y llenos de oportunidad. Todos éstos merecen bien de la Patria, mantienen lio La guerra separatista vivo el entusiasmo ibérico y tremolan sin desalientos la bandera gloriosa de España. Enviárnosles á todos un cordialísimo saludo, y con mucho gusto incluimos tam- bién á D. Pedro Cavaller y Mercadal, de ingenio clarí- simo, que durante muchos años dirigió El Observador en Sagua la Grande y en la Habana, fustigando sin piedad á los enemigos de la Religión y de la Patria, y al que felicitamos por las cartas que dirigió á El Siglo Futuro^ en las cuales con tanto acierto y previsión describió las desdichas presentes de Cuba. Dejamos de incluir al ya muerto Criterio Conserva- dor porque con sus apreciaciones singulares favorecía en último término á los mauristas y se refundió en La Nación^ del Sr. Pérez Vento que publicó hará algo más de un año la Cartilla del español en Cuba , muy útil por las enseñanzas que recopiló. La prensa peninsular es de todos conocida, y lo mis- mo los hombres políticos. Con la autonomista, y algu- nos mejor con la separatista, deben sumarse El Globo, La Nación, El País, La Justicia, El Nuevo Régimen y El Liberal] con la reformista. La Correspondencia de España, El Lmparcial {^)^El Día, La Iberia, El Correo (1) Debemos consignar que El lmparcial cambió muchísimo de Noviem- bre acá. El viaje de su director, D. Rafael Gasset, á Cuba y su excursión por toda la isla le enseñaron muchas cosas que ignoraba; esto y los informes exactos de sus corresponsales Sres. Jimeno y Blanco que comunican al día todos los sucesos de la guerra, y copian los demás periódicos menos el He- raldo que recibe directamente las noticias, han obligado á El lmparcial á mudar de consejo y ya no es hoy el defensor del partido reformista ni el órgano de sus opiniones. Si no fuese por la maldita levadura liberal que in- ficiona al Heraldo y á El lmparcial , y por los compromisos de partido, creemos que hubiesen roto con su viejo criterio progresista y se hubiesen declarado por el régimen tradicional verdaderamente español. La guerra separatista. 111 y demás fusionistas, y con la conservadora La Época , El Estandarte ^ El Nacional, El Diario Español y La Unión Católica con todos los cano vistas, y ahora, por lo visto, El Tiempo. El Heraldo de Madrid constitiij^e una especialidad entre los fusionistas y liberales todos, pues sostiene un criterio singular y muy aproximado á la exactitud en las cuestiones cubanas, que le obliga á decir verdades que favorecen á la política realmente española, y á confesar errores que la perjudicaron y contrarían mucho; pero no se atreve á entrar de lleno en la senda que conduce en derechura á la conservación y afianzamiento del dominio español en Cuba y, por consiguiente, de la integridad nacional. Para ello ten- dría que suscribir las doctrinas sostenidas por su cola- borador D. Gonzalo Reparáz que es, entre todos los periodistas liberales, el que mejor conoce las cosas de Cuba y juzga de ellas con más acierto. La actitud del Heraldo debe atribuirse al criterio expansivo y franco de D. José Canalejas, exmininistro íusionista pero no gamacista, y á D. Tesifonte Gallego, su diligentísimo redactor corresponsal en Cuba. Eso era antes; ahora son ya todos, menos el Heraldo^ partidarios de que se lleven á cabo las reformas, aun en plena guerra. hl Siglo Futuro y El Correo Español (1), de Ma- drid, y sus respectivos correligionarios hermanos de provincias que sostienen y propagan las doctrinas y (1) Aunque El Correo Español es carlista y El Siglo Futuro no lo es, están acordes en este punto del régimen ultramarino como en otros muchos, casi en todos, menos en el de los derechos personales de D. Carlos. Las du- das que pudiese haber en cuanto á El Correo Español, se desvanecieron por completo en Enero último (1896): D. Gonzalo Reparaz publicó en el He- raldo de 2 de Enero un articulo hermosísimo.—"! v 2 de Enero de ISl'O.— Pá- 112 La íTíievva separatista. las soluciones de la España antigua, son los únicos que defienden resueltamente el dominio español sin atenua- ciones peligrosas, solo y excluvivo, aplicado al régi- men de Cuba según lo reclaman nuestras patrias tra- diciones que es forzoso convenir en que son las únicas que han de salvar nuestras provincias ultramarinas, si la divina Providencia nos concede que se ponga pronto en vigor la constitución tradicional de España. Y como algunos confunden maliciosamente el programa tradi- cionalista, es preciso advertir que éste no tiene nada que ver con el absolutista que dicen, y menos con el de los ministros de Carlos III y sus imitadores. El Mo- vimiento Católico sostiene un criterio parecido al de los dos periódicos precedentes. ¿Cómo y en qué grado contribuyó y contribuye la prensa á los desórdenes de la gran Antilla? ¿Qué pren- sa cooperó y coopera á ellos? — ¿Qué prensa trató de impedir la guerra y sigue trabajando por terminarla pronta, eficaz y honrosamente? — Está á la vista: esas preguntas se contestan por sí mismas, y nosotros no debemos decir más porque nos ha rendido la pena que nos causa el haber fatigado á nuestros bondadosos lec- tores con este largo capítulo, y les pedimos perdón en gracia al recto y noble fin que nos hemos propuesto. .14 Noviembre 1895. giiias de historia —El primer pronunciamiento,,, — en el que se examina la política americana de los Reyes Católicos y de la casa de Austria, compa- rándola con la de la casa de Borbón: Reparaz prueba que la primera fué la mejor y la verdaderamente española, la de la perfecta igualdad entre los españoles de aquí y los americanos. Pues bien: El Correo Espatiol suscribió el artículo del Heraldo liberal dinástico. El Sr. Vázquez de Mella, elocuen- tísimo orador, ratificó la misma doctrina en el Congreso de los Diputados el8de Julio de 1896. CAPÍTULO XXI Anarquismo y bandolerismo en íntima relación con el separatismo. Factores son que entran por mucho en la explica- <:ión del complejo problema generador de la insurrec- ción el anarquismo y el bandolerismo. El anarquismo, que es la negación absoluta de todo •orden y de toda armonía y la afirínación del caos rei- nando en la sociedad, en la familia y en el individuo, llevó también á Cuba su hálito ponzoñoso: siéntese cos- mopolita, y agente destructor universal no ha querido perdonar á Cuba, donde el proletario, basta que quie- ra, vive y puede vivir en la opulencia. El aniversario que en Chicago, la Porcópolis que tiene hoy de alcalde á un cubófilo delirante, se celebra para conmemorar la muerte de unos redentores del proletario, atrae siempre comisionados que de Europa envían los centros anar- quistas, y en Mayo y Junio de 1893 esas comisiones fueron más numerosas, aprovechando el entusiasmo y las facilidades que proporcionó la Exposición universal, efectuada en aquella ciudad con motivo del cuarto cen- tenario del descubrimiento de América. De nuestra Es- paña acudieron varios representantes, y reunidos to- dos hablaron lo que quisieron hasta que las autorida- des norteamericanas, comprendiendo que alojaban en 8 114 La guerra separatista. su seno manadas de víboras, los espantaron de su te- rritorio, no obstante el pretendido homenaje que se dice rinde aquella República á todas las malditas y pon- deradas libertades liberales de pensamiento, asocia- ción, imprenta, etc., etc. Algunas de esas víboras euro- peas recalaron por Cuba y sentaron sus reales en la Habana. Los salones de la famosa casa llamada Marte y Be- lona^ situada muy cerca del no menos famoso palacio de Aldama, son testigos de las estupendas peroratas que con permiso de la autoridad largaban muchísimas noches un anarquista catalán y otros á los tabaqueros y mozos de fondas y cafés principalmente. Nosotros, que conocíamos al honradísimo y pundonoroso jefe de policía de la Habana D. Aquilino Lunar, teniente co- ronel de la Guardia civil, compadecí amosle por el pe- noso deber que tenía de asistir á aquellas veladas como delegado de la superioridad para presenciar cómo se iba organizando y acrecentando una agrupación que por principios y por fines profesa la idea ordenada j sistemática de barrenar todo orden legítimo y destruir a fundamentis toda sociedad que no sea la sociedad de la anarquía y del desorden. El obediente jefe militar debía limitarse á cumplir la consigna recibida, apun- tando en su cartera los absurdos y disparates más des- cabellados que allí se proferían sin faltar, por supuesto, á la ley cuya letra conocen muy bien tales oradores para burlarse de ella, diciendo lo que se les antoja sin incurrir en los artículos de la misma. Ignoramos dón- de residirá el citado señor coronel que si por fortuna viviese, podría suministrar el extracto de los discursos La guerra separatista. 115 de aquellos nuevos Ríos Rosas y Capdevilas ; entonces se extraviaron y caldearon muchas cabezas, materia apta para servir á toda clase de trastornadores. Por aquel mismo tiempo presenciamos la apoteosis de Juan Gualberto Gómez que fué sacado en procesión y recorrió las calles de la Habana con lucidísimo cor- tejo de coches ocupados por la flor y nata de los hijos é hijas de lucumís y caracolis que le dieron esa prueba pública y solemne de las simpatías de que g-ozaba entre ellos el libertador de Cuba y en especial de la raza de color. La propaganda que hacía el tal Gómez era muy descubierta, pues el círculo de la raza de color, en donde peroraba y organizaba adeptos, está situado y abierto en la capital, calle de la Habana entre Chacón y Cuarteles, y en él ensayó la jira que verificó después por las provincias de Matanzas y Santa Clara, hasta que llegó á un punto en que se destapó demasiado el entusiasmo y sus secuaces le comprometieron , porque las autoridades se vieron precisadas á recogerle las licencias de discursear y de organizar huestes, obligán- dole á que volviese á la Habana, con lo cual suspendió la parte pública, pero redobló la más reservada, como se observó posteriormente. Rodolfo de Lagardere y otros leales de color no pudieron contener la deserción que su raza efectuaíba desde los campos de la lealtad española á los de la traición. Que el bandolerismo cubano toma este nombre vul- gar para mantener continuamente vivo el desafecto á España, ya no puede haber hoy quien lo pongaen duda. Los Mirabal en el Camagüey, el tuerto Rodríguez (Ni- casio Matos) en Santa Clara, Matagás en Matanzas, 116 La p^uerra separatista. Manuel García en la Habana y los Alemán en Pinar del Río dieron, y algunos aún dan, testimonio elo- cuente de la exactitud de esa afirmación. Matarás enarboló la bandera separatista en Jagüey Grande con un pie en tierra firme y con otro en la in- mensa Ciénaga de Zapata que abarca una extensión longitudinal de cuarenta leguas desde Batabanó al cas- tillo de Jagua, á la entrada de la bahía de Cienfuegos; disueltas las partidas de López Coloma y del doctor Marrero , Matagás se internó en los laberintos de la Ciénaga por los senderos que conocen muy bien los bandoleros, y parten de Yaguaramas, Aguada de Pasa- jeros, Hanábana y Alacranes (Alfonso XII). Licenció á algunos de sus secuaces, y con los más decididos se quedó en medio de aquellas tembladeras en compañía de los caimanes, esperando mejor ocasión para salir á campo raso, forrajeando de cuando en cuando á fin de obtener provisiones y de mantener en perpetuo jaque á las fuerzas leales. Ahora ya se sabe cuánto da que hacer al general Prats y cómo corre por los Abreus, Yaguaramas, Aguada, Jagüey Chico y Grande, Amarillas, Calimete, Manguito, Palmillas, Mayabón, Recreo, Guamutas, Pijuán, Cervantes ó El Perico, El Roque y otros puntos de Colón y Cárdenas, pues él es el jefe de las pequeñas é innumerables par- tidas que merodean por las feracísimas llanuras que cruzan las vías férreas de las líneas de Cárdenas- Jú- caro y Sabanilla. En tiempo de paz aprendió con su cuadrilla palmo á palmo la Ciénaga, los montes y las tierras de labor, almacenó armas en aquélla y en las fragosidades de Cabezas, Macuriges y Sabanilla, y La guerra separatista. 117 cobraba tributos para defender oportunamente la causa santa de la independencia. Los guardias civiles y los militares las perseguían, rara vez los encontraban y si los veían se les escapaban 3'' ocultaban como si los tragase la tierra. El tuerto Rodríguez (Nicasio Matos) hizo en la pro- vincia de Santa Clara lo mismo que Matagás en la de Matanzas, y con la complicidad del ahorcado coronel Méndez fué rey en los montes y vegas de Mayagigua, Yaguajay, Remedios, Guaracabulla, Taguayabón, Ca- majuaní y Sancti Spíritus, corriéndose por las sierras del Escambray á Manicaragua y á los altos de Cuma - nayagua,ó refugiándose por Arroyo Blanco, Las Cham- bas y los esteros de Morón en la costa Norte cuando se veía acosado ó quería descansar y ponerse al habla con la partida Mirabal. Los sitieros y dueños de potre- ros eran sus tributarios cuando los ricos propietarios no tenían valor para armar á sus colonos, defendiendo su vida y sus propiedades antes que someterse á la ig- nominia de entregar el producto del sudor de su frente al terrible bandolero. La partida del Tuerto, cien ve ees desaparecido y resucitado, dejó algtin tiempo tran- quilos á los remedíanos y espirituanos, gracias á la ac- tiva y atinada persecución que organizó contra ella el gobernador civil de Santa Clara ^ D. Román Otero, el mejor jefe sin disputa alguna que recientemente tuvie- ron las provincias antillanas. Los miembros de la refe- rida partida son ahora los avezados prácticos, espías y mejores cooperadores de Roloff, Lacret, Sánchez, el Dr. Zayas, Regó, Suárez, Alemán y de otros cabe- cillas. 118 La sotierra separatista. Lino Mirabal se paseó y pasea triunfante por el Ca- magüey, dándose la mano por el Jíbaro, Jicotea, Arro- yo Blanco y Las Chambas, lado occidental de la Tro- cha, con el tuerto Rodríguez antes, y ahora con los ca- becillas citados. Él fué la causa de la traslación de don Antonio Corzo, presidente de la Audiencia de Puerto Príncipe, pues al instruir proceso contra Loynaz, se- cretario de la Compañía del tranvía de esta ciudad, por haber intentado introducir armas ocultas en el ma- terial de la línea, se descubrieron cosas increíbles, como pasaportes oficiales dados á Mirabal, entrevistas oficiales Con él, justificantes de fondos oficiales que percibía, etc., etc., que pasaron al dominio público y podrán comprobar el cesante Sr. Corzo y el general Gaseo con otros que ellos dirán si pueden. Pretendíase realizar la inocentada de desarmar con miel y azucarillos al feroz auxiliar de Maceo, Flor Crombet, Guillermón, Castillo, Guerra y los Sartorius dePurnio, Velasco y Nuevitas, y otros que en Santa Isabel de las Lajas y en el ingenio San Agustín de Nue- va Bermeja dieron señales del poderoso y latente vol- cán que iba á estallar. Manuel García fué más de siete años señor de vidas y haciendas en la provincia de la Habana y confines de la de Matanzas. — Quivicán, San Felipe, Guara, Ba- tabanó, San Nicolás, Güines, San José de las Lajas, La Catalina, Madruga, Pipián, Nueva Paz, Bainoa, Río Blanco, Casiguas, Tapaste, Aguacate y Ceiba Mocha constituían su cuartel general. Las numerosas fuerzas de la Guardia civil é infantería, los escuadro- nes de Bizarro y los voluntarios nada consiguieron La guerra separatista. 119 contra él: robaba, asesinaba, detenía trenes y cobraba contribuciones como si nadie le persiguiese. Pública fué la entrevista que con él celebró Maceo en 1890 en terrenos de Alfonso XII. "Con el bandido Manuel Gar- cía tuvo Maceo dos conferencias en terrenos de Alfon- so XII, y en ellas convinieron en que Manuel García, como comandante general de todas las fuer sas de Vuel- ta Abajo, secundaría con unos 300 hombres el movi- miento que Maceo había de iniciar en Oriente. „ Tales son las palabras del insigne general Polavieja al regre- sar de Cuba. El hombre atrevido y sanguinario que á sí mismo se tituló Manuel I, rey de los campos de Cuba y así se firmaba, hubiese dado muchísimo que hacer y que sentir á la nación si el humilde sacristán de la pa- rroquia de Arcos de Canasí no le hubiese matado en la bodega de Seborucal (entre Aguacate y Ceiba Mocha) la noche del 24 de Febrero último, precisamente al otorgar el primer abonaré á nombre de la República cubana. El humilde sacristán pagó caro su heroísmo, pues fué horrorosamente macheteado por los demás foraji- dos libertadores dirigidos desde aquel momento por Vicente García^ no menos sanguinario que su difunto hermano: aquel valiente, cuya viuda no se sabe que haya recibido aún el premio ofrecido al que matase á Manuel García, merece ser declarado lo menos coro- nel del ejército español, porque á más de la importantí- sima proeza realizada libró á la ciudad de Matanzas de la sorpresa que contra ella iba á ejecutur el comandante general insurrecto de Vuelta Abajo en connivencia con €l doctor Betancourt qu^ vivía dentro de la misma, y 120 La guerra separatista. con otros muchos cómplices, sin contar los innumera- bles beneficios que de esa muerte resultan para España y para Cuba. Manuel García agotó la paciencia de los generales D. Sabas Marín, de D. Manuel Salamanca (de mediados de Febrero de 1889 (1) á f 6 de Febrero de 1890), del Sr. Chinchilla, que dimitió, aburrido de no poder capturarle, á los cuatro meses de gobernar la isla (de Abril á Julio de 1890) (2), de D. Camilo Pola vieja (de (1) Muy distante estaba este valiente general de prever lo que hoy su- cede cuando el 26 de Marzo de 1889 obsequió espléndidamente en su Palacio á Mr. Grover Cleveland, expresidente desde el día 4, y á sus exmínistroa Mr. Thomas F. Báyard, exsecretario de Estado, Mr. Vilas, de Instrucciói> Pública, Dickinson, de Correos, Frick Lee, exgobernador de Virginia, y á Mr. Plant, dueño de los vapores de Tampa Mascotte y Olivette. El afecto que todos estos demostraban á España, no se refleja hoy en las obras como procedía; verdad es que Mr. Bayard, aquel amigo simpático y nobilísimo anciano á quien oíamos los contertulios hablar de España y de su historia é instituciones con muchísimo placer, porque era el más expansivo y como el alma del expresidente y de sus compañeros, ya no influye en los consejos de Mr, Cleveland ni dirige las relaciones exteriores de la República. (2) Con el Excmo. Sr. D. José Chinchilla sucedió un caso ruidoso que de- bemos consignar aquí porque alguien lo falseó en un libelo calumnioso y difamatorio contra la Iglesia — En 1890 se le ocurrió al pobre anciano doc- tor González del Valle, Rector de la Universidad de la Habana, pedir al Gobernador general de la isla el espacioso templo de Santo Domingo , del exconvento de la Orden de Predicadores en esta ciudad, para convertirlo en aula magna, salón de grados ó paraninfo de aquélla, porque hay que ad- vertir que el convento está hoy transformado en Universidad, Instituto provincial, Biblioteca, Museo de ciencias naturales, casas de familia, som- brererías, sastrerías, bodegas, restauíants, comercios, etc., etc.— El señor Chinchilla, creyéndose sin duda, como otros regalistas predecesores suyos. Vicario Apostólico y Legado Apostólico de Ultramar ( no se escandalícen- los lectores), dispuso, ordenó y mandó al que esto escribe, que era entonces Gobernador eclesiástico de la diócesis. Sede plena, por encontrarse en la madre Patria el Rmo. Sr, Obispo, que entregase el citado templo al también dicho y cuitado Rector. Defendimos , como era natural, los derechos de la Iglesia, fundando nuestras comunicaciones en los motivos que nos suminis- traban los Sagrados Cánones, las leyes concordadas, el mismo vicerreal Pa- tronato torcidamente entendido é invocado, la historia del sagrado edificio, «1 inviolable derecho de propiedad de nuestra Santa Madre Iglesia, la nece- La guerra separatista. 121 23 Agosto 1890 á Junio de 1892) que regresó sin lograr resultado contra él á pesar del gabinete especial y re- servado, de D. Alejandro Rodríguez Arias (de 5 Ju- lio 1892 á f 15 Julio 1893) y de D. Emilio Calleja (Sep- tiembre 1893 á Abril 17 de 1895) en cuya época murió el bandido á manos del valeroso y desgraciado sacris- tán de Canasí. Los hermanos Alemán y otros compañeros domi- naron en parte de la Habana y Pinar del Río (Güira sidad y las conveniencias [todas en favor de la existencia y conservación del templo y, por último, la impo^sibilidad absoluta en que nos hallábamos de ceder por carecer de facultades para ello, á no ser que así lo dispusiese el Rmo. Prelado ó la Santa Sede. Estas consideraciones no pesaron rti un adarme en el ánimo del Gobernador general , ni mudaron el consejo de los sabios letrados consultores de ese Gobierno, ni el dictamen de los miem- bros conspicuos del Conseio de Administración. El Gobernador general insistió, y nosotros también como era deber ineludible y glorioso nuestro» El primero fijó plazo perentorio para la entrega, y nos conminó como saben hacerlo en estos casos; pero, gracias á Dios, nos mantuvimos firmes, soste- niendo los derechos de la Iglesia y mirando á la vez por la salvación de los que los desconocían. — En esio'se entei ó del conflicto el Sr. Presbítero don José Rosado y Campoy, compañero de la infancia y paisano del Sr. Chin- chilla y amigo de los dos, y se nos presentó proponiéndonos servir de me- diador para zanjar la cuestión como Dios mandaba: agradecimos y acepta- mos la oferta. Vio el Sr. Rosado al Sr. Chinchilla, y convenidos el día y la hora fuimos á ver al último en su Palacio. Discutimos largamente el asun- to: el General no quiso convencerse de su error, nosotros sostuvimos la ver- dad y la justicia de nuestra causa, y como el conflicto nacía del fondo de la cuestión y no de la forma, no hubo manera de llegar á una avenencia. El General nos calificó de intransigente, de desconocedor de las exigencias de los modernos tiempos y aun nos amenazó con la deportación: le replicamos sin arrogancia, pero con entereza, que la verdad y el derecho no descono- cían exigencias ningunas porque contra la verdad y el derecho, fundamen- tos del orden y de la sociedad, nadie puede presentar exigencias, y que quien sigue y defiende á aquéllos ni es intransigente ni conciliador, pues se limita á cumplir única y sencillamente con su obligación.— Sucedía esto el 23 de Julio de 1890, de las dos á las tres de la tarde —El templo del exconvento de Santo Domingo no fué cedido, y siguió y continúa en poder de su duefla la Iglesia y abierto al culto. 122 La guerra separatista. Melena, Alquizar, Artemisa, Cayajabos y Mariel) has- ta que, gobernando Salamanca, desaparecieron unos en:!él patíbulo y otros en la bahía de la Habana , no prosf^erando los sucesores, entre otros motivos porque ^\ Continente negro y reaccionario (así llaman los se- paratistas á la provincia occidental, por ser la más es- f)añolíi) no sufrió el yug-o bandolero-insurrecto. . El lector atento y reflexivo , conocedor de la geo- g'fafía de Cuba, habrá notado que en el departamento Oi'iental de la isla no imperó el bandolerismo, y nos preguntará la causa. Si medita un poco, la encontra- ra» ^La provincia de Santiago de Cuba es de antiguo tefreho bien abonado para la insurrección, y ésta es allí íá señora y la reina. ¿Para qué, pues, mantener fuég-o y agitación donde todo ardía? El Sr. Gómez de Ruberte, coronel del regimiento de Simancas, solo de guarnicionen Guantánamo largos años, podrá infor- mar de auditu^ tactii^ et vi su. 20 de Noviembre 1895. CAPÍTULO XXII El ñañiguismo.— Razas negra y amarilla.— Propaganda de malas lecturas en las fábricas. El ñañiguismo, que es una asociación (por llamar- la de algún modo) secreta, de gente criminal, mezcla horrible de paganismo y de cristianismo, es otra fábri- ca de separatismo, como que se compone de asesinos, ladrones y vagos de todas las castas, muy dispuestos á rebelarse y á luchar con lo que signifique autoridad é imponga orden. Malhadada reliquia del tráfico negre- ro, siempre reprobado y estigmatizado por la Iglesia católica, nosotros consideramos el ñañiguismo como un gran castigo del inicuo comercio de carne humana, pues la esclavitud estuvo siempre acompañada de la más abyecta corrupción moral y de las más abomina- bles aberraciones del entendimiento, permitiéndolo así Dios en justísima pena de la infracción de las leyes naturales y de sus preceptos positivos. Dicha colectividad, que reúne en su seno á todo género de personas de mal pelaje, sostiénese, princi- palmente en la Habana, con prácticas endiabladas, pareciéndose sus templos á un aquelarre de brujas y á los antros de los nigrománticos , aunque son mucho más dañinos. Sus adeptos juran por el siseribó^ símbo- lo extravagante y supersticioso en que guardan á su 124 La guerra separatista. dios traído de las selvas africanas en que eran caza- dos los negros lucumís, carabalís, mandingas y los de otras tribus del Congo y de Guinea , y de las márge- nes de los ríos que desembocan del África ecuatorial en el Atlántico; juran á la vez por Jesucristo y por la Santísima Virgen, cuyos nombres y doctrinas profa- nan sacrilegamente. En sus iniciaciones, en sus convi- tes y fiestas, y en sus entierros, y con su código penal horrible ensáyanse en cadáveres humanos y en los de animales para asestar mortal puñalada ó dirigir certe- ra bala, ó para propinar venenoso brebaje al afiliado que comete traición faltando á sus juramentos ó al ene- migo de la tenebrosa y anárquica secta. De entre los tabaqueros y de la chusma vil recluta sus adeptos el ñañiguismo que ha ensangrentado repe- tidas veces las calles de la Habana, batiéndose en bata- lla campal los encarnizados bandos de Ebión y Efí para dirimir discordias intestinas ó para vengar agra- vios inferidos por los individuos de un bando á los del otro. De esas luchas han resultado muchas muertes, y lo mismo de la ejecución de sentencias dictadas por el temible directorio secreto contra determinados socios. Aunque predominan los negros, también hay muchos mulatos, chinos y blancos, como habrán tenido ocasión de observar los Gobernadores civiles de la Habana Sres. Cassá, del Moral y Barrios, pues dióles mucho que hacer esa turba de malhechores, y los conocía bas- tante más el desgraciado Sr. Rodríguez Batista por- que los persiguió de muerte á causa de los asesinatos que se perpetraban cuando él tomó posesión, y de la intranquilidad que por eso y por sus latrocinios reina- La guerra separatista 115 ba en la referida ciudad; de seguro los conoce también D. Román Otero, dignísimo Gobernador civil que fué de Santa Clara hasta hace poco, aunque allí no estaba tan extendida esa funesta plaga de supersticiosos. Los ■crímenes y fechorías de estos sectarios dan con ellos en las cárceles y presidios, donde propagan el ñañi- ^uismo conquistándole adeptos entre los desgraciados moradores de esos lugares de corrupción más que de corrección. Juzguen ahora nuestros lectores lo que podrá espe- rarse de hombres tan pervertidos y tan mal avenidos con las leyes. No tienen creencias sanas ni voluntad dirigida al bien, y por consiguiente aborrecen el tra- bajo; entréganse á toda clase de actos reprobados, y si pueden huir de la policía, úñense con los bandole- ros, acostúmbranse á la vida aventurera y engrosan las filas rebeldes, donde viven en su elemento incen- diando, robando, asesinando y ejecutando los delitos más repugnantes á la moral, sin freno alguno. Si se nos pregunta cómo es posible que en un país tan dulce se hallen gentes de ideas y sentimientos tan feroces, contestaremos que es muy fácil encontrar la clave de tanta perversión, porque á más de los enemi- gos del alma existentes en todas las latitudes, existe en Cuba algo peculiar y excepcional. Viven allí más" de 500.000 negros, muchos de ellos traídos del África; hay más de 80.000 chinos traídos de Cantón y de otras regiones del Imperio brahamánico, y hállanse blan- cos, yankees, ingleses, alemanes, franceses é italia- nos, muchos de ellos protestantes ó ateos. Pues bien; calcúlese la coufusión que nacerá de tanta mezcla de 126 La guerra separatista. falsas religiones, porque los subditos del dragón asiá- tico son refractarios á la civilización cristiana y muy apegados á sus errores budhistas y brahmánicos; los negros, aunque bautizados todos, no se desprenden fácilmente de sus tradiciones gentílicas, y lo mismo éstos con su politeísmo que los primeros con su pan- teísmo, entréganse á los vicios y á las extravagancias más increíbles, y aun después de convertidos quédanles afición y reminiscencias de lo pasado. Oyen las teorías protestantes sobre que cada cual puede pensar y obrar como le dicte su razón individual y elegir ó formarse la religión que más le plazca; observan la indiferencia práctica de los católicos, que es la mayor desventura, y nuestros lectores se explicarán ya con facilidad esos fenómenos morales tan raros. Con las razas amarilla, negra y blanca, cada una con sus errores y vicios, fórmase en la Gran Antilla un pisto social con todas las variantes del arco iris aumentado por los colores intermedios que inventa y fabrica la libertad humana desobediente á la ley de Dios, que explica en gran parte el estado moral de la isla. Existe, además, otra causa de corrupción, pues en las fábricas de tabaco ejércese una activa propaganda maléfica, leyéndose en ellas libros, novelas, discursos y periódicos socialistas , anarquistas , corruptores que perturban el cerebro y envenenan el corazón de los in- felices operarios. ¡Qué lástima tan grande causa la con- templación de las salas de aquellas fábricas, donde tra- bajan muchos individuos, á veces varios centenares de ellos! Reina allí dentro un silencio sepulcral, sólo per- La guerra separatista. 127 turbado por el suave rozamiento que en los dedos pro- ducen el papel para envolver y la hoja ya en ramaj ya picada del tabaco: sólo se oye la voz campanuda y cia- ra áe\ apóstol del socialismo y de la anarquía^ que apa- rece erguido en lugar prominente para que le oigan todos, con su apostura arrogante, con luenga barba un si es no es cultivada, y de continente magistral y con aires de pensador profundo que domina ía cuestión y lanza las ideas á manera de saeta ígnea que conmue- ve y subleva las pasiones de los oyentes, los cuales con- cluyen, claro está, por revolverse airados contra todo orden, toda autoridad y toda propiedad. ¡Infelices! Res- tan de las necesarias atenciones y pagan de su sudor- la cuota señalada para comprar los libros y los perió- dicos y aquella voz que los trastorna y mata. Alguna^ vez advertimos á los dueños el daño que originan esas lecturas á los trabajadores y los perjuicios que ellos mismos se acarrearán con esa práctica, y nos respondieron que no podían impedirla, pues suspende- rían sus tareas y abandonarían la fábrica: temores va- nos é infundados, porque si se uniesen los fabricantes y adoptasen los recursos que ensena la Religión cató- lica, evitarían tales inconvenientes con la formación de operarios sanos y honrados. Estudien, por consiguiente, nuestros gobernantes los principios absurdos 3' las prácticas abominables del ñañiguismo, y persíganlo á muerte; vigilen las fábri- cas é impidan en ellas la propaganda de las malas lec- turas, y lograrán extirpar una de las ^ás poderosfs causas de la insurrección contra la madre Patria. 23 Noviembre 1895. MEDIOS PARA TERMINAR la presente guerra Separatista. CAPITULO XXIII Conocimiento del terreno. — Mapas y cartas topográficas. Nuestros lectores nos han seguido en el estudio de las causas remotas y de las inmediatas que ^an produ- cido la contienda fratricida y que la sostienen en todo el vigor que están demostrando los hechos. Algún otro punto podríamos aún tocar, que es también causa de la guerra; pero no es tan especial que no se halle in- cluido en los ya estudiados, y otros que revisten carac- teres individuales muy pronunciados para que se los •considere como origen de la presente lucha, opinamos que no debemos entregarlos á la curiosidad pública porque nos lo veda la prudencia, deteniendo nuestra pluma la caridad: forman parte del esqueleto del plan que nos habíamos trazado, si bien hemos preferido omitirlos por ahora. Perdónennos nuestros amigos en atención á que esta clase de verdades han de procla- marse oportunamente para que resulten bellas y sim- páticas, y algo de esto les faltaría si manifestásemos la realidad toda entera. La guerra separatista. 129 Continuando el mismo plan y cumpliendo lo que indicamos en el primer capítulo, queda por tratar de los medios 3^ recursos que á nuestro juicio deben adoptar- se para acabar la guerra y para evitar otras termina- da la presente, porque al enfermo le complace muchí- simo que el médico diagnostique bien su padecimiento, pero no se satisface del todo si no le aplica los medi- camentos mediante los cuales se restablecerá y alcan- zará la salud perdida, previniéndose á la vez contra futuras contingencias adversas. Hay muchísimo ade- lantado con conocer la raíz de la dolencia y el proceso morboso; mas también es muy esencial atinar con el remedio adecuado. Ensayémoslo leal, y francamente y con brevedad, y conste que no queremos dar lecciones á nadie pues distamos mucho de considerarnos maes- tros. Guíanos solamente, lo dijimos ya, el vivísimo anhelo de ser útiles á nuestra amada Cuba y de cooperar al esplendor de la idolatrada Patria común. El primer remedio que es absolutamente necesario aplicar, consiste en el conocimiento exacto de la isla, y referimos tal exactitud á la parte moral (de ésta prescindimos en este capítulo) y á la parte física, es decir, á las personas y á la topografía terrestre y ma- rítima de la gran Antilla. Parece y es una vulgaridad lo que enunciamos, y, sin embargo, es lo primero y más rudimentario en toda guerra , especialmente civil ó intestina. ¿Se han fijado nuestros lectores en las nu- merosas expulsiones y repetidos procesamientos que se han verificado principalmente en Ffancia, Alema- nia y Rusia? — Trátase unas veces de sujetos que han penetrado con [fines torcidos en territorio extranjero 130 La guerra separatista. como espías ó como exploradores para estudiar los ríos, los montes, los pueblos y las plazas de una nación, ó bien de individuos que han vendido á los extraños los secretos de fortificaciones, ó los planos de castillos, ó los pro^^ectos estratégicos ya para resistir al invasor, ya para marchar en busca del enemigo y acometerle en su propia casa. Los castigos nacen de la gravedad del hecho perpetrado que puede originar descalabros irremediables: son delitos de lesa nación cuya exis- tencia y cuyo honor compromete el traidor que facilita al enemigo el secreto de las propias fuerzas que pue- den convertirla ya en invencible Sansón exterminador de sus adversarios, ya en infeliz y confiado Sansón inerme y tendido á los pies de mísera y deleznable Dalila. El conocimiento topográfico ha sido siempre tenido muy en cuenta por los grandes guerreros y por los con- quistadores, y para convencerse de ello recuérdese sin salir de América el gran empeño que ponían Hernán Cortés y Pizarro en rodearse de prácticos ó guías que les condujesen por los mejores caminos á los lugares de que estimaban necesario apoderarse: recuérdese el especialísimo cuidado con que recogían rumores y no- ticias de la clase de resistencia que se les opondría, del número de enemigos y de sus armas, del espíritu que los animaba y de la armonía, alianzas ó discordias que reinaban entre ellos. No andaban á ciegas sino es por dificultades insuperables en países completamente des- conocidos y cuando no hallaban lazarillos voluntarios ó forzados que les enseñasen el camino más fácil y practicable, menos peligroso para ellos y más venta La guerra separatista. 131 joso para luchar con el enemigo si se presentase. Si eso es del todo necesario en guerras con los ex- traños, juzgúese si será imprescindible en luchas in- testinas con enemigos de dentro de casa, como acaece en Cuba. Mas los sucesos nos están demostrando que no se ha dado á ese punto la inmensa importancia que en- cierra, pues las fuerzas leales van guiadas por prácti- cos que se dicen conocedores del país, cuando los ha- llan , lo cual da á entender que los nuestros ignoran los caminos que conducen de un lugar á otro, los dis- tintos que pueden seguirse, cuál es el más corto, me- jor y menos expuesto á emboscadas del enemigo, de donde se deduce que las vidas de nuestros soldados penden de la fidelidad ó infidelidad (1) del práctico y (1) El Rastreador y el Baqueano que describe extensamente Domingo F. Sarmiento en su obra Facundo ó Civilización y Barbarie (tres tomos en 16.°. Montevideo, 1888 j, son dos tipos argentinos que en la guerra de separa- ción volvían locos á nuestros Generales y causaron gravísimo daño á nues- tros ejércitos, y como en la isla de Cuba existen caracteres parecidos, los recordamos aquí. El Rastreado}- e-, el auxiliar más eficaz y también el más temido enemigo de la policía argentina. "Todos los gaucho.s (campesinos) del interior son rastreadores , dice Sarmiento. En llanuras tan dilatadas , en donde las sendas y caminos se cruzan en todas direcciones, y los campos en que pacen ó transiten las bestias son abiertos , es preciso saber seguir las huellas de un animal y distinguirlas de entre mil.— Un robo se ha ejecutado durante la noche: no bien se nota , corren á buscar una pisada del ladrón y, encontrada, se cubre con algo para que el viento no la disipe. Se llama en seguida al Rastreador que ve el rastro y lo sigue sin mirar sino de tarde en tarde el suelo, como sí sus ojos vieran de relieve una pisada que para otro es imperceptible. Sigue el curso de las calles, atraviesa los huertos, entra en una casa y señalando un hombre que encuentra, dice fríamente : "este es. „ — Las hierbas, las hojas, la arena, la tierra, las go^as de agua ó de ro- cío, hasta el aire parecen indicar huellas al rastreador, — "Dtspaés del ras- treador viene el Baqueano, personaje eminente y que tiene on sus manos la suerte de los particulares y la de las provincias. El Baqueano es un gau- cho grave y reservado que conoce A palmos veinte mil leguas cuadradas 132 La guerra separatista. de su pericia ó ignorancia. Desgraciadamente la expe- riencia ha probado que más de una vez el guía ha sido traidor y llevó á nuestros valientes por senderos peli- grosos metiéndolos en campo enemigo y poniéndolos al alcance de sus tiros ó colocándolos entre sus fuegos de llanuras, bosques y montañas. Es el topógrafo más completo, es el único mapa que lleva un General para dirigir los movimientos de su campaña. El Baqueano va siempre á su lado. Modesto y reservado como una tapia, está en todos los secretos de la campaña: la suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de una provincia, todo depende de él. El Baqueano es casi siempre fiel á su deber; pero no siempre el General tiene en él plena con- fianza. Imaginaos la posición de un Jefe condenado á llevar un traidor á su lado y á pedirle los conocimientos indispensables para triunfar. Un 5a^«ea- «0 encuentra uno sendita que hace cruz con el camino que lleva; él sabe á que aguada remota conduce: si encuentra mil, y esto sucede en un espacio de cien leguas, ellas conoce todas, sabe de donde vienen y adonde van. Él sabe el vado oculto que tiene un río, más arriba ó más abajo del paso ordi- nario, y esto en cien ríos ó arroyos ; él conoce en los ciénagos extensos un sendero por donde pueden ser atravesados sin inconveniente, y esto en cien ciéanagos distintos. En lo más obscuro de la noche, en medio de los bos- ques ó en las llanuras sin límites, perdidos sus compañeros, extraviados, da una vuelta en círculo de ellos, observa los árboles; si no los hay, se desmon- ta, se inclina á tierra examina algunos matorrales y se orienta de la altu- ra en que se halla; monta en seguida y les dice para asegurarlos: "Estamos en derecheras de tal lugar, á tantas leguas de las habitaciones, el camino ha de ir al-sud,,, y se dirige hacia el rumbo que señala, tranquilo, sin prisa de encontrarlo y sin responder á las objecciones que el temor ó la fascina- ción sugiere á los otros.=:Si aun esto no basta, ó si se encuentra en la Pam- pa y lo obscuridad es inpenetrable, entonces arranca pastos de varios pun- tos , huele la raíz y la tierra, los masca, y después de repetir este procedi- mientos varias veces se cerciora de la proximidad de algún lago ó arroyo salado ó de agua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente. El Ge- neral Rosas, dicen, conoce por el gusto el pasto de cada estancia del Sud de Buenos Aires. — Si el Baqueano lo es de la Pampa, donde no hay camino para atravesarla, y un pasajero le pide que lo lleve directamente á un pa- raje distante cincuenta leguas, el Baqueano se para un momento, recono- ce el horizonte, examina el suelo, clava la vista en un punto y se echa á galopar con la rectitud de una flecha hasta que cambia de rumbo por mo- tivos que sólo él sabe, y galopando día y noche llega al lugar designado.— El Baqueano anuncia también la proximidad del enemigo, esto es, diez le- guas, y el rumbo por donde se acerca, por medio del movimiento de los aves- La guerra separatista. 133 saliendo de la sorpresa por el arrojo y heroísmo que distinguen al ejército español, pero no sin bajas dolo- rosas. ¿A qué deben atribuirse estos desgraciados acci- dentes y esa ignorancia indisculpable? — Nosotros no truces, los gansos y guanacos que huyen en cierta dirección. Cuando se aproxima, observa los polvos, y por su espesor cuenta la fuerza: "son dos mil hombres,,, dice, "500, 200,,, etc., y el Jefe obra bajo este dato que casi siempre es infalible. Si los condores y cuervos revolotean en un círculo del cielo, él sabrá decir si hay gente escondida, ó es un campamente recién abandonado, ó un simple animal muerto. El Baqueano conoce la distancia que hay de un lugar á otro, los días y las horas necesarias para llegar á él, y, á más, una senda extraviada é ignorada por donde se puede llegar de sorpresa y en la mitad del tiempo : así es que las partidas de montoneras emprenden sor- presas sobre pueblos que están á 5.) leguas de distancia, que casi siempre las acierta.— fCreeráse exagerado?— ¡No!— El General Rivera, de la Banda Oriental, es un simple Baqueano que conoce cada árbol que hay en toda la extensión de la República del Uruguay. No la hubieran ocupado los brasi- leros sin su auxilio; no la hubieran libertado sin él los argentinos.— Oribe apoyado por Rosas sucumbió después de tres años de luchas con el General Baqueano, y todo el poder de Buenos Aires hoy con sus numerosos ejérci- tos que cubren toda la compaña del Uruguay, puede desaparecer destruido á pedazos, por una sorpresa hoy, por una fuerza cortada mañana , por una victoria que él sabrá convertir en su provecho por el conocimiento de algún caminito que cae á retaguardia del enemigo, ó por otro accidente inadverti- do ó insignificante. El General Rivera principió sus estudios del terreno el año 1804: y , haciendo la guerra á las autoridades, entonces como contraban- dista, á los contrabandistas después como empleado, al Re}-- enseguida como patriota, á los patriotas más tarde como montonero , á los argentinos como jefe brasilero, á estos como General argentino, á Lavalleja como Presidente, al Presidente Oribe como jefe proscripto, á Rosas, en fin, aliado de Oribe, como General oriental, ha tenido sobrado tiempo para aprender un poco de la ciencia del Baqueano. — ¿Qué misterio es este del Rastreador? ¿Qué po- der microscópico se desenvuelve en el órgano de la vista de estos hombres? ¡Cuan sublime criatura es la que Dios hizo á su imagen y semejanza!„ (Sar- miento, obra citada páginas 85-94 del primer tomo.) Hemos copiado esta larga descripción porque al leerla se nos figura que estamos oyendo á los gauchos cubanos (guajiros) pues en la natural propor- ción poseen estos iguales conocimientos que los argentinos: las hierbas, las hojas, las ramas de los árboles, las pisadas ó huellas de personas, caballe- rías, vacas, cerdos, etc., el corte que con el machete hace en los árboles y 134 La guerra separatista. vacilamos un momento en atribuirlos á la falta de co- nocimiento del terreno en que se lucha. Si se conociese éste, los jefes elegirían el camino conveniente, y si no hubiese otro medio que tomar el peligroso y expuesto, se adoptarían Jas prudentes precauciones á fin de evi- tar sorpresas y emboscadas, y de todos modos siempre se conocería la tierra que se pisaba y se descansarípv en la seguridad de ir derechamente al lugar que se desease, y no sucedería lo que ahora que se sabe quizá adonde se quiere ó se debe ir, pero se ignora si efecti- vamente se llegará allá y se desconocen las condicio- nes del camino, pues todo se fía al práctico que, supo- niéndole leal, no tiene obligación de poseer el arte de la guerra, ni sabe distinguir qué posiciones serán ven- tajosas y cuáles perjudiciales á los defensores de la in- tegridad nacional. Y si esto sería tolerable, por inevi- table, en una guerra de conquista de países nuevos y desconocidos, no tiene disculpa ni hay medio de justi- ficarlo en una guerra civil, porque resulta hasta ridícu- lo que el dueño y señor de la hacienda ignore las ve- redas, montes, ríos^ tembladeras, cuevas, valles y escondrijos que en ella existan. Parécenos que eso no hubiese sido tan difícil de re- arbustos de la manigua el pasajero, la dirección del vuelo de las cotorras y sus diversos modos de chillar, el revoloteo de las auras (cuervos) , todo, todo proporciona al guajiro medios de conocer el terreno y orientarse. Su vista es de águila, su oído de tísico. ¡Qué inmenso daño causan á nuestros soldados! ¡Qué bienes tan grandes podría obtener el ejército si se supiesen utilizar los conocimientos del guajiro cubano!, sin olvidar jamás, por su puesto, la ad- vertencia que consigna el Sr. Sarmiento en cuanto á la desconfianza que debe inspirar su fidelidad. Si nuestros jefes supiesen aprovecharse de los guajiros como guías ó prácticos, las partidas rebeldes serían copadas, bati- das y deshechas en muy poco tiempo. La guerra separatista. 135 mediar juzgando por las obligaciones señaladas taxa-* tivamente en las ordenanzas y reglamentos á todos los cuerpos militares, ^ en especial á los facultativos ó técnicos. Todos deben efectuar con frecuencia paseos militares y hacer simulacros bélicos en las zonas ó te- rritorios que guarnecen, con lo cual se ejercitan y preparan para la guerra y recorren además palmo á palmo el campo en que acaso se batirán después expo- niendo su vida y los intereses y el honor de su patria. Entre los cuerpos técnicos hay algunos á los cuales €stá por ley de su instituto encomendado el estudio de los ríos con sus vados y puentes, de la configuración y altura de las montañas, de la descripción minuciosa de las tierras de labor, de los bosques con los puntos por donde se pueden atravesar, de las distancias, de los lugares estratégicos, de las fuentes, de los pozos, de las aguas potables, de las líneas de fortificación y de- fensa^ de las costas, de las clases de terrenos, vegeta- ción y productos, de los diferentes alimentos que se obtienen en cada región y de otros innumerables por- menores de cuyo conocimiento depende en gran parte €l bueno ó mal éxito de las operaciones militares. Poseyendo esos datos se aprovechan en beneficio propio y además se puede calcular por un buen capi- tán casi con absotuta seguridad dónde se hallará el enemigo, por dónde acometerá y en qué sitios encon- trará ventajas para resistir ó para tomar la ofensiva, y por dónde se retirará si es perseguido ó vencido. Con tales noticias claro está que el prudente jefe diri- girá sus ataques por el lado más débil del enemigo y le cortará las retiradas que forzosamente habrá de em- 136 La guerra separatista. prender ante el valor invencible del soldado español. Sin esos antecedentes sucederá lo que hoy nos refieren* que acontece indefectiblemente: averiguase dónde se encuentra el enemigo y allá van nuestras columnas,, dan con él y si vislumbra ventajas, espera y resiste á nuestras fuerzas mientras no se ve muy acosado: llega este trance y entonces huye, se esconde y se evapora ó se le traga la tierra, pues no hay memoria de que haya sido copada una sola partida insurrecta ni la más pequeña. Y no decimos nada de cuando nuestros su- fridos soldados se lanzan á la buena de Dios por la manigua y van á salga lo que saliere. ¿Por qué toda esa obscuridad é ignorancia y los con- siguientes desaciertos? — Pues porque no se ha cortado previamente la retirada al enemigo, y no se le cortó porque no se conocen las condiciones del terreno; si fuesen conocidas, se le buscaría, sí, pero al mismo tiempo se le rodearía por todas partes para que , aco- rralado, no tuviese escape y diese la cara y se batiese no logrando evaporarse, porque en todos lados se en- contraría con los fusiles y con las bayonetas y con los pechos de nuestros bravos militares. Por desgracia, no es eso lo que sucede. Y no se nos arguya que es impo- sible semejante táctica en Cuba, pues los rebeldes an- dan á pie ó á caballo y son de carne y hueso, y los montes, la manigua y las sabanas recórrenlos por el sistema que los recorre nuestro ejército : no decimos bien, éste válese de los ferrocarriles y de los barcos para trasladarse adonde convenga , y eso no pueden hucerlo aquéllos por ahora. Con buenos mapas y con exactas cartas topográfi- La guerra separatista. 137 cas ayudaríase sobremanera nuestro ejército. ¿Por qué no las posee? — Lo ignoramos (1): lo que sabemos es que las así bautizadas no merecen ese nombre y son muy rudimentarias y deficientes, casi iguales á las que trazaba Tolomeo sin disponer de otros conocimientos que las narraciones de los mercaderes. Compáreselas con las cartas topogr¿lficas militares usadas en las guerras civiles peninsulares y se verá la enorme dife- rencia. Las que nosotros hemos visto , comprensivas de toda la región norte de España, son completísimas y trazadas para uso del ejército: nada se omitió en ellas. Carreteras, caminos vecinales, senderos y veredas por las tierras de labor y por los montes ; ríos con sus puentes y vados; montes con su altura y clase de arbo- lado y con indicaciones para subir á ellos ó faldearlos; valles con su anchura, profundidad y longitud; calidad y configuración del terreno para operar sobre él la ca- ballería ó la infantería; situación de los pueblos y case- ríos; desfiladeros, puertos, estrechos, cuencas , reco- dos, fuentes, pozos, lagunas, lugares pantanosos, dis- tancias de unos puntos á otros : todos estos son datos muy convenientes y más que convenientes necesarios para dirigir y operar con ua ejército y para obtener la victoria en una guerra ó al menos para evitar una derrota vergonzosa. Todo ese arsenal de noticias podría poseerse hoy si (1) El Excmo. Sr. D. Marcelo de Azcárraga, actual Ministro de la Gue- rra, ha procurado remediar este defecto, pues en la imprenta del Ministerio se está tirando un mapa bastante exacto de la Isla: por ello felicitamos al gran organizador de nuestro ejército, como por otros muchos títulos qu« le hacen acreedor íl la eterna gratitud de la Patria. 138 La guerra separatista. se hubiesen ocupado útil y hábilmente los cuerpos de Ingenieros 3^ Estado Mayor, que son los que por sus estu- diosy fines se hallan obligadosápracticar tales trabajos. No se ha hecho, y observamos que todo se vuelven mar- chas y contramarchas inútiles y perjudicial ísimas;cán- sanse los pobres soldados y el enemigo espéralos sobre seguroy convencido de que el ejército desconoce el cam- po, ó si le conviene huye y se esconde después de conse- guir que el soldado se fatigue y caiga rendido y quizá enfermo. No se calculan bien las jornadas, y sorpren- dida la fuerza por la noche , por las lluvias (en Cuba llueve de ordinario á ciertas horas), por la sed y por el desconocimiento del sitio en que se encuentra, hay que acampar al descubierto y acaso al alcance de las balas enemigas ó en medio de espesos bosques ó en lu- gares pantanosos é insalubres, originándose enfermeda- des y bajas que no se experimentarían habiéndolo pre- visto todo como podría lograrse sin dificultad mayor. No se nos objete que la exuberante vegetación tro- pical haría inútiles tales trabajos , porque lo de que en menos de un mes crecen la hierba y los arbustos de tal manera que ocultan los senderos y caminos y al caba- llo con el jinete que por ellos transite, es una exagera- ción imperdonable. Transcurridos algunos meses pasa esto con los trillos poco usados, pero no con la genera- lidad. Y aunque así sucediese, los caminos ó vías mili- tares al estilo romano servirían para moverse las fuer- zas y trasladarse de un punto á otro por tierras cono- cidas y aun sin riesgos considerables , suponiendo^ como es lógico, que aquéllos se trazarían por lugares á propósito á fin de evitar emboscadas ysorpresas.Sifue- La guerra separatista. 139 se necesario construir tales vías, no se crea que resul- tarían obra de romanos, porque siendo el dinero la pa- lanca principal para esas empresas, Cuba, administrada fielmente, da para adoquinarlas con planchas de oro. Cierto que hoy es ya algo tarde para utilizar los ma- pas y los planos topográficos á que aludimos; pero si el señor Ministro de Ultramar quisiese, se harían muy pronto. Los i\yuntamientos y las Parroquias cuentan con los de sus respectivas jurisdicciones; las Empre- sas de ferrocarriles con líneas en explotación y otras en proyecto y con estudios hechos, los dueños de inge- nios con sus colonias, los ingenieros de minas, de mon- tes y de carreteras, con los suyos y la Guardia civil con el de su uso podrían suministrar abundantísimos datos y noticias, con cuya ordenada reunión formaría pronto el Instituto Geográfico, ayudado por la Marina, una carta muy completa de la Isla de Cuba. Entende- mos que dicho señor Ministro sería inmediatamente servido en su petición y presta: ía un gran beneficio á nuestro ejército, pues no hace mucho leímos la descrip- ción de la marcha de un General desde la ciudad de Santa Clara á un poblado de la jurisdicción de Cama- juaní y Vueltas, y hemos quedado asombrados al ver la ruta que eligió para sorprender á los rebeldes. Des- cribió en su rumbo una curva muy larga, invirtiendo algunos días en recorrerla, y por sabido debemos ca- llar que los pájaros volaron mucho antes que los caza- dores les diesen vista. Y lo peor es que se repiten con frecuencia casos análogos, sin que puedan explicarse por razones de estrategia. 10 Diciembre 1895. CAPÍTULO XXIV Descripción de las costas de Cuba.— Proyecto de vigilancia y defensa marítima: ídem costera terrestre. — Distribu- ción de barcos de guerra. — Construcción de fuertes eos- teros y de pueblos al amparo de éstos. Otro de los medios más eficaces para terminar pron- to la guerra nace del conocimiento práctico del mar y de las costas de la gran Antilla. Advertimos ya que no queremos dar lecciones á nadie, y así no se nos repro- che porque toquemos esta materia, pues si bien se tra- ta de una cuestión especialmente técnica, no llevare- mos la hoz á mies ajena y puesta además fuera de nuestro alcance, sino que nos limitaremos á la parte empírica, es decir, á lo que todos podemos observar y experimentar con nuestros sentidos, por muy ignoran- tes que seamos en la ciencia náutica. El mar que rodea toda la isla es menos profundo en muchísimos puntos y á veces en larguísimas extensio- nes (éstas en el sentido de la longitud y aun de la lati- tud de aquél) que el estanque del Retiro de Madrid, y de ordinario permanece tan tranquilo en gran parte no diremos más, pero sí tanto como el citado estanque. Añádase que en muchas partes no hay tales costas porque el paso de la tierra al mar es suavísimo y, si no se conoce de antemano, métese el confiado viajero en La guerra separatista. 141 ■el agua salada por entre árboles y manglares que ve- getan mar adentro, y no es raro andar teguas y leguas, ó, mejor, navegar millas y millas de agua, viendo des- de el barco ó balsa el fondo cenagoso ó arenisco del mar, sin velas y sin remos, sólo con el auxilio de un garrote ó palo largo del cual se sirve uno como de palanca para apoyarse en el suelo del mar y empujar de ese modo el lanchón ó barco que no tiene quilla, sino que es plano en su porción sumergida como la suela de un zapato. Los torreros (empleados de faros) que hayan nave- gado desde Mantua (su puerto se llama Los Arroyos de Mantua)^ Juan López y La Fe hasta el faro del Cabo de San Antonio por la línea interior y aun por la exterior del archipiélago de los Cayos Colorados, son testigos que se pueden consultar, y eso que á estos sitios suele llegar la influencia del inquieto Golfo meji- cano y la del bravio Estrecho de Córdoba ó paso de Yucatán. Los que por necesidad ó por capricho hayan reco- rrido desde el Cabo Hicacos (Cárdenas) hasta Nuevi- tas, ó sea desde el grado 78 \\2 al 73 longitud occiden- tal del meridiano de Madrid, bien por la línea interior, bien por la exterior de los cayos Cruz del Padre, Fra- goso, Francés y Romano que con sus vecinos más cortos forman un laberinto de islas pequeñitas sin cuento, y hayan visitado las playas del Varadero, La- gunillas, Guamutas, Ceja de Pablo (Corralillo), Sierra Morena, Rancho Veloz, Sagua la Grande, El Santo, Caibarién, Yaguayay, los esteros de Morón, La Gari- ta, Jayabacoa, Zanjón y Corral de Varona, terminan- 142 La guerra separatista. do en la Punta ó faro de Maternillos, darán testimonio de la afirmación asentada. Y si nos trasladamos á la costa Sur, pregúntese á los que hayan estado en los distritos de Bailen y La Coloma (provincia Pinar del Río), Alonso Rojas, Palacios, San Cristóbal, Guana- caje ó Las Mangas de Río Grande, Güira Melena, Me- lena del Sur, Batabanó, y desde aquí á lo largo de la inmensa Ciénaga de Zapata hasta el castillo de Jagua en la entrada de la bahía de Cienfuegos, y á los que hayan navegado desde Batabanó á Bailen ó á la isla de Pinos , ó á Cienfuegos y proseguido á Casilda (Trinidad), Tunas de Zaza, Jiícaro (principio de la trocha de Ciego de Avila á Morón), Santa Cruz del Sur, Río Cauto y Manzanillo, y todos confirmarán que la línea divisoria por tales sitios entre la tierra y el agua es la menor cantidad posible de costa y que laí^ riberas terrestres y los confines marítimos forman ima superficie extensísima cuyos canales y i'ecodos , cir- cuidos de manglares y sembrados de lotes más ó menos grandes de tierra firme, son inmejorables para escon- drijo de ladrones y refugio de piratas é invasores. Los vapores Tritón, Guaniguanico^ Lersundi, Nuevo Cu- bano, Protector y los mayores Antinó genes Menéndes, Purísima Concepción ^ José Garda, Gloria, Argonauta y Josefita apenas tienen quilla, pues si la tuviesen no podrían moverse en aquel mar que semeja un lago her- moseado por artísticas macetas de plantas tropicales y en el que ocurren muchísimos menos accidentes des- graciados que en los poetizados y mansos lagos de Suiza. Vése, pues, cuan grandes son las ventajas del ene- La guerra separatista, 143 migo que dispone de un litoral rodeado de cayos ó islas de todos tamaños, de tierra firme unos, de fondo pantanoso otros, casi todos con exuberante vegetación y muy conocidos de los pescadores, de los sitieros pró- ximos, de los pastores de ganado y de la gente que huye de la policía. Pueden ocultarse en ellos centena- res de barquichuelos que son como grandes zapatos de madera, sin que los vean los tripulantes de los barcos costeros, porque no ts posible guiar éstos por tales lugares pues encallarían en los bajos y se enredarían en las raíces y en las ramas de los mangles. Agregúese que los pueblos costeros y los puertos distan mucho unos de otros, y que las costas están cu- biertas de vegetación frondosa. En ésta se ocultan los que esperan y á ella acuden los que quieren desembar- car, ya entendiéndose por medio de banderas, de cohe- tes, de luces de bengala ó de fogatas, ya arribando sin necesidad de tales signos porque saben que no hay allí nadie que los vigile. Por otra parte, pueden efectuar sus alijos en la se- guridad de que se encontrarán siempre con amigos que aborrecen el dominio español lo mismo que los re- cién llegados , y que les tendrán preparadas guatacas 3^ demás aperos de 'abranza del país á prevención, pues si de repente se presenta alguna columna española, cá- larffee el clásico sombrero de jipijapa ó de guano y vis- ten la característica guayabera para entregarse á si- muladas faenas agrícolas y fingirse guajiros ó inofen- sivos campesinos: ese recurso les da excelentes resul- tados porque en Cuba no hay policía rural, y como además es preciso favorecer la agricultura, nuestras 144 La guerra separatista. fuerzas ni sospechan siquiera de la inocencia de los nuevos labradores de sorpresa. No se olvide tampoco que á tres millas de distan- cia de la llamada tierra firme, navegase ya en aguas neutrales y que nuestros barcos no pueden echar el alto á las embarcaciones que están fuera de dicho ra- dio, las cuales además enarbolan const intemente la insignia norteamericana, ó la danesa, ó la inglesa; toman éstas rumbo al Norte ó en otra dirección con- traria á la isla y esperan con paciencia la oportunidad de aproximarse á los cayes ó islotes entre los cuales se agazapan aguardando la noche para saltar en tierra, á no ser que conozcan previamente, gracias á tanta publicidad periodística ó á otros resortes traidores y masónicos , las órdenes de nuestras autoridades marí- timas, pues si las conocen , saben ya en qué punto y á qué horas se avistarán con los cañoneros y burlarán su vigilancia. Pongamos un ejemplo: el cañonero Conde del Venadito sale de Nue vitas para Cayo Fran- cés (Caibarién) á las seis de la tarde un día sí y otro no, y como saben también si anda diez ó doce millas por hora, calculan con precisión el momento en que pueden acogerse al largo é inhabitado Cayo Romano ó escurrirse por la lengua de agua llamada Jardines del Rey, y así pasar en un instante á las jurisdicciones de Puerto Príncipe, de Morón ó de Yaguaja}^: si nos tras- ladamos á la costa Sur, los cayos de las doce leguas ó Jardines de la Reina, situados frente á los distritos de Manzanillo, Santa Cruz del Sur y Ciego de Avila, y el archipiélago de Canarreos frente á la Ciénaga de Zapa- ta, se prestan muy bien para las hazañas filibusteras. La guerra separatista. 145 Precisamente en estos días los subordinados de Máximo Gómez y Maceo distraen las tropas hacia Sancti Spíritus y la Trocha, y se nos figura que Collazo y Calixto García estarán avisados para que penetren en la isla por el largo trozo de costa que corre de Rancho Veloz á Lagunillas ó por los Esteros de Morón, y si los persiguen nuestros barcos regresarán á la Flo- rida ó á las Bahamas para volver en seguida á la mis- ma aventura. Si proyectan desembarcar por el Sur y no lo consiguen pronto, se correrán hacia los islotes salvajes de Caimán Grande y Chico hasta que logren despistar á los cruceros españoles. Por las cercanías de Punta Maisí les es fácil saltar á tierra, porque las fuertes corrientes impiden el estacionamiento de nues- tros cañoneros. Si les conviniese invadir el departamento Occiden- tal, lo realizarían con igual facilidad, y en la costa de Batabanó á la Coloma basta saber patinar ó guardar equilibrio en palos largos que sirvan como de muletas para ir á tierra desde distancias considerables de ella. Esas son las costas de Cuba cuya extensión abarca desde el grado 71 al 81 de longitud occidental del me- ridiano de Madrid y cuya latitud está entre los 21 y 24 grados: la isla es muy estrecha y muy larga y de- seando dar una idea aproximada de su figura no se nos ocurre otra más parecida para compararla que la de una sanguijuela ondulando en el agua y adherida por sus órganos chupadores á la pata de un caballo , y su cabeza (si hemos acertado) sería de Cabo Cruz á Cabo Maisí y la extremidad posterior estaría en el Cabo de San Antonio. Lo que se ha dicho sobre la vigilancia de 10 146 La guerra separatista. las costas estará muy bien escrito y aparecerá muy bonito en las cartas hidrográficas ó de marear y en los proyectos de defensa costera como el del Sr. Novo y Colson; pero los resultados demuestran la ineficacia del plan, pues los rebeldes penetran en Cuba, y lo más triste es que nos parece que no se han de obtener más favorables si no se adoptan otros. La vigilancia y la defensa de las costas cubanas no serán eficaces mientras no se estacionen barcos que crucen sus fuegos, en los puntos en que no puedan establecerse destacamentos terrestres que vivan en edi- ficios á manera de torres, lo más elevadas posibles, que sirvan para la propia defensa y para vigilar el mar y su costa correspondiente. En días claros, que son casi todos, y de mar buena podrían ocuparse los marineros en talar los cayos que- mando los árboles cuando están ya secos : lo mismo debería hacerse con las arboledas próximas al mar, y en esto no sólo habría de ocuparse la marinería , sino que sería convenientísimo obligar á los dueños de las fincas lindantes con el mar á que roturasen sus montes y talasen sus bosques prendiendo después fuego á los arbustos y ramas de los árboles cortados. De esa ope- ración se conseguirían por de pronto dos beneficios á cual mayores: se sanearían aquellos parajes y se des- pejaría el horizonte logrando de este modo quitar los escondrijos en que se ocultan los que vienen y donde los esperan sus cómplices terrestres. No ignoramos que quizá enfermen los marinos de- dicados á tales faenas, porque sabido es que las ema- naciones del suelo recién expuesto á la inñuencia so- La guerra separatista. 147 lar son perniciosas y en Cuba lo son más por las fer- mentaciones pútridas de las hojas caídas, de las hier- bas y arbustos cortados y de las riquísimas capas ve- getales; pero no es menos cierto que pueden evitarse dichos efectos, ya hacinando tales materiales para que- marlos después de rociados con petróleo además de que el sol los pone en seguida mustios , ya no ocupándose en las citadas faenas sino en horas propicias del día. De ese modo y con la buena alimentación y vestido que se dan al soldado, y con las demás precauciones que los médicos prescriban, se evitarán los gravísimos incon- venientes indicados, y en cambio son notorias las ven- tajas que alcanzará la Patria. Los reparos que se opon- gan á este plan resultan insignificantes y de ningún valor ante el derecho supremo y evidente que asiste á la nación de defender su integridad contra las asechan- zas y ardides de los enemigos. Añadiendo á las mencionadas medidas de defensa la obligación que se imponga á los sitieros, colonos y demás habitantes vecinos á las costas de trasladar sus viviendas á puntos de las mismas previamente desig- nados por los médicos y oído el consejo de individuos conocedores de las condiciones climatológicas de aqué- llos, creemos que se habrá atinado con un gran medio de vigilancia y de defensa , que calificamos de eficací- simo. A los que conozcan el sistema de viviendas del campo en Cuba, no les parecerá costoso, ni difícil, ni perjudicial en ningún sentido el método que propone- mos. Los' miserables bohíos en que viven los campesi- nos de Cuba son parecidos á las chozas que en Extre- madura y Andalucía construyen los pastores, y á las 148 La guerra separatista. que hacen los guardas de sandiales, melonares y naran- jales de estas regiones, y, para los que no conozcan esos albergues, les señalaremos como ejemplo los salones de espera que levantan en los montes y dehesas los cazadores de perdices, codornices y otras aves cerca de las fuentes, pozos y lagunas á que aquéllas acuden para beber y bañarse. Dichos bohíos son, general- mente, de palos clavados en el suelo y unidos á cierta altura y en su extremidad superior por otros; de esta parte alta salen unos largos varales que se cruzan en el aire, formando ángulo más ó menos agudo; átanse á esos garabatos ramas de árboles ó arbustos unas veces, y otras se atan ó clavan las anchísimas hojas de palmeras, y ese es el palacio en que pasan la vida los ricos campesinos de la feracísima An tilla. Algunas casas están construidas de madera, y son las más lujo- sas; pero hay muy pocas, y no se ofrecen grandes dificultades para su traslación de un punto á otro. No merecería tenerse en consideración la dificultad que se alegue de que con el enunciado sistema se ale- jarían los colonos de sus tierras de labor, en primer lugar porque se habrían de designar convenientemen- te por ingenieros agrónomos y por médicos los centros de población, de suerte que el colono que más separa- do estuviese distase de su finca ó colonia cinco ó seis kilómetros, y en segundo, porque en Cuba todos los guajiros disponen de caballos agilísimos y de carretas. Terminemos este capítulo con números. Cuba com- prende una longitud de 10 grados, desde el 71 al 81 poco menos, y midiendo cada grado 20 leguas, suma- rán ambas costas 400 leguas que arrojan un total La guerra separatista. 149 de 1.200 millas marítimas (tres por legua). En Cuba existen hoy 40 buques de guerra, y dividiendo por igual entre éstos las 1.200 millas, correspondería á cada uno vigilar y defender 30 millas de costa, lo cual no nos parece tarea muy grande. Y como hemos pro- puesto vigilancia por tierra y núcleos de población, la extensión vigilada y defendida desde estos sitios debe- rá restarse de la encomendada á los barcos, de manera que el proyecto indicado por nosotros aparece fácil de realizar, completo y eficaz para vencer á los enemigos de la Patria y sostener con honor el pabellón español. 11 Diciembre 1895. CAPÍTULO XXV Proyecto de urbanización y colonización de la isla.— Obligar á los habitantes á reunirse y formar pueblos. — Destruc- ción de todos los bohíos diseminados. —Medios de quitar cómplices y encubridores á los rebeldes y de terminar la guerra. Si no el primer medio, al menos deberá adoptarse como uno de los principales y de resultados necesaria- mente eficaces para terminar la guerra, el de formar pueblos en Cuba. Préstesenos atención, y se verá la exactitud de nuestro juicio. Si se exceptúan las principales poblaciones de la isla, las demás que se conocen con el nombre conven- cional de tales, no pueden llamarse así. Citemos una para modelo: Camajuaní, por ejemplo, que tan nombra- da es en la presente lucha y lo mismo en la pasada. Se creerá que es un pueblo grande por el célebre escua- drón de voluntarios de Caballería de su nombre, que no es como los escuadrones regulares de esa arma, proque se compone de un número indeterminado de pla- zas. Pues bien; ese pueblo es mediano y nada más: el núcleo es muy reducido y su jurisdicción es extensísi- ma, formada de bohíos que se hallan acá y allá espar- cidos por vegas, lomas, potreros, ingenios y colonias, y semejan un cielo estrellado en noche clara de Enero. La guerra separatista. 151 A cada cien ó doscientos metros, lo más á cada kiló- metro, hállanse pobres tugurios, y no en determinada dirección, sino sembrados á granel como en día de ne- vada caen aquí y allí los copos de nieve. Tal es la si- tuación de los caseríos cubanos en general, y la zona en que están diseminados denomínase Camajuaní, Ma- nicaragua, Fomento, etc. En el capítulo precedente ya describimos su forma y materia, y de su baratura y de la facilidad de levan- tarlos aprovéchanse sus habitantes bien para abando- narlos con gran prontitud, bien para trasladarlos, |de suerte que puede y debe decirse que la gran masa de la población cubana es trashumante: vive, por explicar- nos así, en tiendas, como vivieron los israelitas duran- te su peregrinación de Egipto á Palestina, y como cuentan que viven las tribus nómadas de África, sin casa ni hogar permanentes. En Cuba no hay propia- mente hogar fijo que sea centro de la familia, no hay terruño á que apegarse y tomar cariño, sirviendo como de dulce y poderoso imán que atraiga á los miem- bros de ella hacia un pedazo de suelo determinado. Lo único que en Cuba atrae y reúne á las gentes, es un imán cuyo centro de polarización magnética es inesta- ble y se da á conocer por la mayor energía con que en una ó en otra porción de su superficie se muestre pro- picio á producir caña de azúcar, tabaco, pinas, cocos, plátanos ó pastos para los ganados vacuno, caballar y de cerda. Fértil como es aquella tierra privilegiada, cánsase también y se agota ó diSininuye su vigor vege- tal, y cuandola producción deja de ser casi espontánea y reclama cultivo laborioso y periódico abono, abandona- 152 La guerra separatista. se por el colono que en seguida busca tierras vírgenes- que con poco sudor de parte del agricultor produzcan mucha y buena caña, mucho y exquisito tabaco, etc. En general puede decirse que la población de Cuba es flotante y corre de un lado á otro según las venta- jas que ofrece el suelo. Las jurisdicciones, por ejem- plo, de Yaguajay, Caibarién, Placetas, Tagayuabon,. Camajuaní y Manicaragua en Las Villas, y las de Re- mates, Las Martinas, La Grifa y Sábalo en Pinar del Río, cuentan hoy con abundantísima población, siendo así que catorce años atrás era escasa y en algunos puntos nula. Pues ese cambio débese á la roturación de sus antes abandonados terrenos, explotados hoy por los Zuluetas, Artiz, Rojas, Zozayas, Palacios, Murías^ Morales y otros mil, y en cambio la riquísima zona de Vinales se halla casi olvidada hoy, porque ya no pro- duce aquel tabaco que dio la vuelta al mundo pagado á peso de diamante, sin asiduo cultivo de la tierra y sin suficiente abono. Demasiado sabemos que no hay derecho positivo que obligue á las familias á estacionarse en un lugar ñjo, ni que las impida trasladarse al que más les con- venga; pero eso no obsta para que propongamos la idea de modificar la colonización y urbanización de la gran Antilla en bien y progreso de ésta y de la Patria común. Si acertamos á exponer nuestro pensamiento como lo concibe nuestra alma, habremos puesto á Cuba en el camino de la civilización portentosa que la de- seamos y á que es acreedora la lindísima faja de tierra mecida por las ondas del mar como hermoso canastilla de ñores por suave brisa. La guerra separatista. 153 La civilización cristiana y la moralidad de Cuba, y el amor que ésta debe á España, piden á voz en cuella la colonización que nosotros ideamos. Ni las parro- quias, ni las escuelas, ni los Institutos, ni la Universi- dad, ni los conventos, ni la prensa periódica, ni los mayores esfuerzos del Gobierno Supremo con todas sus derivaciones de Municipios, Diputaciones y Go- biernos civiles y Juzgados y Audiencias serán bastan- tes á transformar aquella sociedad tal como está hoy constituida. Su actual modo de ser préstase admirable- mente al desorden y á la corrupción de costumbres, y abre ancha senda á la desconfianza en cuanto al amor, y á los desvelos, y á los extraordinarios sacrificios que por ella siente y se impone la Madre patria. Penetremos en aquellos aposentos raquíticos y an- tiartísticos que semejan sesteaderos de ganado en país meridional, más que habitación de entes racionales y aún menos, pues en aquéllos suele haber división para los sexos y para las edades. En los bohíos viven haci- nados padres é hijos, hembras y varones; una misma sala cobija de ordinario á todos y á lo sumo sepáralos algún biombo ligerísimo ó algún trozo de saco con ho- nores de cortina. Esa habitación es cocina, comedor y dormitorio. El descuido más lamentable preside en aquel hogar: la tierra sirve de pavimento y las camas son hamacas que se cuelgan de los palos soportes de la techumbre, ó catres de tijera que se abren por la no- che y se pliegan por la mañana, arrinconándojos á una esquina ó sacándolos al aire libre en el día y tendién- dolos por toda la casa cuando llega la hora de acos- tarse y descansar . 154 La guerra separatista. No hay tampoco cuarto de distinción ni separado para los enfermos. Todo allí es oído por todos y quizá por todos visto, pues la reina de la noche y las estre- llas brillan en los trópicos con mayor luz que en otras latitudes, como es sabido. Las ropas de vestir son lige- rísimas, porque el calor no permite otro abrigo, y las de dormir son ligerísimas también, y eso cuando las hay y cuando se pueden usar, pues á veces aunque se quiera y haya buena voluntad, no se resiste el calor y sin darse cuenta aparece uno demasiado aligerado de ropa y muy realista. Imagínese, por lo tanto, el tristísimo y dolorosísimo cuadro que ofrecerá un bohío. Al contemplarlos en toda su espantosa naturalidad, los ángeles del cielo llorarán una vez más de ver que la inocencia no fué conserva- da por nuestros primeros padres, porque perdida ya, es dificilísimo que de tal espectáculo salgan bien para- dos los respetos que unos á otros nos debemos, y las leyes de Dios que, aunque suaves y fáciles de cumplir con su auxilio sobrenatural , son algunas más delica- das que la misteriosa rosa de la sensitiva. Y así se vive un año y muchos años , y allí se nace y se crece y se forman los hombres y las mujeres. Ignoramos si hemos traducido con claridad al papel nuestras idélas; exactas son en cuanto lo permite el de- coro. Supla las deficiencias la ilustración de nuestros lectores. Nosotros hemos visto y penetrado en esos mentidos edificios: no hemos presenciado esas escenas, pero es lo mismo porque se las hemos oído referir un millón de veces á los que las han visto, y á los guar- dias civiles, y álos médicos, y á los sacerdotes que por La guerra separatista, 155 sus ministerios son los llamados y obligados á entrar en esas casas. ¿Habrá modo de evitar las fatales conse- cuencias de tal régimen doméstico? — Mucho se dismi- nuye con la costumbre y con el carácter ordinariamen- te pacífico é indolente del cubano; concédase á esas ate- nuantes lo que se quiera, pero la realidad se impone y es abrumadora. Ese mismo aislamiento en que viven los cubanos, hácelos más descuidados en sus hábitos y costumbres, descuido que empeora el clima benignísimo del país. Descuido en el vestir, descuido en el dormir, descuido en la vista, descuido en el oir, descuido... en todo. No nos explicamos cómo saben hablar aquellas pobres gentes: nosotros, al oírlos, hemos pensado muchas veces si el lenguaje es en cada individuo inspiración de Dios, como afirman los sostenedores de esa idea en cuanto al primer hombre. Aislados, alejados del trato humano, el maestro no llega hasta allí con su enseñanza, el Párroco se ve físi- camente imposibilitado de poder ir á explicarles la doctrina cristiana: ignoran ésta, y sólo ven y oyen á su Párroco cuando en sus excursiones pasa por sus bohíos para bautizar los niños, asistir á los enfermos y casar á los que lo pretendan no teniendo impedi- mento. A causa de ese aislamiento, carecen de los be- neficios que lleva consigo la civilización, como son el trato social, la limitación justa que impone la concien- cia pública cristiana en las mutuas relaciones, la urba- nidad en cuanto á vestir, presentarse á la vista de los extraños, comer, dormir, aseo de la vivienda y de la propia persona, y la serie de actos que se ejecutan 156 La guerra separatista. cuando se vive en asidua comunicación con individuos de otras familias, de lo cual si alguna vez surgen vi- cios y faltas, lo ordinario y lógico es que nazca el es- tímulo para cuidar mejor de la educación é instrucción de la familia, alentándose unos á otros con los ejem- plos que recíprocamente se dan. En este caso desapa- rece el abandono y excítanse la emulación y el ansia de aprender á hablar bien, á leer, á escribir, á condu- cirse debidamente con los demás y á asearse, y entre las mujeres reinan el buen gusto y el afán de arreglar lo mejor posible su casa y de adquirir y utilizar todos los conocimientos necesarios al efecto, como coser, remendar, lavar, cocinar, etc., y entre los hombres el celo por cuidar bien de sus haciendas, perfeccionarse en su oficio, industria y profesión. Unos á otros se en- señan sin querer, y se alientan en el trabajo, auxilián- dose en sus necesidades, consolándose en sus infortu- nios y enfermedades, comunicándose sus alegrías y poniendo, en una palabra, por obra todo lo que impli- ca la vida en los pueblos civilizados cristianamente. No se nos diga que son pobres aquellas gentes, y que no pueden fabricarse viviendas decentes y propor- cionarse las consiguientes comodidades. El suelo de Cuba es de los más ricos del mundo, y las ganancias que produce á sus dueños, colonos y cultivadores son de muchos cientos de pesos y de muchos miles, y en ninguna parte circula más el oro que allí, habida ó no habida proporción de los habitantes, ni en ninguna parte rinden más pingües beneficios la tierra^ el tra- bajo, la industria y el comercio. Si se nos objeta que á pesar de lo dicho el campe- La guerra separatista 157 sino está generalmente pobre y escaso de metálico, responderemos que eso no depende de que no gane muchísimo, sino de la organización de aquella socie- dad, y precisamente del aislamiento de que nos veni- mos lamentando. Conocemos el sistema de su vida do- méstica, y sabemos la causa de tal escasez pecunia- ria que por cierto no es, ni con mucho, tan grande como en otras partes. Todo lo van á buscar á la bode- ga (tienda mixta universal) en la que compran todo lo que necesitan durante el año ; de suerte que el bode- guero facilita con ó sin dinero á los guajiros los artícu- los todos relativos á vestir, comer y beber. El bode- guero tiene cuenta abierta con ellos y cóbrales sus an- ticipos de tasajo, arroz, fríjoles, pimiento, azúcar, vino, ginebra, aguardiente, sal, pan, boniatos, ajos, cebollas, carne, pescado, zapatos, sombreros, telas, vestidos y toda la interminable lista de enseres y vian- das que reclama una familia, con más los recursos pecuniarios que gastan en medicinas, viajes, juegos, bailes, etc., y cuando termina el año convenido, que es al finalizar la zafra ó la recolección del tabaco, de la pina, etc., se reintegran los bodegueros bien en espe- cie, bien en metálico, pagando todo los guajiros á du- ras penas ó dejando saldo en contra suya para el año siguiente. Con tal método de vida ya se comprenderán las mermas de las ganancias, pues el bodeguero (que dispone de un bazar universal) cobra un buen sobrepre- cio en lo fiado que es casi todo, si no extiende el tanto por ciento á lo que anticipa , que no suele ser módico partiendo de las razones y pretextos que suministran los títulos de los contratos de préstamo, mutuo, etc. 158 La guerra separatista. La dependencia y el vasallaje que rinden al bode- guero desaparecerían en gran parte, casi por comple- to, si los campesinos adquiriesen los hábitos y costum- bres que engendra el ejemplo de los demás que no re- ciben por vivir separados, y el estímulo que se comu- nicarían unos vecinos á otros, lo cual sólo se conse- guirá con la colonización ó urbanización que propone- mos. Adoctrinados en la escuela de la emulación, les sería sumamente fácil cultivar cada uno las hortalizas, legumbres y viandas de primera necesidad, porque la tierra es feraz y pródiga en extremo. En ese ramo ya no dependerían del bodeguero, y no por eso abandona- rían la ocupación principal de la caña, del tabaco, de la pina, etc., porque en los ratos perdidos se dedica- rían á las sencillísimas faenas que reclaman el cultivo y el abono de los pedacitos de tierra destinados á aquellos vegetales; se alentarían poco á poco y apren- derían á explotar otras muchas fuentes de riqueza y de economía que yacen en absoluto olvido. ¿Cómo se conseguirá esa transformación? — Muy sencillamente: obligúese á los sitieros á reunirse en determinadas lugares designados previamente por los ingenieros y por los médicos, los primeros examinan- do los terrenos más productivos y de fáciles comuni- caciones por tierra y por mar, y trazando los planos de las poblaciones, y los segundos eligiendo, de acuer- do con los anteriores, los puntos saludables y de ven- tajosas condiciones higiénicas; de legua en legua, poco más ó menos, en sitios bien ventilados, próximos á buenos manantiales de agua, en las orillas de los ríos, en las riberas del mar, en los valles de ricas capas ve- La guerra separatista. 159 getales, en las llanuras de abundantes pastos, en las cumbres de las lomas fértiles y siempre en meditadas direcciones para unir los pueblos entre sí por medio de caminos, carreteras, ferrocarriles, telégrafos, telé- fonos ó cables submarinos y por medio de la navega- ción, deberán situarse los nuevos núcleos de población. Para facilitar el proyecto contribuirán de buen gra- do y gratuitamente los dueños de las tierras, y segu- ramente no perderán por su generosidad, sino que, al contrario, ganarán muchísimo sus fincas en importan- cia y en rendimientos. Los propietarios ó hacendados construirán las viviendas y ayudarán eficazmente á la provechosísima reforma, y á donde no alcanzaren los particulares debería llegar el Estado por medio de los municipios y de las diputaciones. ¿Qué ventajas morales y materiales resultarán de la realización de este proyecto? — Lo que ganará la mo- ralidad de las costumbres ofrécese más claro que la luz del sol. Los beneficios permanentes quedan arriba explica- dos, y los que inmediatamente se obtendrán son bien manifiestos. Reunidos, avecindados y conocaos los ha- bitantes de Cuba, no darán á la insurrección los bra- zos y los recursos que la dan , porque á los leales los defenderá la autoridad , y con los malos y sospechosos se entenderá la policía; se convencerán de que por ese camino van al aniquilamiento de la isla y á una segura anarquía, y de que la separación de España les traerá una feroz dictadura negrera ó la anexión norteameri- cana; conocerán los propósitos y las paternales inten- ciones de España hacia ellos, y que en ninguna otra 160 La guerra separatista. situación serán tan independientes y felices como de- fendidos y regidos por la madre Patria, y por consi- guiente la respetarán y amarán; perderán el miedo que les infunden las partidas insurrectas, pues los ame- nazan y obligan á unirse á ellas y á suministrarlas dinero y provisiones; los rebeldes no dispondrán de los cómplices y espías de que hoy disponen, debiendo á eso su existencia, y no se ocultarán ni huirán, como ahora huyen, y en plazo no muy largo se verán obli- gados á disolverse y á rendirse. El bandolerismo, re- cluta y práctica perenne de rebeldes, desaparecerá igualmente. El Gobierno y el ejército encontrarán auxi- lio y cooperación en quienes no encuentran hoy más que engañadores, traidores y adversarios. Formados los pueblos, nuestras fuerzas destruirán y arrasarán todos los bohíos y prenderán y castigarán á los individuos que vaguen por los campos, pues ya no podrán burlar la autoridad y escudarse con la capa de inofensivos labriegos y pastores que de día se in- corporan á los insurrectos ó se suben á las seibas y á las palmas para servirles de centinelas ó colocan en los arbolea, en los caminos y en sus bohíos ramas, pa- los inclinados en cierta dirección , latas vacías de pe- tróleo y gallardetes que sirven de norte á aquéllos según el sistema de señales convenido, y por la noche descansan en el bohío con su familia y á la vez enga- ñan y desorientan á nuestros soldados con la astucia é impavidez que les son muy peculiares. Sino se adopta ese sistema, la presente guerra no se terminará nunca, al menos por la fuerza de las armas. V2 Diciembre 1895. CAPITULO XXVI Batida general contra los rebeldes comenzando por la parte occidental de la isla. — Plan para saber siempre dónde se hallen los insurrectos.— Globos aerostáticos.— Observatorios y centinelas en los globos.— Focos pro- yectores de luz eléctrica.— Los perros como auxiliares del ejército. Conocida ya la isla , vigilada y defendida en sus costas , reunidos en ciertos lugares todos los leales á la Patria con las mujeres, niños é imposibilitados que se encuentren esparcidos por los potreros , colonias, vegas , sitios y bohíos de los campos de Cuba , hemos llegado al punto de poder empadronar y conocer á los que son amigos de España y á los que son inofensivos, al menos por imposibilidad física, edad y sexo: forzo- samente se logrará saber quiénes están por España y quiénes están contra España, de modo que la gran Antilla quedará dividida en dos bandos bien deslinda- dos, español uno y antiespañol el otro. La isla en la línea de más anchura tiene 217 kiló- metros de latitud (39 1¡2 leguas), que es desde el puer- to de Mayarí , en la costa Norte , hasta Ojo del Toro ó Portillo próximo al Cabo Cruz , en la costa Sur, por- que aquí comprende dos grados de latitud, del 21 al 23 con despreciable diferencia. Por la parte más estrecha mide 39 kilómetros y es la línea transversal que se tire 11 162 La ^tierra separatista. desde el Mariel en la costa Norte hacia la costa Sur y termine en las Mangas de Río Grande ó Guanacaje en el g-olfo de Batabanó. El ejército de línea que España sostiene en Cuba cuenta con 113.000 soldados, según la última relación, y como ha de haber habido bajas definitivas y enfer- mos, procede que descontemos el pico de 13.000 y fijemos en 100.000 el número de combatientes. El cuer- po de voluntarios calcúlase en más de 60.000 en toda la isla. Supongamos que 40.000 de éstos y de tropas regulares se destinan á guarnecer las ciudades y forta- lezas y á dotar los barcos de guerra. Quedan 120.000 hombres en pie de guerra. Las provincias de Pinar del Río y de la Habana, ó sea desde el Cabo de San Antonio hasta cerca de Ma- tanzas, se hallan hoy en paz y libres de partidas rebeldes (1). (1) Esto era en Diciembre de 1895; hoy se hallan esas dos provincias perturbadas por los rebeldes. A principios de Enero de 1896 pasaron Máxi- mo Gómez y Antonio Maceo desde Matanzas á la Habana y á Pinar del Río llegando el último á Mantua el 22 de Enero; el 22 de Febrero quemó Maceo el pueblo y la ig-lesia de Mantua y estableció una Prefectura, de suerte que los leales se replegaron hacia la costa y viven desamparados en Los Arro- yos, protegidos sólo por el crucero Conde de Venadito, sufriendo grandes penalidades. El dignísimo Párroco D. Martín Viladomat habita en un co- rral de cochinos desde el 19 de Marzo, y allí celebra la Misa y administra los Santos Sacramentos. Enviamos un cariñosísimo saludo al inolvidable amigo, hijo de Cataluña, y al heroico Sacerdote que expone su vida por sus feligreses sin querer separarse de ellos, no teniendo casa donde recogerse, ni pan, ni vestido. Un día iban á visitarle cinco de sus feligreses: prendié- ronlos los rebeldes y los ahorcaron. — ¿De dónde venís? , suelen preguntar éstos á los primeros. — De oír Misa, responden. — Luego sois españoles, porque sólo los españoles creen y oyen Misa, añaden los enemigos.— Somos cristianos y á nadie ofendemos, contestan los fieles.— Y sin más expediente son maltratados de un modo salvaje. Conviene que quede aquí consignado que la invasión de Gómez y de Ma- La guerra separatista. 163 Teniendo en cuenta todos los pormenores indica- dos, nosotros hemos ideado y nos atrevemos á propo- ner el siguiente proyecto ó plan de campaña: Trasladar y colocar 100.000 hombres en la línea divisoria que separa el territorio de la Habana del de Matanzas (1), de suerte que por retaguardia no quede un solo insurrecto levantado en armas, ni un solo sospe- choso, pues á los rebeldes se les obligará á huir hacia el Oriente, y los que reúnan pruebas ó indicios funda- dos de desobediencia á España serán presos y condu- cidos á las cárceles y fortalezas, ó metidos en los bar- cos. Situados los 100.000 hombres en línea de Norte á Sur de la isla, cubrirán 2.500 cada legua, suponien- do que el ancho de ella es constantemente de 39 1 [2 le- guas; pero como no es esa la anchura ordinaria, sino de 20 á 30 leguas, corresponderá á cada columna de 3.000 y pico de soldados cubrir una legua longitudinal y la mayor parte de las jornadas cada legua estará cu- bierta por secciones de 4.000 á 6.000 hombres. La línea en que deberán colocarse los 100.000 sol- dados coincide casi con la del grado 78 de longitud, comienza por el Norte en Arcos de Canasí, y pasa por Aguacate, Madruga, Pipián y cerca de Nueva Paz (ó Los Palos, ó Bagaes, ó Príncipe Alfonso) hacia la cos- ceo hasta Las Martinas, Remates, Guane y Mantua (últimas poblaciones occidentales de la isla) en la provincia de Pinar del Río, motivó la dimisión del^Gobernador General y General en Jefe del Ejército de operaciones, el Excmo, Sr. D. Arsenio Martínez de Campos que entregó el mando el 18 de Enero de 1896: había tomado posesión el 16 de Abril de 1895. (1) Hoy habría que comenzar estableciendo una línea desde la bahía de Bailen (costa Sur, Sábalo y Grifa) á la ensenada de Juan López ó La Fe (costa Norte) donde convergen las jurisdicciones de Remates, Guane y Mantua. 164 La guerra separatista, ta Sur. Formada por la fuerza militar una línea com- pacta entre ambas costas, sencilla, doblada ó triplica- da, según lo aconsejen las circunstancias, pero sin so- lución de continuidad á fin de que no pueda quedar atrás ni una pulgada de superficie sin registrar ni pue- da agazaparse un solo mambís en la manigua ni se- pultarse en las numerosas cuevas naturales que aguje- rean la isla, comenzará la batida general y ordenada de* Occidente á Oriente. La jornada diaria de ese aguerrido y crecido ejército, podrá ser, por término medio, de tres leguas, pues la inspección y registra minucioso del suelo y la enorme impedimenta de un cuerpo militar como el supuesto, reclaman lentitud y calma. Como son siete los grados de longitud que de- ben atravesarse (desde el 78 á Punta Maisí, que coin- cide casi con el 71), tendremos 140 leguas de largo, y andando diariamente tres leguas, invertirá cuarenta y siete días nuestro ejército en llegar á Cabo Maisí, ex- tremo Este de la isla. Los insurrectos, al fin, se verían precisados á echarse en el Canal de los Vientos ó á vo- lar al archipiélago de los Jumentos en alas del genio de la soberbia y de la ingratitud contra la madre Patria (1). (1) Recuérdese que en nota precedente hemos advertido que hoy habría ya que comenzar la batida desde los pueblos más occidentales de la Provin- cia de Pinar del Fío, pues en ella (sierra de Guajáybon) están acampados Maceo y Miró con más de 5.000 rebeldes, sin contar los de las partidas vo- lantes.—Como el General Weyler construyó la trocha de Mariel áMajana, quizá fuese preferible batir y estrechar á los rebeldes simultáneamente con dos cuerpos de Ejército: uno que marchase desde la trocha hacia Occidente, y otro desde Pinar del Río, Gramales, Baja, Guane, Mantua, Francisco y Ma- las Aguas hacia Oriente para coger á los insurrectos en los montes de Vina- les, San Diego y La Palma: de este modo ó se les cazaría en la sierra, ó se La guerra separatista. 165 ;Es realizable el plan que proponemos? — Creemos que sí; pero examínese y juzgúese con los datos á la vista. Discutamos, pues, los obstáculos que á él se opongan por el número, habilidad y fuerza de resis- tencia del enemigo y por la naturaleza. Admitamos que el número total de rebeldes arma- dos asciende á 40.000, y que se concentran y unen todos, situándose frente á frente de nuestros 100.000 valientes, lo cual no les será tan fácil porque se lo impedirán las diñcultades de traslación y los destaca- mentos de las poblaciones y fortines guarnecidos por los nuestros. ¿Esos 40.000 detendrán la marcha de los 100.000 y conseguirán cortar la línea compacta, ofen- siva y casi envolvente? — No lo creemos, y abrigamos la dulce esperanza de que no han de ser tan grandes nuestra desgracia y nuestra impericia , que tal fata- lidad aumente nuestros infortunios. ¿La habilidad de los jefes rebeldes superará y vencerá á la de nuestros capitanes? — Tampoco podemos dar cabida á esa idea. ¿La resistencia de los mambises será tanta que con- trarreste el valor de nuestros soldados y abata al león español? — No, no se nos hable de tan vergonzosa hipó- tesis: los nuestros son más que los mambises, disponen de mejores armas y de todas clases , y dudar de su in- dómito valor y ds su denodado empuje constituiría la mayor de las injurias. '[ les obligaría á descender á la extensísima planicie que empieza en Paso Real de San Diego y termina en Artemisa, siendo su ancho desdecías faldas de la cordillera de Guajáybon hasta la costa del mar del Sur (términos de Consolación del Sur, Alonso Rojas, Los Palacios, Santa Cruz de los Pi- nos, San Cristóbal, Guanacaje, Candelaria, etc.) 166 La guerra separatista. ¿La naturaleza se nos mostrará tan adversa que inutilice nuestros esfuerzos y paralice nuestro movi- miento de avance, esterilizando nuestra energía y nuestros recursos científicos y materiales? — Veámoslo. El obstáculo más formidable lo presenta la Ciénaga ó península de Zapata, ó sea el territorio pantanoso que se extiende por el límite Sur de Alfonso XII (Ala- cranes) y desde el Cabo Matahambre y Punta Gorda (extremo occidental por ese punto, de Santa Clara) hasta Yaguaramas; pero no es insuperable, y con bal- sas y barquichuelos colocados y dirigidos por los inge - nieros, pontoneros y marinos se recorrerá palmo á pal- mo, espantando y matando á los mambises y también al sinnúmero de caimanes, cocodrilos y serpientes boas que salgan al paso ó á flor de agua, arrojándoles trozos de carne saturada de estricnina y de algún desinfec- tante y microbicida Pasteur para que no emponzoñen la atmósfera los restos mortales de los asquerosos ofi- dios. Advertiremos que hay en dicha Ciénaga vecinos que la conocen mejor que conocen el laberinto de las pira mides de Cheops los cicerones que las enseñan á los viajeros, y saben sus entradas, salidas y senos como el ingeniero conoce los pisos y túneles de sus minas, y no sólo la conocen los vecinos, sino otros muchos de los que viven alrededor de ella, los ladrones y la Guardia civil, y algunos sacerdotes, como D. Luis Escalona, Capellán castrense de Cuba. Puédese, pues, explorar la Ciénaga y limpiarla de insurrectos y bandidos, y para que ni un metro quede sin inspeccionar, además de los planos de ella, debe- rán utilizarse globos cautivos, provistos de todos los La guerra separatista. 167 aparatos é instrumentos necesarios: estos globos se lanzarán al aire desde barcos anclados en la parte Este del golfo de Batabanó que por aquí se extiende desde el Cabo Matahambre á la jurisdicción de Alfonso XII, y á lo largo de la Ciénaga por el canal de Canarreos ó sea frente á la Tasajera, El Rancho, Hanábana, Ca- simbas y el castillo de Jagua , y en la línea de tierra soltarlos desde Alfonso XII, Navajas, Jagüey Grande, Amarillas, Aguada de Pasajeros, Yaguaramas y colo- nias del ingenio Constancia. Empleando este sistema no quedaría á Matagás y compañía otro recurso que salir á campo raso y dar de cabeza con la línea de nuestras tropas que avanzarían por tierra á la par que los exploradores por la ladronera de la Ciénaga. Expurgada ésta, los ríos serán otro entorpecimien- to, pero es fácil atravesarlos con puentes, barcas y balsas que tiendan sobre ellos los ingenieros y ponto- neros , aunque en invierno son muy pocos los que no se atraviesan sin esos auxiliares. El tercer valladar que dificultará la marcha regu- lar de nuestro ejército son los montes, la mortífera manigua que tantas vidas preciosas roba á las madres españolas. Son muy espesos en algunos puntos y los cruzan trillos muy estrechos , de manera que á dos ó tres metros del sendero ya no se ve nada. Pero así como el guajiro cubano , aun á caballo , se abre cami- no con el famoso machete , de igual modo deberán amaestrarse algunos soldados robustos y ágiles de nuestras^compañías para que efectúen la misma opera- ción y abran ancha senda al ejército leal , y para evitar sorpresas láncense por delante granadas que caigan y 168 La guerra separatista. estallen en la espesura y siembren la muerte y el exter- minio entre los ingratos, y dispárense sendos cañona- zos á través de los tupidos zarzales con el mismo fin. Tendidos en línea continua los 100.000 soldados, nos parece facilísimo realizar esa operación, y si algo se escapase á la vista de los leales de infantería y ca- ballería, fórmese una división de aeróstatas (1), cóm- prense inmediatamente doscientos ó más montgolfiers y remítanse allá. Todos los barcos, todas las poblacio- nes, los fortines y los ingenios de confianza deberán poseer un globo, y lo mismo cada batallón. Tales glo- bos se lanzarán al espacio , pero cautivos ó sujetos á fuertes cables de quinientos ó mil metros de largo ó más cortos para soltarlos desde los barcos y demás si- tios , estableciendo en la barquilla un observatorio de extenso radio desde el que, por medio de señales, se transmitan órdenes de un lugar á otro, de costa á costa, de mar á mar. Colocado el aeróstata en esos atala- yas, seguirá paso á paso al enemigo, explorará los montes, dominará los valles y los ríos y examinará las sabanas ó llanuras, no perdiendo de vista ni un ins- tante al adversario. Al efecto, el globo estará dotado de anteojos de precisión y largo alcance, de focos pro- yectores de luz eléctrica (2) para inspeccionar durante (1) Hemos oído que no han sido estériles nuestras indicaciones pues el Sr. Azcárraga adquirió ó trata de adquirir globos con el fin indicado.— ¿Será cieito que los rebeldes disponen hoy de globos?— Mucho sentiríamos que se nos hubiesen anticipado. (2) También hemos oído que se utilizó esta indicación en la trocha de Mariel-Majana por el General Weyler, y que se utilizará [en la de Júcaro- Morón.— El Excmo. Sr. D. Valeriano Weyler tomó posesión del Gobierno y de la Capitanía General de la isla de Cuba el 10 de Febrero de 1896.: La guerra separatista, 169 la noche, de heliógrafos, de telégrafo ó teléfono para entenderse el observador con el individuo que cuida de la máquina á que está amarrado el cable que sujeta el montgolfier, de aparato fotográfico que reproduzca instantánea y fielmente todos los objetos de la superfi- cie terrestre á que extienda su influencia la poderosa lente, y en especial los campamentos enemigos con jinetes, infantes, armas, etc., lo cual no nos parece imposible, porque si los astrónomos han formado la car- ta sideral y han logrado bajar á la tierra los mundos que sirven de cortejo al sol y sorprendieron sus secre- tos tesoros enseñándonos los elementos componentes del rey de los astros y de sus servidores Júpiter, Sa- turno, etc., y de sus prominencias y bajos, en una pa- labra, de su figura y de su materia, será inmensamen- te más sencillo dirigir desde el montgolfier la acción de dicho instrumento hacia la tierra y utilizar las repro- ducciones que se obtengan en provecho de nuestro in- fortunado ejército que hoy nunca sabe dónde se encuen- tra el enemigo. Y no termina ahí nuestro proyecto. Las líneas férreas públicas y las particulares de los ingenios, que son innumerables, deberán cooperar á los esfuerzos del ejército nacional. Las locomotoras deberán pagar con- tribución al genio de la guerra, transportando por sus paralelas los cilindros en que se arrollen los cables de nuestros globos, y la fuerza engendrada por el vapor de sus calderas deberá ser comunicada á las dinamos que produzcan el fluido de los proyectores de la luz eléctri- ca allá arriba en la barquilla del aeróstata explora- dor. Dicho se está que las máquinas de vapor de los 170 La guerra separatista. barcos, de los ingenios y de las fábricas que tantos mi- llones de duros rinden á la isla, se aplicarán al mismo objeto cuando sea necesario. Por las vías férreas se tras- ladarán con rapidez ó lentitud los proyectados centine- las aéreos, según lo exijan las conveniencias del ejérci- to, y en el caso de que por desgracia no sea posible usar estos observatorios portátiles, será muy conveniente ensayar los que estén en sitios fijos, como los de los fuertes y de las poblaciones. Entonces ya no se recibi- rán en Madrid cablegramas anunciando que se ignora el paradero de Máximo Gomez^ de Maceo y de otros ca- becillas, porque distribuyendo debidamente los globos, será muy raro que se coloquen ellos fuera del alcance de los anteojos de larga vista en espacio tan limitado como la isla de Cuba. Su utilidad pa récenos grandísima, y las vidas cuyo sacrificio ahorrarán las salvadoras atalayas, justifican el costo de ese material de guerra, prescindiendo de otras muchas ventajas que producirán indudablemen- te para terminar pronto y con felicidad la campaña. Si se adoptan, y por si los rebeldes intentasen imitarnos, nuestros artilleros deberán ejercitarse en aprender á cazar los globos y proveerse de los instrumentos nece- sarios. No cerraremos este capítulo sin expresar que nues- tras columnas deberían disponer de buenos perros ca- zadores, porque adonde no alcancen la vista de los sol- dados y los catalejos de los aeróstatas, alcanzará el olfato de esos fieles y nobles compañeros del hombre, descubriendo á los rebeldes ocultos en la enmarañada manigua y en las muchas cuevas que hay, é indicando La guerra separatista, 171 los rastros de las partidas filibusteras. Costará poco su adquisición y darán excelentes resultados. Si los guerreros calificasen de sueño el proyecto sometido á su saber y á su prudencia, discúlpenlo con la sinceridad y la recta intención del que lo concibió y lo expone llanamente. 16 Diciembre 1895. CAPÍTULO XXVIÍ Alianzas internacionales. — Definición y necesidad de és- tas.—Discútese con qué naciones conviene á España pactar alianza, y con cuales no. — Se desecha por mu- chísimos motivos la alianza francesa. — Se defiende que es necesaria á España la alianza con varias naciones y con Inglaterra especialmente. Expuesto queda nuestro pensamiento respecto al modo que nos parece más racional y eficaz para que con su propio esfuerzo termine España la guerra que se nos ha metido dentro de casa, y que dura porque se desconoce la isla y porque no se la sitia con doble línea de defensa, una en el mar por medio de barcos y otra en tierra por medio de destacamentos y de poblaciones: ejecutado ese plan estratégico de la manera que lo he- mos explicado, creemos que daría muy buenos é inme- diatos resultados. No se tome por inmodestia esta afir- mación: lo que proponemos no es invención nuestra, ni depende su bondad de que lo afirmemos nosotros. Lo que hemos discurrido brota espontáneamente del cono- cimiento del terreno y de las condiciones especiales de aquellas provincias ; no hemos hecho otra cosa que exponer lo que salta á la vista del que tenga ojos y quiera abrirlos para mirar. Es preciso bloquear la isla por mar y por tierra, y mientras no se haga eso los in- surrectos entrarán y saldrán á su antojo. La guerra separatista. 173 Ahora pasemos á examinar otro punto que se ofre- ce á nuestra consideración, suplicando á los doctores diplomáticos que dispensen nuestra libertad, porque si el asunto es en verdad de su exclusiva competencia en lo que se refiere á la solución última , no lo es cuando se trata de estudiarlo y discutirlo teóricamente. Pocos días después de comenzada la presente lucha presentáronse en la bahía de la Habana algunos buques de guerra ingleses y franceses, sin que, al parecer, lle- vasen otro objeto que el de recorrer los puertos para instruirse los marinos en el ejercicio de su profesión, como acostumbran. El crucero de guerra inglés Cana- dá entró en la bahía el 7 de Marzo de 1895, y el 20 y 23 del mismo mes lo verificaron el también crucero Du- quesne y el aviso de primera clase Hussard^ france- ses: seles recibió y trató como acostumbran á recibir y tratar naciones amigas, cruzándose entre la oficia- lidad de los barcos y nuestras primeras autoridades los saludos de rúbrica y obsequiándose unos á otros, sin que exteriormente acaeciese nada más. Pero si se han publicado los libros rojos de las citadas naciones y de los Estados Unidos , y si en ellos se publican to- dos los documentos relativos á la vida internacional, no será aventurado asegurar que entre éstos habrá al- gunos que demuestren lo que observamos en aquella época. El espíritu español se reanimó, pues al fin veía ondear en dichas naves ancladas en nuestra codiciada bahía banderas de naciones á las que no debían ser indiferentes nuestras desgracias intestinas. Los jefes de los mencionados barcos no podían ignorar nuestra 174 La guerra separatista. situación, porque navegando constantemente por las costas de Santo Domingo, Haití, Jamaica, Venezuela, Colombia, Honduras, Salvador, Méjico, las Bahamas y los Estados Unidos, y entrando en La Plata, Port-au- Prince, Kingston, Santhomas, Curasao, Maracaibo, La Guaira, Cartagena, Colón, Puerto Limón, Belize, Nas- sau, etc., adquirirían noticias muy extensas y muy se- guras de lo que á España acontecía ó podría aconte- cer, pues en dichos puntos y puertos se acumuló de muy antiguo el combustible que ha puesto en confla- gración la isla de Cuba, y seguirá acumulándose hasta quemarla tarde ó temprano, si Dios no lo remedia, porque los hombres lo hacen cada día peor. Los Gobiernos de Francia é Inglaterra tampoco ignorarían todo eso, pues no se oculta á nadie que los marinos de estas potencias se cuidan muy poco de los viajes de recreo y de ostentación , y en cambio es- tudian minuciosamente y transmiten con la mayor escrupulosidad á sus superiores las noticias que adquie- ren y las observaciones que practican acerca de la vida y del estado de los pueblos que visitan, á fin de que sus autoridades conozcan todo lo que les conviene y deben conocer para vivir prevenidas y trazacse de antemano la norma de conducta que las circunstancias y el con- tinuo vaivén de las sociedades aconsejen. También nosotros saludamos con júbilo la aparición de aquellos por lo menos curiosos barcos de guerra, forjándonos la dulce ilusión de que se presentaban allí obedeciendo á secretas combinaciones de la diplomacia europea, iniciadas y acaso solicitadas por nuestros Mi- nistros de Estado ; pero nos engañaba nuestro buea La guerra separatista. 175 deseo. Era vana nuestra observación, y los cálculos y juicios que formábamos no tenían más fundamento que el vivísimo anhelo, casi el miedo, de no ver sola á nues- tra Patria amenazada por el insaciable enemigo que la está siempre moviendo dificultades para turbar nues- tra paz interior y empobrecernos con revueltas y con g-uerras comerciales. — Las expansiones de la marina nacional, el regocijo de la extranjera, las pruebas mu- tuas de consideración y de amistad, la oportunidad de la visita, la alegría de los semblantes eran meras de- mostraciones de cortesía, y nada significaban la sati^r- facción de los cónsules de Inglaterra y de Francia y el estudiado retraimiento del de los Estados Unidos. Este último no menudeó tanto en aquel entonces sus recla- maciones en pro de los subditos yankees ¡los Sanguily, los Aguirreü! y otros, y su nación no se mostraba tan altiva y arrogante; pero nosotros equivocamos el mo- tivo creyendo que era por respeto y por miedo á los huéspedes, y no había tal motivo. Los sucesos poste- riores nos mueven á juzgar ahora de este modo porque si antes nos encontrábamos aislados, hoy nos encon- tramos solos también. ¿La prudencia aconseja este aislamiento? — ¿Lo re- prueba?— La situación en que está España, ¿puede tole- rar que nos mantengamos en ese estado? — ¿Con nues- tras propias fuerzas y con nuestros exclusivos recursos podemos sostenernos á la altura que exigen de consuno nuestra gloriosa historia, los intereses patrios y la dig- nidad nacional? — La integridad nacional combatida alevosamente en Cuba y alentada aquí por elementos disolventes como los que proclaman la reptíblica fede- 176 La guerra separatista. ral y centralista que son masones, ¿consiente que nos valgamos solamente del propio esfuerzo para contra- rrestar el empuje de los enemigos de dentro? — Las ma- nifestaciones ruidosas de las Cámaras norteamericanas y los auxilios morales y pecuniarios que la opinión general de los yaukees y sus trust ó a£ociaciones mo- nopolizadoras de la industria y del comercio facilitan á los rebeldes cubanos, ¿no nos indican que debemos apelar á medidas extraordinarias para vencer los múl- tiples obstáculos que se oponen á la pacificación de la ftla de Cuba? — Dar respuesta cumplida á estas cues- tiones es lo que nos proponemos en cuanto alcanzan nuestra inteligencia y nuestro profundísimo é inque- brantable amor á la desolada é infortunada Patria á cuyos elevados destinos providenciales hemos rendido siempre sincero homenaje de admiración. Nosotros tenemos grandísima confianza en la viri- lidad del pueblo español, no obstante su ya masque doble secular decadencia: creemos que su energía es inagotable y que, bien dirigida, es invencible: no so- mos pesimistas ni podemos sufrir á los pusilánimes, lo cual no es impedimento para que opinemos que, dado el auxilio eficacísimo que la República norteamericana suministra á los filibusteros, es necesario que pensemos en procurarnos la cooperación extraña para estorbar de raíz ese apoyo desleal y , desembarazados de éste , aplicar nuestras propias fuerzas á matar la insurrec- ción. Eso sin contar con que para sostenernos en Fili- pinas, en Puerto Rico, en el Golfo de Guinea y para civilizar cristianamente á Marruecos nos va á ser nece- saria pronto, muy pronto, la vida internacional, ó sea el La guerra separatista. 177 trato de relación con las demás naciones. — Estas con- sideraciones nos mueven á escribir el presente capítulo. Las circunstancias que suelen rodear á las nacio- nes son, guardada la debida proporción, análogas á las que rodean á los individuos. Este es una entidad física adornada de las propiedades esenciales que ca- racterizan la especie, y de las cualidades peculiares que le distinguen de los demás miembros de que formamos el ente intelectual universal á que damos el nombre de especie. La existencia de un individuo sólo no se conci- be de hecho: decir uno entre criaturas equivale á decir muchos. La especie humana estuvo representada breví- simo tiempo por un solo individuo allá en los albores de la creación; pero bien pronto le fué dado un auxiliar. No es bueno , dice la Sagrada Escritura , que Adán se halle solo; y al momento surgió de su pecho, por opera- ción divina, otro individuo como él, auxiliar suyo. Pues bien: con las naciones sucede lo mismo. Son entidades morales que viven vida de relación como los individuos. Mentalmente nos las fingimos solas y aisladas, pero de hecho decir nación implica decir naciones. La tenden- cia natural de la entidad nación es á relacionarse con otras, á entablar con las demás pactos y alianzas ó com- petencias y luchas. Una nación sola perecería de ina- nición; necesita comunicarse, espaciarse, mantener en actividad sus energías para no morir y más que no morir para no perderse en el vacío á que se condenaría en la separación de los seres de su clase. Repásense los fastos de la humanidad y no se encontrará más que una excepción; pero esta excepción era maravillosa, sobre- 12 178 La guerra separatista. natural, y, por consiguiente, las leyes que rigieron á esa nación se hallaban fuera de la naturaleza, sobre el orden natural. Esa nación llamóse Israel, Judea. Para que no siguiera los impulsos naturales de aliarse con las demás naciones, fué preciso que Dios se lo prohi- biese y la tuviese visiblemente apoyada siempre con su mano para que no fuera arrastrada por la natural tendencia. En esa excepción única, en la prohibición impuesta, se indica una contraley, por lo menos extra- natural, que la sacaba fuera de su curso y la suminis- traba vida y recursos extraot'dinarios que supliesen y sustituyesen los que por la dicha prohibición se le qui- taban por motivos poderorísimos y muy justos. De esa excepción, por lo tanto, debemos sacar una prueba concluyente á favor de la ley universal que antes he- mos formulado. En todo lo demás, la historia nos demuestra inva- riablemente que condenarse una nación al aislamiento de las demás^ destruirse por necesidad, es una mis- ma cosa. Los imperios medos (persas y babilónicos) no encontrando con quien aliarse y sostener relaciones, se aliaron y pactaron con los mismos pueblos que habían vencido; la hegemonía romana se levantó altares á sí misma, se endiosó para inmortalizarse, vivir sola y bastarse á sí propia; pero pronto notó su error y, para no demoronarse, inventó alianzas y firmó convenios con los pueblos que ella había absorbido y les restituía cier- ta especie de independencia á fin de no encontrarse sola en el mundo, soledad que la conduciría inevitablemen- te á la muerte: otorgábales ventajas, no por generosi- dad, sino por egoísmo, por instinto de propia conser- La guerra separatista. 179_ vación. ¿Quién sino ese móvil la podía obligar á ella á ceder de sus derechos omnipotentes? ¿Qué otra razón, sino una ley natural, forzaba á la vencedora Roma á crear naciones, ella que en su soberbia las avasallaba y aniquilaba á todas? ¿Qué es lo que la inclinaba á tra- zar fronteras en el mapa y á señalarse á sí misma lími- tes, ella que sólo se gozaba en borrar líneas divisorias y atar á su carro triunfal á todas las razas, á todos los pueblos y á todos los capitanes que luchaban por de- fenderse de la manía absorbente de las Águilas roma- nas?— No otra razón ni otra ley podía impulsar á esos imperios omnipotentes que el natural instinto de crear, de multiplicarse en su esfera, de formar seres iguales al suyo para no desaparecer en el vacío, en la soledad, en el reposo absoluto que es el castigo impuesto al que quiere vivir y dominar solo. Muy cerca de nosotros, ¿no vimos lo que hizo el rayo de la guerra, el genio revolucionario, la encarna- ción diabólica del masonismo, Napoleón, cvljo delirium tremens de imperio universal abrasaba su cerebro y corroía su ambicioso é insaciable corazón? — Reyes ent' botellados de España, reyes de Ñapóles, reyes de Etru- ria. Reyes de Roma, que sé yo cuántos reyes creó para no verse solo. Y á nuestra Patria infortunada ¿qué la pasa desde que olvidándose de sus providenciales destinos se unió con quien no podía unirse, ó se condenó á retraimien- to absoluto desconociendo sus deberes? — En nuestra cabeza no caben las ideas de espantable y ominosa de- cadencia á que ha venido á parar nuestra Patria des- graciada , ni la torpe lengua puede articular palabras 180 La guerra separatista. que expresen adecuadamente las maldiciones mosaicas que lanzaríamos sobre los que han sido y son causa eficaz, autores de tanta ignominia. ¡Malhayan Richelieu y Luis XIV, y malditos Wals, Aranda, Azara, Campo- manes, Ur quijo, Godoy y mil otros y otros mil, que habéis roto nuestras tradiciones , y habéis corrompida nuestras costumbres , y habéis trastornado las patrias leyes, y habéis adulterado la ciencia española, y habéis matado todo lo que en España había de genuinamente español, y después de trastornados, de adulterados, de corrompidos , de deshechos y de muertos , nos habéis puesto á los pies de nuestros mortales enemigos cuyas manos opresoras y esclavizadoras ni aun besar pode- mos, porque ni alientos nos habéis dejado para mos- trarnos Viles, sumidos en tanto envilecimiento! ¡Maldi- tos todos los enemigos de la patria de Recaredo , de Pelayo, de Isabel I, de Gonzalo de Córdoba, de Hernán Cortés, de D. Juan de Austria, de Bazán, de Alba, de Farnesio, de Ricardos, de Churruca, de los Mártires de la Independencia , de Méndez Núñez y de millones y millones de héroes, de sabios y de santos cuyas proe- zas no pueden enumerarse, porque en el mundo no hay ni lenguas ni papel bastantes para contenerlas ! La naturaleza y la razón Uévannos á buscar com- pañeros, á vivir en trato con las demás naciones, si queremos vivir como nación, si no queremos anular- nos. Bien sabemos que se nos objetará que la prudencia dicta el más vale andar solo que mal acompañado; pero si nos fijamos en ese refrán y lo meditamos , entende- remos al instante que en ese evangelio chiquito se con- sidera como un mal la soledad; ó lo que es lo mismo: La guerra separatista, 181 malo es andar solos, aunque sea mayor mal andar mal acompañados. Luego á la vez que hemos de huir de malas compañías, hemos de cuidar de no andar solos, porque- Vae solí! dice la suprema Verdad. V como la prudencia egoísta y tímida no es prudencia, sino co- bardía y pereza, de ahí que entendamos que la pruden- cia verdadera nos aconseje buscar buenas compañías sin que desconozcamos el peligro de topar con algún cartaginés ó florentino que nos venda cara su compa- ñía. Pero para eso son los poh'ticos, para eso son los estadistas, para eso son los sabios gobernantes que inspiran su conducta en la ley de Dios y eii las Divi - ñas Escrituras que nos han sido dadas para gobernar- nos en justicia. Como es evidente que no formamos una excepción en el sentido de que nos bastemos á nosotros mismos para salir airosos de los graves conflictos que nos ro- dean, y como á pesar de todos los pesares debemos ven- -cer al enemigo que perturba nuestro hogar, y debemos imponer respeto al enemigo extraño y osado que nos amenaza con arrogancia insufrible , estudiemos y re- solvamos, como en consejo de familia, con quiénes he- mos de trabar amistad, con quiénes podemos casarnos^ si hay licencia para esta frase. Y lo primero que se nos ocurre y es natural exa- minar , refiérese al interior de la casa. ¿ Existen enemigos dentro de ella? — ¡ Y tantos que existen por desdicha! — Por ahí andan el impío Salmerón y el no menos impío ni menos estrafalario Pi y Margall, 182 La guerra separatista. n • y Morayta , Gran Oriente de la masonería española y catedrático ¡qué calamidad! de la Universidad Central y presidente de la Asociación antiespañola y separa- tista hispano -filipina (según afirma todo el mundo), con sus programas anárquicos , con sus doctrinas di- solventes, y barbarizan y se burlan desapiadadamente de la sangre de nuestros heroicos soldados y de los in- mensos sacrificios que está llevando á cabo la nación. No sabemos qué leyes tenemos ni qué teorías se profe- san por los directores de la cosa pública para que se permita á aquellos imbéciles y locos alardear de tanto cinismo y proferir tan enormes disparates como los que propalan. Pensando benévolamente descansamos en la suposición de que los consideran como á hombres sin razón y como á locos que debiendo estar recluidos en Leganés, se los deja en libertad por inofensivos. ¡Ojala sea así! Pero lo tememos mucho (1). Admitiendo , pues, que la paz interior no corre pe- ligro, lo cual es mucho conceder , y prescindiendo deL poderoso germen de discordia que llevan infiltrado en (1) Del Heraldo de Madrid y de El Siglo Futuro, de 24 de Julio de 1896. tomamos el siguiente documento que dichos periódicos y otros copiaron del Diario de Lérida: por él se verá la exactitud de nuestras apreciaciones, debiendo añadir ahora, ya que un oficial del Ejército español se atreve & afirmarlo, que nosotros hemos leído en las colecciones de La Escuadra, El Mallete y otras varias revistas cubanas masónicas, listas en que figuraban como masones militares y empleados públicos. Llamamos la atención de los Sres. Azcárraga y Castellano, Ministros de la Guerra y de Ultramar^ acerca de este asunto. Es hoy magistrado de la Audiencia de la Habana un señor que, siendo Fiscal de otra de Filipinas, propagó mucho la masonería en estas islas, y por cierto que ese señor no arraiga en parte alguna: pasa el tiempo en trasladarse en la Gaceta de un punto á otro. Como él hay varios, según la voz pública, y no parece sino que nos sobra el dinero y lo gastamos en pagar magistrados que no ejercen. «MI querido amigo: Muchas veces durante la campaña de Cuba me h* La guerra separatista. 183 su esencia los partidos políticos, pues partido significa tanto como discordia, desavenencia, división, etc., sal- gamos fuera de casa y comencemos á buscar y elegir gentes eon quienes pactar amistad provechosa, y como nuestro carácter nos inclina naturalmente á desempe- ñar el papel de Abel , caminemos siempre con lentitud acordado de Ud., sobre todo al recordar lo que Ud. me decía del poder de la masonería en esta isla, viéndolo confirmado por mí mismo. ^Muchos y muy grandes horrores le había oído contar á Ud de la maso- nería cubana; pero aún son mayores los que han visto mis ojos. „Tan dominadas tiene á estas pobres gentes esa secta tenebrosa, que sienten por ella más veneración que si fuera su dios. Bien que puede decir- se que ella y no otra cosa es su dios, según la ciega obediencia con que la siguen y los duros sacrificios que por ella se imponen. Y no vaya Ud. á creer que esto pasa solamente en las poblaciones; ha llegado hasta las más insig- nificantes colonias, domina aun en los bohíos más miserables. „Tuve ocasión de entrar un día en la pobre vivienda de un mulato y vi debajo de la imagen de la Virgen de la Caridad el triángulo y demás insig- nias masónicas. Yo le advertí el contraste, y contestó él que ser buena la masonería y que así se lo había dicho el alcalde. „En otra ocasión conducíamos de Lajas á Cienfuegos á un negro herido. Aunque iba cubierto en la camilla pude observar que apretaba contra su pecho y llevaba á sus labios algún objeto. Le descubrí , miré y vi que era una medalla masónica que llevaba colgada al cuello. Traté de quitársela y él se resistió diciendo que con ella habla de conseguir Cuba su libertad. „He observado que siempre que se encuentra un cabecilla insurrecto con otro, se dirigen el saludo masónico; siguiendo esta misma costumbre entre sí los simples soldados que militan á sus órdenes. ^Se dice, yo no lo puedo asegurar, que durante esta guerra han seguido funcionando ciertas logias célebres, reuniendo en ellas insurrectos y espa- ñoles, que visten el uniforme de la milicia española, voluntarios y del ejército; y que á esas reuniones deben atribuirse ciertas ,deserciones, tanto de uno como de otros, y la entrega y rendición de algunas fuerzas. „Sé que hay un colegio en una población que es tenida por muy española, en el cual todos los días se saludan á lo masón maestro y discípulos y se grita: ¡viva Cuba lilbre ! „Y lo más sensible es que á dicho colegio mandan sus hijos individuos que se tienen y son tenidos portados como buenos y leales españoles, «Pequeneces serán estas cosas, pero que demuestran bien á las claras 184 La guerra separatista. para no dejarnos sorprender por los abrazos alevosos del traidor Caín. Comenzando por el vecino más próximo, Portugal, no ha debido sernos ni debe ser hoy indiferente para nosotros. Portugal es nuestro aliado natural, nuestro amigo necesario, nuestro hermano inseparable. No se nos oculta que hay quienes le desdeñan por su reducido territorio y por su escasa población; pero además de no ser verdad ninguno de ambos extremos, pues no es tan pequeño como se lo imaginan , es un gran error calcular el valor de las cosas y personas por su volumen físico. La fe y el valor de nuestro hermano menor lle- naron el universo de hazañas y con nosotros ha lleva- do el pendón de la civilización cristiana á los más re- motos confines y ha propagado la Religión católica por regiones inexploradas y por imperios poderosos. No ha lucido su bravura en el continente europeo por- que el sol, despidiéndose diariamente de sus playas, como que le convidaba á seguirle y á derramar su in- fluencia en las inmensidades con que Portugal colin- daba. Cumplido su encargo, parece que debía volver al hogar materno de que le separaron errores y faltas cometidas por nuestros reyes, y así lo dispuso Dios; que la tnasoneria es en Cuba la maestra principal del separatismo y la insurreción. „Nada más: porque de la guerra sabemos aquí menos que los que viven en España: y en cuanto al remedio para tantas calamidades, no lo vemos, ni sabemos que pueda venir de ninguna parte, sino del cielo. ^Baracoa, 15 de Junio de 1896.„ La guerra separatista. 185 pero lo estorbó á la postre la política francesa de Ri- chelieu que personificando en sí el odio de la región transpirenaica, no pudo sufrir que nosotros siguiése- mos unidos por temor á que le obligásemos á pagar caro el tradicional antagonismo y los continuos daños ¿jue nos causó. Instigó, alentó y apoyó la separación de Portugal y ya quizá jamás logremos reanudar vínculos que la Religión, la lengua y la sangre mantienen entre España y Portugal. Mas ya que no no s cobije el mismo pendón^ deben enlazarnos al menos nuestros comunes intereses y las ventajas indiscutibles que nacerían de nuestra verdadera fraternidad. Nadie vence á herma- nos bien unidos , y si así lo estuviesen España y Por- tugal, seríamos invencibles. Conócenlo bien las nacio- nes enemigas de ambas y por eso cultivan con tanto afán la continuación de nuestras domésticas discor- dias. Partiendo, pues, de una base firme que reconozca el mutuo respeto que nos debemos los dos Estados, nuestra humilde opinión es que debiéramos pactar una alianza perpetua los dos hijos de Iberia para ayudarnos y defendernos dentro y fuera de la Península sin restric- ción ninguna. Los derechos y los intereses de Portu- gal deberán ser los de España y los de ésta habrán de ser los de aquél. ¿Quién dudará de las inmensas venta- jas que surgirán de esta alianza? — Sus soldados defen- derían sus costas que son las nuestras, guarnecerían nuestras plazas y formarían parte de nuestros ejércitos si nos viésemos comprometidos en luchas exteriores. Del mismo modo, nuestros barcos, nuestros recursos y nuestros soldados acompañarían á los suyos donde- quiera que los necesitase, bien dentro de su territorio, 186 La guerra separatista. bien fuera de él en sus lejanas colonias. Una alianza de España y Portugal, franca y sincera, daría envidia- bles resultados para ambas. Después de haber dirigido la mirada hacia nuestros hermanos del Oeste, giremos el sextante al Norte y Nor- deste y observemos atentamente si por este lado nos viene algún rayo de luz que abra á nuestra esperanza horizontes en que se divise simpatía, auxilio, apoyo. — Dicen que más allá del Pirineo vive y se agita un pue- blo pictórico de saber, de ilustración, de adelantos, de progresos asombrosos, de riquezas y de no sé cuántas cosas más, todas ellas merecedoras en sí mismas de elogio y dignas de emulación: dicen que el centro de ese pueblo vecino es el corazón de la civilización, el cerebro de Europa, el foco deslumbrador que esparce generosamente sus rayos hasta los últimos rincones del orbe^ y dicen que París es ese centro, ese corazón, ese cerebro, ese foco. Añaden las gentes que ese pueblo venturoso es hermano nuestro porque ambos tenemos por padre al Lacio. De todos oímos las mismas alabanzas y en nuestra Patria no se ven hoy sino imitaciones y remedos de lo francés. Desde el estilo arquitectónico de muchos tem- plos que algunos califican de gótico de cartón y de confitería, hasta el figurín con que se desfiguran las arrogantes y bien nacidas mujeres españolas, y hasta la lista de platos culinarios con que se obsequia á los invitados lo mismo en las casas aristocráticas que en la del republicano y bien tratado Castelar , todo, todo La guerra separatista, 187 en esta noble tierra de Hesperia es francés: el fran- cesismo ha extendido sus dominios hasta el peñón, exclusivamente, de Gibraltar. Lo francés ha invadido el suelo español, nos seduce, nos esclaviza y no nos molesta, ya se nos sirva en forma de república, de Commune^ de internacional , de socialismo ó de anar- quismo, ya de ateísmo y de realismo desvergonzado zolístico. Para que los vinos sean aceptables, es pre- ciso exhibirlos con marca de más allá del Bidasoa; para que nos abriguen los vestidos hay que ver pega- da la etiqueta del Louvre ó del Printemps ; para que se apetezcan los guisos es indispensable que el cocine- ro los rotule con nombres de petits pois nouveaux á lafrancaise^ chapons truffés, truite saumonée^ paté á la gelée afiléis de becasses, etc.; para que, en fin, agra- den las obras literarias tienen que suscribirlas Emilio Zola, Alfonso Daudet, Pablo de Koch, Madama de Gi- rardin, Jorge Sand, Alejandro Dumas y otros de la misma casta, ¡Pobre España! ¡Pobre Patria mía! — ¿Quién te ha fascinado, matrona infeliz, madre desventurada? ¿Quién te ha trastornado el seso para que ya ni criterio, ni gus- tos, ni aficiones, ni usos propios, ni lengua, ni leyes propias veamos en ti? ¿Quién ha pervertido á tus hijos para que no hallen encantos en tu hogar donde mora toda especie de hermosura, y en cambio les roben el corazón los oropeles de esa peor que madrastra llama- da Francia? ¿Es posible que sean tan torpes y tan cie- gos que no les satisfaga nada de lo que tú les das, y les engañen las mentidas bellezas de la Francia atea y re- volucionaria que nos ha vendido siempre, y muy caros» 188 La guerra separatista. todos los errores, todas las corrupciones y todas las desventuras? Admitimos de buen grado que se nos diga que ca- recemos de buen gusto francés; pero no podemos re- mediar la profunda aversión que sentimos contra todo lo averiado que es lo que se nos trae de allá. No nega- mos que haya en Francia cosas muy buenas y personas excelentes: sí las hay. Pero lo que transplantan á Espa- ña los galófilos, es ó rematadamente malo ó muy ligero é insubstancial. Todo lo que de allí se ha importado es de lo peor que existe, y no nos entusiasmamos con los que pregonan las ventajas de nuestra alianza con Fran- cia. Nos es muy difícil convencernos de que una nación que nos ha mandado tanto malo, que nos ha odiado siempre y que ha practicado sin variar jamás una polí- tica profundamente antiespañola, se preste ahora á favorecernos. Francia en sus relaciones con España se ha mostra- do siempre ambiciosa y desleal; desde Cario Magno en el siglo VIII hasta el año 1896 ha seguido la misma conducta con nosotros. Si aquel Emperador vino á gue- rrear contra los moros no fué para ayudarnos^ sino para agregar á su imperio algunas provincias más, en vez de restituirlas á su legítimo soberano, ya que no por motivos de equidad natural y de nobleza, siquiera por egoísmo para que se robusteciese el poder español el cual de ese moda podría imponerse al musulmán arrinconándole hacia el Mediodía y alejándolo al mismo tiempo de t'rancia por él amenazada. Las largas luchas de la casa de Aragón con los franceses y con sus alia- dos dan elocuente testimonio de la tesis sentada. Los La guerra separatista. 189 conflictos y las desavenencias que España ha tenido con los Romanos Pontífices fueron siempre provocados por la envidia y la aversión que contra nosotros han senti- do los galos. Francisco I, Enrique II y Enrique IV nos obligaron á verter ríos de sangre y de oro: verdad que Pavía, San Quintín, Lepanto y otras cien mil victorias nos resarcieron de tanta deslealtad, pero no es menos cierto que aquellos Reyes caballeros distraían nuestros ejércitos y agotaban nuestro tesoro de que habíamos sobrado menester para alejar del Mediterráneo, de Gi- braltar hasta Malta, al bárbaro agareno, mal resigna- do y acechando de continuo desde sus madrigueras afri- canas la sabrosa víctima que España le había arreba- tado; no es menos evidente que con su inicua hostili- dad impidió que rechazásemos al mahometano de la Turquía europea y ayudásemos al Sacro Romano Im- perio y á Hungría, forzando al enemigo del cristianis- mo á repasar el Bosforo y aun quizá relegarle á los de- siertos de la Libia y arrojarle del Asia Menor y de Pa- lestina. ¿Quién es capaz de calcular adonde hubiesen llegado Carlos V y Felipe II en favor del Catolicismo si los franceses y sus favorecidos sectarios no entorpe- cen el espíritu magnánimo de nuestros Reyes, la peri- cia de nuestros capitanes y la pujanza irreductible de nuestros guerreros? — Es evidente de toda evidencia que sin los obstáculos de Francia hubiese devuelto Es- paña al Catolicismo á Inglaterra por medio de Felipe II y á los Estados alemanes pervertidos por Lutero, por- que hubieran nuestros incomparables teólogos é insig- nes misioneros apagado las voraces llamas de la razón individual emancipada y de las concupiscencias divini- 190 La guerra separatista. zadas por el reformista sajón. Pero Francia todo lo estorbó merced á los ardides de la diplomacia atea que puso muy en boga Maquiavelo á principios del si- glo XVI. ¿Y qué diremos del comportamiento de Francia con España durante el siglo XVII? — Richelieu, Luis XIII y Luis XIV, á más de impedir el desenvolvimiento de nuestra política más allá del Estrecho de Hércules, que intentaron inútilmente resucitar y alimentar repetidas veces ante Felipe IV nuestros misioneros franciscanos del Mogreb, nos arrebataron el Rosellón y la Cerdafía, por ellos perdimos el Franco Condado , todas nuestras provincias de Flandes, Ñapóles y Milán, y ¡malditos! cooperaron al desmembramiento de Portugal, definitiva- mente abandonado en 1668, nos obligaron á gastar nues- tras fuerzas y nuestro dinero en el sostenimiento de una lucha sangrienta y formidable, comenzada á la muerte de Carlos II en 1700 y que nos atrajo el odio de todas las naciones terminando con el tratado de Utrech (1713), perjudicialísimo para nosotros. ¿Y en el siglo XVIII? — Durante todo él continuó Francia inñuyendo sobre España como el árbol manza- nillo influye sobre el incauto viajero que descansa bajo su maléfica sombra: nos envenenó políticamente y mo- ralmente que es peor; nos ciguato^ que dirían los cu- banos, y aún no hemos podido purificar nuestra sangre á pesar del transcurso de tantos años. La política de Luis XIV venció al Archiduque Carlos de Austria, después Carlos VI, Emperador de Alemania, por quien tenía España instintiva simpatía, como lo demostró la lucha prolongada y encarnizada de sucesión^ prescin- La guerra separatista. 191 diendo ahora de derechos; pero no es eso lo peor, sino que con aquella política se nos colaron en casa enjam- bres de abates, madamas y literatos que nos fueron desespañolizando y prepararon la entrada á todos los horrores del enciclopedismo. Aquella política engen- dró los fatales pactos de familia^ entre Luis XV y Car- los III el último, subordinó la suerte de España á la de Francia, pues por causa de ésta sostuvimos dos guerras tremendas con Inglaterra durante los días de Carlos de Ñapóles y otra en el reinado de Carlos IV á cual más formidables y funestas para nuestro Erario formado por Fernando VI, Carvajal, Rábago y Ensenada, y para nuestra Marina. Esa misma política sostenida por los reos de lesa patria Floridablanca, Campomanes, Aran- da y comparsa, nos condujo á aliarnos con Francia para favorecer la independencia norte-americana contra In- glaterra, no viendo aquellos tontos y perversos que con eso echábamos los cimientos de la separación de nuestras provincias colombianas favorecidas de Ingla- terra por represalias, además de envolvernos en una serie de guerras con ésta que terminaron en la derrota de Trafalgar, en cuyas aguas acabaron de sepultarse los restos de nuestra Armada abandonada por el co- barde y traidor Villeneuve, almirante francés. Los vergonzosos tratados de San Ildefonso y otros aconse- jados por el escandaloso y vendido Godoy, dieron re- mate á nuestro poderío naval, después de perder la Luisiana que Napoleón vendió á los Estados Unidos sin avisarnos siquiera de esta nueva felonía. Y después ¿cómo se ha portado Francia con Espa- ña?— Como siempre. Las alianzas de 1807 y de 1808, 192 La guerra separatista. hechas por el estúpido Godoy, rey frustrado de los Algarbes, entregaron en manos de Napoleón nuestras plazas y fortalezas y dividieron nuestro reducido ejér- cito llevado al Norte de Europa para ayudar al mis- mo Napoleón que necesitaba disponer de sus regi- mientos aquí, apoderándose villanamente y so capa de amigo de nuestra Patria. Lo que no vio Carlos IV^ y di- simuló Godo}^, violo el pueblo español que declaró en 1808 la guerra al vehcedor del mundo, menos de Es- paña.— Francia se opuso al noble y prudentísimo pro- yecto del gran filósofo de Vich, el insigne Balmes, que inició y defendió la unión por medio del matrimonio de las dos ramas dinásticas españolas, con lo cual nos hubiésemos evitado tantos sacrificios y no subsistiría la división que esteriliza la energía nacional; pero á Francia no le convenía que reinase la paz dentro de España y la estorbaron los ministros de Felipe de Or~ leans secundados por los moderados de acá. ¿Por qué O'Donnell no sacó partido de nuestra gloriosa cam- paña de 1859 y 1860 contra Marruecos? — Quisiéramos poseer los secretos que existan en el archivo del Mi- nisterio de Estado relativos al asunto, para poder afir- mar que Francia se opuso y conculcó nuestros legíti- mos derechos tanto como otras potencias, pues no nos quiere como vecinos en Argel. ¿A qué nos llevó Francia á Méjico? — A que la ayu- dásemos á oprimir á un pueblo hermano nuestro y á establecer una dinastía feudataria de ella y comprome- tida á favorecer allí su preponderancia política y sus intereses comerciales. Gracias que el intrépido cuanto desventurado general Prim comprendió la añagaza na- La guerra separatista. 193 poleónica, y enterado de los deseos de los hijos de la Nueva España volvió grupas no queriendo faltar á la palabra empeñada en solemne armisticio, y dejó solos á los franco -belgas que no supieron vencer, pero tam- poco morir en Querétaro con el infeliz Maximiliano, Gracias á Prim se reconcilió Méjico con la madre Pa- tria, aumentó de día en día la amistad y da hoy elo- cuentes pruebas de ella desoyendo á los temerarios se- paratistas cubanos. — ¿Qué compensación nos dio Fran- cia por haberla ayudado en la guerra de Cochinchi- na? — A la vista está: ella sola se aprovechó de la vic- toria casi toda nuestra, es dueña del Tonkín, y nos- otros nos contentamos con haber salido vencedores. — ¿En qué nos apoyó Francia cuando lo de Melilla en 1 893? — Pues... calmó nuestro ardor bélico para que no arrai- gue en el continente africano la bandera española , y quedarse ella sola para extender como le plazca sus posesiones argelinas. En todas partes se nos pone de- lante: aun allá en el golfo de Guinea se entremetió apo- derándose délas riberas marítimas que eran y son núes- tras, y nos ha reducido á los islotes de Fernando Póo, Annobón y Coriseo, temerosa y envidiosa de que hicié- semos fortuna en aquellas latitudes. Hoy mismo ¿no son objeto de todo género de simpatías en París y en toda la república los insurrectos cubanos? ¿No pone dificul- tades á todas nuestras empresas rentísticas y no anun- cian los dueños de nuestros ferrocarriles, franceses judíos casi todos, que no nos anticiparán dinero (y eso á pesar del crecido rédito) si no renuncia el Gobierno español á sus derechos sobre las vías férreas? ¿No es patente el desdén con que oye nuestras súplicas de 13 194 La guerra separatista. abrir sus mercados á nuestros productos en condicio- nes de equidad? No; nosotros no podemos inclinarnos á una nación que nos arrebató el modo de ser nacional, que después de comprometernos nos abandonó en Trafalgar y en todas partes, que nos engañó siempre ya cuando éra- mos ricos y poderosos, ya cuando decaímos y fuimos á parar en la deshonra godoyana; que nos despreció sin interrupción y que no ha procurado sino nuestro ani- quilamiento excluyéndonos del concierto universal de las naciones y relegándonos al aislamiento más com- pleto, después de ponernos á reñir con todos para que nadie se acuerde de nosotros y para que lleguemos á perder la conciencia de nuestro propio valer, inocu- lándonos un pesimismo fatalista como el en que han caído y profesan muchos de nuestros políticos y escri- tores. No nos podemos convencer de que convenga unirnos y trabar amistad con una potencia que con tal de hundirnos no reparó en favorecer á los protestantes y en ayudarlos en contra nuestra y contra Cristo; que se alió al Gran Turco con el mismo fin; que con felonía sin ejemplo nos arrebató nuestros soldados y, desguar- necidas nuestras plazas, se apoderó de ellas fingién- dose amiga , y que se opone perennemente á todos los proyectos y á todas las empresas que puedan redundar en utilidad de España. Los hechos más gloriosos y los personajes más prominentes de nuestra Patria los ter- giversó y desfiguró siempre Francia. Aversión y envi- dia son las notas características de sus relaciones con nosotros. Desgracias sobre desgracias es lo que Fran- cia nos ha causado, y las veces que aparentó venir en La guerra separatista. 195 socorro nuestro contra el moro, durante la dinastía carlovingia, fué para desmembrar nuestro territorio y asentarse en él hasta que nos rehicimos y la arrojamos más allá del Pirineo, y otra vez nos llevó á pelear con el inglés abandonándonos cobardemente en la rota glo- riosa de Trafalgar en que Nelson conquistó con su vida el dominio de los mares para su patria. ¿Qué podemos esperar de Francia como nación? — Nada, absolutamente nada bueno. Si en nosotros con- sistiese, abriríamos un canal desde Fuenterrabía á Figueras, más ancho que el de entre Tarifa y Ceuta, para que no nos comunicásemos sino á través del agua salada que purificase todo lo que del otro lado pasase á España. Francia perjudicó siempre á España, en sus alian- zas fué constantemente desleal á España "y en manera alguna nos conviene aliarnos hoy^con ella (1). (1) Tuvimos el honor de leer todo este capítulo el 19 de Marzo último en una reunión de muchos y muy distinguidos ¡amigos, y su contenido originó animada discusión como sucede en las cuestiones entregadas á la libre opi- nión de los hombres. Debemos consignar'que á todos agradó el humilde tra- bajo, pero no se publicó porque un escritor eminente juzgó que no convenía prevenir los ánimos y tomar parte en pro ni en contra de un futuro tan contingente como este de las alianzas. Esta razón de mera oportunidad ya no existe hoy, y por eso y porque nuestro criterio personal nada influye, lo publicamos. Posteriormente se discutió mucho el asunto: los periódicos ministeriales no se inclinan á favor ni en contra de potencia algnuna, el Heraldo se ha mostrado propicio á Francia y El Imparcíal acogió en sus columnas (24 de Junio) un artículo de su redactor D. Mariano de Cavia, que contiene los si- guientes pensamientos que reproducimos con muchísimo gusto. Hablando de las ruidosas y exageradas manifestaciones de la Coruña en obsequio de la marina francesa de guerra, dice: "No estaiía demás dedicar otro recuerdo á la generosa y cultisinia prensa francesa, y brindar por que amaine, ya que no cese, la campaña que muchos de aquellos periódicos ha- cen contra España en los asuntos de Cuba, sin ley, sin rasón y sin conocí- 196 La guerra separatista. Pasemos ultra montes y examinemos la situación de la Italia una y verdaderamente irridenta. Y al ha- blar de Italia téngase en cuenta que nos referiremos al Gobierno oficial, no al pueblo italiano. Son muy hondas las diferencias que existen entre los franceses y los italianos con respecto á nosotros. Con ser muy otro del nuestro el carácter italiano, hay, sin em- bargo, entre ambos corrientes antiquísimas de afecto y de aspiraciones análogas. Desde la más remota antigüe- dad los iberos hallaron en la Alma Mater hospitalidad generosa, amparo, protección, amor: presentarse en Roma un español y considerarle como hermano, conna- turalizarle allí, elevarlo á los más prominentes cargos, confiarle los puestos de mayor importancia, la educa- ción de la juventud, el régimen imperial, entregarse á- nosotros los latinos y más adelante declararse á favor nuestro en contra del francés y enviarnos sus artistas y recibir á nuestros sabios y acoger á nuestros Santos: todo eso y mucho más ha sido y es lo ordinario y míV«/í) rfecawsa.— No estaría dcmAs dedicar otro recuerdo á ciertas gran- des Compañías (alude á las do los ferrocarriles del Norte y Noroeste de Es- paña y á la de Madrid-Zaragoza-A icanie), formadas exclusivamente con capitales franceses (judíos) y enriquecidas en nuestro suelo, y brindar por que no muestren íaw/íero empeño for oprimir, ahogar y estrujar á Es- paña, cabalmente cuando más m.'gu^tiosa es la situación del pais.y, ¡Lástima grande que el ingenio indiscutible del Sr. Cavia no se muestre en todo, como en esto, amante d- nus^bir is patrias tradiciones! Pedimos mu- cho á Dios que conceda al chispeante aragonés que se abrace por completo con los sanos principios que en otro tiempo más feliz para él profesó, según indican sus escritos. Si los Sres. Cavia y Reparaz tomasen decididamente por dicho camino, practicarían una gran obra de caridad con el pueblo es- pañol, al que se le han enseñado tantas doctrinas falsas y corruptoras, si bien en historia el Sr. Reparaz se m inifiesta ya. como investigador concien- zudo y afortunado y campeón decidido de la tradición genuinamente espa- ñola. ¡Dios los traiga al buen camino! La guerra separatista, 197 corriente entre italianos y españoles. Algo, pues, exis- te de común entre ellos y nosotros, algún lazo secreto, íntimo y apretado nos une á los dos pueblos cuando ha durado á través de tantos siglos y ha resistido los em- bates de la adversa fortuna. Hay, por lo tanto, á juicio nuestro, razones poderosísimas para que los pueblos italiano y español vayan síjmpre unidos y se firme entre ambos alianza eterna. Lo nuestro es de ellos y lo suyo es nuestro. Pero si estimamos que lo dicho es rigurosamente exacto en cuanto á los italianos, de igual manera cree- mos que entre el Gobierno oficial de Italia y nuestro pueblo no puede haber nada dj común, nada de solida- ridad. Los gobernantes de Italia han detentado el pa- trimonio sagrado de San Pedro, y el pueblo español no quiere nada con los opresores del Vicario de Jesu- cristo. Mientras la dinastía saboyana no restituya al Romano Pontífice sus dominios y le deje en el pleno, le- gítimo, necesario y expedito ejercicio de su libertad y de su autoridad soberana, España no debe ni puede re- conciliarse con la dinastía masónica italiana que ha pri- vado á los pueblos latinos de sus legítimas y seculares libertades, y aherroja tiránicamente al Padre Santo, baluarte inexpugnable de toda libertad y especialmen- te de la libertad é independencia itálicas, pues por providencial designio entre ellos morará siempre el Vicario de Dios ejerciendo su Autoridad celestial sobre las siete colinas de la inmortal Ciudad dejada á su libre arbitrio por los Constantinos y los Teodosios y respetada por los Carlos y los Felipes que la tomaron á viva fuerza, no para quitársela á los Papas, sino 198 La guerra separatista, para demostrarles que, si la habían rendido, era para libertarla del pandillaje y de las banderías y entregár- sela á su independiente y libre discreción. Si con la Italia una oficial nada puede pactar Espa- ña, puede y debe aliarse, ó mejor dicho, ponerse incon- dicionalmente á disposición del Romano Pontífice para consolarle por de pronto en su abatimiento y en sus desgracias, y para ayudarle eficazmente á salir del cau- tiverio vergonzoso en que se le tiene cuando nosotros- recobremos la debida libertad y la preponderancia de que nos despojaron el galicanismo y el liberalismo mal- decido. Nada, ni la vida queremos de la Italia saboyana, judaica y masónica; todo, hasta la muerte, lo queremos con tal de amparar ó al menos consolar al Vicario de Jesucristo encarcelado ignominiosamente por las per- fidias y villanías napoleónicas que desempeñando pa- peles que no tienen nombre, alentaron á hijos ingratos para rebelarse contra su mismo Padre, redentor y pro- tector, despojándole de sus propiedades, encerrándole en su misma casa é insultándole diariamente y prolon- gando y acibarando su martirio como fieras del África que se ceban y se gozan en alargar la vida de su vícti- ma cuyas contorsiones y cuyos gemidos les propor- cionan solaz y entretenimiento (1). (1) El despojo del poder temporal del Papa y la ocupación de Roma de- ben atribuirse también á Bismarck, el gran tirano del siglo XIX, sin? contar con el abandono en que dejaron los soldados de Napoleón III á los zuavos pontificios. Guillermo, Emperador de Alemania, era leal á Pío IX y en Versalles , en Febrero de 1871 , dijo á una comisión de la aristocracia ro- mana y silesiana que consideraba la ocupación de Roma como un acto de violencia, como una usurpación de parte de Italia; pero Bismarck, su men- La guerra separatista. 199 Dejemos á Suiza con sus hermosos lagos é inacce- sibles montañas, pues no querrá comprometer su paz exterior guardada por el miedo que unas á otras se tienen las naciones que la rodean, y descendamos hacia Bélgica y Holanda, Flandes y Países Bajos denomina- das antiguamente. Pequeñas como son^ no debemos preterirlas: fueron nuestras y no han olvidado que á España deben suexistencia actual, conservada por nues- tros Tercios contra la rapacidad de los protestantes del Rhin y contra la ambición francesa. A cambio de ven- tajas que en Europa podría producirles nuestra más que amistad, lo que pudiéramos llamar paternidad, tor, obraba de distinto modo , según publicó en Septiembre de 1889 el revo- lucionario Cuchi. Fué siempre éste un cooperador ciego de Crispí, y ha confesado que, como emisario suyo y de acuerdo con Lanza y Cairoli , firmó con el Canciller alemán el l.*> de Agosto de 1870 'cincuenta y un días antes de la depredación de Roma ) un tratado que decía así : "Alemania recono- cerá el hecho consumado de la ocupación de Roma por Italia; impedirá, ade- más, la intervención eventual de Austria en íavor de la Santa Sede , y se esforzará en facilitar el reconocnniento de Italia por las otras naciones.,^ Razón tenía Birmarck en calificar de eventual la intervención de Austria: el Barón de Beust, protestante y esclavo de los judíos, era el Godoy del Em- perador Francisco José, y quien tenía de limosnero y catequista de Rodolfo, Príncipe heredero, á un obispo masón.— Palmerston, Mazzini, Cavour y Ga- ribaldi fueron los que arrojaron en Noviembre de 1848, después de asesinar al Conde de Rossi (15 de Noviembre), de Roma á Pío IX que volvió á entrar en la Ciudad Eterna el 12 de Abril de 1^50 apoyado por el ejército español cuyo Jefe era el General D. Fernando Fernández de Córdova , Marqués de Mendigorría, y por el francés mandado por Oudinot, que derrotaron al triun- virato republicano Mazzini, Armellini y Saffi unidos cobardemente con Ga- ribaldi, su Molke— Después robó Víctor Manuel al Papa las Legaciones, las Marcas y la Umbría por medio de un ejército á las órdenes del General Cialdini que venció al heroico Lamoriciére, General pontificio , en Casteifi- ' dardo el 18 de Septiembre de 1860, — Finalmente , el General piamontés Ra- fael Cadorna se apoderó de Roma el 20 de Septiembre de 1870, quedando así el Papa sin su sagrado é imprescriptible Patrimonio, gracias al auxilio de Bismarck , á la complicidad de Beust y á la deslealtad y cobardía de Napo- león III que purgó bien pronto su pecado. 200 La guerra separatista, Holanda nos auxiliaría en caso necesario en el lejano archipiélago oceánico , pues sus islas de Sumatra, Java, Célebes, Gilolo, Timor, las Molucas propiamente dichas y los grupos orientales de Weter, Amón , Key, Tanimber y la parte occidental de la Paupasia ó Nueva Guinea, etc., se hallan muy próximas á Joló y á Min- danao, como podría hacerlo igualmente .desde sus An- tillas de San Martín (parte), San Eustaquio, Saba , Oru- ba, Buen-Aire y Curasao, y Bélgica, con su Estado protegido del Congo , nos ayudaría en igual situación desde las Canarias al Golfo de Guinea si tratasen de molestarnos allí los negros yankees de la flamante Li- beria de Monroe ú otros. Y de Alemania ¿qué diremos? — Suponiendo que en- tre ella é Inglaterra no existe antagonismo y que ser amigo de aquélla no constituye motivo de resentimien- to ni de envidia para la segunda, no esperando nada bueno nosotros de Francia, parécenos que España no obra con previsión ni prudencia manteniéndose á dis- tancia de Alemania. Seríanos facilísimo obtener su po- deroso apoyo con sólo obligarnos á no cubrir la reta- guardia de Francia en los choques que ambas han de tener en tiempo no lejano, y nos sería mucho más fácil recabar su amistad y su auxilio si arriesgásemos algún género de apoyo en previsión de futuras contingencias, á cambio de ayudarnos hoy contra los Estados Unidos y mañana contra Francia en la contienda reñidísima que hemos de sostener con ésta en el imperio marro- quí, vergüenza y oprobio de la Europa cristiana. — El La guerra separatista. 201 episodio (1) de las Carolinas ya pasó y Bismark ya no influye en los consejos áulicos de Alemania, y en cam- bio existe allí un núcleo de 106 diputados católicos, denominado Centro alemán, que seguramente miran á España con cariño porque debido á nuestros esfuer- zos sobrehumanos no desapareció de Germania el Ca- tolicismo y para sostenerlo allí agotamos nuestro Era- rio nacional, derramaron su sangre á torrentes nues- tros guerreros, y nuestros sabios y nuestros misione- ros mantuvieron con gloria entre sus ascendientes las enseñanzas romanas. Sus sabios, y principalmente los católicos, poseen nuestro idioma y estudian preferen- temente las obras de nuestros incomparables teólogos, filósofos y literatos. Todo lo cual implica un conjunto (1) Sabido es que el cañonero alemán litis, tripulado por 80 hombres, quiso tomar posesión á nombre de su Gobierno de nuestra isla de Yap, una de las Carolinas, al anochecer del 25 de Agosto de 1885, hallándose fondea- dos en el puerto nuestros barcos San Quintín y Manila mandados por el capitán de fragata Sr. España, que conducían al gobernador de la isla señor Capriles y á los soldados que habían de guarnecer á esta.— El conflicto ter- minó con la resolución del Soberano Pontífice que falló el 17 de Diciembre siguiente á favor de España: ambas potencias se habían sometido al arbi- traje del Vicario de Jesucristo.— Alemania, según el censo de 1." de Diciem- bre de 1890, cuenta con cuarenta y tres millones y medio de habitantes, de los cuales son católicos más de ¡catorce millones. El imperio es hoy una federación que comprende: 1.** cuatro reinos, Prusia , Baviera, Sajonia y Wurteraberg; 2.", seis grandes ducados; 3.°, cinco ducados; 4.**, siete princi- pados; 5.**, tres ciudades libres; 6.°, Alsacia-Lorena (Reichsland, país del imperio); 7.«>, la isla de Heligoland (1890), y además el principado de Hoen- rollern del que tomó su apellido la casa reinante.— Guillermo I, rey de Prusia, se ciñó la corona del nuevo Imperio alemán en Vcrsalles el 18 de Enero de 1871. = Hernández Villaescusa en nota á Los católicos alemanes de Alfonso Kannengieser, pág. 68. Los catorce millones de católicos alemanes con sus ciento y tantos dipu- tados son todos amigos de España á la que respetan y aman por su gloriosí- ma historia y por los inapreciables beneficios que nuestros grandes reye» dispensaron á sus antepasados. 202 La guerra separatista. de afectos é inclinaciones que harían facilísima y pro- vechosa una inteligencia internacional. De Austria no diremos nada, porque bastante hace gimiendo con lágrimas de mujer bajo el látigo de los judíos que la explotan sin clemencia, y además es la única nación que, según corre impreso en los perió- dicos, no ha proferido una frase de simpatía hacia Es- paña en el conflicto norte-americano, no obstante ceñir la corona de España una Princesa nacida allá y muy estrechamente emparentada con sus Emperadores. Así nos agradece los innumerables beneficios que le otor- gamos en los siglos XVI y XVII librándola del Turco y' de la absorción luterana. A Rusia , identificada con Francia y por ende ene- miga de Alemania, es inútil que dediquemos conside- ración alguna. Fuera de eso, antójasenos que nos des- deña hasta ignorar si España existe en el mapa. De sobra, por otra parte, tendrá con mirar por sí misma el día en que aquellas sus millonadas de esclavos vean un resquicio por donde dar rienda suelta á su descono- cida libertad. Allá se las haya con sus siervos y con sus envilecidos popes el papa de las estepas glaciales y verdugo secular de los infelices polacos (1). (1) Decíamos esto el 19 de Marzo de 1896 y á principios de Julio siguien- te, todos los periódicos españoles transcribieron un artículo en que ha veni- do la Gaceta de Moscou & darnos la razón. Esta Gaceta es un diario de ca- rácter oficioso del gobierno ruso que comunica al público por medio de él lo La guerra separatista. 203 Las naciones de la Escandinavia (Dinamarca, Sue- cia y Noruega) podrían auxiliarnos algo por su proxi- midad á los Estados Unidos, y nosotros corresponder- Íes con ventajas comerciales que á ninguna otra nación perjudicarían. Además es evidente que nos es necesa- que quiere que se sepa de sus resoluciones y tenJcnciaí. teniendo, por lo tanto, grande autoridad poI<'tica que aumenta si se tiene en cuenta que dicho gobierno ejerce la previa censura y no permitiría la circulación del artículo citado si no reflejase con exactitud el pensamiento del Czar de Ru- sia.—Al copiarlo aquí protestamos contra el tono despreciativo y humillan- te con que se trata y juzga á España. Muy pronto ha olvidado Rusia el ejem- plo que le dimos en 1808 levantándonos solos contra Francia, ejemplo que apro- vechó el Alcalde de Moscou invitando á sus subditos á combatir á Napoleón señalándoles como modelo la conducta heroica del pueblo español. Por lo demás, devolvemos al Czar el olímpico desdén con que nos mira: su desdén es sólo aparente porque en realidad es despecho y miedo sin duda alguna. Rusia y Francia ven que España acaba de abrir sus fronteras en condicio- nes ordinarias al comercio alemán, cosa que Alemania agradece, y de ahí la mieditis que les entró porque barruntan que tras de la amistad comercial, ó á la par, pueda venir la política, y si existiese esta no sería ñojo el temor de lo"? franceses recordando las bromas que gastan los soldados de Pavía^ San Quintín, Bailen, San Marcial, el Bruch y aun de Rocroy.— La Gac^/a de Moscou corrobora concluyentcmente nuestras humildes apreciaciones acerca de la alianza española con Francia y con Rusia: recuerden que nunca ni en Rocroy, hemos huido ante el enemigo , y que no merecemos se nos compare con los soldados que escaparon poco ha ante el Negus de Abi- sinia, los cuales^ por otra parte^ no tienen culpa ¡infelices! de que su gobier- no les obligue á luchar con los negros que manejan los fusiles del ejército pontificio regalados, después de robados, por el rey italiano: ni merecemos siquiera que se nos compare con los soldados á quienes se les caían las ar- mas de las manos en castigo providencial de la burla sacrilega que su capi- tán, Napoleón, hacía de las excomuniones del Romano Pontífice. Léase ahora el artículo aludido de la Gaceta de Moscou, que es como sigrue: "Los que hablan de la alianza han olvidado dos cosas: primera, que Es- paña no linda por ningún lado con los países con quienes Francia y Rusia pueden tener conflictos; segunda, que las islas pertenecientes á España en jOS mares de América son puntos de mira para los Estados Unidos que tra- bajan activamente por separarla de la metrópoli. „ Ahora bien, la alianza con España no puede ofrecer ninguna ventaja para Francia y Rusia por una pate, y por otra las expondría á romper las 204 La gtierra separatista. rio estar en relaciones amistosas con las plazas dane- sas de Santhomas, San Juan y Santa Cruz muy próxi- mas á Puerto Rico. Pero están aquéllas muy rusifica- das y dificultarían Rusia y Francia una mutua ave- nencia. De propósito hemos dado en esta rápida ojeada por el Continente europeo el último lugar á la Gran Breta- ña. En todo lo que significa poder, riquezas, industria, marina, nos aventaja Inglaterra: su diplomacia es la más astuta y hábil que se conoce. Su mirada es siem- relaciones amistosas con los Estados Unidos, potencia mucho más poderosa que España. „La situación de Italia y la de España son semejantes con relación á los fracasos de las expediciones ultramirinas. „Italia ha sido derrotada en Abisinia y España no puede vencer á los cu- banos. Aquélla fué arrastrada á 1 1 triple alianza antes de que fuera dable prever que sería batida por las tropas de Menelik. „Si la hubiese ocurrido tal coiur;itiempo antes de figurar como aliada de Alemania y Austria-Hungría, seguramente no se hubieran entablado entre el príncipe de Bismarck y el Sr. Dcpretls las negociaciones que habían de convertir en triple el doble acuerdo existente desde 1870 entre los dos impe- rios de la Europa central, sobt e todo si por libertar un territorio sometido á la soberanía de Italia, una potencia fuerte hubiera mostrado interés tan persistente como el que muestran los Estados Unidos por emancipar á Cuba de la dominación española. „Sin embargo, á pesar de tod ts sus complicaciones africanas, Italia es capaz de situar en la frontera de Francia un ejército de varios cientos de miles de hombres, obligando A \\ república á dividir sus fuerzas en caso de una guerra con Alemania, y España, por su situación geográfica principal- mente, no puede prestar el mismo servicio en sentido inverso. „Esto sentado, ¿para qué h.ibian de atraerse Francia y Rusia la enemis- tad de los Estados Unidos? „ Basta, por lo tanto, un análisis superficial para convencerse de cuan infundada es la idea de una triple alianza número dos. ^Añadamos que la alianza franco-rusa tiene poder sobrado para lograr su objetivo: el de permanecer á la defensiva. Cuanto á propósitos agresi- vos, ni Francia ni Rusia abrigan ninguno.,, La guerra separatista. 205 pre certera y dondequiera que fija la puntería, allá va indefectiblemente: no yerra el tiro. Sus compromi- sos los extiende hasta donde le conviene y nada más. Los agravios que creyó haber recibido de España ocul- tólos cuidadosamente y vino á cobrarse apoderándose de Gibraltar. Aliada España con Francia, nos humilló en Trafalgar, pero teniendo en cuenta nuestro carác- ter no nos guardó rencor y en seguida que la buscamos para luchar contra nuestra traidora hermana transpi- renaica, envió al mejor de sus generales, y con hom- bres, con dinero y con municiones nos ajmdó en la gloriosa guerra de la Independencia, hasta que logra- mos expulsar de nuestro territorio al invasor. Claro es que á Inglaterra convenía también vencer á Napo- león; pero hay que conceder que no es tan egoísta como se la supone, y de todos modos no es justo reprobar en ella lo que creemos laudable en nosotros. Fuimos á buscarla porque nos convenía, y ella aceptó nuestras ofertas y accedió á nuestros deseos por la misma razón de propia conveniencia. Todo lo cual quiere decir que para tratar con Inglaterra es preciso conocerla bien y proceder con pies de plomo y con muchísima pruden- cia para que alcance de nuestra alianza la utilidad que determinemos concederla y nada más. Ahora bien, y dicho lo anterior, nosotros creemos que una alianza formal y previsora con Inglaterra es á España muy conveniente, y más que conveniente nos es hoy necesaria. Si desde la guerra de la Independen- cia hubiésemos cultivado las relaciones diplomáticas con esa nación, quizá no hubiésemos perdido las Amé- ricas del modo que las perdimos y eso que cometí- 206 La guerra separatista. mos en el pasado siglo la insigne torpeza (1) de au- xiliar á los yankees en su rebelión contra ella, y acaso no hubiésemos sufrido las guerras civiles que padeci- mos y de seguro hubiéramos obtenido resultados posi- tivos de nuestra guerra de África en 1860, y no hubié- semos desempeñado el ridículo papel que desempeña- mos en Melilla á fines de 1893 y principios de 1894. Pero no hacemos nada, no nos resolvemos á nada, te- memos desagradar á Francia, y debilitados como esta mos y sin apoyo ninguno de fuera, somos el ludibrio de las gentes. Francia nos ha privado de extendernos por el Continente africano frente á nuestras posesiones del Golfo de Guinea, nos impide ejercitar nuestra influen- cia en Marruecos y ella se apodera de lo que nos per- tenece. Francia nos ha excluido de la Conchinchina y en todas partes sustituye su influencia á la nuestra. Somos débiles, carecemos de apoyo y búrlase de nos- otros. Quejámonos de que Inglaterra se haya apodera- (1) Léanse ejiel tercer cuaderno litografiado de la Historia de los Tra- tados por D. Juan Bautista de Hinojosa , Catedrático de la Universidad Central (Apuntes hechos por L. P. Izaguirre: Madrid, 1894, Litografía de J. Corrales), los motivos que Carlos IH tenía para profesar aversión á In- glaterra (pá%. 100 y siguientes). Uno de ellos lo refiere así el Sr. Hinojosa: "Había contribuido extraordinariamente á hacer más vivas sus ideas con- tra Inglaterra el hecho de que, cuando reinaba todavía en Ñapóles, y con motivo de la guerra de sucesión de la corona de Austria,., llegó á Ñapóles una escuadra inglesa imponiendo al soberano que se declarase neutral, y haciendo esta exigencia de una manera tan humillante que aun cuando el Gobierno solicitó tiempo para meditar su respuesta, no se le concedió por el Almirante más término que el de una hora. Este hecho que había de con- siderar Carlos 111 como un agravio inferido d su persona , contribuyó á liacer más grande la antipatía que profesaba á Inglaterra y unido á los motivos permanentes de discordia que tenía con esa nación, vino á precipi- tarle en la dirección á que indudablemente le llamaban sus simpatías por Francia.- La guerra separatista. 207 do de la costa Norte de Borneo lesionando nuestros de- rechos fundados en los tratados de 1646, 1737 y 1671 con los Sultanes de Joló (1), y de seguro que no lo hu- biese efectuado si estuviésemos aliados con ella. Ingla- terra ha trazado sus planes y para defender sus colo- nias necesita de estaciones navales y se las proporcio- na. El Japón podrá con el tiempo disputarle el conti- nente austral, y como ella conoce las tendencias del Mikado, se ha procurado próximas á él posesiones des- xie las que pueda vigilarle y tenerle á raya. Lo cual es muy conforme á razón. En vez de criticarla, debiéra- mos imitarla. No hay más sino que nos parecemos al perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Nuestros intereses en América, en África, en la Oceanía y aquí mismo nos obligan á realizar una alianza con Inglaterra. Nada más fácil de verlo y de demostrar esta afirmación. Las Filipinas son muy codiciadas por los japone- ses; éstos sienten comezón de victorias y de dominio. Propónense suplantar al Hijo del Sol y ser los únicos señores del mar de la China. Sus periódicos usan con respecto á las Filipinas el mismo lenguaje que los senadores yankees respecto de Cuba : siembran por medio de sus emisarios el descontento hacia España entre los indígenas y criollos ; desacreditan y comba- ten la influencia paternal de las Ordenes religiosas: propagan la masonería y difunden toda suerte de ca- lumnias contra la madre Patria. Los resultados, á la (1) Ha sucedido esto porque nuestros Gobiernos no quisieron seguir los sabios consejos que les dio D. Patricio de la Escosura en su Memoria sobre Filipinas y Joló en 1863 y 1864. 208 La guerra separatista. corta ó á la larga, serán idénticos á los que tocamos en Cuba. ¿Cómo haremos frente á los males que nos amenazan? — No hallamos auxiliar más poderoso que Inglaterra, y como está próximo á Filipinas su Imperio índico y por todas aquellas partes tiene depósitos y es- taciones navales y no muy lejos se halla la Australia, le será muy fácil ayudarnos. A ella interesa también contarnos á su lado para contrarrestar el desborda- miento japonés. , Por nosotros solos no podemos cumplir la obliga- ción que tenemos de cristianizar el África Occidental; Francia é Italia se oponen no sólo á la conquista^ sino á la influencia moral que intentemos extender por Ma- rruecos. Ayúdemenos de Inglaterra y nuestras misio- nes y nuestro comercio alcanzarán allí el desarrollo necesario para convertir en corderos á los fieros y vo- luptuosos hijos de Mahoma. Porque no hay que olvidar que la especial misión providencial que tiene España es la de civilizar cristianamente ; nosotros no servimos para dominar materialmente. Siempre que hemos ol- vidado ó pospuesto aquel deber, lo perdimos todo. La alianza con Inglaterra produciría el respeto de [Fran- cia é Italia, y la realizaríamos con sólo conceder fran- quicias á los productos ingleses porque hoy por hoy importa poco á Inglaterra el suelo marroquí. Y no pe- caremos de temerarios si auguramos que tal convenio podrá ser la base preliminar de la devolución de Gi- braltar^ á cambio , como es natural , dados los hechos fatales, de una compensación en la orilla opuesta del Estrecho. Que en América nos es necesario el auxilio inglés, La guerra separatista. 209 nos parece evidentísimo. Cuba es para los Estados Unidos la fruta codiciada, es la manzana tentadora con cuya posesión han soñado y sueñan siempre los yankees. Acaso hoy no nos la arrebaten; pero estare- mos continuamente bajo la amenaza de aquella abiga- rrada sociedad. No nos procuremos el apoyo de Ingla- terra y dentro de pocos años el pabellón español no ondeará en Cuba ni en Puerto Rico , y cuenta que an- siamos engañarnos en estos tristes vaticinios; pero no podemos resistir á la fuerza interior que nos obliga á formular estas apreciaciones, convicción firmísima que surge vigorosa del conocimiento de las personas y de los sucesos de aquel país. — Hace tiempo hemos demostrado que á Europa y á América les es de todo punto necesario que Cuba sea española , y hoy añadire- mos que á Inglaterra le conviene más que á nadie. Su dominio del Canadá, constantemente amenazado por la ambición yatikee que aspira á espaciarse hacia el Océa- no Glacial, las Bermudas, las Lucayas, Jamaica y la Honduras Británica ó Bellize correrán peligro inmi- mente para Inglaterra desde el momento en que Cuba deje de ser española. El comercio con Méjico, con todas las Antillas, con la América Central y aun con la del Sur será monopolizado, de grado ó por fuerza, por los norteamericanos: cosa que Inglaterra no puede con- sentir. Conviniendo , pues , á ésta que España impere en Cuba y en Puerto Rico porque no la impedirá las vías comerciales ni le quitará mercados, y porque sien- do España su aliada resguardará á Jamaica y á Be- llize, y estará con Inglaterra y con los Estados Unidos en análoga situación á la en que se hallaría hoy con 14 210 La guerra separatista. Alemania y Francia si Alemania estuviese aliada con España, Inglaterra llevaría siempre ventaja á los Es- tados Unidos y defendería el Canadá fácilmente porque nosotros picaríamos la retaguardia de los yankees por la Florida y la Luisiana en caso de conflicto. Ya se ve, pues, cuan exacta es nuestra proposición. La alianza de España con Inglaterra es absolutamente necesaria, se impone examinada á la luz de la ciencia social y diplomática y de las conveniencias internacio- nales.— Ni voz, ni voto, ni autoridad, ni cosa pare- cida tenemos: si las tuviésemos, haríamos pesar nues- tro dictamen en los consejos del Gobierno é inclinaría- mos la balanza en el sentido enunciado. Pactemos alianza con Inglaterra , y los Estados Unidos no favo- recerán la insurrección cubana y al mes se terminará la guerra. No se nos ocultan las dificultades que nos rodean ; público es que la conciencia universal ha fa- llado tiempo ha que España nada significa en el mun- do; pero aunque tarde, hay que comenzar por algo. El que se concentra en sí mismo y no hace ejercicio y no tiene vida de relación, muérese de anemia. La gim- nasia es tan necesaria á las naciones para robustecer- se como al individuo. Tiempo es ya de que demos de mano á las intrigas caseras y nos lancemos á correr fortuna; con el método de vida social que practicamos, moriremos. Tampoco ignoramos los peligros á que se expone €l pobre y débil codeándose con los ricos y poderosos; pero también es una verdad que los segundos no arrui- nan ni absorben al primero cuando la prudencia regula sus relaciones; al contrario, le levantan y enriquecen. La guerra separatista. 211 España es pobre y débil, Inglaterra es opulenta y po- derosa. Los gobernantes deben poseer las cualidades necesarias para utilizar el trato internacional. Conocemos lo que la historia cuenta acerca de la astuta y soberbia Albión ; pero creemos que esos cali- ficativos son exagerados y otras naciones los merecen con más motivo que ella, sólo que como no han tenido igual fortuna que Inglaterra, ni han contado con hom- bres sabios, prudentes, hábiles y previsores que las ha- yan guiado, como los ha tenido Inglaterra, de ahí que, por antonomasia, se diga de ésta lo que á otras cuadra con tanta ó mayor razón (1). Llegamos ya al último punto que debemos estudiar. La América latina es la prolongación de España. Allá (1) En lugar de los grandes esfuerzos que practican muchas gentes por imitar á los franceses mejor podrían renovar los lazos naturales que nos unen con los ingleses; otra cosa sería España si imitase la madurez y el sen- tido práctico de los ingleses, sus hijos antiquísimos. De las gentes que habi- taron antiguamente las costas que corren desde la desembocadura del Miño hasta la del Bidasoa, procedían los primeros pobladores de las dos grandes islas del mar Cantábrico: los Silures ó Sylores que en ellas vivían, eran, según Tácito, antiguos Iberos (Hiberi veteres) que habían atravesado el mar desde la costa fronteriza del Océano hasta las de Inglaterra.— "El bascuen- ce— dice Mr. Rhys, Catedrático de la Universidad de Oxford— se habló desde tiempo inmemorial en las dos grandes islas del mar Cantábrico, y sus ves- tigios en las inscripciones ógmicas, así de Inglaterra como de Escocia é Ir- landa, son indudables. „ — El Bascuence en las Inscripcionos Ógmicas, por el sapientísimo P. Fidel Fita, S. J. en el Boletín de la Real Academia de la Historia, citado por D. Liborio de Ramery en su obra El liberalismo y los fueros bascongados. - "Quien con atención— dice Escosura— haya estudiado la marcha de aquel Gobierno (inglés) de algunos años á esta parte, habrá forzosamente observado que no siguen ya sus hombres de Estado tan re- sueltamente y á todo trance, como en tiempos pasados, aquella política inva- sora y esencialmente agresiva del primero de los Pitt..., sino que, lejos ya de no reconocer más ley que la de su fuerza, en más de una ocasión toleraron notorios agravios por evitar la guerra. „ Memoria, etc. , pág. 'i82 y 283. —La piratería y el corso de Inglaterra en los siglos XVI y XVII obedecieron á causas extraordinarias cuya explicación no es de este lugar. 212 La guerra separatista. vive y alienta Iberia; su sangre, su lengua, sus costum- bres , su Religión son las de Iberia : nuestro carácter, quieto y turbulento, manifiéstase allí con las seficiles propias de gente moza. Pues bien : ¿por qué no vivimos unidos? — Son innumerables las causas de esta separa- ción: del lado de allá del Atlántico hay muchas, pero al lado de acá corresponden muchas más. El abandono y la negligencia con que hemos tratado á aquellos hijos después que se escaparon del hogar paterno, y las ignominias que los discípulos de Quintana y de Cas- telar les contaron de nosotros desfigurando nuestra patria historia, nuestras admirables instituciones y todas nuestras glorias, son causas eficacísimas de la desunión: han cundido allá tanto estos errores y men- tiras^ que llegaron á avergonzarse de nosotros. Ese mismo Castelar alabó y ensalzó tanto, con absoluto desconocimiento de las personas , de los hechos y de las instituciones^ á los Estados norte-americanos , que los hispano- americanos han concluido por aborrecer de muerte nuestra monarquía tradicional y han queri- do imitar á los yankees cuyas excelencias les prego- naron los castelarinos con desdoro de lo que á nosotros se refiere. Pero la verdad histórica se ha abierto ya ancho camino y los hombres de ciencia nos aman y desean nuestra amistad (*). Aparte de los motivos antedichos, (*) Déla amistadyfrecuentes conversaciones quehemos tenido con muchos americanos adquirimos la certeza de lo afirmado en el texto; pero habiendo leído las actas del Con greso jurídico Ihero-americano reunido en Madrid el año 1892, nos sorprendió agradablemente la serie de pruebas La guerra saparatista. 213 oblíganos á admitirla el interés común de aquellas Re- públicas y de España: el aguilucho yankee amenaza hoy con arrebatarnos la isla de Cuba, como ayer se robó á Tejas, á Nuevo Méjico y la Alta California, y antes que acotamos á continuación. La ocasión en que estas se manifestaron, y la categoría de las personas que las dan, añaden singular realce á su valor.— Por esto y por nuestro pobre testimonio comprenderá el eruditísimo P. Ricardo Cappa, de la insigne Compañía de Jesús, que sus excelen- tes Estudios Críticos sobre la dominación española en América (lleva ya publicados diez y siete tomos), y lo mis- mo la benemérita Asociación Ibero-americana de Madrid, que sus patrióticos esfuerzos producen el apetecido re- sultado. He aquí, ahora, los elocuentes testimonios á que alu- dimos: „Los hijos del mundo de Colón debemos agradecer, y agradecemos, á la Real Academia de Jurisprudencia la invitación á este hermoso Congreso que da ocasión á los pueblos americanos para soñar en un porvenir seguro de paz y de gloria, unidos fraternalmente en el regazo de la Madre común. (D. Juan Zorrilla de San Martín, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República Oriental del Uruguay en España: Discurso en el Congreso Ibero-americano de Madrid de 1892.) „Los pueblos americanos sólo sienten amor y simpatía respecto á España... y América se tendrá por dichosa si España, que ya le dio la vida, le da ahora el más inestima- ble de los dones después de la existencia: sólida y durade- ra paz. (D. Fernando Cruz, Delegado del Gobierno de Guatemala: Discurso en ídem id. de id.) „Si algo hay nuevo (en su discurso), será el contingente de mi corazón y de mis afanes para conseguir que de hoy en adelante formen las naciones de la América latina, con las dos naciones ibéricas, una confederación de ciencia y de intereses recíprocos para afianzar más y más nuestra independencia en el exterior... y el triunfo del derecho y de la justicia dentro de la unión amistosa de nuestra patria 214 La guerra separatista. la Luisiana, las Carolinas y La Florida, y mañana se apoderará de Méjico, de Guatemala, de Nicaragua y sucesivamente de todos los demás Estados latinos, si no nos unimos y le cortamos los vuelos. Y si no llega respectiva... Ellas progresarán uniéndose entre sí por el lazo de las tradiciones de familia, de Religión y de costum- bres, mejor dicho, por el lazo del corazón. (D. Prisciliano María Díaz González, Delegado de la Academia de Juris- prudencia de Méjico: Discurso en ídem id. de id.) „... España, la patria común , madre de los Estados ibe- ro-americanos, á los que con la propia sangre dio su len- gua y su cultura, dentro de las cuales se han producido multitud de ingenios á los que ha enaltecido sin tener para nada en cuenta si mecieron su cuna los aires de la Penín- sula ó las perfumadas brisas de las costas americanas... Estado nuevo que represento, mas ya viejo y muy viejo en aspiraciones y tradiciones gloriosas, puesto que une á las magníficas ruinas de Copan cuantas corresponden á la gran familia española, de la cual, si aún por extraña par- ticularidad, no está reconocido en derecho^ no se conside- ra ni se considerará nunca, definitivamente segregado... que España y América se consideren entre si como se con- sideran las demás provincias que unidas constituyen la nación española.— Yo os ruego, señores, que no olvidéis que las naciones de América, hijas de España y hoy sus hermanas, deben á ésta la iniciativa y el desarrollo de su cultura... Que se reciben los libros españoles con el afán con que se reciben las cartas de la familia, y que para que España mantenga su superioridad como poseedora de grandes tradiciones, para que desarrolle los grandes ele- mentos de su industria y de su comercio, precisa no aislar- la, no crear barreras que dificulten el primero de todos: las ideas... Llevar constantemente á las naciones de su raza frases de simpatía, dulces recuerdos de la Patria común de nuestros mayores, de la madre querida en cuyo idioma aprendimos palabras para bendecirla, y en cuyo hogar se reúnen sus hijos todos... siempre cariñosos, siempre entu- siastas por las glorias que á todos pertenecen, porque son La guerra separatista. 215 á apoderarse de ellos, los explotará como el coloso del Norte sabe explotar. Las relaciones de España con sus hijas de América deben ser cordialísimas en política; la Academia de la Lengua debe llamarse Academia Hispano -americana las de su madre España. (D. Antonio A. Ramírez y Fer- nández Fontecha, Delegado del Gobierno de Honduras: Discurso en ídem id. de id.) "Nunca nación conquistadora se mostró más solícita en sus cuidados, que España con América. No fueron aventureros audaces, ni galeotes, ni mendigos, los que poblaron las nuevas colonias, como lo han asegurado erró- neamente algunos malquerientes de España. Jóvenes lle- nos de vigor, orgullo y esperanza de su patria, hombres meritísimos y sabios y hasta patricios de claros blasones abandonaron su país y fueron á buscar en las selvas de América, ancho campo para su valor y horizontes sin lími- tes para su gloria. .. El pabellón español siempre ha sido venerado por nosotros y considerado como blasón de fami- lia... Y al saludar la bandera española, hago votos por la paz y la prosperidad de la nación que representa; esa na- ción, grande y glorificada como ninguna otra, á quien en esta solemne ocasión y en su hermosa lengua, con intima satisfación y con legítimo orgullo, me complazco en lla- mar á boca llena la patria de la patria mía. (D. José María Quijano y Wallis, Representante de Colombia y Mi- nistro de Relaciones exteriores: Discurso en ídem ídem de id.) „E1 Congreso evidenciará que, entre todos los pueblos, el ibérico es el único que ha sabido formar una sola fami- lia de naciones, naciones libres é independientes, pero liga- das á sus progenitores por la piedad filial, y que anhelan también serlo por comunes leyes internacionales... No es un nombre vano el dulcísimo de MADRE que damos á España. (D. Antonio Flores, expresidente del Ecuador, En- viado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de dicha República en España : Discurso en ídem id. de id.) 216 La guerra separatista, de la lengua castellana, y el comercio de la una con las otras debe ser interprovincial, es decir, debe verifi- carse sin traba alguna, sin gravámenes, sin arancel. Así se establecerían lazos estrechísimos que á todos nos son necesarios. Marzo 1 9 de 1896. El que quiera convencerse de la exactitud de las afirmaciones del capítulo precedente, puede consultar la Colección de los Tratados, convenios y documentos internacionales celebrados por nuestros gobiernos des- de el reinado de doña Isabel II hasta nuestros días^ por el Marqués de Olivar ( cinco tomos : Madrid, 1893-95). Tratados^ convenios y declaraciones de pas y de comercio^ que han hecho con las potencias extriin- jeras los monarcas españoles de la casa de Borbón (1700-1843), por D. Alejandro del Cantillo (Ma- drid, 1843), la obra citada del Sr. Hinojosa y los Apun- tes de Historia politica y de los Tratados, por P. So- ler y Guardiola (Madrid, 1895) de los que hemos to- mado el resumen que sigue. De la historia de los documentos aludidos y de los sucesos relacionados con los mismos se deduce que con Francia siempre ha perdido España , y con Inglaterra ha ganado muchas veces. 1493 1495 19 Enero 31 Marzo. Tratado de Barcelona entre España y Francia , por el que Carlos VIII cedió á Fernando el Católico la Cerdeña y el Rosellón. Liga Santa ó veneciana entre el Papa, España, Austria, Milán y la república de Venecia contra Carlos VIII de Fran- cia. La guerra separatista. 217 1498 1500 1503 1504 1505 1516 1525 1526 1529 1544 1555 1559 1598 1604 5 Agosto. llNov... 5 Abril .. llFebr.. 12 0ct.... 13 Agosto 4 Enero . . 22 Mayo... 5 Agosto.. ISSept.... 5Febr 3 Abril..., 2 Mayo. . . , 18 Agosto Tratado de paz de Marcoussis entre Luis XII de Francia y Fernando é Isa- bel de Castilla y Aragón. Tratado de repartición del reino de Ña- póles entre Luis XII de Francia y Fer- nando é Isabel, reyes de Castilla y Ara- gón, firmado en Granada. Convenio de Lyon entre Luis XII de Francia y Felipe el Hermoso, archidu- aue de Austria para, poner término á las disidencias entre España y Francia, con motivo del repartimiento del reino de Ñapóles. Tratado de Lyon entre Fernando el Ca- tólico y Luis XII de Francia, relativo al reino de Ñapóles. Tratado de paz y alianza firmado en Blois entre Fernando el Católico y Luis XII de Francia, concertando el matrimonio del primero con Germana de Foix, so- brina del segundo. Tratado de paz de Noyon entre Carlos I de España y Francisco I de Francia, concertando el matrimonio del primero con la princesa Luisa, hija del segundo. Concordia de Madrid entre el emperador Carlos V y Francisco I de Francia, que comprende la libertad del segundo , ce- diendo varias provincias y prometiendo casarse con doña Leonor, reina viuda del rey de Portugal. Liga santa 6 Clementina entre el Papa Clemente VII , Francisco I de Francia, el duque de Milán y las repúblicas de Florencia y Venecia contra Carlos V. Paz de Cambray ó de las Damas entre el emperador Carlos V y Francisco I de Francia. Tratado de paz de Crespy entre Francis- co I y Carlos V. Tregua de Cambray por cinco años entre el emperador Carlos V y Enrique II de Francia. Tratado de paz de Chateau Cambressis entre Felipe II de España y Enrique II de Francia. Tratado de paz de Vervins entre España y Francia. Tratado de paz de Londres entre España y la Gran Bretaña. 218 La guerra separatista. 1641 1648 1657 1659 1668 1697 1698 1700 25DÍC.... 28 0ct.... 23 Marzo. 17Nov... 30 Enero . 13Febr.. — 15 Abril... — 2 Mayo.... 1673 30 Agosto 1678 20 Enero. — 16 Sept. . . 1684 15 Agosto 1686 29 Junio... 20 Sept. llOct... 3 Marzo. 3 0ct. Tratado de Hamburgo acordando la re- unión del Congreso de Westfalia. Tratado de paz de Munster entre España y las provincias unidas. Alianza de París entre Francia é Ingla- terra contra España. Tratado de paz de los Pirineos entre Es- paña y Francia. Tratado de Viena entre Luis XIV y el emperador Leopoldo de Austria, re- partiéndose los dominios de España. Tratado de paz de Lisboa, por el que Es- paña reconoció la independencia de Portugal. Triple alianza en San Germán entre Francia, Inglaterra y Holanda, fijando las bases para la paz entre Francia y España. Paz de Aix-la Chapelle (Aquisgram) en- tre España y Francia. Alianza entre España, Holanda el Imperio y el Duque de Lorena contra Francia. Alianza en El Haya entre España, Holan- da é Inglaterra, para restablecer la paz general. Tratado de paz de Nimega entre España y Francia. Tregua de Ratishona entre España y Francia. Liga de Augshurgo^ entre España, el Imperio, Suecia, los Círculos de Bavie - ra y de Franconia, la casa de Sajonia, los Príncipes y Estados del Alto-Rhin y de Westerwald, el duque de Holstein Gottorp y el Elector Palatino contra Francia, Tratado de paz de Ryswick entre Fran- cia y España. Tratado de paz de Ryswick entre Ingla- terra y Francia. Primer tratado de repartición del reino de España, firmado en El Haya entre Fran- cia, Inglaterra y los Estados Generales. Segundó tratado de repartición de la mo- narquía española firmado en Londres y en El Haya entre Francia, la Gran Bre- taña y los Estados Generales. Testamento de Carlos II de España, nom- brando por heredero de sus reinos á Felipe de Anjou. La guerra separatista. 219 1701 1702 1703 1707 1709 1710 1711 1712 1713 18 Junio.. 7Sept.... 22 Marzo. 8 Mayo... 16 Mayo. . ló Agosto. 25 0ct 27DÍC.... 10 Julio.. 14 Mayo.. 14 Marzo . 8 0ct 29 Enero . 14 Marzo. 26 Marzo . 11 Abril.. < Tratado de Lisboa entre España, Francia y Portugal Gran alianza contra España y Francia, firmada en El Haya por el Emperador, la Gran Bretaña y los Estados Gene~ rales. Adhesión de los Círculos de Franconia, Suabia, Austria y los dos del Rhin á la Gran alianza contra España y Francia. Adhesión á la misma de los Electores á^ Tréveris y Westfalia. Tratado de" alianza de Lisboa entre la Gran Bretaña, los Estados Generales y Portugal contra Francia y España. Adhesión de Suecia á la Gran alianza. Tratado de Turín por el cual el Duque deSaboya se adhirió á \3.Gran alianza. Tratado de comercio entre la Gran Bre- taña y Portugal Tratado de comercio de Barcelona entre Inglaterra y el pretendiente á la coro- na de España, Archiduque Carlos de Austria. Conferencias de Mardyx y del Haya para la paz entre Francia y España de una. parte y las potencias aliadas de otra. Conferencias de Gtirtruydenberg con el mismo objeto. Preliminares de paz de Londres entre Francia y la Gran Bretaña. Tratado dé Londres relativo á las condi- ciones para la paz general, ajustado en- tre Inglaterra y Francia. Reunión del Congreso de Utrecht. Tratado de evacuación en Cataluña y neutralidad de Italia entre España y el Imperio. Tratado entre España y la Gran Breta- ña, concediendo á ésta el asiento de ne- gros en América. Tratado de paz de Utrecht entre Francia é Inglaterra. Tratado de paz de Utrecht entre Francia y Prusia. Tratado de paz de Utrecht entre Francia y Holanda. Tratado de paz de Utrecht entre Francia y Saboya. Tratado de comercio entre Francia y la Gran Bretaña. 220 La guerra separatista. 1713 1714 1715 1718 1719 1720 1721 1722 1728 1729 11 Abril 13 Abril 13 Julio 13 Agosto 9 Dic. . . . 26 Junio. óFebr... 14 Dic... 18 Julio . 2 Agosto 18N0V.. 26 Enero , 2 Abril... 27 Marzo. 13 Junio. 19 Dic... 5 Marzo. 9Nov Tratado de comercio entre Francia y los Estados Generales. Tratado de paz de Utrecht entre Francia y Portugal. Tratado de paz de Utrecht entre España y la Gran Bretaña. Tratado de paz de Utrecht entre España y Saboya. Tratado de comercio entre España y la Gran Bretaña. Tratado de paz de Utrecht entre España y Holanda. Tratado de paz de Utrecht entre España y Portugal. Tratado de comercio de Madrid , expla- natorio del ajustado en Utrecht entre España y la Gran Bretaña. Convención de París entre Francia y la Gran Bretaña , relativa á un proyecto de arreglo entre el rey de España , el Emperador y el duque de Saboya. Cuádruple alianza de Londres entre el Emperador, Francia, Inglaterra y Ho- landa. Convención de El Haya entre el Empera- dor, Francia , Inglaterra y los Estados Generales , concediendo á España el plazo de tres meses para acceder á la cuádruple alianza. Accesión de Felipe V á la cuádruple alianza. Convenio para una suspensión de armas entre elEmperador y los reyes de Espa- ña, Francia, Gran Bretaña y Cerdeña. Alianza defensiva de Madrid entre Espa- ña y Francia. Tratado particular de paz y amistad en- tre España y la Gran Bretaña. Acuerdo entre España é Inglaterra rela- tivo á Gibr altar. Tratado de alianza defensiva entre las coronas de España , Francia y la Gran Bretaña. Congreso de Cambray. Declaración de Felipe V de España he- cha en El Pardo , ratificando los preli- minares de París. Tratado de paz, unión, amistad y alianza de Sevilla, entre España, Francia é In- glaterra. La guerra separatista. 221 1731 1733 1738 1739 1743 1745 25 Julio 7Nov 18N0V.. 14 Enero, 25 0ct... 1 Mayo. . 1748 26 Enero. 1750 1761 1762 18 Oct. 5 0ct. 15 Agosto 4Febr 3Nov Tratado de Florencia ó Convención de familia entre Felipe V y el gran duque de Toscana reconociendo éste por here- dero al infante de España D. Carlos. Primer pacto de familia entre España y Francia para estrechar su alianza é in- tereses y sostener los del infante don Carlos. Tratado definitivo de paz de Viena entre Francia y el Emperador. Se adhirieron á este tratado el rey de Cerdeña el 3 de Febrero de 1739 y las Cortes de Madrid y Ñapóles el 21 de Abril del mismo año. Convención del Pardo entre España y la Gran Bretaña para satisfacer las re- clamaciones pendientes de los dos paí- ses. Segundo pacto de familia ó tratado se- creto de alianza ofensiva y defensiva entre las coronas de España y Francia, firmado en Fontainebleau. Tratado de Araniuez entre España, Fran- cia, Ñapóles y la república de Genova contra Austria y Cerdeña. Convención del Haya entre Austria, la Gran Bretaña , Cerdeña y los Estados Generales, fijando las fuerzas con que cada una había de contribuir para con- tinuar la guerra contra Francia y Es- paña. Tratado definitivo de paz de Aix-la-Cha- pelle, firmado por Francia, la Gran Bre- taña y Holanda, al que dieron su acce- S'ón España, Genova y Módena el 20 de Octubre, y Austria el 23 del mismo mes. Tratado de Madrid entre España y la Gran Bretaña para la ejecución del ar- tículo 16 del tratado de paz de Aquis- gram, relativo al asiento de negros. Tercer pacto de familia entre España y Francia. Convención particular de alianza ofensi- va y defensiva firmada en Versalles en- tre España y Francia contra la Gran Bretaña. Preliminares de paz de Fontainebleau en- tre España, Francia, Inglaterra y Por- tugal. 222 La guerra separatista. 1762 1763 1776 1778 3Nov 10 Febr. 4 Julio. 6 Febr.. 1779 12 Abril... i 1783 3Sept 1793 25 Mayo.. - ; 15 Julio.. 1795 22 Julio.. 1796; 19 Agosto — I 7 Oct. 1800! 1 Oct. Acto preliminar que firmó en Fontaine- bleau el representante de España, mar- qués de Grimaldi, aceptando bajo con- dición y suh spe rati la donación hecha por Francia de Nueva Orleans y de la Luisiana. (Cedió estas porque no podía conservarlas y porque España las per- dería en seguida j ademas de ocasio- narle enormes gastos y perjuicios irre- parables. ¡Qué generosidad!) Tratado definitivo de paz entre los reyes de España y Francia de una parte y el de la Gran Bretaña de otra, firmado en París. Declaración de independencia de los Es- tados Unidos de América. Tratado de amistad y comercio entre Francia y los Estados Unidos, por el que la primera reconoció la independencia de los segundos. Alianza defensiva entre Francia y los Estados Unidos para el caso de que Inglaterra declarase la guerra á Fran- cia. Tratado de alianza ofensiva entre España y Francia contra Inglaterra, firmado en Aranjuez. Tratado definitivo de paz entre España é Inglaterra, firmado en Versalles. Convenio provisional de alianza defen- siva firmado en Aranjuez entre España y la Gran Bretaña con motivo de los sucesos ocurridos en Francia. Alianza entre España y Portugal con el mismo motivo que la anterior. Pactos celebrados por Inglaterra con di- ferentes Estados formando la. primera coalición contra Francia. Tratado de paz de Basilea entre España y Francia. Tratado de alianza ofensiva y defensiva , entre España y el Directorio francés, ajustado en San Ildefonso. Manifiesto de Carlos IV de España decla- rando la guerra á la Gran Bretaña. Artículos preliminares de San Ildefonso entre España y Francia, obligándose la primera á ceder á la segunda la Luisia- na y seis navios de linea, en compensa- ción de un establecimiento territorial La guerra separatista. 223 1801 1802 1803 1804 1805 1807 1809 1813 1814 29 Enero . 21 Marzo. 29Sept... 27 Marzo 19 Oct. 4 Enero . . 27 Oct. 17DÍC.... 5 Mayo. . . 10 Mayo.. 5 Julio... 14 Enero , 11 Dic. 5 Febr.. con el título de rey para el infante du- que de Parraa. Tratado de Aranjuez entre España y Na- poleón, por el que Carlos IV se compro- metió á nacer la guerra á Portugal. Tratado de Araniuez entre España y Francia retrocediendo á esta nación la Luisiana y la Nueva Orleans. Tratado de paz de Madrid entre Francia y Portugal. Tratado de paz de Amiens entre España, Francia y la república bátava de una parte y la Gran Bretaña de otra. Convenio entre el rey de España y la re- pública francesa para reducir á dinero ó subsidio anual las obligaciones con- tra'das por dicho monarca por el tra- tado de San Ildefonso de 1796. Tercera coalición de las principales po- tencias de Europa contra Francia. Convenio entre España y Francia fijando las fuerzas con que cada una de las dos naciones contratantes había de contri- buir á la guerra con Inglaterra. Tratado de Fontainebleau entre España y Napoleón, repartiendo'el reino de Por- tugal. Decreto de Milán expedido por Napoleón y relativo al bloqueo continental. Tratado firmado en Bayona entre Car- los IV y Napoleón, por el cual aquél cedió á éste sus derechos al trono de España. Tratado d^ Bayona entre Fernando VII y Napoleón, adhiriéndose el primero á la renuncia hecha por Carlos IV del trono de España á favor del segundo. Tratado de Bayona por el que Napoleón cedió á su hermano José Bonaparte los reinos de España é Indias. Tratado definitivo de paz, alianza y amis- tad firmado en Londres entre la Gran Bretaña y la Junta Suprema central y de gobierno de España. Tratado de Valengey entre Fernando VII y Napoleón Bonaparte, estipulando las condiciones de la paz entre España y Francia Congreso de Chíltillon para la paz entre Francia y las potencias coligadas. 224 La guerra separatista. 1814 1815 23 Abril. . 30 Mayo.. 20Nov... Convenio entre España y Francia sus- pendiendo las hostilidades. Primera pas de París entre Francia y las potencias aliadas. Segunda paz de París entre Francia y las potencias aliadas. CAPÍTULO XXVIII Últimos medios para terminar la guerra. Si el género humano (separado tí olvidado de Jesucristo) no estuviese condenado irremisiblemente á ver las cosas del revés, escogería por conse- jeros, entre la generalidad de los hom- bres, á los teólogos... (Donoso Cortés, Embajador de Es- paña en París, — Ensayo etc., lib. II, cap. VIII.) La naturaleza de los medios que vamos á proponer en este capítulo para conseguir la completa y pronta ex- tinción de la presente guerra que lleva trazas de agotar los recursos pecuniarios de la nación y de ocupar á to- dos los hombres útiles que hay en España^ nos releva de aducir las razones en que nos fundamos para indicar- los y, por consiguiente, los redactaremos en proposi- ciones breves, aun á riesgo de exponernos á que cada cual nos juzgue duramente y á que combata á aquellos con la misma libertad con que los publicamos: única- mente pedimos que se examine el asunto con la buena fe y con el ánimo sereno y desapasionado, situación en que hemos procurado colocarnos al formular las siguientes conclusiones de nuestro estudio y experiencias. No se asusten los enemigos de la teocracia, porque no hay motivo para asustarse. Los ateos y los natura- listas se han dado tal maña que el mundo d la moderna 15 226 La guerra separatista, no quiere, por su desgracia, elrég-imen teocrático ver- dadero: está por otros regímenes ^«rííú?os, masónicos y judaicos , contra los cuales se subleva sin razón por- que los elige. Al vulgo que quiere y paga el régimen ateo, es natural que éste le dé gusto, pues lo" paga. Bien sabemos que no se quieren curas ni frailes; pero como no escribimos para dar gusto á los indoc- tos y necios, sino para el pueblo español, de ahí que le comuniquemos lealmente lo que nuestra conciencia nos dicta. No se hará ¡qué ha de hacerse! lo que proponemos; pero recetamos el remedio que es el único que nos cu- raría, dado el estado morboso á que hemos llegado. Fuera de eso, nosotros designamos á las personas que sabemos que habrían de cumplir con su deber por- que no pertenecen á partido alguno, no necesitan de nadie y poseen las cualidades necesarias. Curado el enfermo, se escaparían al instante á sus casas y deja- rían libre el presupuesto á los que lo quisieran. Si del calificativo depende su aceptación, se lo quitaremos y diremos sencillamente el Sr. D. N. N., ó el ciudadano N. N., pues ciudadanos son como los demás españoles, aunque, por excepción única en el orbe civilizado, la Constitución de 1876 los prive del derecho de ser ele- gidos diputados, funcionarios públicos, etc., sin que la omisión del calificativo signifique que nosotros re- nunciemos á la razón principal que aduce Donoso Cor- tés con inimitable sabiduría , y que nos apropiamos en toda su extensión. La guerra separatista* 227 I QUIÉNES DEBEN SER GORERNADORES CIVILES DE CUBA. QUIÉNES DEBEN SER SUS CONSEJEROS De los partidos católicos puros sacar hombres -competentes, probos, devotos y piadosos, de antece- dentes limpios é historia inmaculada, amigos decididos de la equidad y de la justicia y enemigos declarados de judíos, masones y liberales, y nombrarlos goberna- dores de las distintas provincias cubanas, dándoles como consejeros coadyuvantes uno ó dos religiosos ca- paces, prudentes y experimentados, escogidos por los Superiores generales de los diversos institutos monás- ticos á petición del Gobierno. La cual práctica de bus- car los reyes y gobernadores cristianos el consejo sa- cerdotal y el apoyo de la acción religiosa, no es cosa nueva, sino muy vieja, como nos enseñan las crónicas de nuestros monarcas, virreyes y grandes capitanes que no solían llevar á cabo sus empresas gigantes ni sus actos de guerra y de gobierno sin contar con la apro- bación y las luces de sus auxiliares y consejeros ecle- siásticos y monacales. Los cargos de consejo y cooperación serán desem- peñados gratuitamente mientras dure la guerra; pero se satisfarán por cuenta del Estado todos los gastos de casa, comida, servicio personal y viajes dentro de las jurisdicciones respectivas (1). (1) Exponiendo nuestro proyecto con toda la claridad y franqueza quo acostumbramos, y que en las presente^ circunstancias juzgamos como un imprescindible deber, si tuviésemos autoridad al efecto nombraríamos in- 228 La guerra separatista. Creemos que todos los Superiores de las Ordenes cooperarían con el mayor gusto porque su auxilio redundaría infaliblemente en gloria de Dios, honra de España y bien de las almas. — La Patria necesita, á nuestro humilde juicio, de su apoyo extraordinario. II SACERDOTES REGULARES COMO AGREGADOS Á LOS BATA- LLONES DEL EJÉRCITO. — SUS OBLIGACIONES. Nombrar á un Religioso que acompañe á cada ba- tallón en calidad de agregado. Los Padres Dominicos, Trinitarios, Capuchinos, Carmelitas , Franciscanos, mediatamente Consejero del Gobernador general de la isla de Cuba al muy Rdo. P. Fray Joaquín de Llevaneras, capuchino y Procurador General de las Misiones ultramarinas de su Orden que no tiene hoy allí convento algu- no; ídem del Gobernador civil de la Habana, al Rdo. P. José María Palacio, de la Compañía de Jesús; ídem del de Pinar del Río, al Rdo. P. Fray Quintín de Jesús, carmelita; ídem del de Matanzas, al Rdo. P. Pedro Muntadas, es- colapio; ídem del de Santa Clara, al Rdo. P. Hilario Retolaza, de la Compa- ñía de Jesús; ídem del de Puerto Principe, al Rdo. P. Juan Colomer, escola- pio, y del de Santiago de Cuba, al Rdo. P. Fray Lucas de Garteiz, francis- cano. Nombraríamos también Subgobernadores de Guantánamo, Baracoa^ Mayarí, Gibara, Holguin, Bayamo^ Manzanillo, Morón, Sancti Spíritus, Tri- nidad, Remedios, Sagua la Grande, Cienfugos, Colón, Cárdenas, Alfon- so XII, Güines, Jaruco, Bejucal , Guanajay, San Antonio de los Baños, San Cristóbal, Vinales , Guane ó Mantua é isla de Pinos, á sacerdotes de Orde- nes religiosas españolas.— No incluímos á los sacerdotes seculares de Cuba, entre los cuales hay muchos individuos adornados de excelentes cualidades para el caso y que cooperarían eficacísimamente al proyecto indicado, por- que en dicho oficio se granjearían acaso grandes enemistades no pudiendo continuar de.«-pues allí y esto les irrogaría enormes perjuicios á que no sería prudente exponerlos si ellos no los afrontan espontáneamente %el heroísmo es voluntario y no se impone humanamente á nadie. Con los regulares ya no sucede lo mismo, porque su patria es el mundo 3^ en todas las partes de él tienen casas donde recogerse^ y hetmanos que los consuelen si se viesen obligados á ausentarse de su tierra. La guerra separatista. 229 Paúles, Pasionistas, Redentoristas , Benedictinos y los del Inmaculado Corazón de María (del Venerable Padre Claret) serán los que proporcionen el personal necesa- rio, pues se dedican en cumplimiento de sus estatutos casi exclusivamente al ministerio de las Misiones. Los Padres consejeros de los Gobernadores y Subg'oberna- dores serán desde luego Capellanes de las Plazas don- de residan. Será obligación exclusiva de los mismos conservar las buenas costumbres en el ejército y evitar la des- moralización que es generalmente, por desgracia, con' secuencia de la vida de campaña. Las resoluciones que en cuanto á las faltas públicas de sus feligreses, jefes y soldados, adoptaren, serán absolutas é inapelables. Cesarán en su santo ministerio cuando termine la gue- rra, si no se juzga conveniente su permanencia, la cual sería muy de desear sin que por eso fuese superfino el Capellán numerario y fijo. III HIJAS DE LA CARIDAD PARA CUIDAR DEL VESTIDO Y DE LOS ALIMENTACIÓN DE LOS SOLDADOS Para impedir los abusos que suelen cometerse en la provisión de ropa y de alimentos para el soldado (en la guerra pasada hubo en esto numerosos y lamen- tables abusos y escándalos) no hay medio alguno efi- caz como no sea el de encomendar este ramo de la ad- ministración de cada batallón á cuatro , ó más , de las beneméritas Hijas de la Caridad que tratan á los solda- dos como á hijos, según se observa en los hospitales. — 230 La guerra separatista. Esta resolución sería la más acertada para evitar que se derrochase dinero que escaseará, y para conseguir que el soldado anduviese bien vestido y bien alimentado. IV NO PRODIGAR ASCENSOS NI PENSIONES DURANTE LA GUE- RRA. ESPLENDIDEZ EN ASCENSOS Y RECOMPENSAS DESPUÉS DE TERMINADA LA LUCHA. No conceder con profusión ascensos ni pensiones mientras dure la guerra. El General en Jefe de operacio- nes y el Ministro de la Guerra, sin embargo, anotarán esmeradísimamente los méritos y servicios de cada cual á fin de remunerarlos generosa y espléndidamente y hasta con prodigalidad en el momento en que termine quélla. — Se exceptúa de esto el ascenso por escalafón y tampoco se suspenderán los efectos de la ley para las viudas é hijos|de los que mueran en tiempo de la guerra. Ningún jefe que muestre públicamente rivalidad malsana y envidia hacia los demás jefes será consenti- do ni un solo día en el ejército de Cuba. V NO PUBLICAR NOTICIAS OFICIALES DEL CURSO DE LA CAM- PAÑA, Ó AL MENOS RETRASAR MUCHO SU PUBLICACIÓN. -T- SEVERIDAD CON LOS IMPRUDENTES. No publicar sin marcada necesidad, ó, siquiera conveniencia, ningún parte oficial de los sucesos de la guerra á no ser con un mes de posterioridad á lo sumo, y esto si no hay modo de evadir la fingida nece- La guerra separatista. 231 sidad que de saber noticias se han creado las gentes. — Castigar severamente al jefe que se permita emitir jui- cios y cálculos acerca de la guerra en periódicos, en cartas ó delante de periodistas á sabiendas de que lo son, y prohibir la circulación de los periódicos que propaguen semejantes apreciaciones aunque fuesen exactas. — La primera noticia pública oficial que trans- mita el cable eléctrico deberá ser la de haber derrota- do por completo nuestro ejército á todos los enemigos de la Patria y la de haberlos expulsado de la isla de Cuba sin perdonar ni á uno solo. VI GRANDES SERVICIOS QUE PODRÍAN PRESTAR LOS BUQUES MERCANTES AL GOBIERNO ESPAÑOL Existen muchas empresas de navegación, naciona- les y extranjeras, que viven principalmente del comer- cio con la isla de Cuba, y nos parece conveniente men- cionar aquí las que recordamos, con el objeto que al fin se verá. Vapores correos españoles de los Sres, Larrinaga 3^ C* de Liverpool, agentes Loychate Sáenz y C* — La Bandera española, agentes C. Blanch y C* — Líneas Serra y La Flecha, agentes Deulofeu, hijo y C* — Pensacola Steamship Lme, agentes Deulofeu, etc. — Compañía general trasatlántica de vapores correos franceses, agentes Bridat Mont'ros y C.^ —-Línea de grandes vapores trasatlánticos de Pinillos Izquierdo y C.^, agentes Loychate, etc. — Línea de vapores tras- atlánticos de F. Prats y C.*, agentes C. Blanch y C* — 232 La guerra separatista. Morgan Lino, agentes Galbán y C.^ — Maill Steamship Company (línea de Ward), agentes Hidalgo y C* — Cuban Line of Steamers , agentes Dussaq y C.* — Em- presa de lanchones á remolque por la costa Sur^ agen- tes Alonso Jauma y C* — Sociedad colectiva de lan- chones á remolque entre Nuevitas y la Habana^ de Argilagos Tomeu y C.*, agentes Jauma, etc. — Línea de vapores nuevos trasatlánticos de Hijo de J, Jover y Serra, agentes Balcells y C.^ — Plant Steamship Line^ agentes G. Lawton Childs y C* — Empresa de lancho- nes á remolque entre la Habana y Cárdenas^ de Deulo- feu, hijo y C.^ — Vapores correos de la Compañía Tras- atlántica (antes de A. López y C.^), agente M. Calvo. — Compañía Hamburguesa americana de vapores correos alemanes, agentes Martín Falk y C* — Vapores Pro- tector y Nuevo Cubano deBatabanóá la isla de Pinos. — Vapor inglés Beta de la Habana á Halifax (Canadá). — Compañía de Navegación del Sur (de Batabanó á Cor- tés, Bailen ó la Coloma). — Empresa de vapores co- rreos y transportes militares^ por la costa Sur, de Me- néndez y C* (de Batabanó á Cienfuegos, Casilda (Tri- nidad), Tunas de Zaza (Sancti Spíritus), Júcaro (Cie- go de Avila), Santa Cruz del Sur, Manzanillo y San- tiago de Cuba. — Vapores Alicia , Adela y Álava ^ de la Habana á varios puertos de la costa Norte. — Vapor Tritón, de Antolín del Collado y C.*, de la Habana á Cabanas, Bahía Honda, Río Blanco, San Cayetano (La Esperanza), Malas Aguas, Santa Lucía, Río del Medio, Dimas, Arroyos (de Mantua) y La Fe (ó Juan López). — Empresas de vapores españoles , correos de las Anti- '^llas, de Sobrinos de Herrera, de la Habana á Carde- La guerra separatista. 233 ñas, Sagua (La Isabela), Caibarién, Nuevitas, Puerto Padre, Gibara, Sagua de Tánamo, Mayarí, Baracoa, Guantánamo, Santiago de Cuba, Santo Domingo, San Pedro de Macoris , Ponce , Mayagüez , Aguadilla y Puerto Rico. — Vapores remolcadores de Zaldo, José González, Herrera, Deulofeu, Santamarina, Sussiej otros, goletas, lanchas, goletas- viveros, cuyos nom- bres no recordamos, pero que son en crecidísimo nú- mero y navegan de unos á otros puntos de la isla y á puertos extranjeros; barcos de vela y vapores que veri- fican directamente la travesía de Matanzas, Cárdenas, Sagua, Caibarién, Nuevitas, Gibara, Puerto Padre, Sa- gua de Tánamo, Mayarí, Baracoa, Guantánamo, San- tiago de Cuba, Manzanillo y Cienfuegos á diferentes puertos extranjeros, y son ingleses, yankees^ suecos, franceses, alemanes, daneses, noruegos, etc., etc. Los buques de todas estas Compañías están conti- nuamente atravesando los mares de la isla de Cuba en todas direcciones, de suerte que puede afirmarse que dichos mares jamás, ningún día y á ninguna hora, se hallan desiertos. — ¿No habrá algún medio de conseguir que todos esos buques se conviertan en centinelas y guardacostas de la isla de Cuba?— Los estadistas, los políticos y los gobernantes de España ¿no podrán lo- grar que los capitanes, tripulantes y pasajeros de las referidas naves cooperen á la vigilancia de los mares y costas antillanas y traigan noticias de los mares y puertos extraños? — Con su auxilio ¿ no podríamos ob- tener avisos y denuncias de expediciones filibusteras, y aun anticiparnos los proyectos de los rebeldes y de sus cómplices? — ¿No habrá modo de obligar á los due- 234 La guerra separatista. ños de barcos nacionales , bajo penas severísimas , á que vigilen el mar y den inmediatamente aviso reser- vado de todo lo que ellos vean, observen y averigüen, y aun de alentarlos á que apresen á los buques separa- tistas, dándoles^ si es preciso, recompensas honorífi* cas y premios pecuniarios y otorgándoles con mana generosa privilegios é indemnización de gastos y per- juicios según la calidad de los beneficios ó servicios prestados? — ¿No será posible conseguir q ue algunos de sus tripulantes sean á la vez agentes de la policía y de la diplomacia españolas, y aun soldados que desde ta- les barcos sirvan á la Patria? — Y si se trata de buques extranjeros, ¿no tendremos habilidad bastante para uti- lizarlos en provecho propio siquiera en atención á las utilidades grandísimas que sus dueños sacan del co- mercio con nuestras provincias, y á los daños que po- dríamos causarles si nos niegan su franca coopera- ción?— Nuestra diplomacia ¿será tan poco astuta que no recabe el auxilio de las potencias extranjeras, si los navieros no nos sirviesen lealmente ó pusiesen difi- cultades? Sometemos todas esas cuestiones al criterio des- apasionado de nuestros hombres de gobierno y abriga- mos la firmísima convicción de que resolviéndolas en sentido afirmativo, habríamos de obtener resultados importantísimos y de impedir que muchos ingratos y traidores se valiesen de los barcos, aun de los naciona- les por desgracia, para introducir armas y pertrechos de guerra, insurrectos, cartas, etc. La guerra separatista. 235 Habíamos escrito este capítulo y dudábamos si sería prudente coleccionarlo en este humilde estudio. En esto se nos ocurrió consultar varios números de El Impar cial y del Heraldo de Madrid^ y de lo que dicen estos dos conspicuos sostenedores de las ideas y liber- tades modernas, á los cuales no se podrá tachar de par- ciales cuando juzgan la situación en que se encuentra hoy España, situación á que hemos llegado merced á los falsos principios y á los desacertados procedimien- tos que ellos y sus amigos defienden, deducimos que no serán del todo vanos los consejos que preceden. "... se ha perdido absolutamente el tiempo desde que el país empezó á realizar sacrificios de sangre y de oro... Es- paña estaba en la opinión que censura el cúmulo de errores, ignorancias y torpezas cometidos... Está España principal- mente en aquellos soldados que han ido á Cuba sin espe- ranza de medro, sin fama personal que conservar, sin re- nombre que sostener, sin pingües haberes que justificar.,,— (De El Impar cial de 6 de Julio de 1896.) "Nosotros confiamos en que el espíritu popular acabará por penetrarse hondamente de cuánto de egoísmo y de in- justicia se encierra en el proyecto en cuestión, y no con- sentirá que los que se han comido el pasado^ representado en los bienes de la desaynortización, y se están comiendo el presente con la entrega ó el empeño de los principales re- cursos y rentas, se coman también el porvenir. „— (De El Impar cial de 7 de id. id.) "Lo más deplorable en todo esto es que , si el patriotis- mo español no se enfría más, no será ciertamente porque no se haga para ello todo lo posible con los ejemplos que desde las alturas de la política se dan. - (De ^/ Impar cial de 18 de id. id.) "Prosternémonos y digámoslo con franqueza: España fué reina del mundo. Hoy es una colonia judia. ^~{T>qi El Jmparcial de 30 de id. id.) 236 La guerra separatista. Pero ni aun lo anterior nos sacaba de dudas: que- ríamos que las observaciones personales nuestras fue- sen confirmadas por el testimonio de otros, y también hemos encontrado quien desde Cuba confirme hoy mis- mo nuestras experiencias y convicciones. Medítese lo que sigue con gran detenimiento, y no se olvide que no es sacerdote, ni fraile quien afirma: es un periodis- ta, y lo dice en el periódico más liberal de España. D. Domingo Blanco escribe el 4 de Julio de 1896 á El Impar cial una carta publicada el 19, en que se leen cosas de suma trascendencia, como éstas: "Se lee aquí con gran regocijo lo que dice la prensa ma- drileña á propósito de las indisposiciones más ó menos físi- cas de nuestros generales, y también produce la misma grata impresión el juicio desfavorable que en el extranjero merecen algunas de las altas personalidades de la milicia. „La gente nos pide á voces que censuremos á todo el mundo, incurriendo en lamentable exageración , puesto que en esto, como en todo, hay mucho malo y mucho bue- no. Si no fueran tantos, seguramente que serían menos los malos. „jEs indudable que los de arriba no corresponden á la abnegación y sacrificios de los de abajo. La menor con- trariedad produce un disgusto, y com,o consecuencia un rompimiento entre el jefe y los subordinados. "L^l cosa es muy desagradable por lo que afecta á esa disciplina tantas veces invocada, y es tristísima, porque nos quita autoridad ante un país anheloso de nuestro desprestigio. „Los periódicos nada dicen porque no les dejan; pero es inútil que estas cuestiones se ventilen secretamente en el despacho del general Weyler; es el secreto á voces, y en los cafés y en las tertulias, entre españoles como entre filibusteros, se sabe todo, se comenta todo, y, como es con- siguiente, se labora. „Han sido tan frecuentes los disgustos, que ya en cuan- to llega un general á la Habana para descansar un día al La guerra separatista. 237 lado de los suyos, para conferenciar con el jefe ó para asuntos del servicio, todo el mundo se pregunta cuál es la verdadera causa del viaje, y cuándo el interesado se em- barca para la Peninsula, como han hecho ya 14 desde Fe- brero. „Es muy difícil de disipar esta atmósfera, y buena prue- ba de ello es lo ocurrido hoy precisamente con el viaje del general González Muñoz. Estaba para regresar á las lomas de Vuelta Abajo en persecución de Maceo; pero como se encuentra muy delicado y las operaciones son casi impo- sibles en esta época, convínose anoche en la tertulia íntima del general en jefe que el Sr. González Muñoz vaya á Mon- dariz y vuelva en Septiembre. „Nadie ha querido creer esta explicación, aun viendo como ve todo el mundo delicado al distinguido general Muñoz y aun viendo que deja aquí toda su familia y sus ayudantes, excepto Rafael Echagüe que le acompañará. „No hay el menor rozamiento; esa es la verdadera expli- cación del viaje á la Península del general, el cual volve- rá en Septiembre á continuar su brillante campaña en Pi- nar del Rio, campaña como ninguna de resultados prác- ticos. „Pero ¿no es un síntoma de desconfianza esta misma incredulidad del público ante hechos bien justificados? Las debilidades de lo alto y la discreción á que á todo el que escribe obliga el patriotismo pueden explicar este estado de cosas que entristece d los buenos amigos de la Patria tanto como alegra d los enemigos. y,Quisá si se acabaran ciertos convencionalismos que- daría corregido el mal. Yo creo que ha contribuido d con- tener cierta emigración^ más que todas las leyes 3'' que todas las consideraciones, por sagradas que sean, un pá- rrafo del Diario de la Marina en que para ensalzar al ge- neral Ochoa decía: No es éste de los que en cuanto pescan el ascenso piden el regreso d la Peninsula. Y lo creo, porque hablando claro se impondrá cuando menos el res- peto á la opinión pública, último juez en esta desgraciada campaña. „Ciertamente que es una sorpresa— y yo me declaro el 238 La guerra separatista. primer sorprendido— encontrar en los rincones de un mo- desto negociado de la secretaría del Gobierno general em- pleados que trabajan muchas horas con inteligencia y has- ta con entusiasmo. En la actual situación todo está ligado al gran problema de la soberanía de España en Cuba, y los empleados civiles, si tienen el sentimiento de la Patria todo lo arraigado que las circunstancias exigen, habrán de contribuir poderosamente á nuestro triunfo. Un acto inmoral en estas circunstancias tendría mayor trascenden- cia que en los tiempos de vida normal, en que la vagancia y el cohecho han sido moneda corriente. Por lo mismo debe celebrarse el cumplimiento exacto de los deberes que cada cual tiene aquí. „La opinión sensata, que quisa deje la sensatez cuando de reformas políticas se habla^ porque sabe demasiado que para nada sirven, quiere, efectivamente, que este proble- ma de la guerra se resuelva empleando dos acciones uni- das, pero muy distintas á las que se pregonan y defienden en la Península: la acción militar y la acción moral. Si el gobernador Porrúa sigue su gran campaña de rectitud; si el intendente Fagoaga diera todos los días un golpe como el de Sagua, pero rematando la suerte; si el general Wey- 1er encarcelara con frecuencia, como ha hecho ayer, á unos empleadillos de la administración ínilitar que se comían una porción de heno destinado á los caballos, y que ellos (los empleados) para mejor digerirlo trasforma- ban en dinero; si el que da motivos como parece que los ha dado un jefe sometido hoy á expediente, no encontrara fá- cil la salida; si, en fin, se atendiera á este aspecto del pro- blema, tanto como al otro, no dejaría de facilitarse la ansia- da solución, que no es en verdad la que dicen unos y otros en el Parlamento, ni siquiera la que dicen los políticos de aquí, puesto que periódico tan compenetrado con los sen- timientos cubanos como La Lucha, afirma que estos polí- ticos, igual que los nuestros, no saben lo que piden ni lo QUE quieren. „Ello es -volviendo á mi propósito — que no faltan em- pleados que desde las obscuridades del modesto negociado iluminan con su estudio, su celo y su inteligencia, cuestio- nes de tanta gravedad como la de la ciudadanía americana La guerra separatista, 239 «en este territorio, origen de tantos conflictos, y sobre todo de tantas dificultades para el mejor desenvolvimiento de nuestra acción militar. „El general Weyler no ha ocultado á nadie las mil con- trariedades que le producen á diario estos españoles rene- gados, á quienes amparan los Estados Unidos. Él más que nadie está tocando las consecuencias de funestos tratados hechos á espaldas de la opinión y de las debilidades en que incurre diariamente nuestro Gobierno. „El cónsul yankee, más cuidadoso de asegurar la impu- nidad de los suyos que del respeto al derecho y á la razón, no deja pasar el menor detalle relacionado con la ciudada- nía americana en Cuba. Y tan harto está el general Wey- ler de tantas reclainaciones y de tantas dificultades , que ya es de los que creen que algún día tendrá que pedir per- tniso al cónsul Lee para sentarse á la mesa, „Con la misma franqueza que en el seno de la intimidad manifiesta estos disgustos el general Weyler, lo ha escrito al Gobierno, y en el ministerio de Ultramar estará, si no lo han perdido , un expediente que debe ser estudiado y aten- dido con todo el cariño que exige tan interesante cuestión. „ "Sin el concurso y favor de la prensa no seria posible tal cosa (mandar y gobernar muchos que no han estu- diado nada ni saben nada). Y si por desdicha todavía lo fuese, tuviéramos al menos muchos españoles la satisfac- ción de no verlo y de no enterarnos; que para como está la política, para el provecho que de ella saca la na- ción, para lo que medra España gracias al afán de gober- narla que inquieta á unos pocos, nada perderíamos con no leer palabra de lo que se trate en esas conferencias de los personajes, ni de las idas y venidas de tanto corredor de arreglos, ni oir siquiera los discursos de las Cortes cuyo papel en la vida nacional va quedando reducido al de una escuela de declamación. „— (Del Heraldo de Madrid de 27 de Julio de 1896.) "Sólo atenderé á decir la verdad, sin dárseme poco ni mucho de partidos y de escuelas políticas, á todos los cua- les hace mucho tiempo que tengo repartidos en dos clases: malos y peores.,, - (Del Heraldo de 29 de id. id.) 240 La guerra separatista. „.. .porque así en la isla de Cuba como en todo lugar po- blado y gobernado por españoles, lo primero que se echa de ver es la fala de previsión de las autoridades, el exceso de confianza en que viven y lo poco propicios que son sus agentes á sacrificar la comodidad ó el descanso en aras del bien colectivo. Dígalo, si no, el ejemplo de la policía de la Habana, más célebre por abandonada y perezosa que por los servicios que haya prestado nunca... A su vista se han fraguado infinitas conspiraciones, se ha hecho la recluta de hombres, la suscripción de fondo y el tráfico de armas; bajo sus ojos, cerrados por el sueño y quien sabe sí por el soborno , ha pasado gran parte del material de guerra con que hoy nos hostilizan los rebeldes de Cuba... Esa acción (la administrativa), verdaderamente política,, esa si que ayudaría con eficacia á nuestras armas. (De el Heraldo de 30 de id. id.) "Como reformadores teóricos, somos los más aptos, los más fecundos y más laboriosos de la creación. Pero prácticamente, todavía no hemos conseguido reformar con verdadera eficacia ni las Ordenanzas municipales del último Ayuntamiento de España. En pocas cosas se ha hecho tan manifiesta nuestra ineptitud para concordar la acción con el pensamiento, como en lo que se refiere á ciertas dolencias de la administración española... Aplique- mos alguna vez parte de nuestras aptitudes á la ejecución de tanto como discurrimos y proyectamos en varo. Basta de palabras y vengan los hechos.— (Del Heraldo de 1.° de Agosto de 1896.) {vl^dios para emtaF quejas, DIjá^Oí^DIAjá Y GPUEí^I^Ajá EN DO BüíTLTí^O CAPÍTULO XXIX Separación de mandos. — Gobierno General. — Capitanía General. — Marina.— Hacienda. El gobierno de una nación, de una sociedad ó de una corporación encomendado á una sola persona es innegable que, por regla general, reúne muchas venta- jas sobre el sistema poliárquico ó de varias personas, considerado teóricamente aquél. Es uno solo el enten- dimiento que imprime dirección á los negocios, es una sola la voluntad que ordena, manda y ejecuta; uno solo es el criterio que adopta las resoluciones, que elige los medios, que resuelve las dudas y que regula las accio- nes que interesan á la entidad moral cuya dirección está confiada á un solo individuo. La unidad de pensa- miento y de acción que tantos beneficios produce en la vida ordinaria, consigúese sin duda alguna más fácil- mente cuando el sujeto que piensa, ordena y obra es físicamente uno sólo. — El cambio, la volubilidad, la irresolución, la incertidumbre , el cansancio parecen como más ajenos de un agente que por sí solo respon- de de sus actos ante el tribunal de la multitud. 16 242 La guerra separatista. Siendo esto indudable en teoría, no es menos indu- dable que para tocar en la práctica tales excelencias es de todo punto necesario que aquel individuo posea una inteligencia no vulgar y adornada de varios y pro- fundos conocimientos, al menos de los que exige la naturaleza, las cualidades, los medios y los fines de la sociedad ó entidad moral cuyos destinos rige , y debe además disponer el referido individuo de una vo- luntad sana, recta, firme y enérgica, templada en tal grado que no sea traída y llevada sin razón suficiente de una á otra determinación, ni adormecida por la adu- lación y por los halagos, ni cegada por otros géneros de concupiscencias, ni propicia al desaliento en presen- cia de dificultades y obstáculos que necesariamente habrán de presentársele en el régimen de la sociedad que preside. Tales son los dictámenes de la razón. Esos dictados ¿tradúcense en hechos prácticos tan hermosos y tan ■excelentes como los concibe la inteligencia? — La res- puesta no hemos de darla nosotros: danla los sucesos históricos. No hay más sino que cada cual obliga á la historia á que le conteste conforme á las teorías que abrazó ó á las convicciones que adquirió: cada uno queremos que la historia refleje el eco de las ideas an- ticipadas que hemos preconcebido, ó de los intereses verdaderos ó ficticios á los cuales subordinamos el sistema de gobierno que preferimos. — Al republicano nada favorable le refiere la historia de Augusto, de Constantino, de Teodosio, de Carlomagno, de Carlos I de España, de Felipe el Prudente y de todos los Ro- manos Pontífices. El monárquico no halla sino desas- La guerra separatista. 243 tres y trastornos en las repiíblicas helénicas y en la romana; ninguna excelencia observa en las repúblicas itálicas, nada bueno halla ni aun en el Consejo bíblico -que institU3^ó Dios para gobierno del pueblo de Israel. Nosotros también hemos interrogado á la historia y nos contesta de un modo que no satisface á ninguno de los dos bandos. Confesamos que la respuesta obte- nida de nuestros estudios quizá peque de tímida, y que sea la respuesta que hemos querido oir, no la que aca- so debiéramos oir por temor de desagradar á los par- tidarios de una ú otra opinión, ó por no saber nosotros sostener resueltamente una de esas ideas. Pero, sea lo que quiera, la verdad que hemos aprendido y de que ahora debemos dar testimonio público, consiste en afirmar que el mejor sistema de gobierno es aquel que se practica cuando todos los subditos reconocen y aca- tan como Jefe y Director estable y vitalicio á un solo individuo, el cual, creyéndose también sólo é inamo- vible, rige y ordena, sin embargo, sometido moralmen- te, más bien que forzado, al consejo de muchos que sin dominar á nadie, dominan las materias en que cada uno son insuperables consejeros. El Jefe y Director es único, él solo es el responsable ante sus subditos, él solo se conquistará el premio y el honor, ó él solo cargará con la aversión y el descrédito que surjan como necesa- rias consecuencias de sus disposiciones; pero no orde- nará nada sin el previo consejo que le manifiesten leal- mente aquellos que por su aptitud, por sus estudios y por su ministerio dominan como maestros los asuntos respectivos á que cada cual se ha dedicado, y que le fueron encomendados por el superior y jefe universal. 244 La guerra separatista. Ahí está explicada la contestación que de la cien- cia histórica ha recabado nuestra humilde inteligencia. La monarquía pontificia romana, el secular régimen inglés y nuestra singularísima monarquía tradicional española (que no tiene ni una tilde de absolutista, pues el absolutismo es exótico y francés y está reñido esen- cial, necesaria y absolutamente con el genio nacional nuestro) nos enseñan lo que dejamos consignado. Si nos detuvimos en estos preámbulos ha sido por necesidad y á fin de abrirnos camino en la inteligen- cia, explicación y resolución del tema que nos propu- simos estudiar en este capítulo. El problema conocido con el nombre de separación de mandos en el régimen de nuestras provincias ultramarinas es de suma tras- cendencia y trae muy divididos á los que por afición ó por deber tratan del mismo. Tan encontrados son los pareceres, que los adversarios han pactado una tregua indefinida y no quieren discutirlo por no ser responsa- bles de los males que, según unos, produce el monopo- lio de mandos en Ultramar, y los que, en opinión de otros, traería aparejados y mucho más graves la sepa- ración de mandos. Partidarios nosotros, resueltos y decididos, de la separación de mandos faltaríamos por cobardía al de- ber que nos constriñe á decir toda la verdad. Por otra parte , no hay imprudencia alguna en proclamarla porque en ninguno de los platillos de la balanza pesa- rá nuestra opinión consignándola á mianera de recrea- ción'filosófica y dejando á los que sean llamados á re- solver la cuestión en plena libertad de sostener el statu quo 6 inaugurar prudentemente diferente sistema. La guerra separatista, 245 Actualmente el gobierno de Cuba, Puerto Rico y Filipinas está encomendado por nuestras leyes á una sola persona encada una de esas islas ó agrupación de islas. Un Teniente General ó Capitán General de Ejér- cito es el Jefe ó representante universal del Gobierno Supremo. Las leyes dan por supuesto que sólo es apto y capaz de gobernar y regir dichos territorios un mi- litar, 3'- un militar de la expresada categoría. Ignora- mos por qué sólo en la jerarquía militar encuentra la nación personas aptas que allá la representen cumpli- damente y no los halle también en la magistratlira, en instrucción pública, en hacienda, en todos los ramos de la Administración y en la Marina. Comprendemos muy bien que el Capitán General de los referidos puntos dependa directamente del Ministro de la Guerra; pero no se nos alcanza que ese Capitán General sea al mis- mo tiempo y de ordinario un hombre que reúna las condiciones necesarias para resolver todos los asuntos relativos á los demás extremos de la Administración, porque todos sabemos que un General , por serlo , no es competente en la legislación política, universitaria, carcelaria, higiénica, económica, etc., etc. Ni tampoco sabemos cómo puede regir y gobernar bien un hombre obligado de repente á entender y resolver definitiva- mente, ó en el grado que corresponda, las innumera- bles cuestiones que se someten á su deliberación y juicio. Es evidente que un hombre civil, por serlo y por esta sola cualidad, no puede dirigir bien un ejército, y es evidente que no se le debe fiar la resolución de asuntos técnicos de la guerra, y por eso está con razóa 246 La guerra separatista. previsto que el Capitán General no dependa de nadie en las citadas islas ; pero no comprendemos por qué motivo ese General ha de ser perito en Hacienda y en Administración y aun en Marina. Podrá suceder que algún Capitán General reúna todos esos conocimien- tos y que, por consiguiente, se le encomienden tan va- riados asuntos; pero no los reunirá por ser tal General,, ni se le confiarán por este carácter. Nosotros entendemos que en cada uno de dichos te- rritorios debe haber un jefe de la Milicia, un jefe de la Marina* un jefe civil de Gobernación y Administra- ción y otro de Hacienda, aunque estos últimos ramos se dan la mano unos á otros y un jefe poseedor de los conocimientos generales de esos asuntos, asociado de subalternos de competencia y aptitud peculiares á cada especialidad, acaso pudiera cumplir sus obligaciones en justicia y con conocimiento de las causas, como un Capitán General puede regir á conciencia un ejército compuesto de Infantería, Caballería, Artillería é Inge- nieros, porque debe conocer las materias comunes á todas esas Armas, por más que sólo sobresalga en algu- na de ellas. No desconocemos que la designación de la jefatura en un General obedece á que como en su mano está la fuerza, dispone fácilmente de ella para ponerla al ser- vicio de la razón y de la ley cuando lo estime necesario, y como manda en Jefe, ni corre peligro de arrogarse atribuciones de otros ni encuentra obstáculos porque nadie se los puede oponer, pues él no habrá de entor- pecerse á sí propio. Mas esta objeción ú observación no tiene valor si se examina bien , porque se parte del La guerra separatista. 247 supuesto de que entre dichos jefes no habría inteligen- cia ni mancomunidad de miras; supónense independen- cia y desligamiento mutuos; supónense encontradas tendencias. Y como eso no se puede admitir racional- mente, ni se puede conceder que la ley lo permitiese, de ahí que carezca de valor el reparo. Aquí, en la Península, el Gobernador civil es inde- pendiente, el Administrador de Hacienda lo es también, y lo mismo el Gobernador militar y el Capitán general respecto unos de otros; pero cuando la necesidad ó la conveniencia lo aconsejan, refúndense en un solo jefe todas las atribuciones que son precisas para imprimir unidad á la acción contra el enemigo común. Y no por- que se hayan repetido mucho los casos se le ocurre á nadie suprimir los jefes civiles y los jefes económicos; subsisten, y en las circunstancias anormales continúan ejerciendo aquellas funciones que ni se oponen ni mer- man la unidad de acción y la iniciativa del General que asume el mando superior y dispone de la fuerza para restablecer el orden ó para rechazar al enemigo de la integridad nacional y del orden público. De suerte que de hecho se les conceden á los jefes supremos de las citadas islas mayores atribuciones que las que se atribuyen ó se arroga un rey absoluto, sin ninguna de las ventajas que nacerían de un régimen absolutista, porque teniendo todas las desventajas pro- pias de éste, no se disfruta de las limitaciones consig- nadas en las leyes, resultando ilusorias (las ventajas) á causa de las dilaciones que origina el enredado y com- plejo organismo de nuestra administración en lo refe- rente á trámites de expedientes. 248 La guerra separatista. Los beneficios que alcanzarían las provincias ultra- marinas con la separación de mandos serían muchos y de grandísima consideración, y las desventajas y los inconvenientes que desaparecerían quitando la unión ó concentración, serían no menos considerables. Procuremos demostrarlo. Plurihus intentus minor est ad singula sensus, y en ningún otro asunto se presenta con mayor eviden- cia esta verdad axiomática que en el régimen de las Provincias ultramarinas. Encomiéndese cada ramo de la república á un individuo de aptitudes especiales en la esfera que comprenda su profesión, y conseguire- mos que cada persona perita en su especialidad conoz- ca á fondo la materia de que deberá cuidar y poseerá los varios resortes del complejo mecanismo que regula la administración de los asuntos que se le confían. La marina encomendada á un marino forzosamen- te será bien atendida por quien se dedicó toda su vida al estudio de los problemas náuticos: por muy rudo que supongamos al marino, no lo será tanto como el que nada sabe de la ciencia de navegar ó á lo sumo se ha contentado con visitar los arsenales, curiosear los bar- cos y estudiar la historia de esa ciencia , de los que la cultivaron y de los hechos que ha realizado el cuerpo técnico. No basta nada de esto para conocer debida- mente todos los pormenores que se relacionan con el manejo de los barcos, con la aplicación de sus máqui- nas, con el cuidado de su casco y de los aparejos de esos aparatos bélicos, ni con la conservación, reparación y La guerra separatista. 249 sustitución de tales instrumentos cuando la necesidad ó la prudencia lo exijan. El marino es el único que puede conocer los recursos que es necesario dedicar al soste- nimiento y perfección de esas baterías de las cuales depende el poderío y el honor de las naciones maríti- mas. El marino es el llamado á calcular el número de barcos que se necesitan para defender el pabellón na- cional, la clase de los mismos y la dotación que es preciso destinar para que resulten fructuosos esos vigías del hogar patrio, cuyo principal deber consiste en defender las costas y mantener á raya á los enemi- gos de fuera que están siempre acechando la ocasión de colarse en nuestra casa ó de alentar á los que la perturban. Nadie, es evidente, podrá prever como un marino las necesidades de los buques y el gran prove- cho que de su oportuno destino puede sacarse; nadie mejor que él podrá calcular hasta dónde resistirá al adversario. Capitanía General. Dejemos al militar que cuide, inspeccione y vigile á la milicia ; sólo él podrá con fundamento decidir so- bre los medios de formar un ejército aguerrido y fuer- te; él es el que, conocedor de la situación y de las con- trariedades de la Patria , para mantener su autoridad dentro de las fronteras é imponer respeto y granjearse consideración fuera está obligado á instruir al solda- do, fortificar el territorio, estudiar y aplicar en bien de su nación todos los inventos y adelantos de tal suer- te que durante la paz se prevenga para la guerra y na 250 La guerra separatista. nos hallemos inermes, sin ejército y sin preparativos para resistir á los enemigos exteriores que nos ofen- dan. El militar es el obligado á calcular el número y clase de combatientes con que debe contar siempre la Patria para disponer de ellos cuando lo exija la pru- dencia; él es el obligado á cuidar de la instrucción del soldado y de todo lo que éste necesita para mantener con decoro el honor de la bandera nacional: vístalo, aliméntelo y equípelo de todo lo necesario y ejercíte- lo en el manejo de las armas, en las marchas, en los sitios, en las resistencias, en todo aquello que exige el arte de la guerra; no se ponga á su iniciativa más limitación que la que impone la carencia de recursos imposibles de proporcionarnos aunque para España no hay en lo humano nada imposible. Descendamos á casos concretos. El estado de nues- tro ejército en Cuba era deplorable antes de estallar la guerra en 24 de Febrero de 1895. Para nadie es un misterio que aquél era sólo nominal. ¿Cuántos indivi- duos de tropa prestaban activo servicio? — No nos atre- veremos á fijar su número; pero sí podemos asegurar que en los hoteles, en los cafés, en los restaurants, en los talleres de zapatería, sastrería y ebanistería, en los comercios, en las fábricas, en los ingenios y en muchas casas particulares se encontraba uno á cada paso con jóvenes que se decían soldados rebajados del servicio. Es decir, que esos jóvenes aparecían en las listas de los regimientos, pero no estaban en las filas. No reproba- remos en general los motivos que darían lugar á esa indulgencia: quizá el deseo por parte de los jefes de que dichos jóvenes aprendiesen un arte ú oficio, ó de que se La guerra separatista. 251 perfeccionasen en él; quizá la compasión que inspirase su pobreza, y el afán de que ganaran algo extraordina- rio que pudieran enviar á sus familias para ayudarlas y remediar su escasez ó enfermedades, impulsase á los superiores á mostrarse indulgentes. Esos y otros móvi- les laudabilísimos son dignos del mayor respeto; mas esta consideración parécenos que no justifica tal con- ducta. Creemos que el supremo interés de la Patria no justifica semejante proceder. La nación necesita de sol- dados instruidos, disciplinados, prácticos y aguerridos, y dándolos de baja en los cuerpos, ó rebajándolos^ re- sulta absolutamente imposible que adquieran la nece- saria instrucción, que se acostumbren á la disciplina, que se ejerciten prácticamente en su profesión y que logren revestirse de ese aire peculiar del soldado que le da como una segunda naturaleza y le transforma para manifestarse después valeroso, sufrido é invencible. Ahora bien: si el Capitán General de Cuba atendie- se ó pudiese atender exclusivamente á lo suyo^ esto es, á la milicia, ¿sucedería lo que acabamos de indicar? — No es posible. El deber estaría siempre estimulando su conciencia, el amor propio le aguijonearía y el honor y el espíritu de clase no le consentirían levantar la vis- ta de sus subordinados. Activo como es por su profesión el militar, estaría pensando continuamente en el solda- do y en todo lo que á éste concierne; lo examinaría todo, todo lo advertiría, estaría en todo. El traje y el armamento, la instrucción y la disciplina, los alimen- tos y la salud del soldado ocuparían todos sus sentidos y no pensaría más que en el bienestar de éste. ¿Cómo no, si son sus hijos? Y del mismo modo que el padre se 252 La guerra separatista. desvive por el pedazo de su corazón, el General se des- viviría por sus hijos de la guerra. El General ¿podría olvidar las casas del soldado, el cuartel? — No, y menos en Cuba donde la vivienda es de lo primero de que hay que cuidar, como que sus bue- nas ó malas condiciones influyen poderosísimamente en la fácil ó difícil aclimatación del soldado peninsular y deciden, puede asegurarse, de que viva ó perezca ata- cado por las fiebres del Golfo mejicano. Entonces, los hermosos edificios de Santiago de las Vegas, de Gua- najay, de San Diego de los Baños, de Vinales y otros no se derrumbarían por el desuso, como se ha visto, sino que los ocuparían los hijos de nuestro pueblo y en ellos se aclimatarían, pues para eso los construyó la nación. El General ¿se contentaría con hospitales como el de San Ambrosio de la Habana que parece la antesala del cementerio, y que ha subsistido no obstante sus pé- simas condiciones higiénicas? — De nada sirvió la expe- riencia; nada contribuyó la posición (la más mala de la capital) en que está, pues se halla en el seno de aquella bahía sucísima y mortífera, para trasladarlo á otra parte y construir un edificio tal como lo reclama la piedad de acuerdo con la ciencia médica. Dígase lo mismo de otros hospitales ya por su pequenez, ya por su abandono, menos del de Matanzas. El General ¿toleraría que el cuartel del 10.° bata- llón de Artillería de plaza continuase donde y como está en la calle de Compostela de la Habana, pegado, casi como el Hospital, á la fangosísima bahía en que desembocan las pestíferas cloacas de la población y en La guerra separatista. 253 cuyos recodos se depositan por las mareas las secre- ciones de dos terceras partes de la populosa y desasea- da ciudad? — No lo consentiría, porque á más de esas razones, le movería la situación del cuartel que no re- une ninguna de las condiciones que á nuestro juicio exige la estrategia. El General ¿permitiría que los ingenieros viviesen en un edificio al que se le dan los honores de cuartel, y no merece sino el nombre de malísima barraca, como el que está allá en el paseo de Carlos III , en la capital? El General ¿sufriría con paciencia el espectáculo que ofrecen los soldados en las calles de la Bomba, de Aguacate,, de Obrapía, de Montserrat y otras? — Impo- sible concebirlo: los infelices acuden allí como borre- gos al matadero; allí se contagian con la sífilis; de allí sale la tisis, enfermedad pavorosa que da un contingen- te de 65 por 100 á las tablas obituarias de la Habana ó á la estadística de la mortandad; allí se aficionan al alcohol; de allí van al hospital, y de éste al cementerio; allí, en una palabra, pierden la salud del alma con la pérdida de la del cuerpo. ¡Qué dolor causan aquellos jóvenes incautos! Llegan á la Habana robustos, rolli- zos, llenos de alegría, respirando vida, y al poco tiem- po se los ve flacuchos, enclenques, macilentos, encor- vados, cadavéricos. ¿Qué les ha pasado? — El vicio hizo en ellos presa horrible, con toda la cadena de desventu- ras que arrastra en pos de sí. No han tenido un padre que los vigilase y que con su autoridad les enseñase á huir de los peligros y con la persuasión ó con el casti- go los alejase de aquellas pocilgas donde se revuelcan como los cerdos de Epicuro. Tal espectáculo no lo con- i:54 La guerra separatista. sentiría ningún General. Y no exajeramos la descrip- ción. ¡Ojalá nos equivocásemos! Búsquese la colección de La Unión Constitucional de hace tres años, y de lo que dice é insinúa se formará idea de la corrupción espantosa que se observa en las calles de aquella capi- tal. Ningún General toleraría tanto cinismo y tamaños desmanes contra la salud, ya que no le moviese la mo- ral cristiana. El General ¿se contentaría con 12.000 hombres para guarnecer la extensísima isla de Cuba cuya tran- quilidad está amenazada constantemente por enemigos interiores y exteriores? — No; pediría el número de sol- dados que son necesarios para sostener con decoro en aquellas provincias lejanas el honor nacional y para defender la integridad de la Patria contra todo género de adversarios. No se le negarían porque no habría razón que oponer á las que él alegase, 3^ no podría me- nos de lograr refuerzos porque la inspección continua de los cuarteles, de los destacamentos, de los parques 3^ las reiteradas excursiones por toda la isla le inspira- rían argumentos poderosísimos á los que no se resis- tiría ningún Ministro. En contacto permanente con sus soldados , se enteraría por sí mismo del estado de los ánimos, de las conspiraciones de los laborantes, délas opiniones de los periódicos, de todas las tramas, en fin, que puede urdir el odio de los filibusteros. El General no podría dejar de proponer la crea- ción de colonias militares en puntos higiénicos y estra- tégicos, principalmente en las interminables costas, que serían base de futuras poblaciones permanentes y centinelas para vigilar los mares. La guerra separatista. 255 El General dotaría á sus fuerzas de toda clase de armas perfeccionadas, y no consentiría que las maes- tranzas y los parques sirviesen solamente, como hoy, para arrinconar cañones y almacenar fusiles desecha- dos que no dan más que molestias inútiles al. cuerpo de oficinas militares entretenido en hacer y copiar in- ventarios de trastos viejos. Marina. Pues ¿qué diremos del general de Marina? — Caben las mismas observaciones que respecto al Jefe del ejér- cito de tierra, y eso que la Marina goza de cierta in- dependencia, pero no de la bastante para que pueda cargar el General del Apostadero con toda la responsa- bilidad del estado, bueno ó malo, de los barcos de gue- rra, del arsenal (¿?) 5'' de la marinería. Ignoramos si los jefes del Apostadero habrán estado ó no siempre conformes con el criterio de los Gobernadores gene- rales; pero nos inclinamos á creer que sí, porque de otro modo éstos no consentirían que aquéllos acabasen el período reglamentario de los dos años de mando ma- rítimo. Lo que puede afirmarse rotundamente es que la Marina de Cuba no era Marina, porque ñi los bar- cos eran barcos, ni el arsenal merece ese nombre. Dí- ganlo, si no, los sufridos hijos del mar que exponían diariamente sus vidas y su honra en aquellas patatas^ que la verdad no consiente que se les dé otro califica- tivo. Ya hemos dicho qué sistema de barcos conviene en Cuba, y no hay para qué repetirlo; pero si el Jefe -del Apostadero gozase de verdadera independencia, 256 La guerra separatista. aseguramos que habría de disponer de buenos barcos, 6 se quedaría sin ninguno, porque á los apellidados ta- les mandaría conducirlos al Estrecho de Córdoba ó de Yucatán á fin de que les diesen barreno ó les metiesen bombas de dinamita para sepultarlos en el abismo evi- tando de ese modo que se engañase á la nación aparen- tando que disponía en Cuba de barcos, siendo /a/sos, viejos, carcomidos, absolutamente inservibles. Disfrutando de verdadera independencia para en- tenderse el Jefe de la Marina directamente con el Go- bierno supremo, presentaría su presupuesto, describi- ría los barcos tales como fuesen, pediría los que nece- sitase, construiría allí con las preciosas maderas de Cuba al menos los de poco calado, contaría con la ma- rinería necesaria, estaría provisto de todas las muni- ciones y por su propio honor y por la honra de la escuadra no sufriría las enormes deficiencias que al estallar la guerra notó el mundo entero, Hacienda. ¿Y qué diremos del Intendente de Hacienda? — Si los Sres. Arellano, Quintana, Urzaiz, Cassá, del Moral y Cabezas ( citamos sólo los que conocimos) respondie- sen de su gestión económica directa y personalmente ante el Gobierno, otra sería la situación del Tesoro antillano. ¿Es concebible que llevasen en paciencia los severísimos juicios que todo el mundo emite contra los funcionarios de Hacienda? — ¿Es creíble que tolerasen lo que allí y aquí se dice públicamente de la adminis- La guerra separatista. 257 tración de la riqueza pública, de los empleados de adua- nas, de los inspectores, evaluadores y amillaradores y de los recaudadores de las contribuciones é impuestos? —No es posible que lo tolerasen: no podemos admitir que se atreviesen á callar y que dejasen de poner reme- dio á los abusos por todos lamentados. Porque, aunque sea dolorosísimo, confiesan todos que existen grandes y generales abusos , y en este supuesto aquellos dignos caballeros ó los remediarían ó abandonarían su cargo, y el mismo camino seguirían los que les sustituyesen. Hablarían claramente, dirían la verdad de todo lo que sucedíay, conocida ésta, se extirparía el mal cegando las fuentes de las irregularidades supuestas ó verdaderas. Es tal la idea que hemos formado de la riqueza agrí- cola é industrial de Cuba, que volvemos á repetir que es la tierra más rica del mundo. Es tan asombrosa la feracidad de su suelo y son tan crecidos los rendimien- tos que producen el trabajo y la industria en la isla, que, lo diremos también, nos parece que, con un siste- ma de equitativa tributación y de honrada recaudación, el Tesoro cubano daría para sufragar casi todos los gastos de la nación ó produciría tanto que distribu- yendo proporcionalmente los gravámenes según las utilidades de la industria, del comercio, de la navega- ción y de la agricultura, forzosamente vendría la agra- dable necesidad de disminuir los impuestos que ago- bian á todas las provincias del reino. ¿Quién no ve esto considerando las ganancias crecidísimas que obtienen los colonos de caña, los dueños de ingenios, los vegue- ros de tabaco y los fabricantes de cigarros, los cose- cheros de frutas, los propietarios de ganados, los al- 17 258 La guerra separatista. macenistas de víveres y de tejidos, los propietarios de hoteles y de cafés, los bodegueros, los banqueros y, en fin. los navieros? Gobierno General. Y llegamos ya al Gobernador general. Los deberes anejos á este cargo, ¿exigen que un hombre dedique to- dos sus conocimientos, toda su actividad y su atención toda entera á cumplirlos? ¿Esos deberes consienten que el que los tiene distraiga su espíritu en otros asuntos y aplique el tiempo á otras ocupaciones y quehaceres de distinta índole? — Sobre el Gobernador general de Cuba pesan la gobernación, la política^ la instrucción, la be- neficencia, la sanidad, las comunicaciones, correos, te- légrafos, teléfonos, caminos, carreteras, canales, puer- tos, ferrocarriles, la administración provincial y muni- cipal, faros, Registros de la propiedad, amillaramientos, policía, orden público y municipal, la magistratura, el clero^ el culto, las relaciones consulares del interior de la isla y aun de muchos puntos de las repiíblicas próxi- mas. Recuérdense, no más que en conjunto, todas las leyes y reglamentos que tratan de esos múltiples y complejos ramos del régimen de aquella extensísima isla; calcúlese la suma de conocimientos que debe ate- sorar el pobre mortal que haya de cuidar de su apli- cación diaria, continua y repetidísima; véanse las co- lecciones de legislación ultramarina de Zamora y de Rodríguez San Pedro, las Leyes de Indias por lo que se refiere á la especialidad, y entresáquese de la de Martínez Alcubilla lo que es común á la Península y á La guerra separatista. 259 Cuba. Á todo eso añádanse las circunstancias singu- larísimas de Cuba por su distancia de la madre Patria, por su población cosmopolita , por el carácter de sus moradores, por su situación próxima á un pueblo ene- migo de nuestra raza y de nuestra influencia en el Con- tinente Colombiano. El Gobernador de Cuba ha de mirar por los nume- rosísimos jefes y subalternos ocupados en las oficinas de tan vasta administración esparcidas por todas las poblaciones: debe conocerlos uno á uno, siquiera á los jefes; cerciorarse de su competencia oficial ó técnica; enterarse de su conducta y probidad oficial y aun par- ticular ó privada; obligarlos á que trabajen despachan- do con rapidez y según ley los expedientes; prohibir y castigar severamente las buscas; resolver, por último, en justicia las cuestiones que le encomienda la ley, fa- llar en las alzadas que se interpongan ante él y ejecu- tar las sentencias. Y no basta esto. El Gobernador general no puede limitarse á cumplir y á obligar á otros á que cum plan las leyes vigentes: obligación suya es también estudiar si éstas son útiles, y si las hay cuya derogación sea nece- saria, ó cuya modificación se imponga, ó cuya deficien- cia exija ampliación, ó si los progresos de las ciencias, de las artes y de la industria piden nuevas leyes , ó si la malicia se manifiesta de manera no conocida y hay que evitar sus delitos y crímenes y reprimirla pruden- te y severamente. El Gobernador general debe indicar por su propia iniciativa todo lo que contribuya al en- grandecimiento y prosperidad de aquel pedazo de la Patria, y debe remover todos los obstáculos que se 260 La guerra separatista. opongan ó entorpezcan la marcha feliz de aquellas provincias. Y no paran ahí los deberes del Gobernador gene- ral de Cuba. Los gérmenes de la enfermedad separa- tista bullen en todos los hábitos y costumbres de la gran Antilla: es preciso matarlos. Muertos ya y aniquilados por los poderosos y eficaces separicidas que suminis- tran la Religión católica y la moralidad administrati- va, hay que mantener perennemente un cordón sanita- rio en que se estrellen los perversos intentos de los enemigos de España que no cesan en su labor de en- viar á Cuba mercancías intelectuales, maleadas ó sos- pechosas, que ocultan los microbios del filibusterismo. Los libros, folletos, revistas y periódicos son el medio de que ordinariamente se valen los enemigos de la Patria para esparcir en la isla errores históricos , calumnias, burlas, desprecios, apreciaciones injustas, injurias y to- da clase de infamias contra España: á ciencia y pacien- cia de las autoridades de la Isla se publicaron impresos de todas especies, en que se ponían en solfa la Religión y el carácter nacional , y un sinnúmero de falsedades antipatrióticas corrieron por los más apartados rinco- nes engendrando odios 5^ preocupaciones que costará gran trabajo extirpar, y que por de pronto originaron discordias que asolan aquella hermosa tierra. Hasta en las coplas ó aires del país se cantaron las supuestas desventuras y la cruel opresión del vigirita y se ridi- culizaron el atraso, la ignorancia, la pobreza y el des- potismo del pegajoso y desapiadado gorrión. Nada diremos de los dircursos en reuniones y so- ciedades: desde las declamaciones castelarinas (y por La guerra separatista. 261 lo tanto exageradas é injustas cuando no falsas ) de Montoro, hasta el mal gusto (déjesenos usar de esta palabra) de Fernández de Castro que calificó en un im- perdonable discurso, pronunciado en Santa Clara, de... á los españoles peninsulares pues llamó á sus proge- nitores como en su Quijote calificó Cervantes á los que lo mereciesen, y desde la frase cáustica, mordaz, iracunda de Covín y de Saladrigas hasta las lucubra- ciones hegelianas y positivistas de Varona (Enrique José), que con sus hueras filosofías mezclaba siem- pre ataques y denuestos contra España, y hasta las anárquicas teorías de Juan Gualberto Gómez azuzan- do odios de raza y predicando ilusorias reivindicacio- nes ; de todo se abusó para rebajar á la Patria y para convertirla en escarnio y ludibrio de propios y ex- traños. Claro está que si esto pasaba dentro de casa, lo que de fuera entraba era mucho peor, si cabe. Desde El Evangelio que se publicaba en la capital por el ex- barbero y exflobotómano Alberto J. Díaz, naturaliza- do yaitkee y pastor baptista pagado en grande por los de la ciudad de Columbia para descristianizar á Cuba, ayudado por un famoso individuo no se sabe cuántas veces apóstata, cismático y hereje (que residía en Cuba con evidente infracción de las Leyes de Indias , como todos los de igual clase que allí viven), hasta El Yara^ de Cayo Hueso, Patria^ de Nueva York y todos los pe- riódicos norte-americanos ó revistas y libros ídem á cuya lectura son aficionadísimos los separatistas cuba- nos, y desde los tabaqueros transplantados á la Florida hasta los señoritos de levita ó smoking que van á civt- 26*2 La guerra separatista. libarse á Filadelfia, Boston, Nueva York, etc., etc., y vuelven convertidos en mecánicos, maestros de azúcar, médicos, doctores dentistas, tenedores de libros, etc., apóstoles todos gratuitos de la cultura de Chicago, todo y todos son envenenadores de la sangre cubana. Les pasa lo que á los idólatras del casino y del café : así como éstos nada ven en su hogar y en su familia que les agrade y les dé felicidad, de igual modo á aquellos presumidos nada les gusta ni satisface de lo que ven en tierra española. Ni los hombres ni las mujeres, ni el idioma ni la Religión^ ni las ciencias ni las artes, ni las costumbres ni los pasatiempos , ni las leyes ni las instituciones á la española les llenan , como dicen ; les parece todo pobre y raquítico comparado con lo asom- brosamente brutal de los Estados Unidos. Y por su- puesto que así como en sus corazones sólo existe odio para España, sus palabras respiran desdén y aversión á la Patria y anhelan otra cosa, quieren cambiar de madre pues la sangre española que corre por sus ve- nas la derramarían si pudiesen. El estudio de estos fenómenos ¿no absorbe la vida entera de un hombre? La curación de tantos males ¿no reclama toda la ciencia de un hombre? Tantos peligros amenazadores ¿no piden toda la prudencia, previsión y celo de un hombre? — Es evidente que sí. Mas no lo hemos dicho todo aún. La precedente lista de deberes del Gobernador general de Cuba es incompleta: hay que añadir que la Hacienda es tam- bién de su incumbencia. El Intendente es un subordi- nado suyo que despacha con él y obedece sus órdenes; de suerte que á lo dicho queda que agregar la recau- La guerra separatista. 263 dación de toda clase de impuestos, incluso los de Adua- nas. Y al considerar esto, extraña uno que los Gober- nadores de Cuba hayan podido vivir: la renta sola de Aduanas ocuparía las fuerzas de un hombre que tuvie- se inteligencia y voluntad por diez. Para convencerse de esta verdad es indispensable saber lo que son las Aduanas de Cuba y, conociéndolas, se nos dará la ra- zón, y es preciso estar enterado de las dificultades espe- ciales que existen allí para averiguar la riqueza impo- nible, repartir los impuestos y recaudar los tributos. No hemos de ocultar llagas que todos se empeñan en descubrir y nadie quiere eficazmente curar : es de desconfiar que en la Península existan las mismas fuen- tes de corrupción burocrática, pues de otro modo los que de aquí van aprenderían demasiado pronto las ma- las mañas de allá si se quiere que concedamos que les acompaña la inocencia hasta que respiran el ambiente de los trópicos donde, no se puede negar, hay consu- mados maestros en el arte. No nos atrevemos á consig- nai* lo que se dice en Cuba de los empleados de Adua- nas y de Hacienda, especialmente de los primeros, y no nos atrevemos, no por no sentirnos con alientos para decir la verdad toda, sino porque tememos que sea in- útil manifestarla. Diremos, sí, que si alguno de nues- tros amigos fuese nombrado empleado de Aduanas y aun de Hacienda de Cuba, le aconsejaríamos que renun- ciase, explicándole entonces los fundamentos de nues- tro consejo , anticipando aquí que uno de los primeros es la difamación que atraería sobre sí. — ¡Era de oir á los funcionarios probos ponderar las dificultades con que tropezaban en su camino! 264 La guerra separatista. Expuesto está nuestro criterio. A dos, pues, se re- ducen las razones principales para decidirnos á optar por la división de mandos: una se refiere á las perso- nas, la otra á las cosas. Es moralmente imposible que una sola persona rija y gobierne á Cuba como Dios manda, pues ninguna reúne inteligencia y energía su- ficientes para abarcar todo lo relativo al régimen y á la gobernación de aquellas provincias. Las materias de que habrá de tratar y entender son sinnúmero y muy distintas, y las leyes y reglamentos acerca de ellas son muchas, variadas y de magnitud tanta que es imposi- ble que un solo hombre las conozca todas, y menos po- sible es que las aplique como' debe. Y diremos aún otra razón. La separación de man- dos no se ha ensayado en épocas normales en las pro- vincias ultramarinas, y la unión de los mismos nos ha dado, por el contrario, pésimos resultados. ¿Por qué no se ha de ensayar el sistema propuesto? — Carácter peculiar y exclusivo de la colonización española ha sido siempre la asimilación: en todo igualó la madre Patria á los hijos de su vejez con los de su edad madu- ra, en Religión, en idioma, en derechos individuales (debiendo advertirse que de éstos concedió más aún á los Benjamín que á los primogénitos); parece propie- dad esencial de España derramar su sangre, gastar sus fuerzas y consumir su vida por civilizar y dar pros- peridades á otras gentes sin calcular jamás las utilida- des que podría obtener de sus nuevos subditos, que es lo primero á que atienden otras naciones positivistas.— ¿Por qué no las asimiló en la dirección y gobierno á las demás provincias? — Parécenos tan raro este fenó- La guerra separatista. 265 meno que no dudamos atribuir su origen á otro no me- nos extraordinario. Lo manifestaremos aunque se esti- me paradoja. La razón se halla en ese mismo modo sin gularísimo de ser de España : nuestro carácter gene- roso nos impulsa á comunicar los beneficios de la civi- lización á los que carecen de ella: transmitidos estos beneficios, formados ya los favorecidos y, afianzados convenientemente en la posesión de aquéllos, abrimos espontáneamente las puertas de la emancipación á éstos y, espléndida como es España, sin quererlo, sin darse cuenta, naturalmente, suminístrales los medios y pone en el camino de la independencia á sus hijos pequeños, mimados y acaso mal criados por excesivas complacencias. — Nosotros no vemos otro fundamento racional que explique su conducta, porque los rebeldes no han tenido nunca motivos bastantes para huir de nuestro hogar y sacudir el suave yugo de la autoridad paternal de España. Y como el medio más adecuado para facilitar la in- dependencia es la unión de mandos, de ahí que nos haya cegado la generosidad discurriendo fuera de sen- tido, porque hemos creído que es tan fácil gobernar á los jóvenes como á los niños, no viendo que si á cien niños los puede regir un solo maestro, no así á cien adolescentes y menos á cien jóvenes: las inclinaciones de aquéllos son fáciles de dominar, y las pasiones de éstos son difíciles de contrarrestar. La superioridad de uno basta para contener á los primeros; la prudencia, la razón y la autoridad de muchos son poco para neu- tralizar la astucia, la malicia y los pujos de soltura y de libertad de los segundos. 266 La guerra separatista. Objeciones. No desconocemos las objeciones que podrán pre- sentarnos los partidarios de la unión de mandos. Pon- dremos las principales en boca de uno: 1 .*" " La autoridad suprema debe estar en Filipinas concentrada en sola una persona, para que haya uni- dad de pensamiento, vigor de acción y responsabilidad efectiva.,, 2."^ "Siendo punto menos que imposible que un solo hombre reúna todos los conocimientos especia- les necesarios para dirigir, gobernar, administrar y vigilar á un tiempo todos los ramos en que se descom- pone el poder delegado que ha de ejercer, es indispen- sable confiar la dirección de cada servicio especial á un alto funcionario, especial también que, á las órde- nes del jefe supremo^ atienda á los pormenores de su respectivo departamento. „ Estas observaciones las habíamos oído ya en Cuba á los partidarios de la unión y no sabíamos que las hubie- se hecho Escosura. La fama de su nombre nos movía á desear conocer su opinión sobre las Ordenes religiosas en Filipinaí,, y al fin hemos podido leer algo de su Me- moria^ escrita en 1863 y 1864 y publicada en 1882. En ella (páginas 84 y 85) encontramos lo transcrito. No es partidario decidido de la unión el Sr. Escosura; pero su concepción de una España Oceánica , la distancia y las dificultades de comunicación entre Manila y Madrid (incomparablemente mayores entonces que hoy) le in- clinaron á compendiar su pensamiento en las dos bases La guerra separatista, 267 copiadas. Examinémoslas y veamos si debemos acep- tarlas ó no. No hallamos motivo para que en circunstancias or- dinarias asuma el mando supremo de Filipinas, de Cuba y de Puerto Rico una persona sola. El estado normal de estas provincias es el de paz, y por consiguiente el Gobierno Supremo de la nación puede y debe delegar sus atribuciones, como las delega en iguales casos en los gobernantes que le representan en las demás provin- cias del reino. Si aquí tiene jefes políticos (gobernado- res civiles), jefes económicos ó de Hacienda, jefes mili- tares (gobernadores ó comandantes militares), jefes de caminos, canales, puertos, minas, agricultura (inge- nieros), jefes de la magistratura (presidentes de Au- diencias), jefes de marina (comandantes de Departa- mentos y Apostaderos), etc., ignoramos por qué en Ultramar no pueda y deba tener la nación iguales de- legados. A no ser que los de aquí sean jefes creados por lujo y no nos sea posible sostener el mismo ran- go allende el mar , creemos que allá deben existir los mismos organismos que hay en la Península. Si las instituciones dan en ésta buenos resultados, procede establecerlas idénticas en aquellas Islas, y como hoy por hoy se entiende que lo establecido para el Conti- nente es lo mejor, es preciso seguir en todas partes el mismo sistema por juzgarlo el más excelente que se conoce. Únicamente habrá que poner mayor cuidado en la elección de representantes ultramarinos, porque el régimen de allí exige ciencia y prudencia peculiares, bastando quizá en ésta las comunes , y eso no siempre porque es evidente que los jefes de Cataluña , de las 268 La guerra separatista. Vascongadas y de alguna otra región habrán de poseer cualidades especiales si han de gobernarlas como con- viene. Por lo demás, el mismo Sr. Escosura falla el litigio en favor nuestro. La unidad de pensamiento que él aduce es necesaria , claro está ; pero en eso estriba la dificultad. ¿Cómo tendrá unidad de pensamiento, si no tiene pensamientos? — Nos explicaremos. Para tener pensamiento es necesario tener ideas, y para adquirir éstas son necesarios estudios teóricos y prácticos. ¿Quién es el feliz mortal que puede efectuar todos esos estudios necesarios? ¿Dónde está esa persona privile- giada?— Encontraremos, si se quiere, buenos juris- consultos, sagaces estadistas (rara avis en España, por desgracia), intrépidos marinos, laboriosos hacendistas (rarissisima avis también), y por el estilo otros en los demás ramos de la actividad humana ; pero hallar una persona que reúna esos conocimientos, no lo ve- mos fácil. Y no encontrándola, no puede, ó mejor no debe confiársele habitualmente la autoridad suprema. No debe concentrarse en una sola persona esa autori- dad porque no ha podido formar esa unidad de pensa- miento, y no ha podido formarla porque no pudo adqui- rir las ideas ó conceptos necesarios de cuya posesión ó suma, por decirlo así, había de formar aquella uni- dad, esto es, aquella mirada intelectual, eminente, su- prema, universal con la que, prescindiendo de porme- nores engorrosos, habría de concebir, coordinar, ar- monizar, disponer y ejecutar lo que pensase y juzgase ser más conveniente al bien común. Cuando se hallare esa persona, abogamos porque en tal caso se le confíe La guerra separatista. 269 la autoridad suprema en las islas españolas, pues hay- seguridad de que obrará atinadamente y no habrá riesgo de que exponga la integridad nacional porque la elevación de miras suplirá en aquella persona el instinto que se manifiesta siempre en el Rey ó Supre- mo imperante de una nación que, sin casi advertirlo, jamás tiende á desmembrar su patrimonio territorial. La acción vigorosa que el académico Sr. Escosura atribuye á esa sola persona, parécenos una concesión demasiado espléndida. Ese vigor ó supuesta energía no puede existir donde no hay la vis intellectiva ó el pensamiento de que hemos tratado anteriormente. Par- tiendo de que ese vigor de acción es racional, hay una relación ó conexión lógica tan íntima entre la idea y la obra, que ésta sin la primera ó no se manifestará ó re- sultará inútil y hasta contraproducente, y como hemos demostrado que una persona sola no puede adquirir de ordinario todos los conocimientos que reclama el complejo régimen de dichas islas, de ahí que el vigor de acción sea una frase hermosa, pero vana. — Tampoco por este lado sale triunfante la unión de mandos. ¡Responsabilidad efectiva! — ¡Oh! Si ésta hubiese existido, es decir, si en los pasados tiempos se hubiese exigido, ó si estuviésemos seguros de que en lo veni- dero se habrá de exigir por el Gobierno Supremo, en- tonces nosotros nos declararíamos vencidos y, siquiera no fuese más que por no cambiar de sistema, nos con- formaríamos con el actual y ocultaríamos las reñexio- nes que arriba hemos consignado con la mayor buena fe. Pero, por mal de nuestros pecados, la decantada responsabilidad es la palabra más huera que se ha es- 270 La guerra separatista. crito en nuestra legislación: no hay nadie que se haya atrevido á cumplir la ley en los que han sido responsa- bles por omisión, ó acaso por comisión, de la pérdida de nuestros antiguos estados y provincias. Allá, en tiempos del señor rey Carlos III (que Dios perdone, al menos por haber ayudado á los yankees, por haber llevado á la América española las ideas de sus conseje- ros ateos, masones y afrancesados y por haber expul- sado de todos los dominios españoles á los calumnia- dos jesuítas), se exigió responsabilidad por lo de la fortaleza de la Cabana (Habana); pero era ya tarde y se hizo cuando se había derramado heroicamente, sí, pero sin fruto, sangre española y ondeaba en la pla- za la bandera del leopardo inglés ofendido por el ter- cer pacto de familia. Después, ¿qué se hizo con mu- chos de los generales de América en la guerra de separación? ¿Qué responsabilidad recayó ni aun sobre los que abandonaron al General Morillo con el inmor- tal Tercio (denominado Regimiento desde 1704) cuya serie incontable de proezas comenzó en Flandes y reanudó en los campos y selvas de Venezuela y Colom- bia, haciendo que mordiese el polvo el Libertador Bolí- var quien, si no cuenta á su favor con las fiebres'mortí- feras, con el hambre y con el aislamiento más comple- to, hubiese sucumbido al heroísmo del Regimiento del libertador de Vigo compuesto de hijos de la preterida Suevia ibérica, que acababan de derrotar en San Mar- cial á los vencedores de Jena y Austcrlitz, proclamán- dolos en consecuencia lord Wellington como ejemplar y modelo de los guerreros del orbe civilizado? — ¿Quién exigió responsabilidad al general Lersundi que, metido La guerra separatista. 271 á bizantino y entretenido en si se habían de tocar á su llegada las campanas de las iglesias y recibirle los cu- ras con estola é hisopo, colocándole bajo dosel y can- tando el Tedeum, permitía que se propagase por toda Cuba la intentona filibustera , y procesaba y deportaba al insigne Obispo Rmo. Fray Jacinto M. Martínez por- que protestaba contra la propaganda separatista é im- pía del periódico El Triunfo y lo denunciaba á la Rei- na y al Gobierno Supremo? — ¿Quién exigió responsa- bilidad?...—Pero no continuemos, porque no podemos. ¡Responsabilidad efectiva! — Precisamente esa res- ponsabilidad es el castillo en que se refugian los Gober- nadores Generales acusados de no haber dirigido, go- bernado, administrado y vigilado como debían. Esa es la disculpa que ellos aducen: dicen que son irresponsa- bles porque ad impossibile nemo tenctur, y ellos no po- dían con tantas leyes, con tantos organismos, con tan- tos deberes. No ya para enterarse de tantísimos asun- tos, pero ni aun para firmar los innumerables decretos y expedientes les queda tiempo. Tienen razón: son irresponsables porque, obligados por la ley á enterarse y resolver muchísimas y diversas cuestiones, tienen que firmarlas, pues no serían válidas careciendo de ese re- quisito, pero les falta tiempo material para formar con- ciencia de todo lo que autorizan. No hay más sino que esa disculpa es tardía: debían haber evitado la necesi- dad de alegarla^ exponiendo todos al Gobierno Supre- mo la verdad y no aceptando el grandísimo honor que les dispensa con el nombramiento porque lleva consigo deberes que no se pueden cumplir. Si todos manifes- tasen oportunamente esa verdad, el Gobierno Supremo 27¿ La guerra separatista. tendría que poner remedio á tan grave mal y hubiese pensado en otro régimen á fin de colocar al frente de los destinos las personas necesarias. Pero, ¿qué más? El mismo Sr. Escosura añade nue- va razón á nuestro dictamen porque en la segunda base afirma, como se ha visto , que es punto menos que impo- sible que un solo hombre reúna todos los conocimientos necesarios especiales, si bien lo dice para sacar en con- secuencia que es preciso crear direcciones. Nosotros hemos estudiado tales direcciones porque las vimos fun- cionar, y sentimos no poder conformarnos con ese mé- todo. El resultado fué el mismo porque con facultades más ó menos amplias y con su poco de independencia, en realidad se repetía lo de antes: había que proceder en todo de acuerdo con el Gobernador y Capitán Ge- neral, lo cual privaba de libertad á los Directores ge- nerales de Administración y de Hacienda y volvía á hundirse todo y desaparecer en el lago sin fondo de la supuesta responsabilidad efectiva (¿?) de la persona sola. Si los Directores respondiesen directa y personal- mente de sus deberes ante el Ministro y ante la nación, es posible que hubiésemos mejorado algo: lo que suce- día, anulaba el propósito laudable del legislador. De lo expuesto se deduce con toda claridad que es absolutamente necesario adoptar nuevo sistema para regir y gobernar las provincias de Ultramar, y que la unión de mandos en sola una persona no puede conti- nuar. ¿Cómo se ha de efectuar la separación? ¿Qué obligaciones y derechos se han de señalar á los repre- sentantes del Gobierno Supremo? — De esto no procede tratar aquí: confesamos, sin embargo, que tenemos La guerra separatista. 273 formada nuestra opinión acerca de todos los puntos que abarcan el régimen y administración de la gran Antilla, y lo decimos, no por arrogancia, sino para que no se crea que pretendemos destruir y que descuida- mos el edificar. Humilde, pobre, incompleto, equivo- cado si se quiere, será nuestro criterio; pero lo tene- mos formado para dar solución á todos los problemas mencionados. Esta división de poderes, nos preguntará alguno, ¿no originaría conflictos graves y competencias escan- dalosas entre los representante -; más elevados de la au- toridad central en Cuba? — Ignoramos si sobrevendrían ó no tales conflictos y discordias porque sólo Dios co- noce el porvenir. Lo que sí afirmamos es que con leyes claras y terminantes se evitarían, porque las atribucio- nes de los jefes deberían marchar todas en la misma di- rección y converger en un foco único, que es la felici- dad de toda la nación. Igual peligro se corre en la Pe- nínsula y no es eso motivo para suprimir la división de mandos. Y si se nos objeta que la distancia y dificultad de comunicaciones acrecen allá el peligro, contestamos que hoy ya no existen distancias, porque la electrici- dad las reduce casi á cero y con el vapor pasa poco menos. Pero, aun admitiendo ese mayor peligro, la ley puede preverlo. Nosotros nos referimos á circunstan- cias ordinarias ó normales; variando éstas ya vienen á imperar las leyes marciales. Si el orden se perturba ó si se conspira contra la paz interior, y la razón no basta , el jefe militar declara el estado de sitio aunque esté incomunicado con el Gobierno Supremo. Si se 18 274 La guerra separatista. diese el caso de cortar los hilos eléctricos, de inutili- zar los ferrocarriles ó de que alguna causa fortuita impidiese la comunicación directa y pronta con el Go- bierno, en Cataluña, por ejemplo, el General de allá sabe lo que ha de hacer en casos de insurrección y otros : entonces desaparecen los gobernadores civiles, los jefes de hacienda, los tribunales ordinarios: todo queda obscurecido ante la majestad déla fuerza material que es la que debe prevalecer en tiempo de revueltas. Para estos casos queremos á los militares, y á su pru- dencia, valor y pericia abandonamos el honor y los intereses de la Patria: ni una sola restricción pondría- mos á su voluntad: el clero, la magistratura, la buro- cracia, todo lo subordinaríamos al General. Cuidaría- mos , eso sí , de enviar allá á los más expertos ; el pe- ríodo de su mando duraría seis años lo menos; el Cuer- po de Orden público dependería de él exclusivamente y á éste salvaguardia de la paz urbana y rural confia- ríamos la vigilancia é inspección de todo, incluso de los empleados públicos y de las oficinas, pues la experien- cia secular demuestra que de éstas y con el sello de éstas se introduce el matute filibustero: bien definidas sus atribuciones por las leyes y reglamentos, no po- drían resentirse los funcionarios, porque la ley no es humillante pira nadie más que para quien la infringe ó intenta infringirla. Al que obra con fidelidad y con lealtad no le duele que se fiscalicen sus actos: sólo al que quebranta la ley le es odioso que se los vean. Con Generales como Polavieja, prudente, enérgico y justo, que acabó pronto y felizmente con la llamada Guerra chiquita^ y aun como Salamanca, recto, incan- La guerra separatista. 275 sable é instruido (lavándole de su progresismo docea- ñista que le llevaba á tolerar opiniones que en sano go- bierno no se pueden tolerar), ¿qué habría que temer de la división de mandos en las provincias ultramarinas?— De quienes hay que temer es de complacientes como Vi- ves, de bizantinos como Lersundi, de quienes se dejen guiar por su esposa como Dulce, y de otros parecidos, por ejemplo, D. Jerónimo Valdés que con su Intendente Mira desató sobre Cuba gran parte de las desastradas reformas políticas y económicas del turbulento septe- nario (1833-1840), durante el que se aclimató en Espa- ña el régimen constitucional y parlamentario, de Con- cha en el segundo período de su mando , de Serrano y de algunos que viven. — A Generales como el célebre Tacón y á Intendentes como Villanueva, entregaría- mos nosotros no Cuba solamente, sino el régimen y administración de la América entera: al primero, te- rror de separatistas y de ladrones, y de cuya memoria maldicen éstos aun hoy, habría de erigir la nación agradecida una estatua, al menos, colocada en el cen- tro de las dos portadas del ministerio de la Guerra, pues á él le debe que la Gran Antilla sea todavía espa- ñola, y en recuerdo de Villanueva, muy cuerdo, atina- do y práctico como un inglés , deberían coleccionarse sus luminosísimos informes (que está destruyendo el comején en los archivos habaneros) acerca de la admi- nistración de Cuba, imprimirlos y obligar á los minis- tros de Ultramar á aprenderlos antes de jurar el car- go. Villanueva había servido á las órdenes del inmor- tal Tacón, cesó cuando fué Valdés, y D. Leopoldo O'Donnel? volvió á llamarle, encargándole otra vez la 276 La guerra separatista. Subintendcncia (así se decía entonces); desde 1843 tra- bajó lo indecible para deshacer los entuertos de Val- dés y de Mira/y á esa época corresponden los proyec- tos é informes que presentaba á O'Donnell y que éste ejecutaba. Leyendo los artículos que publica D. Gon- zalo Reparaz recordamos los escritos de Villanueva, pues son del mismo corte y parece que el criterio de éste revive en aquél en muchas cuestiones. Villanueva elevó á Cuba á un grado de prosperidad material fabu- losa; pero sus sucesores descuidaron la influencia de la acción eficaz del catolicismo en cuyas enseñanzas fundaba él todos los cálculos. CAPÍTULO XXX Especialidad.— Asimilación. — Identidad. — Autonomía. Esta es otra cuestión capital que divide hondamen- te á nuestros políticos y tratadistas. — En qué consisten y en qué se diferencian los sistemas que cada uno de- fiende.— Cual de ellos sea el más conforme á la ra- zón.— Cual es el tradicional en España. — Qué sistema debemos preferir. — He aquí los puntos que ¡vamos á discutir en este capítulo. ESPECIALIDAD Especialidad en gobierno y en leyes quiere decir que los territorios que pertenecen á una misma nación son regidos y administrados de varios modos. Esta variedad puede extenderse á todos los extremos que comprenden la constitución y la dirección de los pue- blos que moran en cada territorio, ó limitarse á algu- nos.— La especialidad puede provenir de la creación de un pueblo, de su descubrimiento, de su conquista, de un pacto de unión, de federación, de un concierto tri- butario impuesto por la fuerza ú originado por la ne- cesidad, ó puede provenir también de la misma natu- raleza del suelo, de las razas y de las familias de una 278 La guerra separatista. misma raza que componen una sociedad, y en fin, la re- ligión puede originar la especialidad. Cuando una nación cuenta en su seno, sea por la causa que sea, gentes que profesan distinto credo reli- gioso, la dirección de los pueblos aconseja leyes acomo- dadas á cada religión ó confesión, como sucede en el reino de Prusia é imperio alemán , á no ser que el Su- premo imperante, por su dicha, tenga valor para con- ceder derechos civiles solamente á la Religión católi- ca, única verdadera. El suelo pide á veces diferente legislación y régi- men, pues sería muy violento que se aplicasen los mis- mos á los habitantes de las riberas del mar Negro y á los de la Siberia, por ejemplo, subditos todos de Rusia. Las razas pueden reclamar también la especialidad, aunque en menor escala y por otros motivos, como sucede con los subditos del imperio austriaco , si bien en casos como éste ge ha de procurar fundir*"á todos en un mismo molde que la prudencia y el tiempo consoli- darán, para que el todo nación no resulte un conjunto informe y abigarrado que al menor choque la desga- rre. Con las familias de una misma raza podrá suce- der algo parecido, como acontecía en España cuando se formaba de españoles, italianos y belgas-francos; pero á estas familias es ya más fácil uniformarlas si obs- táculos extraños á la identidad de origen no lo im- piden. La creación ó formación de un pueblo suele origi- nar igualmente la especialidad. Las colonias romanas que vinieron á nuestra Península ó fueron á la hoy Ru- mania pudieron exigir de la Alma Mater privilegios y La guerra separatista 279 leyes especiales con relación á los pueblos sojuzgados, porque iban á afianzar su autoridad y su imperio en el seno de pueblos enemigos y crear una sociedad dentro de otras. Colón, Cortés, Pizarro, Almagro, Magallanes, Le- gazpi, Vasco de Gama y otros podrán pedir leyes sin- gulares en premio á su heroísmo para los pobladores y para las tierras que descubrieren. Los españoles romanos y visigodos pudieron exi- gir del conquistador musulmán leyes y gobierno espe- ciales, como lo hicieron Teodoredo y alguno más, po- cos por desgracia, si bien el audaz invasor, convertido en astuto político, daba privilegios sin que los pidiesen los vencidos, por temor á la reacción del espíritu na- cional, y en la confianza de que suavizando su yugo los adormecería. Privilegios podían pedir á su vez los monjes guerreros de Calatrava y otros que reconquis- taban el suelo para la libertad, para la Religión y para la Patria. La Vasconia, Aragón y Cataluña al unirse lo efec- tuaron en condiciones que consagraban los fueros de cada pueblo, fueros y leyes especiales que han ido des- apareciendo por desdicha, desde que en mal hora nos invadió el funesto centralismo francés. Leyes especiales conservaron al confederarse Di- namarca, Suecia y Noruega, y conservan hoy estas dos y lo mismo los diversos Estados que forman el impe- rio alemán, según las tenía cada uno antes de enlazar- se. Otros pueblos confederados, no teniendo leyes pro- pias con anterioridad, se reservaron la libertad de darse cada cual las que quisiese, como sucedió con las •280 La guerra separatista. provincias norte-americanas en gran parte de las ra- mas de la legislación. Algunos Reyes de la España árabe se constituían tributarios del Rey cristiano bien por la fuerza de las armas, bien porque necesitaban auxilio para defender- se de sus enemigos. En ambos casos se establecía la especialidad, como acontece hoy con algunos Estados tributarios de Turquía. AUTONOMÍA Pero, á mxás de los indicados principios de especia- lidad, resta consignar otro que puede nacer ya del li- bérrimo ejercicio de la soberanía, ya de la necesidad que crean bien la rebelión y la fuerza de los morado- res de un territorio, ó bien la impotencia del poder central. Esa especialidad es lo que se llama auto- nomía. La autonomía es el derecho que un territorio, una región, una provincia, dice tener á regirse por sí misma y para administrar sus intereses con cierta separación é independencia de la madre Patria. Usamos de las pala- bras dice tener porque puede de hecho poseer y disfrutar de semejante facultad, ó puede acaecer que ese dere- cho sea sólo una aspiración y se halle así como en vías de incubación ó en periodo constituyente. Añadimos con cierta separación é independencia^ porque si bien sus abogados no dicen independencia, lo es realmente. Exigen desde luego la separación, ¡oh! eso sí: créense instruidos, libres, poderosos, hombres maduros y pica- La guerra separatista. 281 les el cerebro la sal de la marsellesa, quieren libertad, la autoridad viéneles pesada, no quieren sufrir trabas, aspiran, en una palabra, á poner casa aparte. Por si no se nos entiende, nos explicaremos por me- dio de un símil: los autonomistas son ó quieren ser como los hijos que llegaron á la mayor edad y forjándose la ilusión de que la reglamentación del hogar paterno no cuadra ya á sus años y al desarrollo de sus facultades, sacuden el yugo y pónense ó quieren ponerse á vivir por su cuenta y riesgo. Si les va bien ó da de popa el viento, no se acuerdan más, ó se acuerdan lo estricta- mente indispensable, de los autores de sus días porque no digan; si el viento da de proa ó azota de lado y la casa se vuelve tejas abajo ó corre de ello peligro, en- tonces sí lloran y suspiran: papá y mamá por aquí y por allá ó papaito y mamaüa para enternecerlos más. Llevan el apellido, guardan los pergaminos para que se sepa que no son de la casa de maternidad y que hay algo más que la caridad que mire por ellos; pero huyen de los riesgos á que se expone el que juega el todo por el todo, y responsable y único dueño de sus actos afronta las consecuencias para vivir ó morir, para vencer ó sucumbir en los azares del mundo. El autonomista enarbola la bandera de la casa sola- riega y la coloca allá en lo más elevado de la suya para que todos los forasteros la vean, pero no él; la cuelga tan alta, tan alta..., por respeto, que les pasa algo de lo que á los jansenistas (y perdonásemos la referencia históri- ca) que amaban y respetaban tanto el Pan de Vida Eter- na que lo reservaban allá muy alto, muy alto, en un ta- bernáculo adosado á la cima del retablo, cerca del techo 282 La guerra separatista, ó bóveda de los templos. Y todos sabemos por qué ha- cían eso: su amor al Señor era tan intenso que el frío del hielo marca muy pocos grados bajo cero para que se pueda con él significar la carencia absoluta de amor que hacia el Salvador sentían los herejes nombrados. Por miedo á perder su nombre y confundirse con los demás herejes, decían creer en Dios Sacramentado; pero en realidad le negaban. A los partidarios del autonomismo no queremos de- cir que les pase cosa del todo igual, no; mas en justicia hay que afirmar que si los canadienses no temiesen ser absorbidos y perder su nombre ó existencia devorados por el confinante insaciable dragón , y si los australia- nos no vislumbrasen que separándose hoy de Ingla- terra volvería á nacerles el rabo, si es que en la con- tienda no eran aniquilados por la casi omnipotente Albión, reina y señora de los mares, el nombre de la Gran Bretaña no se pronunciaría ya ni en el Continen- te Austral ni en el Dominion of Canadá. Los autonomistas, por respeto á la madre patria, no quieren tener representantes y cónsules suyos ante las demás naciones, eso costaría mucho y es una vanidad de la que pueden prescindir; no disponen de barcos de guerra propios, pueden pasarse sin ellos porque la ma- dre Patria les guarda la casa y es, además, una insti- tución que cuesta muy cara. A cambio de esto conceden ó consienten que la madre patria tenga entre ellos un Gobernador Superior que más que otra cosa es un mero espectador que debe andar con mucho tino para no ser molesto á los señores autónomos, y el comercio entre aquélla y el territorio autónomo goza de privilegios La guerra separatista. 283 que no se otorgan á otros pueblos. Casi solamente á eso está reducida la vida de relación entre madre é hija emancipada. Tal es la autonomía estudiada en sí misma y en los hombres que la piden para la isla de Cuba , como re- medio eficaz, heroico, con que se curarán todos las en- fermedades morales y administrativas que padece hoy, y con la que se disiparán todos los disgustos, discor- dias y guerras intestinas. ASIMILACIÓN La palabra asimilación quiere decir tanto como ha- cer que una cosa se parezca á otra que se toma por modelo. Ser una cosa semejante á otra es lo mismo que no ser iguales entre sí. De un tipo ó modelo á su seme- jante puede haber mayor ó menor distancia en la natu- raleza, en las propiedades y en los accidentes. El hom- bre es semejanza de Dios porque lo crió á su semejan- za; pero el hombre dista de Dios infinitamente. San Francisco de Asís es semejante á un Serafín, pero del amor de un Serafín al amor de Francisco, por intenso que el de éste fuese, que lo fué en grado superlativo, hay que bajar mucho: el Serafín es todo abrasado amor, aunque limitado como de criatura, y el Asisiense, al fin, estaba vestido de carne mortal. Santo Tomás de Aqui- no es semejante á un Ángel, pero entre el entendimien- to del de Aquino y el de un Ángel media la diferencia que hay entre entender y conocer por medio de espe- cies sensibles, aunque sean á manera de insensibles é 284 La guerra separatista. intelectuales ó lleguen á serlo {ad instar insensihüium et intellectuallium ^ que dirán los filósofos) y el cono- cer y entender por medio de especies puramente inte- lectuales que se acercan casi á la visión intelectual di- recta é inmediata del objeto entendido. — Por esos y otros ejemplos innumerables que podrían traerse, se ve que la semejanza de un modelo con su imitante y, por consiguiente, la asimilación de éste á aquél, es de una graduación casi interminable. Concretándonos al régimen y legislación que es lo que ahora estudiamos, entendemos por asimilación le- gal el sistema ó método que una nación sigue para es- tablecer y promulgar leyes con el ñn de, constituir y formar una sociedad nueva creada por ella. Para for- mar esta sociedad puede suceder que preexistan los elementos de la misma ó no, ó que, aunque existan ya, no se les tenga para nada en cuenta. En la América española existían hombres y para formar de ellos una nueva sociedad siempre los presuponía España. En te- rritorios inmensos de la misma América y de África no viven seres humanos y podrá suceder que se for- men en ellos sociedades con hombres llevados de otra parte. Se da, por último, el caso de que, aunque existan los hombres en un territorio, ó sean los ele- mentos de la sociedad, se prescinda por completo de ellos y esto es lo que hacen los Estados Unidos norte- americanos que no sólo no consideran para nada á los indígenas, sino que los exterminan. De esto no hemos de tratar aquí; del caso segundo tampoco, si bien refi- riéndonos como nos referimos á Cuba, no podemos ocultar que á nuestro juicio España formó en Cuba una La guerra separatista. sociedad con elementos transportados porque los que allí había estaban extremadamente degenerados y nuestra Patria obró con ellos, como obra siempre, cui- dándolos y mejorándolos , comunicándoles la felicidad posible; pero fueron desapareciendo paulatinamente porque en lo humano no había manera de robustecer aquellas naturalezas gastadas , raquíticas , reducidas á su mínima expresión como se colige de las historias que nos describen el estado de los míseros habitantes de la isla descubierta por Colón en 1492. Queda, pues, el primer caso, ó sea cuando para formar sociedad nueva se dispone de hombres que moran en el territorio en que se habrá de desenvolver. Se supone que estos individuos, por lo mismo que son entes racionales, viven socialmente, pero que este modo de vivir es ó malo ó imperfecto con relación al pueblo que toma á su cargo civilizarlos. Para obtener este fin usa de los medios que conoce y puede, estudia las necesidades, los vicios y la aptitud de sus pupilos y trata de remediar las primeras, de extirpar los se- gundos y de aprovechar la última con objeto de comu- nicarle las excelencias de la cultura social. A la con- secución de esto dedica sus esfuerzos y válese de los medios que le dicta la prudencia y que se hallan á su alcance. En el pueblo civilizador puede reinar el egoísmo ó la generosidad: si aquél impera, entonces lo pasará mal el pueblo inculto, porque el primero no estimará á los miembros de éste sino como instrumentos de codicia y se beneficiará de ellos como se beneficia de las máquinas ó de una mina. 286 La guerra separatista. Si la generosidad constituye el carácter distintivo de la nación civilizadora, están de enhorabuena las so- ciedades bárbaras, porque aquélla ostentará en su tarea humanitaria las cualidades de un buen padre y de un buen maestro, y cuando la generosidad es cris- tiana aumentarán los beneficios, porque esta virtud no descansa hasta lograr que aquellos con quienes se ejer- ce posean los mismos bienes y la misma civilización que posee el que toma sobre sí los deberes de padre y de maestro. La generosidad, y más la cristiana, es esencialmente comunicativa y no se satisface menos que con infundir su dicha en aquellos con quienes la practica. La generosidad cristiana es prudente, y la prudencia regula la acción caritativa del pueblo civili- zador. Trata primeramente á los incultos como á niños y comienza por alimentarlos con leche; después los con- sidera como á adolescentes, como á jóvenes, como á hombres de edad madura, y les va dando la instrucción adecuada á su edad y crecimiento, y va reconociéndo- les los derechos é imponiéndoles los deberes corres- pondientes á su progresivo desarrollo. Cuando ya los ha formado después de laborioso, sufrido, largo é inte- ligente magisterio en que ha ido asimilándoselos, de- tiénese en la empresa y los considera como á iguales: de su legislación progresiva no quedará vigente más que lo que exija lo que es individual é irreformable, y lo que distingue á los nuevamente civilizados de sus maes- tros, porque la prudencia, á semejanza de Dios que es su autor, gózase en la variedad armónica y abomina de la absorción y unidad panteísta. La guerra separatista. 287 IDENTIDAD Y se presenta ya á nuestra consideración la identi- dad. Identidad en legislación significa é importa igual- dad de leyes, de derechos, de obligaciones y de proce- dimientos: la identidad legal implica que todas las le- yes sean comunes á todos los miembros de la nación, siendo para esto necesario que todos los miembros ten- gan igual capacidad, pues de otro modo no se les po- dría exigir responsabilidad por el incumplimiento de las leyes, ni se les podría convertir en sujetos de los mismos beneficios por no ser capaces de recibirlos. Modelo inmejorable, universal y necesario, de legis- lación de identidad es el Decálogo. Comprende á todos los hombres de todas las razas, de todos los territorios y de todos los climas: comprende todos los deberes de todos los hombres, y los derechos de todos los hombres están por él y en él reconocidos, consagrados y sancio- nados: todos los estados en que puedan vivir hállanse reglamentados por el Decálogo: el padre y el hijo, el casado y el soltero, el sabio y el ignorante, el sano y el enfermo, el pobre y el rico, el anciano y el niño, el virtuoso y el vicioso, el hombre y la mujer encontra- rán en el Decálogo todo lo que deben hacer y todo lo que deben omitir, 5^a vivan en el hemisferio boreal, ya en el austral. Todos los hombres y todas las mujeres no están ciertamente obligados á cumplir todos los pre- ceptos positivos y negativos del Decálogo, porque no todos son, por ejemplo, padres é hijos á la vez, pero to- dos en todos los estados y en todas las circunstancias 288 ■ La guerra separatista. imaginables encontrarán en el Decálogo la regla ó nor- ma de sus pensamientos, de sus deseos y de sus obras. Nada falta á nadie: todo está allí previsto, ya precep- tuando, ya prohibiendo. A mayor abundamiento y por si hubiese dudas, el Autor del Decálogo, que es Dios, estableció un órgano vivo, intérprete fiel de su volun- tad soberana, y ese órgano es la Iglesia católica que es la Esposa de Jesucristo, Hombre verdadero y verdade- ro Dios. Cuando, pues, todos los miembros de una sociedad humana sean iguales, la identidad de las leyes se im- pone, pero siendo norma de esa identidad el Decálogo. En un Código nacional deben consignarse todos los derechos y todos los deberes. El padre deberá hallar en él los suyos, y lo mismo el hijo; el gobernante y el subdito, el juez y el reo, el industrial y el comercian- te, el agricultor, el maestro, el médico, el sacerdote, todos estarán comprendidos en el Código común, y cada uno practicará los que le conciernen y omitirá los que á él no se refieren. El cultivador y fabricante de azúcar, lo mismo que el fabricante de tejidos, el gana- dero y el labrador, el minero y el corchero, el marino, el ingeniero, el militar, y así todos, serán juzgados se- gún lo que á cada cual toque. El tabaquero prescindirá de los derechos y deberes del tejedor, pues ¿qué le importan? El ganadero de los del arquitecto, pues no está obligado á conocerlos ni á cumplirlos, y así de todos los demás. Es evidente que con eso la legislación será idéntica en el sentido, único admisible, de que no habrá una ley para un naviero de Cataluña y otra para el de Cuba, La guerra separatista. 289 una para el labrador de Valencia y otra para el caste- llano, etc., pues á todos los suponemos á igual altura y con la misma capacidad. Eso es lo que entendemos por identidad legal. No deduzca de ahí nadie que so- mos enemigos de la descentralización ni de los fueros regionales, no. La descentralización es hermana de la identidad racional , y los fueros traen su origen y se apoyan en pactos bilaterales, pactos que presuponen dos ó más naciones, y de eso no se trata aquí: no se olvide que tratamos de las leyes que una nación civilizada da á otra creada por ella y por ella arrancada de los do- minios de la barbarie. CUÁL DE LOS MÉTODOS SEA PREFERIBLE SEGÚN LOS TIEMPOS Y LAS CIRCUNSTANCIAS Ya hemos expuesto en qué consisten la especialidad, la asimilación y la identidad. Ahora veamos cuál de los métodos es el más conforme á razón. Para la especialidad debemos fijarnos solamente en aquellos principios de ella que hemos llamado de des- cubrimiento^ conquista y creación de una sociedad^ porque de los demás no procede tratar aquí. España descubrió, conquistó y creó la sociedad americana y, como parte de ésta, á la sociedad cubana. España des- cubrió el Nuevo Mundo, y por consiguiente tiene sobre él los derechos de inventor; España conquistó el Nuevo Mundo y asístenle los derechos de la conquista, pero de conquista civilizadora, porque los de una conquista opresora y exterminadora no los quiere España, porque 19 290 La guerra separatista. desdorarían su nobleza y mancharían sus miras siem- pre levantadas. A España estaba reservado por la divina Providencia el cumplimiento del vaticinio de Séneca en su Medea Venient annis saecula seris, Quibus Occeanus vincula rerum Laxet, N ovos que Typhis detegai Orbes Atque ingens pateat telus Necsit terris ultima Thule^ y las naves de Isabel la Católica fueron las primeras cuyas velas hinchó el Aáento conduciéndolas á través del Océano en pocos días hasta los Indios (1), como enseña el mismo filósofo español. El derecho natural concede á una nación civilizada el derecho de sacar de la barbarie á otra, y mucho más si es para llevar á ella el Evangelio de Jesucristo, como lo efectuó nues- tra Patria (2). Mas España no sólo descubrió y conquistó la Amé- rica, hizo más: la creó y la formó transformándola, que es mucho más meritorio que formarla de nuevo. Si al expresarnos more humano podemos decir que costó á Dios mucho mayor trabajo regenerar, reformar y levan- tar al hombre caído, que crearlo de la nada, y si las cosas grandes pueden servir de modelo á las pequeñas. (1) Quantum enim est, quod ab ultimis littoribus Hispaniae usque ad Indos jacet? se pregunta á sí mismo Séneca en el libro I de sus Quaestiones naturales, y se responde de este modo admirable : Paucissimoruní dierutn spatium si navem suus ventus implevit. (2) Véanse los famosos Estudios críticos del P. Ricardo Cappa, S. J. y nuestra disertación final. — Usamos de la palabra conquista, por carecer de otra que explique nuestra idea, pues no la admitimos en la acepción literal y vulgar. La guerra separatista. 291 debemos afirmar que la transformación de la sociedad del Continente Colombiano costó á España más sudores y fatigas que si la hubiese formado de nuevo por com- pleto poblándola exclusivamente con hijos suyos, sin tener que contar con los elementos degradados que allí encontró. — Pues bien: España imitó la Economía divina al civilizar la América; Dios no exterminó al hombre, sino que lo redimió, regeneró y libertó, y Espafta no exterminó á los indios , sino que los redimió de feroz esclavitud, los regeneró de sus horrendos vicios y les dio la libertad. Dios en los comienzos de su regeneración de los hombres dióles todas las leyes; pero como aún eran niños, dióles gracias extraordinarias y manifestó- les con milagros la verdad de sus promesas ; lo mismo procuró hacer España en los comienzos de su empresa civilizadora, tratando á los indios como á niños (véan- se las Leyes de Indias), y cuando ya fueron hombres introdújolos en la legalidad común aunque sin derogar las suaves leyes primitivas para aplicárselas cuando en sus desvelos maternales estimase prudente aplicarlas á sus hijos más pequeños. Esa fué constantemete la especialidad española y, por serlo, puédese concluir en rigor lógico que es ése el sistema más conforme á razón, porque cuando España obró por sí, sin extrañas ingerencias, se portó siempre como madre cariñosa, como nación cristiana que no levantó los ojos de las enseñanzas evangélicas. Hechos ya hombres civilizados los americanos, Es- paña fuéles aplicando las patrias leyes asimilándolos á sus hijos mayores; pero, nótese bien, sin derogar aún aquellas leyes de la infancia por favorecerlos. — De al- 292 La guerra separatista. gunos años acá viene extendiendo á los americanos leyes idénticas á las que promulga en la Península, porque así se lo piden los de allá, y porque ha creído que estaban en condiciones de recibirlas. A mayor edad, mayor resistencia y mayor capacidad, alimentos más faertes, leyes comunes, las que corresponden á hombres maduros. Estamos, pues, en el caso de que ya hoy Cuba y Puer- to Rico deben tener las mismas leyes que Castilla y An- dalucía. Legislar, sí, acerca del cultivo, elaboración y consumo del tabaco, del azúcar y del café, de la nave- gación trasatlántica, etc., pero no mediante leyes espe- ciales sino con leyes generales que se apliquen doquiera haya tabaco, azúcar, café, etc.; no haya más diferencia de tributación, paguen todas las provincias igual parte alícuota sobre los productos de su suelo, de su indus- tria, comercio, etc.; repártase entre todos la contribu- ción de sangre, respetando .solamente aquellos fueros que provengan de pactos internacionales de unión. Des- aparezcan todas las demás desigualdades. Suprímanse las Gacetas de la Habana y de Puerto Rico: la Gaceta nacional sea el medio único de promulgar las leyes que han de obligar á todos poi» igual. Somos ya todos igua- les para disfrutar de derechos, séamoslo también para cumlipr obligaciones.. Y con esto hemos emitido ya nuestro juicio acerca de la autonomía y acerca de las reformas de Maura y Abarzuza. Son contrarias una y otras á nuestras tra- diciones. Mientras fuimos estableciendo las nuevas so- ciedades, dímosles leyes acomodadas; constituidas ya, llegados sus miembros á la^ cúspide de la civilización, La guerra separatista. 293 ■ V ' no hay razón para distinguirlos de los demás, porque se creerían rebajados y ofenderíamos su ilustración y su virilidad. Están ya preparados para los manjares comunes y ordinarios. La autonomía y las reformas son la ofensa más grave que se puede inferir á la madre Patria. España fué capaz de establecer la civilización en aquellas pro- vincias: España es capaz de sostenerla. La autonomía de Cuba es el pueate para pasar á la independencia. En la petición de la autonomía inclu- yen sus defensores una acusación que no puede tole- rarse, porque es lo mismo que afirmar que las leyes administrativas españolas son malas y que, suponien- do que lo sean, no sabe la Patria darlas mejores; equi - vale á decir que los autonomistas se administrarán y regirán bien y honradamente, porque España ni sabe ni quiere hacerlo: quiere decir que la madre Patria es ignorante é impotente para gobernar bien á sus subdi- tos. La autonomía es la engañifa que oculta el ansia de romper la subordinación y la dependencia, aunque seaa sólo nominales, apenas se vean fuertes para lograr- lo , como piensan los redactores nada sospechosos del Diccionario Enciclopédico hispano-americano (1). — Los autonomistas pretenden privilegios irritantes sobre (1) Mauricio Block dice en su célebre Dictionnaire general de la Poli tique: "Autonomie est d'origine grecque. Rome a fait de la Gréce une pro«» vince romaine; mais le cónsul Flaminius, vainqueur des pales successeurs d'Alexandre, a proclamé, aux Jeux isthmiques, la liberté de la Gréce...... „C'est principalement dans le systéme fédératif que rautonomie trouve sa place. La Confédération gernaanique et la Confédération helvétique sont basées sur les principes de Tautonomie. Chagüe État ou cantón^ membre de la Confédération, conserve ses lois, ses tnagistrats, son gouvernentent 294 La guerra separatista, las demás provincias españolas , con lo cual se burlan de la igualdad y de la democracia de que tanto blaso- nan. Que las Vascongadas, Navarra, Aragón y Cata- luña pidiesen autonomía, no lo extrañaríamos; sería cuestión de oportunidad y de conveniencia, porque el poder supremo ha modificado las condiciones, en gran parte, de los pactos con que la Vasconia se unió á Castilla, con que Navarra se declaró por Castilla, y con que el Reino de Aragón casó con el de Isabel. Pero ¿qué razones tienen para pedirla los cubanos? — Ninguna, á nuestro juicio. — Pidan claramente la inde- pendencia; si reniegan de su origen, de su idioma y de su Religión, expónganlo con claridad, y España verá si puede desentenderse de hijos ingratos que no la pro- curan honra, provecho ni tranquilidad, sino deshonor, perjuicios y conflictos sin número. ¡Las reformas! Todos sabemos lo que significan: su espíritu y su letra han sido y son como la caja de Pandora, de donde sólo se han extraído discordias y ca- lamidades. De ellas podemos decir: Quis fuit horren- dus prinius qtii protulit illas/, parodiando al poeta la- tino. Sus frutos son odios entre amigos, desavenencias entre padres é hijos, incendios, violaciones, sangre, ifiterieur , niais reconnait un droit politique superieur qui fonde une alliance d'oü sort l'obligation de metre une partie de ses forces an serví- ce de l'Allemagne ou de la Suisse pour la défense commune du sol germa- nique ou helvetique. ^L'Angleterre a fait une largue applicaiion de Tautonomie á ses conque- tes coloniales. Sous ce rapport, elle a prissé dans le droit romain une partie des principes qu'elle met en oeuvre „L'autonomie pourrait étre aussi envisagé dans son application aux dé- partements, aux communes et aux autres étres moraux et colectifs » La guerra separatista. 295 .guerra exterminadora cual ni entre salvajes se estila. Para combatirlas bastaríanos saber que por ellas se conceden privilegios infundados que no se otorgan á las demás provincias, lo que es de suyo antipático, y menos mal si fuesen prudentes, racionales y justos (lo que no sería fácil porque les falta ab ovo la equidad); pero en tal caso menos mal, repetimos. Las reformas son utópicas, con ellas nada se remedia, y en cambio ponen en peligro la integridad nacional porque aflojan ó, más bien, rompen los lazos con la madre Patria. Á los autores de ellas y tenaces mantenedores, ¿no les dice nada la oposición que les declararon tantos hom- bres honrados? ¿No son éstos probados patricios, aman- tísimos de Cuba española donde tienen su familia y sus intereses? ¿No son ellos casi los dueños de Cuba por su industria , su comercio y su propiedad? ¿No les ins- pira todo esto si quiera dudas de la bondad de las reformas?* Desconociendo sus autores á Cuba, ¿no se les ocurre pensar que los adversarios, criados y arraigados para siempre allí, verán mejor y podrán juzgar con perfecto conocimiento de lo que aquéllos no ven ni conocen? — Esto sólo sería suficiente para moverles á meditar más , estudiar más y buscar luz y prudencia que no se adquieren en las oficinas y en los discursos parlamentarios, sino en el terreno de los sucesos. Nosotros comprendemos, y lo ansiamos con toda nuestra alma, que se mejoren las leyes y que se eleven al mayor grado de perfección que alcance la naturaleza humana; pero no comprendemos que concepciones des- tituidas de sentido común y de instinto patriótico se 296 La guerra separatista. conviertan en leyes. Descentralícese la administración, concédase á cada miembro lo que le pertenece, esto es, oigan los oídos, vean los ojos, muévanse los pies, no se concentre toda la actividad en el cerebro porque de esta concentración nacería el más espantoso desorden; pero obren todos los miembros íntimamente unidos con el centro de donde reciben la vida. No se conceda á los brazos que obren por sí solos, separados del tronco, porque no obrarán, se secarán y morirán, y eso es lo que se haría con Cuba dándole las reformas consabi- das: se la separará del tronco y morirá para la madre Patria 5^endo á injertarse en otro tronco que desespera por poseerla. CAPITULO XXXI Relaciones mercantiles entre la madre Patria y Cuba. — ¿Conviene seguir usando de las palabras «exportación» é «importación» en el comercio de las provincias peninsu- lares con las insulares y de éstas con aquéllas? — ¿Es prudente mantener el estado actual?— El cabotaje. No hay duda alguna de que el comercio entre las naciones contribuye á disminuir las distapcias que las separan: el comercio implica el trato frecuente de unas con otras, y de este trato nace el conocimiento de las lenguas y de los usos y costumbres ; esa continua comunicación lleva de un punto á otro las artes, las letras y las ciencias; hasta la Religión, cuando es dife- rente , suele sufrir las consecuencias de ese ir y venir las gentes de una parte á otra, y así como los sectarios é infieles ganan , los católicos pierden ordinariamente, siendo de fácil explicación este fenómeno porque á los primeros puede encantarles la hermosura de la verdad que no poseen, y álos segundos, al revés, infiltrárseles en su hablar y en su practicar una especie de eclecti- cismo que termina por acostumbrarlos á mirar la Reli- gión como tradición familiar ó nacional, no como ver- dad inconcusa que es necesario creer porque es en sí misma buena, y no porque nuestros antepasadosó nues- tros conciudadanos la profesaron ó profesen, aunque 298 La guerra separatista, sea esto muy honroso y muy para estimar guardando aquel tesoro como oro en paño, según el refrán vulgar. Si acaece esto entre la naciones, no hay por qué ad- mirarse de que suceda en mayor escala entre provin- cias de una misma nación. La autoridad y la obedien- cia les son comunes y también las leyes; el idioma y la Religión suelen serlo igualmente, y todas estas cir- cunstancias se adunan para que el comercio sea uno y coopere éste á estrechar más y más los vínculos que las unen. Atendidas estas consideraciones juzgúese de la im- presión que nos causaría la lectura de las vigentes Or- denansas de Aduanas de 15 de Octubre de 1894, que al tratar De la importación de las provincias y posesio- nes españolas de Ultramar y Del comercio de cabotaje^ dicen en sus artículos 114 y 227: "Art. 114. El comercio que verifiquen las provin- cias y posesiones españolas de Ultramar con la Penín- sula é islas Baleares se considerará como de cabotaje para los efectos arancelarios, cuando se haga por bu- ques con bandera española. „Art. 227. Comercio de cabotaje, con relación al régimen de Aduanas, es el que se hace directamente por mar entre puertos de la Península y de las islas Baleares. „ El buen efecto que produce el primer artículo des- vanécelo el segundo. Por aquél parece que se igualan todas las provincias del reino en cuanto al comercio mutuo, ó sea al de cabotaje; pero por el último se res- tringe la significación de la palabra cabotaje^ pues la extensión de ella es menor en éste que en el otro. En La guerra separatista. 299 una parte se considera de cabotaje el comercio de la Habana con Cádiz, el de Málaga con Barcelona y el de Tarragona con Mahón, por ejemplo, y en la otra ya no es de cabotaje el de la Habana con Cádiz, sino sola- mente el de La Palma con Barcelona, el de Cartagena con Algeciras, etc. El Sr. D. Amos Salvador, Ministro de Hacienda firmante de dichas Ordenanzas, debe haberse ejercita- do mucho en formar silogismos de todas clases, pues si así no fuese, ¿querrá decirnos qué raciocinio formó con esos dos artículos? — Lo dicho por él equivale á esto: El comercio verificado entre la Habana, la Coruña, Cádiz, La Palma y viceversa es de cabotaje para los efectos arancelarios; es así que comercio de cabotaje es el verificado solamente entre los puertos de la Pe- nínsula y los de las islas Baleares: luego... luego... lue- go los pimientos de Calahorra no son pimientos rioja- nos, podríamos afirmar imitando al Sr. Salvador. El Sr. Salvador viene á decir en sus Ordenanzas esto: El comercio entre territorios españoles es de cabotaje (lo dice el art. 114); es así que los territorios ultramarinos de España no tienen comercio de cabotaje con ésta (los excluye el art. 227); luego éstos no son territorios es- pañoles. Queriendo salir del atolladero en que nos meten di- chos artículos, hemos procurado explicarlos compa- rándolos con otros; hasta sospechamos si sería omisión del Diccionario de Martínez Alcubilla dejando acaso de copiar en el art. 227 las palabras provincias y posesio- nes de Ultramar del 114; pero no debe ser eso. Aun su- pusimos que las Ordenanzas quizá estableciesen una 300 La guerra separatista. _ — _ — — r\. clase de cabotaje entre los puertos de acá y otro entre éstos y los ultramarinos. Supusimos más todavía: nos dijimos: quizá las frases efectos arancelarios y en bu- ques con bandera española expliquen este enredo que anubla nuestra pobre inteligencia. Pero ni encontramos dos clases de cabotaje (porque el beneficio que disfru- tan ciertas mercancías importadas ó exportadas entre la Península y Ultramar, no se llama así), ni los aran- celes son los mismos, cobíjense ó no con bandera espa- ñola las mercancías nacionales. Parece, pues, que se intentó ig-ualarnos á todos los españoles; pero después se tropezó con el sistema vie- jo y no se supo, ó no se pudo, ó no se quiso salir de los apuros en que ponen á los Ministros los presupuestos; enseñándonos, no más, la dedada de miel, se nos con- tinuó administrando acíbar en forma de presupuestos y de derechos arancelarios que (los arancelarios) no deben confundirse con los derechos diferenciales de bandera para naciones no convenidas ó con las que sólo hay modus vivendi: éstos son muy justos y nadie protesta contra ellos, porque favorecen á la navegación española. Suprimir tales asperezas; acometer contra las mon- tañas que entre las provincias continentales y las in- sulares levantan los derechos de aduanas ó arancela- rios; redactar presupuestos nuevos relegando los ruti- narios; modificar los tributos sustituyendo los antiguos por otros que, aunque en el fondo sean los mismos, los admite el moderno convencionalismo económico y los consienten los pueblos sólo porque no suenan mal al oído; simplificar la administración quemando los re- La guerra separatista. 301 glamentos (1) que la embarullan y suprimiendo, por consiguiente, las plazas innecesarias, inútiles y perju- diciales, con lo que se disminuyen los gastos; rebajar, como consecuencia lógica, el tanto por ciento sóbrela riqueza imponible y la tributación personal; declarar la inamovilidad de los empleados; establecer un tribu- nal que examine y juzgue de su comportamiento y les exija grave y real responsabilidad si prevaricaren, y aun expulsándolos ignominiosamente del cuerpo si el delito lo merece ó hay reincidencia de comisión ú omi- sión: eso sería perfeccionar la legislación, adelantar y prosperar de verdad y no inventando reformas utópi- cas, irritantes, atentatorias á la igualdad constitucio- nal y generadoras de rencores y de desligamiento de lazos sacratísimos. Tal es el sistema que nosotros adoptaríamos. De no haberlo seguido nacieron las quejas y las murmuracio- nes contra el Gobierno Supremo. Muchas veces, milla- res de veces, hemos oído apoyar esos disgustos en el abandono del poder central, y los separatistas y-los autonomistas y los mismos españoles incondicionales proferían frases duras, crítica acerba, refiriéndose ala conducta de los Ministros. Vea usted, nos decían: quie- re el Gobierno que seamos sufridos, obedientes, incon- (1) En una ocasión (y lo repetimos en otras) quisimos ver por nosotros mismos la marcha burocrática de un expediente de derechos reales: entre sellos de entradas y¿salidas, tomas de razón, firmas de conformidad, de pase, de V.", de aprobación, etc., llenamos un sinnúmero de reqvysitos. En- tramos en las oficinas á las diez y media de la mañana y salimos á. las tres de la tarde. Los empleados estaban atareadísimos, abanicándose, conver- sando y contemplándose mutuamente, ó mirando al techo ó dibujando letras y caricaturas.— No tienen ellos la culpa.— Por lo demás, confesamos que se mostraron atentísimos con nosotros. 302 La guerra separatista. dicionales y nos considera como á extraños; para nues- tro comercio establece aranceles especiales; llevamos á la madre Patria nuestras mercancías, el fruto de nuestro sudor, y en las Aduanas de sus puertos nos tra- ta como á extranjeros. Hemos transformado á Cuba, añadían los leales, en el emporio más grande de rique- za que se conoce; obedecemos fielmente, cooperamos al engrandecimiento de la nación por todos los medios que sabemos, y se nos trata como á hijos caprichosos, voluntariosos, concediéndonos régimen y administra- ción de descontentos con lo que se nos ofende porque no queremos régimen y administración de que no dis- frutan nuestros hermanos del Continente. Refórmen- se, sí, los municipios y todos los demás organismos, pero aquí lo mismo que en la Península; perfecciónen- se las leyes ¡qué más quisiéramos!, pero no se nos re- forme^ porque no somos protestantes y hasta la pala- bra nos es odiosa y repugnante en sumo grado. Nos- otros queremos el mxismo Papa (el mismo Rey), quere- mos la misma autoridad (el mismo gobierno), quere- mos las mismas leyes, buenas sí, pero comunes para todos: lo demás es ofendernos porque nosotros nos agrupamos y vivimos alrededor del mismo altar pa- triótico, profesamos el mismo credo, rendimos obe- diencia sincera á los mismos jefes, practicamos el mis- mo culto á los usos y costumbres nacionales, no somos cismáticos ni herejes en política: no queremos, en una palabra, ni Rey ni Ley que no sean el Rey y la Ley de la madre Patria. La nación está hambrienta de la verdad de lo que sucede en Cuba, y por nuestra parte no hemos de ocul- La guerra separatista. 303 társela: dígasele la verdad, toda la verdad, no se la desfigure. Lo dicho es exactísimo y, si no, desmiénta- nos quien crea que no damos testimonio sincero de ella. Desaparezcan las fronteras arancelarias que sepa- ran á las provincias antillanas de las peninsulares; vayan y vengan, impórtense y expórtenselos produc- tos sin traba alguna, con la misma facilidad con que se trasladan de Ávila á Madrid y de Madrid á Ávila, y se habrá cegado el más importante manantial de que han brotado tantas quejas contra la madre Patria. No se nos oculta que surgirán grandes dificultades que apurarán el ingenio de los hacendistas; quizá gri- ten mucho los intereses creados á la sombra del actual y ya caduco sistema; tenemos plena seguridad de que la dificultad mayor y acaso invencible, por desgracia de la Patria, serán los cerebros de los oficinistas ruti- narios que, moldeados en los viejos troqueles, no sa- brían salir de ellos elevando su encarrilada inteligen- cia á otros espacios y lanzándola por nuevos caminos que, si son ásperos, no son insuperables, ni tampoco inasequibles. Sabemos, ¿cómo no?, que esos funciona- rios entran un día y otro, años y años y siglos con el mismo é invariable propósito, el de no molestarse, el de no fatigarse, el de no discurrir. No que no: el pan que comen es el más suavemente ganado, y se les indi- gestaría si lo sudasen algo. Vedlos entrar: cuelgan del perchero el sobretodo en invierno ó cambian la levita por la americana de alpaca ó de seda cruda ó de dril en verano, ó sueltan tales prendas en brazos del orde- nanza, si lo requiere la categoría, y... ya se arregló 304 La guerra separatista. Caparrota, ó sea el imperio que oculta el mar. Cogen el papel y la regla de rayar, mojan la pluma en tin- ta negra, azul ó encarnada (saben trazar cuadritos muy monos)^ y en Marzo ó Abril, época en que se dan á luz los proyectos de recaudación de tributos y distri- bución de ingresos, que se han bautizado con el nom- bre de presupuestos, veréis siempre los mismos enca- sillados, las cantidades acreciendo siempre para mal de contribuyentes y para bien de empleados; otra par- te del año se la pasan redactando reglamentos para la cobranza y enviando á la Gaceta Reales órdenes que quieren resolver dudas que ellos han debido prever en gran parte. Pero no esperéis nada nuevo que redunde en bien de la comunidad. Ponen, sí, mucho cuidado en que no entienda nadie las leyes , proporcionándose qué ha- cer de esa manera; mas no esperéis, repetimos, solu- ciones claras y decisivas: deben tener guardado un globo como el en que se meten los números de la lote- ría, y en él introducen los borradores de años anterio- res, y tomando de éste, de aquél y del otro, pergeñan respuestas. Hay hombres, como un cierto señor que, á fines del siglo XIX , no se han enterado todavía de que el Vicerreal Patrono de Cuba no es Vicario Apos- tólico, ni Legado del Papa, ni golilla de Carlos III (ó, mejor, de Floridablanca, Campomanes, Azara y demás chusma volteriana y regalista , de infausta y delenda memoria que lo sostuvieron), y humillan á los pobres Prelados de allá con regalías que nuestros Reyes ja- más soñaron porque no las pidieron al Papa; ni éste se las dio para convertir un Patronato honrosísimo en La guerra separatista. 305 fuente de ridiculas teorías y de extralimitaciones ab- surdas , pero que producen frutos amargos porque los tales mantienen con eso á distancia, y aun en pug- na, á los Reyes con los Prelados de Ultramar. — Los ministros y los jefes superiores bien poco pueden espe- rar de la generalidad de sus auxiliares. Pedimos, pues, la derogación de la ley de relacio- nes comerciales entre la Península y las Antillas, y pedimos que entre ambas se establezca el cabotaje ver- dadero: deróguense los aranceles que gravan los pro- ductos antillanos importados en los mercados penin- sulares, y deróguense también, si no caducaron ya, los que gravaban los de aquí al ser introducidos allá, pues queremos reciprocidad absoluta comercial y de todo entre todas las provincias españolas. Esto hemos sostenido siempre que tuvimos oportu- nidad de manifestar nuestras ideas; pero deseábamos confirmarlas con el testimonio de personas entendidas y, á fuerza de paciencia, lo hemos logrado, gracias á Dios. ^ El Sr. D. Juan López Seña, insigne periodista ha- banero, publicó el 31 de Julio de 1895 en el Avisador Comercial^ de la Habana, diario mercantil y político de que es director , un artículo titulado Los falseadores: defiende al Sr. D. Celestino Blanch de las imputaciones inexactas que D. Eduardo Dolz le había dirigido el 19 de Junio en el Congreso, y dice: "¿Por qué se ha dicho y repetido en Madrid que la opinión de Cuba es opuesta á la libertad comercial? ¿Por qué el Sr. Dolz, en pleno Parlamento, ha hecho aparecer al Sr. Blanch como defensor de la Ley dr Re 20 306 La guerra separatista lacíones, cuando no hay nadie en Cuba que ignore que ha sido uno de los primeros, si no el primero en com- batirla?— Tales argumentos, por su falsedad imponde- rable, demuestran la falta de mejores datos con que defender una doctrina que este país rechaza, que aquí no defienden más que los perseguidores de una política bien calificada y los que procuran utilidades en el con- trabando que los Aranceles elevados favorecen. — El Sr. Blanch jamás defendió la Ley de Relaciones co- merciales^ y así en la Cámara de Comercio como en estas columnas, calificó de iniquidad nacional la irri- tante ley, condenándola con enérgica argumentación, con incontrovertible lógica... ElSr. Blanch defendió... la absoluta y perfecta igualdad comercial..., y aquella misma opinión ha sustentado después la Cámara de Comercio. Y no sólo la Cámara; no hay en Cuba orga- nismo alguno representativo de riqueza que se haya declarado contrario á la libertad comercial entre Cuba y su metrópoli, después del voto formulado por el se- ñor Blanch. Tal es la justicia, la bondad y la necesidad de esa dignificación que necesita la isla de Cuba para considerarse parte de la nacionalidad española, para vivir la vida nacional con iguales derechos que el res- to de la Patria. Lo que hay es que la política separa- tista ha andado mucho, y á título de defensora del Te- soro, ha hecho creer que es imposible esa libertad porque favorece de noble modo la españolización del país, la unificación de nuestros intereses y los intereses peninsulares , y merced á aquella política se ha dicho en plenas Cortes que Cuba es contraria al cabotaje, lo cual es falso de toda falsedad; que aquí no conviene la La guerra separatista. 307 libertad comercial con la madre Patria, lo que es repugnante de puro antipatriótico..." El Sr. Blanch, comerciante ilustradísimo, como otros muchos en que abunda la isla de Cuba , publicó el 2 de Agosto siguiente en el mismo periódico una Carta ele priieh^ en que se defiende de los ataques del Sr. Dolz, y dice entre otras cosas: "En todos estos trabajos he combatido y señalado con enérgicos apostrofes la Ley de Relaciones comer- ciales^ calificándola de irritante injusticia é iniquidad nacional. . . He defendido constantemente ese cabotaje verdad^ pidiendo con toda la energía de mis honradas convicciones que se abrieran los puertos de la Penín- sula á los productos antillanos, eximiéndoles de todo impuesto é invocando la necesidad de que se conside- raran estas provincias cual las demás de España, por- que tienen iguales derechos, como partes componentes de la misma nación, y porque solamente con la mu- tualidad de las relaciones mercantiles y cambio recí- proco de productos se estrecharán los lazos que han de perpetuar la soberanía nacional en esta tierra, su- mida hoy en los horrores de una guerra asoladora... Sigo y seguiré siendo partidario del cabotaje, porque sostuve y sostendré siempre que en el vocabulario eco- nómico la palabra Arancel es un contrasentido,' una paradoja que choca con la lógica de la razón cuando ese Arancel se establece entre pueblos de una misma nación... La Ley de Relaciones comerciales que sabia y justa fuera, si no estableciese insoportables desigual- dades, ha sido, más que parodia del cabotaje, una ma- nifestación sarcástica de sus efectos, tal cual se ha 308 La guerra separatista. planteado, pues va á cesar la tributación de los pro- ductos de allá para acá,,,y^ (Aquí se refiere á una pro- posición suya sostenida en 10 de Septiembre de 1890 en la Asamblea general de la Cámara de Comercio de la Habana.) Después de tan competentes autoridades no nos queda ya más que decir sobre este punto. Las relacio- nes comerciales entre las provincias continentales y las insulares deben ser de absoluta y mutua libertad, sin traba, sin gravamen alguno, sin arancel: las palabras importación y exportación de productos entre aqué- llas deben suprimirse de la legislación aduanera espa- ñola: el sistema actual es antipatriótico y, por consi- guiente, debe establecerse inmediamente el cabotaje verdadero entre todas las provincias españolas. CAPÍTULO XXXII Censores.— Tribunal censor. — Jueces: alcaldes: empleados: militares: maestros. — Facultades del indicado tribu- nal.—Miembros del mismo. ' /I Si tuviésemos voz y voto en las Cortes no titubea- ríamos en presentar un proyecto de ley que 'compren- diese lo que indica el epígrafe de este capítulo, pues consideramos su objeto de mucha importancia y de grande oportunidad: creemos que, previas ligeras re- flexiones, sería inmediatamente aceptado por todos los hombres de buena voluntad. Son tantas las quejas y, más que quejas, los juicios severos que hemos oído á personas de todas clases contra algunos jueces (de primera instancia é instruc- ción y municipales), contra alcaldes, maestros y maes- tras , contra empleados de las oficinas del Estado , de las Provincias y de los Municipios, contra militares propiamente dichos y sus asimilados de oficinas, hos- pitales y maestranzas, y aun contra otras personas que de un modo ó de otro ejercen ó representan la autori- dad, que nuestra inteligencia no halla hoy por hoy me- jor medio de cortar tales habladurías que sometiéndo- las al criterio imparcial, sereno é independiente de un tribunal formado de personas completamente extrañas á los organismos servidos por los individuos aludidos. 310 La guerra separatista. Ya sabemos que podrá objetársenos diciendo que en las leyes está previsto todo, y que conforme á ellas caben varios recursos contra sus infractores. — De la vigilancia de los jueces están encargados los presiden- tes y fiscales de las Audiencias ; de los alcaldes cuidan los jueces y los gobernadores civiles según la natura- leza de sus prevaricaciones ó faltas; para los militares hay inspectores de cada arma; á los maestros y maes- tras los vigilan las juntas de Instrucción pública, y así délos demás, y todo ello por ministerio de la ley. Bien lo sabemos, y es notorio que si nuestras leyes se obser- vasen por los obligados á cuidar de su cumplimiento, sobraría cualquier otro resorte que se inventase para lograr el reinado de la moralidad en la administración pública y en el régimen de los pueblos; pero también sabemos que ni las leyes se cumplen ni los encargados de su ejecución se molestan en procurar que así suceda. Ni vale replicar que á todos abre la ley sus puertas con el fin de que presenten quejas, reclamaciones y denun- cias los que vean lastimados sus derechos y ofendida la honestidad de las costumbres, contra los que cometan delitos y conculquen la moral pública: los medios que proporcionan las mismas leyes resultan ineficaces por impracticables. Lo costoso y molesto de los expedien- tes unas veces, y otras los daños á que se expone con seguridad el que los promueva ó pida que se verifiquen informaciones, convierten en inútiles los preceptos le- gales relativos á este particular. ¡Desgraciado del que se atreva á poner mano contra jueces^ alcaldes, etc.! Á más de las antipatías personales que se conquistaría (y algunos habría que tuviesen pecho varonil para sufrir- La guerra separatista. 311 las), su conducta le acarrearía vejaciones sin cuento ya en los litigios que se viese precisado á sostener, 3^a en los impuestos municipales á que debe contribuir, ya en las escuelas á que acudiesen sus hijos, parientes ó ami- gos, ya en cualquier otro ramo á que se refiriesen sus gestiones. Ejercería un derecho de ciudadanía, pero le resultaría muy caro ese ejercicio : se nos figura que se necesita tener temple de héroes para decidirse á usar de tan hermoso derecho. Tampoco tiene valor, por desgracia, la observación que pudiera presentársenos fundada en que la concien- cia social reprueba tales abusos y que la vindicta públi- ca también impone el condigno castigo á los infractores de las leyes estigmatizando sus delitos y huyendo del trato de los escandalosos. El freno que la conciencia de la sociedad ponía en otros tiempos al descaro de los pe- cadores públicos, y las venganzas que la opinión gene- ral se tomaba de los que no respetaban las leyes del honor y del decoro exigidos por sus conciudadanos, ya hoy no gozan de eficacia. Convenimos en que si alre- dedor de los desvergonzados se practicase el vacío re- legándolos del trato social y obligándoles á encerrarse en su hogar por las extralimitaciones que hubiesen co- metido y por el escándalo dado , holgaría el proyecto que defendemos porque el mal no cundiría y porque la soledad forzosa á que se los condenase, contendría á los demás dentro del deber y mataría los,torcidos im- pulsos que otros experimentasen por imitarlos. Pero hoy todo eso son hermosas teorías; ya no agrada esa poesía: han cambiado los tiempos. Eso estaría muy bien en sociedades atrasadas en que no se rendía ho- 312 La guerra separatista. menaje al éxito, y no se estimaba á las personas por las riquezas que habían atesorado ó por los honores que habían alcanzado, sino por la apreciación recta de los medios honestos de que se habían valido para llegar á la posición que ocupaban. Por último, no se pueden alegar desgraciadamente en contra del proyecto las enseñanzas del Catecismo de la doctrina cristiana. Ésta transformó al mundo, y los Sacramentos que el Salvador instituyó para man- tenernos en su gracia, son ciertamente eficacísimos; pero muchos ó no aprendieron el Catecismo ó le olvi- daron, y muchísimos, la generalidad, no reciben los Sacramentos que nos dan fuerza para domar las pasio- nes y contrariar los desordenados apetitos. De ahí que se haya perdido el buen gusto de la verdad y que la belleza de la virtud no atraiga y arrastre en su segui- miento á los hombres. La verdad es ignorada y la vir- tud se menosprecia por la gran mayoría. Se gradúa de listo al que se ha elevado y enriquecido aunque para lograrlo saltase por encima de todas las vallas que marca la sana moral ^ y, al contrario, se califica de tonto é imbécil al que, no obstante su trabajo y su hon- rada conducta, no ha pasado de un mediano vivir, j Qué listo ! , exclama la multitud indocta ( pues carece de sentido moral) al ver al primero. ¡Pobre hombre!, dice á una voz esa misma indocta multitud al contem- plar en humilde posición al segundo. Tales son las razones que nos mueven á proponer el Tribunal de censores de que tratamos. Su fin es bien claro: moralizar la pública administración y enderezar el régimen de los pueblos. Su fundamento es igualmen- La guerra separatista, 313 te claro : ayudar á las leyes supliendo su evidente in- eficacia y extendiéndose adonde éstas no alcanzan. Demostrar la excelencia del fin de este Tribunal, sería superfluo porque lo ven todos ^ y explicar los motivos que obligan á establecerlo parece innecesario porque las leyes son ineficaces y, por consiguiente, hay que apelar á un recurso extraordinario que produzca los efectos que aquéllas no producen ya sea por su defi- ciencia, ya por la de las personas obligadas á mirar por ellas. ¿Puede ponerse en práctica el proyecto iniciado? — Una vez establecido , ¿dará los resultados que apetece- mos?— Creemos que sí. — ¿Cómo? — Veámoslo. No se asusten los abogados temiendo que propongamos la redacción y sanción de una ley más que aumente mu- cho la interminable lista de las que deben conocer. La ley propuesta es tan corta como el epígrafe de este capítulo, y al efecto la expresaríamos en los siguientes términos :=S^ establece en la isla de Cuba un Tribunal de Censores encargado de vigilar á todos los funciona- rios públicos^ amonestándolos y obligándolos á que cumplan las leyes. Las atribuciones de dicho Tribunal no se concretan á examinar y censurar la personali- dad oficial de los referidos funcionarios , sino que se extienden también al examen y censura de la conducta que observen éstos como ciudadanos. — Los fallos de este Tribunal son inapelables y pueden decretar la cesantía^ la traslación y la inhabilitación de los repe- tidos funcionarios. — El Tribunal tendrá su asiento en la Habana, pero podrá constituirse temporalmente en el punto de la Isla que creyere conveniente^ y nombrará 314 La guerra separatista. delegados que le representen en las principales pobla^ dones y sólo para que le informen. — Los miembros del Tribunal serán religiosos ^ uno de cada una de las Ordenes ó Congregaciones religiosas nacionales de varones que tengan conventos en la Isla. Los Magis- trados del Tribunal han de ser siempre Sacerdotes, tener cuarenta años de edad y ser españoles. El Pro- vincial español nombrará el individuo de su Instituto que habrá de ser Magistrado y avisará del nombra- miento y de la remoción al Ministro de Ultramar. El cargo de Magistrado de este Tribunal será honorífico y absolutamente gratuito. El Tribunal comunicará inmediatamente los fallos al Ministro de Ultramar ^ que nombrará en seguida el funcionario que suceda al que se declare cesante ^ trasladado ó inhabilitado. Será Presidente del Tribunal el que designe la suerte de entre sus miembros.^ y no intervendrá en él ninguno que no sea Magistrado. Sus fallos serán secretos y solamente por carta privada dará cuenta al Ministro de Ultramar con el fin de que se entere de los motivos de las resoluciones adoptadas; si el Ministro publicare los motivos se entiende que se los apropia ^ pero procu- rará ser muy parco en esto. Sancionada esta ley, el Gobierno no tendría que ocuparse ya más en el asunto. Será acaso muy grande el sacrificio que se imponga á las Ordenes religiosas; pero sus miembros son todos excelentes patriotas y no habrán de regatear la cooperación que les pide la Patria para mejorar la administración y la morali- dad pública. No sólo la Patria se halla interesada en esta cuestión de vida ó muerte, sino que lo recia- La guerra separatista. 315 man la salvación de muchísimas almas. Si es grande aquel sacrificio, mayor es el honor que se dispensa á esos beneméritos Religiosos al llamarlos la nación en su auxilio y encomendarles la vigilancia de sus funcio- narios. Los resultados de esta ley serían inmediatos; la ad- ministración mejoraría de seguida; reinaría la morali- dad pública; cambiarían las costumbres en bien; los abusos y los escándalos desaparecerían y la isla de Cuba, que parece ser hoy una carga pesada, se conver- tiría necesariamente en lo que debe ser la hermosa perla de la Monarquía española. Tenemos la evidencia de que la intervención de las Ordenes religiosas daría muy pronto copiosísimos frutos de paz y de bienestar que no pueden calcular los que no conocen las condi- ciones excepcionales de la gran Antilla, y menos los que no saben de lo que son capaces los hombres de ora- ción animados del espíritu de Jesucristo , como lo son nuestros religiosos. De este modo conseguiríamos que los alcaldes fue- sen verdaderos padres de los pueblos; los jueces y ma- gistrados obrarían como ministros de Dios para el bien, mostrándose rectos, probos é íntegros; los milita- res se distinguirían por su moralidad y disciplina; los maestros, las maestras y los catedráticos serían, como deben ser, auxiliares eficaces y honrados de los padres y de los Párrocos; los funcionarios de todas clases se conducirían con la delicadeza de conciencia que debe brillar especialmente en los que iñanejan los bienes de la comunidad: la honradez cristiana, en una palabra, resplandecería en todas las manifestaciones de la vida 316 La guerra separatista. social, pública y privada, como de consuno lo mandan la ley de Dios y las leyes civiles. Hemos designado religiosos para- Magistrados del proyectado Tribunal (1) porque la vida que profesan y las circunstancias que les rodean, los colocan en situa- ción la más ventajosa y á propósito. No dependen de (1) Sabido es que Roma tuvo sus Censores: creóse esta Magistratura en el año 310 de la fundación de la gran Ciudad, ó sea el 443 antes de Jesucristo. Los Censores eran dos, se elegían por cinco años en los comicios por centu- rias, y ]os nombrados debían ser patricios, excónsules ó expretores, no po- dían desempeñar este cargo dos veces, ni obtenerlo antes de los cuarenta y dos años de edad. Estos Magistrados de la República Romana tenían el de- ber de formar el censo de la población, de velar sobre las costumbres del pueblo y de castigar con la debida pena á los viciosos. "Para que la co- rrección de las costumbres— dice Saavedra Fajardo— no pendiese de la malicia de la lengua ó de la pluma, se formó el oficio de Censores, los cuales con autoridad pública notasen y corrigiesen las costumbres. ,,— Los Censo- res ejercieron gran predominio en la República, porque al formar el cen- so clasificaban á los ciudadanos, degradaban á los caballeros y á los Sena- dores, distribuían al pueblo en tribus y, por lo tanto, influían en los comi- cios. Las degradaciones no siempre se fundaban en el cambio de fortuna, sino también en la conducta moral del ciudadano.— Con el tiempo se les concedieron más atribuciones, pues llegaron á intervenir en las obras públi- cas, en el repartimiento y en la recaudación de impuestos, en la administra- ción del Tesoro púbüco y en la inspección de las escuelas. Si eran colectivas las sentencias de la Censura, no se daba apelación contra ellas, y solamente un Censor podía censurar á su colega.— Cuando el pueblo romano degeneró por sus corrompidas costumbres, esta Magistratura no podía subsistir, y Sila la suprimió. Restablecióla Pompeyo, devolviéndola su importancia y rodeándola de su antiguo esplendor, pero desapareció otra vez durante las guerras de César y de Pompeyo. — Se intentó restaurarla de nuevo dando á César el título de Censor perpetuo: Augusto y Agripa tomaron de manco- mún el honroso calificativo de ÍHrector perpetuo de las costumbres^ y el primero mandó posteriormente elegir dos Censores que, al terminar el pe- ríodo de su cargo, no fueron reemplazados. El emperador Decio quiso resu- citar el importantísimo Tribunal, mas sobrevivió muy poco tiempo á esta última restauración. — Hubo también entre los romanos Censores de los Municipios y de las Colonias: eran dos encada ciudad, ejercíanlas mismas funciones que los de Roma, desempeñaban su cargo durante cinco años, lo» elegía el pueblo, y se les llamaba Duumviros quinquenales. La guerra separatista. 317 ninguna de las personas sobre las que han de ejercer su ministerio, ni tienen precisión de tratarlas: no se ven ligados por cargo alguno, ni por atenciones que les obli- guen á residir en lugar determinado, y están completa- mente descuidados en cuanto á su porvenir, pues á todo esto proveen sus Superiores. Y con los demás, sean sacerdotes, abogados, médicos, militares, hacendados, comerciantes, etc., no sucede igual: su posición les ofre- cería un gran embarazo para cumplir bien y sin gra- ves perjuicios su deber. Por eso nos hemos fijado sólo en personas completamente desligadas del mundo y ex- trañas á sus enredos y compromisos. Son muchas las garantías que militan en favor de la imparcialidad y rectitud con que habrán de juzgar, y de ahí que crea- mos que ninguno se resentirá porque no se le incluya en el llamamiento. Los motivos que nos han impulsado á buscar los Magistrados entre los religiosos, constan en el siguien- te artículo que escribimos para una Revista, y lo co- piamos aquí. Preguntábamos en la Revista El Mensa- jero Seráfico, pág. 353 del tomo XIII (1896): ¿Quién es el inejor de los consejeros?, y respondímonos del si- guiente modo: "Ciencia y virtud son las dos cualidades que han de brillar en el buen consejero, porque la ciencia sola hin- cha y desvanece , y la virtud sin la ciencia degenera en simpleza. No hay nada más «epelente que un sabio que care- ce de virtud, ya se le considere en sí mismo, ya se le exa- mine con relación á los demás hombres. El hombre de ciencia sola se infatúa, se encumbra, levántase á sí mis- 318 La guerra separatista. mo un pedestal para sobresalir entre los demás pobres mortales , se endiosa , y el orgullo y la vanidad le lle- van á mirar con soberano desdén á los que él califica de ignorantes. Puesto en monte tan elevado no es po- sible que acierte á gobernarse á sí mismo ; ve las co- sas, no como son realmente, sino como él se las finge, y claro está que, cuando las estudie, no estudiará lo que son, sino que estudiará la entidad que él les dé en su imaginación , y en el momento en que se determi- ne á obrar valiéndose de ellas como de instrumento para sus acciones, se equivocará. Es justo castigo de su soberbia, por separar lo que Dios ha creado para que vaya siempre unido. Dios nos ha dado la inteli- gencia para que conozcamos las cosas y adquiramos, por consiguiente, la ciencia de ellas; pero no nos dotó de aquella potencia nobilísima para que traigamos las cosas á nosotros y descanse ahí nuestra actividad: nos concedió el entendimiento para que comprendiendo, es decir , conociéndose á sí propio , salga afuera y com- prenda lo que no es él y conocido este mundo exterior, lo utilice para el fin que Dios se propuso al crearlo y ponerlo á nuestro alcance. Pero para utilizarlo es necesaria la virtud , y ésta se le niega al soberbio que, desdeñando los fines de la Providencia, se limita al conocimiento teórico y no obra en consonancia con lo que el Autor de la natura- leza ha señalado á.cada ser. Reparad lo que ha sucedi- do á los famosos sabios Arago y Tyndall. El uno se remontó á los astros y alcanzó á conocer las leyes por que se gobiernan, de tal modo que parece que los mis- mos astros se las telegrafiaron. ¿Qué provecho sacó La guerra separatista. 319 ese sabio naturalista de su ciencia? — Ninguno , porque en lugar de salirse de sí mismo, esto es, en vez de obrar de acuerdo con lo que los cuerpos celestes le in- dicaban diciéndole : estudíanos^ en hora buena ^ pero mira que no somos fin de ti sino medio tuyo para que subas más arriba y glorifiques y alabes á Dios que nos crió y nos señaló las leyes que te entusiasman. Arago trajo á sí aquellas criaturas señalándolas el fin en sí mismo ó, lo que es igual, en dar satisfacción á su cu- riosidad de saber. El infeliz, hallándose para morir, pronunció la blasfemia más horrible por desdeñosa que salió de boca de hombre. Exhortábale un sacerdote, admirador de su ciencia y amigo suyo, á que pensase en Dios, cuyas obras maravillosas había escudriñado con loco afán, y volviéndose al caritativo visitante le dijo : "No me importunes. He pasado la vida sin cui- darme de Dios, y ahora no quiero morir molestado por el pensamiento de si existe ó no existe Dios.„ — Tyn- dall se pasó la vida escudriñando las fuerzas de todos los elementos materiales. Se remontó á los Alpes y calculó la suma inmensa de fuerza que absorbían las masas enormes de nieve que se forman en su superficie j re- dujo á unidades caloríficas las energías que son necesa- rias para mantener frías aquellas montañas de hielo. Calculó las fuerzas infinitas que en su seno encierran las aguas del mar, las que desarrollan los ríos, las que gasta y produce la atmósfera, y así lo fué calculando y reduciendo todo á número á fin de concluir por formu- lar una serie de leyes físicas que son como el Código á que obedece y por que se rige la naturaleza. — ¿De qué sirvieron á Tyndall todos esos asombrosos conocimien- 320 La guerra separatista. tos?— ¡Infeliz! Le pasó á éste con la ciencia del mundo terrestre lo que á Arago con la ciencia de los mundos siderales. No tuvieron virtud; olvidáronse , al estudiar las criaturas, de aquella máxima sublime del angelical San Luis Gonzaga : Quid hoc ad aeternüatem? ¿Qué vale esto en orden á la eternidad? — ¿Cómo conduce esto á la eternidad? — Ni para gobernarse á sí mismo ni para aconsejar á otros sirven los solamente sabios ; se colo- can fuera de los fines de la Providencia y no prevén ni proveen. La virtud sin ciencia degenera en simpleza, y si bien es infalible que la sencillez evangélica conduce al cielo^ no hay que confundirla con la simpleza que á lo más pudiera conducir al limbo , si antes no paraba en un manicomio. Esto es también muy claro: la virtud es acto de la voluntad, y ésta es potencia ciega; necesita, por tanto, de la ciencia, porque ya sabemos adonde lleva á uno un ciego, ó le precipita en la hoya, ó le guía para dar de narices contra una pared ó contra cualquier obstáculo. Todos sabemos en qué pararon las vírgenes fatuas de la parábola de Jesucristo: tenían la virtud hermosa de los ángeles, pero no tenían discre- ción, juicio, discurso; no tenían ciencia, eran fatuas, y como no tenían el aceite de la ciencia que ilumina, no supieron proveerse de las vestiduras nupciales, es de- cir, no supieron adornarse de las demás virtudes que son necesarias para subir al cielo, acompañando al Cor- dero sin mancilla. La simpleza, la tontería, la impru- dencia, son los distintivos del que pretende ser virtuoso sin procurarse la ciencia que á su estado corresponde. La guerra separatista. 321 Tampoco, por lo tanto, sirve para consejero el sola- mente virtuoso. Y no pasaremos adelante sin advertir que, si lla- mamos virtuoso al que no es sabio, y sabio al que no es virtuoso, es por expresarnos de algún modo y por acomodarnos al uso, porque, bien meditado el asunto, ni hay ciencia verdadera sin virtud, ni virtud verdade- ra sin la ciencia correspondiente. ¿ Quién es, pues, el mejor de los consejeros?— Uno de entre mil elige por consejero — nos dice Salomón — y este uno es el que reúne en su persona la ciencia y la virtud. ¿Y quién las reúne? — Algo difícil es contes- tar bien, y sobre todo dar con el hombre dichoso que reúna ambas cosas. Entre las ciencias hay una que no es ciencia sola- lamente, sino que es virtud y ciencia en una sola pieza; es decir, que existe una ciencia que del que la posea debemos afirmar que sabe como se debe saber. Esta ciencia es esencialmente práctica, porque no se con- creta á alimentar el entendimiento, sino que alimenta al mismo tiempo á la voluntad: produce luz y calor simultáneamente, luz que ilumina la mente y calor que abrasa y da movimiento al corazón. Esa ciencia pro- duce en el hombre el conocimiento de las cosas por sus causas ó principios y por sus fines; no se limita á ave- riguar por qué y de qué son las cosas; investiga, ade- más, para qué son. Dicha ciencia pregunta á las cosas el origen de donde proceden, y les pide que confiesen al Autor que les dio el ser, y para qué las crió. Esa ciencia es la ciencia 4e la salvación, que es esencialmente práctica. De quien, pues, posea esta 21 322 ]-a guerra separatista. ciencia debemos, afirmar que es buen consejero, y del que mejor la posea diremos que es el mejor consejero. Para ser sabio en la Universidad en que se enseña y profesa esta ciencia es necesario conocer á Dios y amarle: al que conoce y ama á Dios se le llama teólo- go. Entre los teólogos hay que buscar á los verdade- ros sabios y, por consiguiente, á los buenos conseje- ros. Aquel será buen consejero que sea buen teólogo, y será buen teólogo el que no sólo conozca á Dios (si sólo le conoce, no pasa de filósofo), sino que le ame. El que conoce y ama á Dios lo conoce todo y practica todo lo que debe practicar para salvarse : en Dios se conocen todas las cosas y, conociéndolas en Él, no se conocen vanamente, porque la sabiduría de Dios es la única que no es vana, es la única que perfecciona al hombre. Ya sabemos dónde hallaremos el mejor consejero. Éste no se halla entre los sabios del mundo, porque los sabios del mundo no son teólogos ni amigos de Dios. Los amigos de Dios encuéntranse en el retiro, en el silencio, en la obscuridad; huyen del bullicio y de la multitud, porque la multitud y el bullicio disipan el corazón, y en el corazón disipado no mora la ciencia teológica, la ciencia de la salvación, la sabiduría ver- dadera y única, porque es divina y amiga de Dios. Dios comunica á sus amigos la inteligencia de las criaturas junto con el conocimiento de Él mismo; por eso conocen á Dios^ se conocen y conocen á los de- más. Y como para aconsejar bien es necesario este conocimiento, se ve qyie sólo los amigos de Dios son los verdaderos consejeros. En el trato con Dios ad- La guerra separatista. 323 quieren estos hombres un ingenio agudísimo y una rectitud de juicio que no consiguen los que se alejan de Dios. La prudencia y el sentido práctico son cualida- des que Dios comunica á sus amigos, y esas son im- prescindibles en el buen consejero. Ahora ya se com- prende la profundísima verdad que nos enseña el inmor- tal Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas, el mejor estadista que en este siglo tuvo España, en el capítu- lo VIII del lib. II de su Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo, "Si el género huma- no— dice — no estuviese condenado irremisiblemente (habla del género humano separado de Jesucristo) á ver las cosas del revés , escogería por consejeros, en- tre la generalidad de los hombres, á los teólogos, en- tre los teólogos á los místicos, y entre los místicos á los que han vivido una vida más apartada de los negocios y del mundo. „ De aquí se deduce con facilidad la causa de andar el mundo tan extraviado como anda. Escoge sus conse- jeros, no de entre los hombres que saben la ciencia de la salvación, sino de entre los que la aborrecen; escoge sus directores entre los hombres disipados, no entre los que se dedican á la oración y huyen de los engaños mundanales. Buscan las gentes para regirse y gober- narse á hombres que profesan vanidad , y de ahí que sus empresas resulten siempre vanas, desacertadas y fallidas. Ahora ya no acudimos á los hombres de oración y de letras como aconsejaba Santa Teresa de Jesús, y por eso la sociedad y los individuos corremos descamina- dos al precipicio. Todo es desorden, todo es desatinar. 324 La guerra separatista. Los que mandan van por mal camino, los que obede-.. cen siguen la misma senda. Los ricos no obran según el Evangelio y los pobres odian á los ricos, porque tampoco practican el Catecismo del Evangelio. Los políticos se destrozan mutuamente y están divididos, porque no los une la caridad evangélica; ignoran la ciencia de la salvación, y en castigo del desdén con que la miran, Dios les condena á esterilidad completa. La infecundidad para el bien es el sello que caracteriza sus proyectos. Ya no entran en los consejos del mundo los Ambro- sios, los Leandros, los Cisneros, los Pedros de Alcán- tara, las Teresas de Jesús, los Franciscos de Borja, los Simón de Rojas, los Lorenzos de Brindis y los Rá- bago: por eso estamos irremisiblemente condenados á ver las cosas del re-vés^ como dice el gran Donoso Cor- tés. Ni los hombres de oración ni los teólogos dejan oir su voz en los consejos de la humanidad, y de ahí lo vano de nuestros esfuerzos. Y no es que no existan hoy hombres como aquéllos, varones según el corazón de Dios. Existen, sí, pero huímos de ellos y por eso no oímos su voz. Tenemos miedo de que nos digan la verdad, y por eso no les pedimos consejo. Pretende- mos que nos digan cosas que nos agraden^ y como nos las dirían severas y desapacibles para el orgullo y la corrupción dominantes, rehusamos consultar con ellos. Dicite nobis placentia, pedían á los Profetas los extra- viados israelitas, porque no querían volverse al Señor, y ahora también sucede lo mismo. Las anteriores reflexiones nos las ha sugerido la vida de San Lorenzo de Brindis. Al varón de Dios, La guerra separatista. 325 hombre sapientísimo y de oración, modelo de con- sejeros de individuos y de naciones, es decir, peritísi- mo director de las almas y agudísimo diplomático (1), suplicamos humildemente que suscite hoy en nuestra querida España hombres políticos que busquen, atien- dan y sigan á hombres como él para que se restablez- can las gloriosas tradiciones de nuestra Patria, según lo quiere León XIII, pues haber los hay. Nonest abbre- viata manus Domini. (1) Fué consejero de varios Papas, del Elector Maximiliano de Baviera, del Emperador de Austria, de Felipe III de España, del Marqués de Villa- franca, Gobernador de Milán , del Senado de Ñapóles y del Archiduque Matías, General del ejército imperial; fué embajador cerca de todos esos príncipes, y á D. Pedro de Toledo y al Archiduque los condujo á repetidas victorias. CAPÍTULO XXXIII Condiciones que deberá reunir el sujeto que sea nombrado ministro de Ultramar. — Cualidades que deberán tener los funcionarios del mismo Ministerio. — Consejeros del ministro de Ultramar. El ministro de Ultramar, en el supuesto de que sub- sista el cargo, es el ministro universal de la Monarquía porque sus atribuciones se extienden á todos los ramos del régimen y de la administración de las provincias situadas más allá del mar, en las islas que forman par- te del territorio nacional, y como aquél habrá de cui- dar de todo, vigilar todo y juzgar de todo lo que á di- chas provincias se refiere , de ahí que necesite poseer los conocimientos que poseen todos los demás minis- tros porque su jurisdicción abarca en sí sola todas las leyes, instituciones, organismos, cosas y personas que en la Península están distribuidos y se encomiendan á varios individuos. El ministro de Ultramar, pues, habrá de ser experto diplomático, hábil jurisconsulto, consu- mado hacendista, marino previsor, militar organiza- dor, hombre de recto corazón y de gobierno para pro- veer á la educación y á la dirección de la multitud: no puede contentarse con una ciencia mediana y con una prudencia ordinaria, sino que la ciencia y la pruden- cia habrán de ser en él eminentes, y habrá de agregar. La guerra separatista. 327 además, aquel tino práctico, aquel buen sentido que le guíe á promover siempre la paz, la justicia, la morali- dad y la perfección de los subditos y á adoptar medi- das de defensa que resguarden á éstos y á los territo- rios donde viven, de los ataques de los enemigos de nuestra civilización y de nuestra soberanía. Eso es lo que debe ser un ministro de Ultramar y tal es la idea que hemos formado del que no se satisfa- ga con serlo ad honorern, creyendo que no la abulta- mos ni mucho menos, sino que surje expontáneamente de los deberes y atribuciones que nuestras leyes, nues- tros derechos é intereses ultramarinos le señalan y confían. Claro es, por consiguiente, que disentimos enteramente de la rutina y forma ordinaria de con- vertir repentinamente en ministro de Ultramar á cual- quier sujeto de esperanzas , aunque reconocemos que hay apreciables excepciones, no tantas como quisiéra- mos, y que debieran constituir regla; no se nos puede negar que laÍE;artera de Ultramar se encomienda co- munmente á poetas, á literatos, á políticos principian- tes, á quienes se estima que hay obligación de pre- miar, de contentar ó de ensalzar para que las naciones extranjeras vean que protegemos la poesía, la literatu- ra, la química , y para dar gusto á nuestros competi- dores que gozan con que encarguemos á inexpertos la aplicación de los principios de la llamada ciencia colo- nial. No se nos diga que exageramos, porque la mayor parte de los que figuran en la lista de ministros de Ul- tramar pertenecen á la categoría indicada; algunos son de los que no sabiendo qué darles los Sres. Cánovas del Castillo y Sagasta , y lo mismo los Presidentes an- 328 La guerra separatista. teriores, los envían á la plaza de Santa Cruz, en la que podrán defenderse apelando á un consabido repertorio de generalidades, cosa fácil, á su parecer, en atención á que los argumentos con que serán combatidos son traídos de muy lejos y formulados de ordinario por quienes saben de aquellas tierras bastante menos que Sancho Panza de la ínsula Barataría ; otros son hom- bres de esperanzas, de los que prometen en política , y sus protectores los mandan á Ultramar como por vía de ensayo, ó para hacer boca, como quien dice; los otros, en fin, son de los que por su saber y por su talla merecen ser elegidos ministros de Ultramar, siendo su número muy reducido. Por lo expuesto ya se ve cómo queremos que sean los ministros de Ultramar, y eso que no hemos dicho aún lo bastante porque exigimos del que quiera serlo algo más y de verdad importantísimo y esencial. El sujeto en quien recaiga el nombramiento deberá haber desempeñado puestos oficiales en ij^guna de las provincias ultramarinas , ó al menos deberá haber re- sidido en ellas largo tiempo. — Si se exigiese esta con- dición al agraciado, el estado de dichas regiones sería, sin duda, muy distinto del en que se hallan hoy, por- que ó muy romo de entendimiento había de ser el mi- nistro, ó necesariamente tendría que haber dictado las oportunas disposiciones para impedir que en ellas ger- minase y se propagase la idea de la independencia, removiendo todas las causas y pretextos con que se disculpa. Si el jefe de las oficinas de la Plaza de Santa Cruz hubiese vivido en Cuba, con conciencia de que vivía y La guerra separatista. 329 residía en Cuha^ pues podría suceder que el cuerpo lo tuviese allí y con el alma se pasease por otras partes, la Universidad de la Habana no sería, como ha sido, incubadora de ateos, de materialistas, de positivistas y de filibusteros, descontando muy honrosas excepcio- nes: ó la hubiese transformado ó la hubiese destruido afundamentis deshaciendo el nido de cuervos que en ella criaron los hijos desnaturalizados del Catolicismo y de España. — ¿Sería imposible remediar tamaño mal? — No: la rectitud de ideas y la probidad, unidas con la prudencia y la energía de un corazón leal, no hallan obstáculos en el pecho de ningún español. La civiliza- ción española, que es cristiana, encuentra en la firme- za de su fe, en el vigor de su razón católica y en la fuerza de su voluntad honrada y noble medios sobra- dos para superar todas las resistencias y desbaratar todas las astucias que se opongan á la autoridad na- cional. La instrucción primaria y secundaria sería muy di- ferente de lo que ha sido en general. No diremos nada de muchos maestros y maestras que eran continua pie- dra de escándalo para los tiernos niños, ni tampoco aludiremos á muchos profesores de Institutos, que con sus obras y con sus doctrinas pervertían la inteligen- cia y el corazón de sus discípulos, pues para castigar á los tales bastaba con aplicarles la ley destituyéndo- los é incapacitándolos para el ministerio sublime de la educación. ¿Qué funcionario fiel consentiría que en las escuelas y colegios privados se olvidase la enseñanza del catecismo de la Doctrina cristiana, sustituyéndola con el de los derechos del hombre y con explicaciones 330 La guerra separatista. positivistas y naturalistas que para nada mencionan á Dios y á nuestro divino Redentor, y si tratan de Dios no se refieren al Dios personal del Catolicismo, sino al ridículo Gran Arquitecto del universo ó al dios Todo, absurdo de los panteistas y naturalistas, ó al dios de los maniqueos, autor del mal como blasfeman los es- piritistas?— Pues eso pasaba en Cuba, sin hablar aho- ra de las protestantes. Exceptuando, como es obliga- torio en justicia, los colegios de los Padres Jesuítas, Escolapios y Paules y las escuelas de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, de las Hijas de la Cari- dad y de las Siervas de María, con las de algunos ca- balleros, señoras y señoritas católicos, en todos los de- más que eran innumerables , se encontraban muchos defectos: aun en algunos colegios y escuelas que se de- cían católicos, observaría un inspector cristiano y es- pañol omisiones perjudiciales en prácticas cristianas y en los libros de Historia y de Geografía, y notaría cier- tas tendencias maléficas que redundan hcf^ en daño de la Patria. El Duero, el Tajo, el Ebro, etc., lo mismo podrían correr para ciertas gentes desde las montañas de España al mar, que desde el vSahara ó desde el Ara- rat, y así en otras muchas cosas. Preguntad cuáles son los distintivos de la nación española y oiréis respues- tas poco halagüeñas. — Tributaremos aquí, con muchí- simo gusto, alabanzas á los catedráticos católicos, po- cos en número, pero los más competentes, y á los directores y directoras de colegios y escuelas particu- lares que cumplían como buenos luchando paciente- mente, sin embargo, con la corriente que llevaba los alumnos á otros establecimientos de moda y atractivos, La guerra separatista. 331 porque en ellos se prescindía de costumbres rancias y se formaban corazones helados cuando no desdeñosos y enemigos de España. — Várela, Saco, Luz Caballero y otros señalaron nuevos rumbos al profesorado , y en verdad que sus discípulos están marcados con sello más indeleble que el que distinguía á los de Sócrates, Platón y Aristóteles. Nosotros llegamos á conocerlos por su conversación, por su aire, por su manera de vestir, etc., de tal modo, que más de una vez al decir: el señor X es discípulo de Luz, se reían los interlocutores, y lo mis- mo cuando decíamos: la señorita X se educó en tal co- legio; pero acertábamos. Lo cual nada significa y lo consignamos con el exclusivo objeto de convencer de que con una escasa observación era fácil distinguir entre educación y educación. Si el ministro de Ultramar hubiese residido en Cu- ba, hubiera visto las dificultades que hay para comu- nicarse por tierra desde Santa Clara, por ejemplo, á Sancti SpíriHis, Morón, Puerto-Príncipe, Holguín, Ba- yamo y Santiago de Cuba, desde Pinar del Río á Gua- ne, á Mantua, á Vinales, etc., y no toleraría que sub- sistiesen semejantes obstáculos porque con querer re- moverlos le bastaba. En una región tan rica cualquier empresa arriesgaría su capital en la construcción de líneas férreas: á más de un capitalista hemos oído que acometería la obra, no atreviéndose porque siempre se tropieza con dilaciones seculares y con obstáculos en las oficinas y ante el Gobierno, obstáculos y dilaciones alimentados por otros que tienen barcos y si se cons- truyesen los ferrocarriles disminuirían sus ingresos á causa de la competencia. — En cierta ocasión nos pre- 332 La guerra separatista. guntaba un amigo , opulento propietario residente en Méjico, por qué no existía ya un ferrocarril que uniese á la Habana con Santiago de Cuba, y exponiéndole lo que nos parecía exacto, nos decía: — ¡Qué lástima! ¡Siempre los mismos! ¿Por qué no se atraen los capita- les de fuera? Yo mismo me hubiese atrevido á construir el ferrocarril central. — Tenía razón el Sr. D. Iñigo No- riega y Laso, y no dudamos que hubiese realizado su proyecto hombre tan emprendedor y entendido como él que estaba entonces terminando la obra colosal de la desecación de una de las lagunas de la ciudad de Moc- tezuma. Exigiendo al ministro de Ultramar la residencia previa en aquellas provincias, pondría en tortura su ingenio para urbanizarlas. De esto tratamos anterior- mente, pero no nos cansaremos de volver siempre so- bre el asunto y de machacar en él. Son de tal magnitud los daños que reciben la Religión, las costumbres, la cultura y la prosperidad material de Cuba del sistema de vivienda de sus moradores, que todo lo que repita- mos y clamemos será muy poco en comparación del bien que haríamos si lográsemos ser oídos. Mas no son solamente la prosperidad material, la cultura, la mora- lidad y la Religión quienes pierden con la situación presente: pierde también muchísimo la Patria. No ha- brá quien disipe la creencia que abrigamos de que, si si los cubanos viviesen agrupados en pueblos , no se- rían insurrectos porque estarían más ilustrados y co- nocerían á España y á las demás naciones, y las com- pararían, de cuyo paralelo saldría victoriosa la Patria y más si supiesen lo que es ser independiente á lo do- La guerra separatista. 333 minicano y á lo haitiano ó dependiente 5^ anexionado (no se moleste Miguel de Escalada) á los tocineros de Chicago que linchan á todos los que les estorban y acri- billan á balazos á los desventurados Pieles-Rojas: se convencerían de que en la superficie del globo no alien- ta pueblo alguno que disfrute de mayores libertades que el de Cuba, y esto por su desgracia, y en tal grado que habrían de llegar á pedir la supresión de la liber- tad de pensamiento, de asociación y de imprenta ele- vada entre ellos á la quinta potencia del abuso; se da- rían cuenta de que son los subditos más considerados y menos cargados de tributos, que viven en sociedad civilizada, y, en fin, se verían dulcemente obligados á confesar que no hay nadie tan solícita como España, en medio de sus desventuras, que oiga y atienda como ella á las necesidades y bienestar de sus hijos. — Todo esto sin contar con que el hábito de vivir en casas y con las comodidades de los pueblos y al amor de la familia, les retraería de la tentación de lanzarse al campo separándose de los suyos, perdiendo la tran- quilidad y exponiéndose á todo género de privaciones y de molestias y aun á morir. Lo apuntado acerca de los extremos referidos, omi- tiendo otros por no cansar al lector, demuestra que para que un individuo sea buen ministro de Ultramar es necesario que antes haya residido en aquellas prQ- vincias, único modo de colocarse en situación de regir- las y gobernarlas prudentemente. Salta á la vista que no es posible mandar y dirigir bien una sociedad cuya naturaleza y circunstancias se desconocen, y aunque suceda á veces de que el superior gobierne como debe á 334 La guerra separatista. subditos que no conoce, aquí no encaja la paridad por- que se ofrecen en Cuba fenómenos que no se explicará el que no los toque y estudie personalmente, y lo mis- mo sucede en Puerto Rico y en Filipinas. Otra ventaja concurrirá en el Ministro que haya vivido en las islas, y es grandísima, porque no .se guiará solamente por informes de otras personas, sino que al consejo y luces de éstas agregará su propio criterio formado con el conocimiento de los negocios en que intervino. Es muy de estimar esta circunstancia^ porque así rechazará el consejo de personas que tengan interés en engañarle por su desafecto á España ó por compromisos de secta (1). Lo mismo que del Ministro juzgamos de los altos funcionarios de su departamento, como son el subse- cretario, los directores y los jefes de negociado: para desempeñar estos cargos debe exigirse á los interesa- dos la condición de residencia previa en Ultramar du- rante el tiempo conveniente, de suerte que sin tal re- (1) En la pág. 323 del tomo II de La Masonería en España^ de D. Mariano Tirado y Rojas, obra importantísima, figuran como Inspectores generales del Gran Oriente de la Masonería de España los señores D. Francisco de Rosales^ D. Francisco Goyri y Adot, D. Joaquín Cubero y otro que ya se arrepintió: los citamos porque á individuos de tales señas los conocimos en la Habana, y si algún malvado no adoptó sus nombres, y son las mismas per- sonas, ya se comprenderá el daño que pueden inferir á la Patria si se siguen sus consejos. No se diga nada de D. Antonio Govin, Gran Maestre, ya en 1876, de la Gran Logia Unida de Colón é isla de Cuba en la Habana, y Diputado provincial después y creemos que aun hoy, y lo mismo de D. Segundo Álvarez, Gran Segundo A'igilante de la misma Logia en igual fecha y después alcalde de la Habana por los Sres. Calleja y Maura que lo nombraron fuera de terna. (Ibidem pág. 327.) De un Sr. Cubero hemos oído que frecuentaba mucho en 1893 y 1894 el Mi- nisterio de Ultramar. La guerra separatista. 335 quisito no sea nombrado nadie. La razón es evidente: dichos jefes son los llamados á auxiliar al Ministro se- cundando su pensamiento é ilustrándole con sus cono- cimientos y experiencia en los gravísimos asuntos que son de su competencia. Unidos todos, las disposiciones referentes á Ultramar brillarían por su equidad y sen- tido práctico, ocurriéndosele al uno lo que otro no alcanzase, perfeccionando éste lo que el de más allá concibiese, y como ante todo el mundo aparecerían autores responsables los jefes, sería mayor su empeño en aconsejarse mutuamente á fin de conseguir resulta- do feliz con sus leyes, reglamentos^ decretos, órdenes, fallos, nombramiento de personal, etc. Por último, el nombramiento de Consejeros de Ul- tramar deberá recaer en personas no sólo probas y en- tendidas, como es natural, sino conocedoras de aque- llas provincias por haber vivido en ellas, por haberlas estudiado, por tener en ellas intereses morales ó ma- teriales y por su singular amor á sus habitantes, á su prosperidad y al engrandecimiento de la nación. Los Rmos. Prelados Diocesanos, los jefes de la milicia y de la marina, los gobernadores civiles, los religiosos y sa- cerdotes que hayan residido allá, los funcionarios de Administración y Hacienda, los magistrados, los mé- dicos, los abogados, los profesores de Universidad, Academias é Institutos, los propietarios, los comer- ciantes, los banqueros y los navieros que han ejercido allí su oficio, han tenido ó tienen allá intereses, todos éstos deberán aceptar el cargo de Consejeros de Ultra- mar, y el Gobierno deberá elegir entre los mismos. Estas personas conocerían á casi todos los habitan- 336 La guerra separatista. tes de las islas y de ahí nacerían beneficios muy gran- des, porque se premiaría á los dignos y se excluiría á los malos que tanto daño nos han causado en Cuba y nos causan en otras partes. Con un personal que reúna las condiciones expresa- das se evitarán muchos inconvenientes, la nación ga- nará y las provincias ultramarinas nadarán en ventu- ras y adelantos, coronando la tranquilidad edificio construido sobre fundamentos tan sólidos. CAPÍTULO XXXIV La inmigración en Cuba es necesaria. — Inmigración de pe- ninsulares.—ídem de blancos extranjeros. — La invasión china.— Población africana. El clima de la i^la de Cuba debilita en gran manera á la naturaleza humana empobreciendo su organismo, aflojando sus tejidos y agotando sus energías. El calor indudablemente es la causa principal de la transfor- mación que sufren las personas robustas que van á Cuba á residir porque, al parecer, no hay otra cosa que pueda influir, como aquél, en la degeneración de los individuos. La temperatura, elevada de ordinario, con- sume los jugos alimenticios ó impide que se formen en las condiciones necesarias para que se los apropie la economía animal y se los asimile en la proporción con- veniente á fin de reparar las pérdidas que experimenta. Ese mismo calor quita á las carnes los componentes que más se adaptan á la naturaleza humana y que mejor contribuyen á sostenerla proporcionándole los principios que mediante las operaciones gástricas é in- testinales se transforman en sangre, tejidos, huesos y músculos humanos: en las frutas y legumbres debe también influir mucho el calor, pues siendo como son en su mayor parte, por no decir todas, muy sacarinas y dulces, carecen de otros principios que contribuyen 338 La '¿ncvva separatista. á la formación de la parte ferruginosa que en otras la- titudes enriquece la sangre y, por consiguiente, el cuerpo todo del hombre. En esto creemos que se halla la causa de la degene- ración humana que se observa en Cuba, aparte délas consecuencias que se siguen de la temperatura, pues claro está que el ejercicio es mucho menor que en otros países en atención á la laxitud y decaimiento que se ex- perimentan y que privan de fuerzas para moverse, pasear y trabajar, y sabido es que no practicando el ejercicio coporal no se desarrolla el cuerpo ni adquie- re la robustez en el grado que se observan cuando nos dedicamos prudentemente á esa ocupación. Sea, pues, la causa que quieran los fisiólogos, el he- cho es que los habitantes de Cuba no son tan sanos 5''' fuertes como los de otras comarcas. Los europeos que se trasladan allá, concluyen por desmerecer mucho físicamente, unos más y otros menos, pero por lo co- mún todos, y lo mismo acontece con los africanos, aun- que en éstos es más tardía la transformación segura- mente por poseer un organismo más resistente que el europeo, y por no contener tantos gérmenes de descom- posición como tienen los individuos de raza blanca. Esta debilitación y rebajamiento de las razas ofré- ccnse á los ojos del observador como una de las cosas que más llaman en Cuba la atención. Llegan allí los europeos robustos y de buen color, y tórnanse muy pronto enflaquecidos y descoloridos, como si hubiesen padecido fuertes catarros ó trabajado largo tiempo en galerías de minas ó en lugares húmedos y mal olientes. Otros hay que conservan el buen color de Europa, La gueyra separatista. 339 pero son los menos; algunos más continúan g-ordos, pero su gordura ya no presenta las señales de salud que antes, y la suavidad de las líneas del semblante es muy distinta de la de nuestros climas. Los que ganan con su traslado á Cuba son de ordinario los que tienen el temperamento que llaman los fisiólogos temperamen- to de las grandes poblaciones, es decir, débil, raquíti- co, afeminado como producto de la vida muelle y rega- lada que se disfruta en éstas. Si con los inmigrantes pasa lo referido, se discurri- rá qué es lo que acontecerá á sus hijos, nietos y bis- nietos. Estos aparecen en cada generación más flojos y débiles; los hijos reflejan aún las buenas cualidades de salud de sus padres, á no ser que se interpongan cau- sas extrañas que maleen la herencia transmitida: al- guna vez los hijos presentan formas atléticas más pro- nunciadas que las de sus progenitores, pero se mani- fiestan como un último esfuerzo de la raza europea y como si quisiesen demostrar que es el postrer aliento del solar caucásico de que proceden. A partir de ahí ya casi todo es tropical: pocas veces da la tercera ó cuarta generación el salto atrás de que nos hablan los fisiólogos: no es favorable el ambiente para que la na- turaleza se rehaga y venza los obstáculos topográficos colocándose en el punto en que había comenzado á. decaer. Lo dicho acerca de la parte física puede afirmarse de la intelectual y de la moral, cosa no inexplicable para los que comprendan la íntima conexión que exis- te entre la porción superior y la inferior del compues- to humano. Mcus snita ín cor por c sano ^ decían los an- 340 La guerra separatista. tiguos, y es una verdad que observamos continuamen- te, sin que las excepciones prueben otra cosa que la regla general. Los hijos de Cuba suelen ser de in- teligencia viva y aguda , de imaginación ardorosa ^ exaltada, romántica, y de ahí la aptitud que muestran para las ciencias naturales y para la literatura y la música; pero les sucede lo que á todos los que poseen semejantes cualidades. La profundidad y la paciencia distan bastante de ellos, y por eso no ofrecen mode- los de teólogos , de filósofos en el sentido obvio de esta palabra, de artistas á lo Vallmitjana, Querol, Ca- sado, Madrazo, Zurbarán, Berruguete y otros mil^ porque cierta clase de paisajistas, aciiareleros^ mari- nistas y lapicistas parecen más bien artesanos. Care- cen de la profundidad que caracteriza al teólogo y al filósofo, y de la paciencia que es compañera de ella y sin la que pocos resultados puede producir la primera. Esto es lo que se ve: quizá la educación contribuya á que cuenten la teología y la filosofía pocos cultivado- res, y en ese caso la afirmación pecaría de algo in- exacta, pero queda en pie porque nos referimos á los hechos y éstos no motivan por ahora sentencia distin- ta.— Si extendemos el examen al terreno moral, no habrá de ser muy diferente el juicio que se formará comenzando por consignar que el carácter predominan- te es de suyo bondadoso y pío, fenómeno que acaso dificulte la inteligencia del asunto. Generosos, hospi- talarios, espléndidos, más bien que caritativos mere- cerían llamarse filántropos porque predomina en el ejercicio de aquellas hermosas cualidades la ternura, correspondiendo pequeña dote á la caridad cristiana. De La guerra separatista. 341 €Sto hay una prueba concluyente en la guerra actual: ved á los rebeldes cómo descuartizan á las víctimas, macheteándolas horriblemente, mutilándolas de mane- ra diabólica, gozándose en sus sufrimientos al cor- tarles paulatinamente los dedos de los pies y de las manos y al pincharlas á fin de que la pasión sea más lenta y más insufrible. ¿Cuál es la explicación de esta ferocidad? — Fijaos un poco y la hallaréis: la víctima no ofrece motivos de ternura porque el placer ó el interés no median para establecer sentimientos de relación, y como no se ame al prójimo por serlo sino por la utili- dad que proporcione, desapareciendo ésta ocupa su lugar la venganza, la avaricia, el odio de los caníbales. ^Recordáis lo que han hecho con las mujeres en San Diego del Valle, en el Limonar y en otras partes? — Die- ron rienda suelta á la ternura, á la voluptuosidad sal- vaje, al desenfreno orangutánico, y ajadas, estropea- das, desfiguradas las inocentes criaturas, se cebaron en su sangre con instintos de Nerón ó de musulmanes. También la raza felina juega, se divierte con su caza, le dispensa halagos y caricias; pero, cuando logró ma- gullarla con tanto abrazarla y manosearla, cuando la convirtió en masa informe le larga el último manotazo, clava en ella su garra y la remata. ¿Por qué? — Porque ya dejó de ser objeto de ternura animal. — ¿Por qué los melosos doctores de la manigua, aquellos guajiros al- mibarados perdieron tan pronto la suavidad de cos- tumbres?— No sabemos explicarlo sino es porque su ci- vilización es muelle, es gentílica: si su cultura fuese verdadera, sólida, cristiana (sólo ésta es verdadera), entonces serían implacables en la guerra, sí, pero coa 342 La guerra separatista. el vencido, con los seres mermes y débiles mostrarían- se generosos y caritativos. La caridad, la razón pre- dominarían: no practicarían aquel precepto inhumano, entre otros, del Gran Oriente de Cuba y las Antillas á los muy queridos hermanos / . desviados y esparcidos por el Gr.' . Orr. de Colón: Noveno: vigilar de cerca d nuestros próximos parientes peninsulares^ y si se os presentare oportunidad de perjudicarles^ y no quisie- reis aprovecharla^ no hacerles por lo menos beneficios positivos^ aunque debierais ocasionarles (dice la regla primera) los mayores perjuicios. No queremos que lo dicho se entienda de todos los cubanos, de ninguna manera. Conocemos muchísimas personas extremadamente caritativas en sentido cris- tiano, cuyo desprendimiento es incomparable porque no se cansan jamás de dar al prójimo , de socorrerle y de consolarle; pero son las personas educadas en el te- mor de Dios y en las prácticas de las virtudes cristia- nas.— Las otras pertenecen á las que han sido educadas masónicamente 6 á la moderna; no se ha formado su corazón en las enseñanzas católicas y de ahí que sea superficial, aparente, su suavidad de costumbres. Son inconstantes en el bien y en las resoluciones honestas porque su educación no está fundada en los cimienttos cristianos sino en principios laicos , puramente huma- nos como los de los revolucionarios franceses, y sabida es adonde llega la eficacia de las fuerzas meramente humanas. De lo expuesto , aunque sea á la ligera , se deduce que es necesario que haya en Cuba una corriente ince- sante hacia adentro para que se mantenga en debido La guerra separatista. 343 equilibrio la naturaleza y no decaiga y degenere tan lastimosamente como se ve. Con sangre nueva, con energías nuevas, con vigor exótico es necesario con- trarrestar los orígenes de la decadencia y de la incons- tancia que parece producir el clima enervante de los trópicos. Necesítase que se verifique allí una continua endósmosis, si es permitida la analogía, de elementos regeneradores y rejuvenecedores de unos organismos que propenden por múltiples causas á la desaparición. Los elementos extraños que, llevados á Cuba, pro- ducen mejores y casi los únicos beneficios, son los pe- ninsulares. De puro sabido y patente nos parece que huelga la demostración de esta tesis, porque es conna- tural á la raza ibérica aclimatarse en todas partes, aco- modarse á todos los usos, apropiarse las costumbres de todas las regiones , identificarse con los individuos de todos los pueblos y razas. El pueblo ibérico lo mismo se acostumbra al trabajo tropical que al de las latitu- des templadas , que al de las frías ; al instante amolda su modo de vivir al medio ambiente en que le colocan la necesidad, su capricho ó su ministerio. El español constituye inmediatamente hogar y forma familia, lo mismo con el cobrizo ó americano que con el negro ó africano y aun con el amarillo ó asicUico, á pesar de que éste es el más repulsivo al blanco por su manera de ser. Si alguno duda, trasládese á la América latina, á Filipinas, ó no vaya más allá de Cuba, y se convencerá en seguida de que el catalán, el gallego, el castellano, el andaluz se han unido con cobrizos y con negros y con 344 La guerra separatista. amarillos y tienen su familia á la que aman como si no los separase la diferencia de origen. Y no sólo sucede esto con los varones; pasa lo mismo con las hembras. Nosotros vimos á muchos chinos vivir en familia con blancas, y es que el chino es vencido ante la expansión ibérica, no obstante los horribles vicios con que se ador- mece, y el desprecio y asco con que mira la idea de mes- tisar su raza que cree ser la más pura y mejor. ¿No es gaditana, y tipo de andaluzas, por cierto, la esposa del mulato separatista don Juan Gualberto Gómez? Y por el estilo se cuentan frecuentes casos. — Los gobernado- cilios, los directorcillos , etc., de Filipinas, ¿no son mu- chos de ellos mestizos, esto es, hijos de castila ó español y de china manila? ¡Y pocos humos que tienen y poca importancia que se dan entre sus convecinos al poder ostentar líneas, aunque sean truncadas, de la raza es- pañola ! Por todas estas consideraciones y por motivos polí- ticos (si se decide la nación á modificar el sistema anti- español de educación que ahora se sigue por muchos, porque de lo contrario, es más leal el criollo de alemán ó de inglés que el de peninsular), creemos que debe fa- vorecerse la inmigración nacional, pues necesita de ella la Gran Antilla. La inmigración extranjera no es necesaria y los ex- traños que van á Cuba lo efectúan porque les conviene y porque encuentran allí campo propicio para sus ne- gocios é industrias. Los alemanes, ingleses y franceses son los que más acuden á Cuba : de la estancia de los La guerra separatista. 345 dos primeros no hay que temer en atención á ser por lo general muy laboriosos, y cooperan con su habilidad á la prosperidad insular y no se mezclan en política ni en Religión, ó si toman parte es á favor de España y con- virtiéndose al Catolicismo, y sino se convierten, no pro- pagan el protestantismo, y al casar, como lo verifican con señoritas católicas, acuden á Su Santidad en soli- citud de dispensa del impedimento proveniente de la diversidad de culto, cumpliendo religiosamente con el compromiso adquirido de bautizar según el rito cató- lico y dé educar católicamente á sus hijos, como he- mos tenido ocasión de observar en familias de amigos nuestros. Los individuos de dichas naciones suelen res- petar escrupulosamente la Religión católica, como lo hemos visto repetidas veces , entre otras una que citaremos por la calidad del personaje. El señor Barón de Seldenek , Cónsul general en Cuba del Imperio alemán , tenía á su lado un sobrino jovencito , hijo de una hermana y católico : en más de una ocasión vimos al distinguido amigo acompañar á su sobrinito á confesar con un Padre Jesuíta del Colegio de Belén, y á Misa los días de precepto y sabemos que lo verifi- caba siempre. El Sr. Barón es protestante y, sin em- bargo, cuidaba tan prudentemente de su sobrino y nos pedía que le proporcionásemos devocionarios católicos en inglés ó en alemán para uso del niño. ¡Cuánto tie- nen que aprender muchos católicos de la noble y hon- radísima conducta del citado caballero friburgués! — Respecto á los franceses ya es muy distinto lo ob- servado: éstos son naturalmente propagandistas, y lo suyo es lo único que vale , lo que debe prevalecer ; lie- 346 La guerra separatista. van en la masa de la sangre los principios de 1789, y si en su casa predican el sálvense los principios aunque se pierdan las Colonias^ se comprenderá cómo pensarán tratándose de la casa del vecino y mucho más si éste es español. Por eso hay que cuidar especialmente de los inmigrantes franceses de quienes se puede asegurar^ en común, que contribuirán á aflojar ó á romper los lazos de las provincias nuestras de Ultramar con la madre Patria. — Los italianos que van á Cuba, deben ser tam- bién muy vigilados porque suelen ser desharapados garibaldinos ó crispinos, y con los santi di barri^ boniti é barati^ como se dice, propagan malas doctrinas. Ha- llándose algunos de éstos limpiando y plateando can- deleros y otros objetos del culto en la sacristía de la iglesia del Santo Ángel de la Habana, de que es Pá- rroco celosísimo nuestro muy querido amigo é inolvi- dable compañero durante siete años y medio en la Se- cretaría del Obispado el Dr. D. Evaristo Martínez (á quien Dios conserve muchos años para martillo de con- cubinarios, sectarios, separatistas y otros iguales), les oyó él sostener una conversación en que con ingratitud victorioemanuelesca maldecían del Romano Pontífice á quien se lo deben todo: // Papa.. . il Pa/)a— vociferaban creyendo que no se les entendía, — il Papa é il primo,., (no consignamos la palabra ofensiva y calumniosa). Por supuesto que los desvergonzados fueron expulsa- dos de la sacristía, y se extendió la voz de lo que eran para obligarles á tomar los instrumentos é ir á saciar su hambre piamontesa á otra parte. Con esta clase de gente hay que guardar también las debidas precaucio- nes para que no inficionen á los eSpañoles. La guerra separatista. 347 Hay en Cuba otros inmigrantes que deben inspirar sumo cuidado al Gobierno español. Son estos los chi- nos que han caído sobre la hermosa isla como plaga de langosta y, lo que es peor, sin que se vean trazas de que cesen de ir. Son una verdadera invasión, pues su núme- ro se eleva á muchísimos miles, á 80.000 si nuestra re- miniscencia del censo de 1887 es exacta: hay un verda- dero enjambre de asiáticos extendidos por toda la isla. — Comenzó su irr upción cuando la esclavitud era muy perseguida , y cuando se facilitó su traslado desde la China por la vía de California. Los primeros chinos eran de los Warne^doi^ contratados cuya, situación era bien precaria: después que el Imperio del Sol estableció con- sulado y agentes consulares en Cuba, no van por contra- ta^ pero continúan yendo, sobre todo desde que los libérrimos yankees no los quieren en sus Estados por peligrosos y perjudiciales para los jornaleros déla mons- truosa República . — Nuestros gobernantes debieran vigi- lar y poner en entredicho á semejante inmigración, ya por los mismos motivos de \os yankees, ya por otros más levantados. Los chinos son, efectivamente, no sólo un peligro y un perjuicio grandísimos para los trabajadores blancos y negros, pues viven de un poquito de arroz, de legumbres y hortalizas y de desperdicios de carne en putrefacción y, por consiguiente, exigen corto jornal, sino que llevan consigo todos los errores y todas las abominaciones de todas las castas de panteísmos y de politeísmos orientales. El chino es el individuo más empedernido, más negado y más refractario á la trans- formación intelectual y moral. Demasiado lo experi- mentan los misioneros católicos, esos héroes del Cris- 348 La guerra separatista. tianismo, que en el Imperio del Dragón celeste (caído ó infernal) trabajan con tan escaso provecho muchos si- glos ha. Vulgarmente se pone en boca de los chinos aquella frase: quita sexto, yo clistiano é China clis- tiana; pero nosotros hemos observado que no sólo la sustracción del sexto (sustracción que sirve de pre- texto, por otra parte, á la no conversión de todas las sectas heréticas y cismáticas y á la de todos los gen- tiles) sino otros innumerables errores y vicios son lo que impide á los chinos venirse de verdad al cristia- nismo. Sería muy larga Ja descripción de todas las desventuras en que yacen sepultados los tercos y limi- tados parias de Brahama y Budha para efectuarla aquí. Baste consignar que aun á los convertidos es dificilísi- mo arrancarles de su apego , de su obsesión demonía- ca por los horrores de su panteísmo espantable, absor- bente, aniquilador, terrorífico y corruptor en grado inconcebible. Dígalo, si no, un celoso Padre jesuíta (se nos olvidó su nombre que oímos de referencia) que ha- biendo residido largo tiempo en la China y pasado des- pués por la Habana, se dedicó en la iglesia de Belén á catequizar á los chinos: algunos le engañaron y se bautizaron más de una vez , porque es imposible dis- tinguir unos de otros los rostros secos y cadavéricos de aquellos empecatados amarillos. Movíales á muchos á variar exteriormente la utilidad del apadrinamiento bautismal , y corriendo los años no eran pocos los que acudían en demanda de la operación: quita lavado\ quita bautisma. Querían dejarse crecer otra vez la co- leta, porque creen que ésta les es indispensable para ser transportados á su tierra, cuando mueren, por su La guerra separatista. 349 horroroso y repulsivo dios. No es raro encontrar ido- lillos de sus dioses en los tugurios de esos infelices, lo más asquerosos y antiartísticos que se puede imagi- nar.— Fuera de esto son también muy viciosos y prin- cipalmente ofenden á Dios con pecados nefandos , no sé si consecuencia del opio ó de otros disparates que explica el nunca bastantemente alabado Dr. Descu- ret en su excelente obra Medicina de las pasiones que todos los sacerdotes y médicos debiéramos saber de memoria. Si viviese el Sr. Rodríguez Batista, celoso Gobernador civil que fué de la Habana y persegui- dor inteligente é incansable que fué de ñañigos y de conculcadores de la moral natural, proporcionaría por- menores abrumadores que ablandarían el corazón de los que mandan y gobiernan quienes prohibirían la inmi- gración china y expulsarían á todos los chinos con sus imitadores, aunque hubiese que pedir de limosna á los Sres. Marqués de Comillas y á Jover y Serra buques en que conducirlos gratuitamente/ — Además, la leal- tad de los chinos la tocan nuestros valientes soldados, y como el chino es fatalista y estoico, su ferocidad no reconoce límites: el cristiano es para él wn pcggo (pe- rro), 3^ cristiano y español son una misma cosa para el chino, igual que para el marroquí. El Gobierno español , pues , debe imitar al yankee ya que no por los mismos motivos, por otros más no- bles y cristianos, conteniendo y, mejor, prohibiendo absolutamente la inmigración asiática de la China (nuestros filipinos son muy distintos), inmigración que constituye hoy una verdadera irrupción ó invasión de errores y vicios nefandos. — También le llamamos la 350 La guerra separatista. atención acerca de los inmigrantes turcos, porque si entre ellos van muchos católicos del Líbano, también se mezclan explotadores caldeos y musulmanes del Asia Menor, y de esto podrá informar imparcialmente don Quirico Gallostra, Cónsul turco. Del África ya no recibe hoy Cuba inmigrantes, aunque se nos agregan algunos negros que proceden de los yankees y de las demás Antillas, malos por cier- to, y algunos van con capa de pastores para redimir á los de su raza de la esclavitud española. No sólo no van africanos, sino que á algunos, y de ambos sexos, hemos visto embarcar en los buques de la Trasatlánti- ca española para trasbordar en el Larache y regresar al Congo ó á la Guinea de donde procedían. El indivi- duo de color, ó negro, es muy leal á España y prefiere al peninsular; pero el Gobierno ha descuidado mucho su educación y de ahí que los veamos engrosar las filas ^ rebeldes. El negro es laborioso, sufrido, inteligente (es mucho más apto que el chino para cosas grandes y útiles), respetuoso y muy amante de la Religión ca- tólica que ha vindicado siempre sus derechos; pero merced á dicho descuido no perdió por completo los hábitos de holganza y de libertinaje selvático (el que pregona el famoso Ureña, krausista docente de la Uni- versidad Central), y los separatistas han sabido apro- vecharse de su situación y le arrastran á la manigua con promesas de ilustración y de igualdad , que no cumplirán. El negro es todavía voluble y se aficiona muy La guerra separatista. 351 pronto á la vida de los cimarrones antiguos: correr, saltar, bailar, entretenerse con los ruidos rompe-tím- panos del tronco hueco de la palma, que manejan á ma- ravilla, según ellos, los maestros que aún quedan de las tribus moradoras de las orillas de los ríos de la Gui- nea, donde los cazaban los negreros; robar, incendiar, derribar, holgar á lo Sancho Panza en cierta ocasión, en una palabra, experimentar impresiones pasajeras, pero fuertes, eso es la causa de la borrachera separa- tista de la gente de color. Por lo demás, les consta por dolorosa experiencia que los blancos separatistas ha- brán de tratarlos mil veces peor que siendo esclavos, á no ser que venzan Maceo, Quintín Banderas y Cebreco. En lo expuesto consta lo que hay que hacer para conservar en la fidelidad española á los que permane- cen leales, para restar soldados al ejército rebelde y para evitar en adelante la repetición de lo presente. Sólo añadiremos que á los negros incorregibles se les debería trasladar de balde á las costas africanas, y lo mismo á los que lo pidiesen de su voluntad: quién sabe si con esta medida abriríamos fácil entrada á la civili- zación #n algunos puntos del Continente negro. Lo mismo procede obrar con los ñañigos, con los vagos y con los ladrones que llenan nuestras cárceles y presi- dios para ser al fin y á la postre indultados, soltándolos en el seno de la sociedad perturbada antes por ellos. CAPITULO XXXV Instituto de Voluntarios.— Quintas.— Sociedades regionalistas. El Cuerpo de Voluntarios cubanos es una institu- ción gloriosísima que ha prestado y viene hoy pres- tando muy señalados servicios A la Patria, sosteniendo y defendiendo heroicamente la integridad nacional. Comienza su historia, tal como se conoce hoy, poco después de terminada la primera mitad de este siglo, y en muchos libros se han consignado los hechos que le han conquistado el nombre y la fama de que goza justamente. Los intereses de sus individuos estuvieron siempre á disposición de España y, sacrificando sus comodidades, su porvenir y su familia, sellaron con su sangre generosa el suelo cubano en cien y cien com- bates en que ó vencieron ó mantuvieron con ífcnor la gloria de las armas españolas: si aigún traidor infame intentó manchar su limpia hoja de servicios, ese no era voluntario: era algún advenedizo que arteramente se coló en sus filas para favorecer ó á las cuadrillas de bandoleros ó á las hordas insurrectas descubriendo secretos y rindiéndose alevosamente al enemigo. Durante mucho tiempo se vio libre de esta enfer- medad el benemérito Instituto ; pero últimamente se le agregaron algunos á consecuencia de los consejos que La guerra separatista. 353 ^ con descaro daba la prensa filibustera. Convencida ésta de que los Voluntarios eran un Cuerpo inexpug- nable de la bandera española, comenzaron á discurrir la manera de asaltarle, y no hallaron medio más eficaz que el de introducirse en sus filas. En secreto, y á la sordina primero y desvergonzadamente después, alen- taron á los descontentos á que se alistasen como Volun- tarios, y las artimañas empleadas les dieron, como se ha visto, algún resultado, aunque no el que se propo- nían porque era imposible. Los nuestros confiaron más de lo prudente, sin duda, y la misma confianza les ha perjudicado. Por fortuna han reflexionado á tiempo, y los Voluntarios constituyen hoy, como siem- pre, un poderosísimo auxiliar de las tropas españolas, y cuando se baten se observa que se colocan en las avanzadas como las de línea, se defienden heroicamen- te en los fuertes ó puntos que guarnecen, y prueban con repetidos testimonios que no en vano corre por sus venas la sangre española. Para formar idea de los inmensos beneficios que proporcionan á la nación es necesario saber que la ma- yor parte de los Voluntarios son verdaderos volunta- rios, es decir, que ni cubren plaza por el cupo de la provincia respectiva, ni están obligados ya al servicio militar por otra ley que la de sus conciencias que les inspiran valor y abnegación para defender y ayudar de ese modo á la Patria. Todos los jefes tienen que desembolsar crecidas cantidades para sostener sus res- pectivos batallones, y la mayor parte de los soldados contribuyen también con sus cuotas mensuales, y esto sucede en tiempo de paz igual que en el de guerra. Hay 23 354 La guerra separatista. Voluntarios de todas las Armas que operan en tierra: de Infantería, de Caballería y de Artillerfa, y cada una de éstas cuenta con las secciones que el arte militar exige de un ejército perfectamente organizado. Los vas- congados tienen aparte sus compañías de Chapelgo- rris en los puntos en que ha}^ número bastante de indi- viduos para formarlas. Así es como se explica que los Gobiernos y los Ca- pitanes generales hallen disculpa por el abandono en que tuvieron el ejército de Cuba, aunque no sea cir- cunstancia que exima de toda responsabilidad, porque conocían ó debían conocer cuáles son las obligaciones de los voluntarios cubanos. A hombres que sirven vo- luntariamente no se les pueden exigir mayores sacrifi- cios que los que quieran ejecutar y, por lo tanto, es preciso estar preparados para los sucesos adversos que sobrevengan y reclamen sacrificios y esfuerzos extraordinarios. Los Voluntarios han sido el coco de los separatis- tas que les han manifestado su aversión en todas las ocasiones en que contaban salir bien de sus atrevi- mientos. Los estudiantes de la Universidad y especial- mente los de Medicina se extralimitaron demasiadas veces insultando á los Voluntarios y contando, por su- puesto, con la disciplina y la calma, quizá excesiva al- guna vez, del soldado español. — Los separatistas ape- laron al ridículo y á la difamación para que fuesen menospreciados y no se respetase á los Voluntarios. Mucho lograron los provocadores, y demasiada con- descendencia ha habido con ellos pues sabido es que los cobardes se envalentonan con la desmedida pru- La guerra separatista. 355 dencia de la autoridad que los tolera, creyéndola mie- do y flojedad. Por eso y por otras complacencias to- maron tantos vuelos los Jóvenes de la acera del Louvre y sus simpatizadores. En vista de estas ligeras consideraciones, ya se comprenderá la estimación y la gratitud que la Patria debe al ínclito Instituto, y cuánto debe pensar en co- rresponder generosamente á sus esfuerzos y sacrificios extraordinarios. Los honores y las recompensas que le otorgue la nación, nos parecerán siempre escasos, y de todos modos muy merecidos. — Saludamos con efu- sión á los compañeros de uniforme por cuyos triunfos y glorias dirigimos votos fervientes al cielo, y apro- vechamos la oportunidad para manifestarles desde la madre Patria, separado de ellos no por propia volun tad, que tiene á grande orgullo ostentar el título de Vo- luntario el Capellán de la Compañía de Guías del Ca- pitán general de la isla de Cuba. Si los Voluntarios, peninsulares en su mayoría, se sacrifican por el bienestar y la prosperidad de Cuba, no sabemos por qué los cubanos no han de contribuir á soportar las cargas comunes á todos los españoles, y menos nos explicamos la causa de no haber los mis- mos padres de los nacidos en Cuba pedido que sus hijos se sometan al servicio de las armas, como ellos se so- metieron y como se someten sus hermanos de acá. Y esto nos conduce de la mano á tratar de la cuestión de quintas en Cuba y á dedicarle breves líneas. 356 La guerra separatista. Este asunto es odioso para todos. Lo que primero se ocurre decir de Cuba es que siendo una región como las demás de España debiera cooperar como éstas al reclutamiento militar; pero no es esto lo que nos mueve á indicar la cuestión. Lo que nos decide nace de más alto. Creemos que si los hijos de Cuba for- masen parte de nuestros regimientos como los hijos de las demás provincias españolas, se verían obliga- dos por la suerte á servir en Andalucía, en Castilla, en Cataluña ó en otros puntos y viviendo la vida de cuartel conocerían las privaciones á que se ven suje- tos los demás hijos de las madres españolas; experi- mentarían los sufrimientos anejos á la separación del hogar materno, y las contrariedades que sobrellevan los peninsulares por servir á la Patria. Viniendo á la Península la conocerían por sí mis- mos, tomarían cariño al terruño en que nacieron sus antepasados y, entablando aquí relaciones y observan- do cómo se trabaja y cómo conllevamos todos las car- gas comunes, se tornarían los cubanos más sufridos, más amantes de la Patria común , más aficionados al trabajo, más adictos á sus padres, más ilustrados, me- nos prevenidos contra España, más antipáticos á lo extranjero y, en fin, muchos de ellos concluirían por establecerse aquí y formar familias con jóvenes penin- sulares.— Estas reflexiones ¿no deben estudiarse por nuestros gobernantes? ¿No producirían las quintas los buenos efectos indicados? ¿No ganarían mucho los inte- reses nacionales con la realización del proyecto? — Ellos verán, que á nosotros al indicar el asunto no nos mueve más que el afán de evitar discordias y guerras y de es- La guerra separatista. 357 trechar lazos de amor que aten para siempre á Cuba con la madre Patria. Y el último motivo es también el que nos obliga á estudiar aquí la naturaleza y las tendencias de las so- ciedades regionales que hay establecidas en Cuba. Tie- nen en la isla sociedad regional los catalanes, y su pa- trona es Nuestra Señora de Montserrat; los asturianos, y su Patrona es Nuestra Señora de Covadonga; los ga- llegos, y su Patrono es Santiago; los valencianos, y su Patrona es Nuestra Señora de los Desamparados; los vasco-navarros, y su Patrona es Nuestra Señora de Begoña; los castellanos, y su Patrona es Santa Teresa de Jesús; los canarios, y su Patrona es Nuestra Señora de la Candelaria; los aragoneses, y su Patrona es Nues- tra Señora del Pilar, y los andaluces y los murcianos tienen también su sociedad regional respectiva: las enumeradas son las únicas de que recordamos. — Se componen estas asociaciones de individuos que han na- cido en los puntos á que se refiere el nombre de cada una, y en algunas pueden ingresar también los oriun- dos de padres naturales de la región que sea, por ejem- plo, los hijos de padre ó madre gallegos ó catalanes pueden pertenecer á las Sociedades de su respectiva región. Estas sociedades son, unas de beneficencia y asistencia sanitaria y otras de instrucción y recreo. Los gallegos y los asturianos son los únicos que las poseen de ambas clases, y á las segundas se llaman Centro asturiano y Centro gallego, contando Galicia con otra sociedad mixta que se llama Aires d'a miña Terra. 358 La guerra separatista. Los beneficios que producen estas sociedades son innumerables, y para dar una idea brevísima de ellos sería preciso sumar los cuadros sinópticos que publican todas en sus Memorias anuales. No hay necesidad á que dejen de atender: los enfermos y los desgraciados están seguros de hallar remedio ó consuelo en aquellas asociaciones. La cuota de suscripción no es igual en todas: cuanto mayor es el número de socios, mayor es su prosperidad, como sucede con las de los gallegos y asturianos, que reúnen y gastan al año muchísimos mi- les de pesos. Á la asistencia sanitaria sólo tienen de- recho los socios; pero á los Centros de instrucción as- turiano y gallego pueden acudir todos los que quieran^ y la enseñanza es tan completa en primeras letras, di- bujo, idiomas, teneduría de libros y de todas las asig- naturas correspondientes al ejercicio del comercio y preparatorias para las de artes y oficios, que podrá haber establecimientos en que se enseñe lo mismo, mas no mejor si se tiene en cuenta que las clases son nocturnas y para personas que restan al descanso las horas que dedican á instruirse ó á perfeccionarse en lo que han aprendido ya. Estas corporaciones son un lazo de unión entre to- dos los hijos de una misma región ó provincia y man- tienen vivo el amor regionalista, como es fácil com- prender. El catalán se cree transportado á su tierra cuando se ve reunido con sus convecinos ó paisanos, y lo mismo el gallego, el vasco, etc. Se animan mutua- mente, se enseñan, se protegen de ordinario y se con- suelan unos á otros, notándose más esta mutualidad cuanto más pronunciados son los caracteres que los La guerra separatista. 359 distinguen de los demás, lo cual se observa en los vas- co-navarros, gallegos, asturianos y catalanes. Su idio- ma ó dialecto, su historia, sus fueros, sus costumbres seculares y especiales contribuyen á unirlos y á estre- charlos más y más á unos con otros. Dicho se está que de esa manera se avivan y aumentan la idea descentra- lizadora y el amor regionalista entre los miembros de las repetidas corporaciones. Todos abominan de Ma- drid, no por ser Madrid, sino porque en Madrid están los políticos que han matado las tradiciones y las cos- tumbres peculiares de sus regiones; odian todos á Ma- drid porque en él viven los que suponen autores de la decadencia nacional. Nadie, ni uno, odia á Madrid, y es preciso fijarse bien en esto y meditarlo , porque sea la Corte, la capital de la nación, la silla donde reside la Autoridad suprema de España: en esto están conformes todos, y por ser eso Madrid le aman y es para ellos in- discutible su superioridad. Le odian y le aman á la vez: le odian por los primeros motivos y le aman y respetan por los segundos. Ahora bien: ¿es conveniente alentar y favorecer á estas sociedades regionales en la isla de Cuba? ¿Son útiles? ¿Conservan y aumentan el espíritu español? ¿Mantienen vivo el fuego del amor patrio ó nacional? — He aquí la razón de hablar en este lugar de las asocia- ciones regionales de Cuba. Para los que somos regionalistas ó descentralizado- res en la acepción genuina y única admisible de la pa- labra, no nos ofrece duda alguna no ya la conveniencia sino la necesidad de sostener dichas sociedades. Nos- otros no vemos ningún peligro en su existencia; al con- 360 La guerra separatista. trario, sólo observamos que en los referidos centros se estimula y acrecienta el amor patrio. Recordamos las pasadas glorias y las lloradas desventuras como pecu- liares de un hogar en que se rinde homenaje de respe- to, de adhesión; de absoluta identificación, de amor inextinguible á la gran familia nacional ; si evocamos la memoria de lo pasado, si lamentamos lo presente, no es con el ñn de recriminar á la bendita madre España que á todos nos dio la vida y que nos cobija á la som- bra de su bandera benéfica; si lloramos, si suspiramos por otra cosa es porque la creemos mejor para nos- otros y para toda la familia; si censuramos y miramos con recelo á alguien, no se dirigen nuestras censuras ni separamos la mirada de la nación gloriosa á que per- tenecemos; nuestras quejas y nuestras reivindicaciones van contra los hombres que, desconociendo nuestras costumbres singulares y negando los derechos propios de nuestra personalidad particular, han perjudicado los intereses del todo á la par que conculcaron los nuestros; clamamos y protestamos contra la absorción irracional que nos privó de lo que nos distinguía ; pe- dimos la distinción, abogamos por la descentralización para movernos libremente y desenvolver dentro de ella las energías propias y exclusivas de nuestra individua- lidad; estamos resentidos del hermano que no por dere- chos de primogenitura, pues ésta nos corresponde, sino por la fuerza nos arrebató lo que habíamos por natu- raleza y conquistáramos y poseíamos con nuestras pro- pias fuerzas: trabajamos, en una palabra, por obligar á nuestros hijos á que nos dispensen el respeto, la con- sideración y el amor que en justicia nos corresponden La guerra separatista. 361 y nos deben, pues lo que de inmaculado tienen lo reci- bieron de Galicia, de Asturias, de Vasconia, de Nava- rra y de Cataluña porque palmo á palmo fuimos re- conquistando la parte de patrimonio que nos había detentado el feroz musulmán, y esas porciones de solar se las fuimos dando en dote á León, á Castilla, á Ara- gón, á Mallorca, á Valencia, á Murcia, á Jaén, á toda Andalucía. ¿Por qué nos pagaron con tamaña ingrati^tud? ¿No eran nuestros hijos? ¿ Temían que les arrebatásemos el cetro que les habíamos dado, que nos arrepintiésemos de haberlos engendrado ? ¿Sospechaban que les dejáse- mos aislados separándonos y abandonándolos? — Pues si nada de eso temían, ni motivo había para temerlo, ¿por qué nos absorbieron? ¿Por qué no trataron de imitar lo que á sus padres les daba felicidad y bienestar, en vez de cegar la fuente de su bienandanza? Eso son las sociedades regionales de Galicia, de As- turias, de Cataluña y las vasco- navarras en Cuba y son á las que nos referimos. Las conocemos bien y en su seno no alienta sino amor purísimo y acendrado á Espa- ña, patria común, única patria de todos. Si alguno se atreve á dudarlo, atrévase á sospechar del patriotismo de los Gener, Blanch y Muntadas, de Cataluña; de los Zulueta, Gamiz, Tellería, Salterain (los cuatro ya di- funtos). Calvo, Zabala, Amézaga, Palacio, Guezuraga, Aizpuru y Zameza, entusiastas del Laurac-bat; de los García Tuñón (Don Segundo), Carvajal, Sánchez, Ro- dríguez San Pedro, Valle, Pertierra, de Asturias, y de los Ruibal, Soto, Lenzano, Villasuso, Novo, Insua, Hie- rro, Murías, Vales, Larrea, Vicente, Rodríguez, Blan- 362 La guerra separatista. co, Avalle, Pita, San Román y Mañach, de Galicia, y así de otros mil. Con su sangre, con sus millones de pesos, con su inteligencia y, lo que vale más, con su probada lealtad han demostrado su fidelidad á España y selládola con innumerables sacrificios. Deben, pues, alentarse y favorecerse las indicadas corporaciones porque por su naturaleza y por sus fines mantienen el fuego sagrado del amor patrio, como se deduce de las reflexiones precedentes, debiendo agregar que de su seno salen casi todos los Voluntarios cuba- nos. Si en época reciente hubo un periódico regional que acogió una carta en que se emitían ideas que som- breaban el hermoso cuadro del regionalismo, sépase que el autor de la carta era un Gobernador civil y Co- mandante de Estado Mayor del Ejército, y el disgusto unánime con que se recibió ésta le probó que vivía en cierto famoso paraje de la Sierra de Francia. CAPITULO XXXVI Educación é instrucción de la niñez y de la juventud cuba- nas.— La educación y la instrucción deben ser católicas y á la española. La inteligencia humana propende naturalmente á la verdad, y la voluntad marcha de la misma manera en busca del bien para abrazarlo y poseerlo. Ni los ojos se han hecho para no ver, ni el corazón se nos ha dado para no amar, y así como la obscuridad es la muerte de la vista y el odio mata el corazón, de igual modo el error trastorna la inteligencia y el mal corrompe la vo- luntad, y pervertida aquélla y corrompida ésta el hom- bre ya no vivirá la vida del hombre que Dios crió, sino que vivirá la muerte que el diablo trajo al mundo, y por cuyas asechanzas cayó bajo su yugo la criatura racio- nal.—La verdad y el bien los puso Dios á nuestro al- cance y con ellos nos encontramos siempre en el sen- dero de la vida; podemos seguirlos, podemos abando- narlos. Si nos declaramos sus servidores y sus posee- dores á la vez , habremos alcanzado la felicidad; si nos separamos de ellos y les volvemos la espalda , forjare- mos nuestra propia desventura, y cuando llegue el pos- trer aliento lloraremos con el amargo llanto de aquel otro infeliz : erravi á via veritatis , erré el camino de la verdad y mi error me priva de la vida. 364 La guerra separatista. Dentro de nosotros está, pues, la facultad con que podemos conocer la verdad y con que podemos amar el bien. Conocer la verdad y amar el bien, en eso está ci-^ frado todo el fin del hombre. — ¿Cómo ejercitaremos nuestras facultades para que consigan su objeto? ¿Cómo conoceremos éste para alcanzar nuestro fin? — Ese es el gran problema de todos los tiempos y de todas las so- ciedades: los que acertaron á resolverlo bien, han sido dichosos; los que equivocáronla solución, han sido des- venturados. Las sociedades que resuelven atinadamen- te el problema, disfrutan de paz y prosperidad; las que lo resuelven mal, se agitan convulsas, presa de conti- nuo malestar y de no interrumpidas discordias. De ahí fluye naturalmente un derecho sacratísimo, y en compañía de este surge un rigurosísimo deber: derecho para formar el hombre educándole é instru- yéndole, deber temible de formarle bien comunicándole doctrina sana, verdadera , y enseñándole costumbres honestas, inmaculadas. — Por irracional y despótico, desacreditado ya, prescindamos del error de los que atribuyeron al Estado el derecho de educar y de ins- truir: quien sepa discurrir algo no se atreverá á repe- tir ya semejante absurdo. —El derecho de formar el hombre es de sus progenitores: los padres adquieren, en el mero hecho de serlo, el derecho natural de formar á sus hijos cooperando fielmente á la acción de Dios que tiene en éstos la parte principal porque les dio el alma; pero juntamente con ese derecho contraen el tre- mendo deber á que nos referíamos más arriba, deber que no pueden ejercitar con derecho de exclusión, por- que de Dios es el alma de sus hijos y á Dios, por consi- La guerra separatista. 365 guíente, le corresponde la parte principal, y como Dios se manifiesta por medio de su Santa Iglesia que es su Esposa, ésta tiene indiscutible derecho y deber que na- die puede poner en duda , de compartir con los padres la tarea de educar é instruir á sus hijos que pertenecen aún más á Ella porque pertenecen, por decirlo así, más á Dios, cooperación que da á la Iglesia derecho no sólo á compartir sino á dirigir, presidir y ejercer el ministerio de la educación é instrucción. No podemos detenernos aquí á demostrar cada una de estas afirmaciones, pareciéndonos, además, innece- sario porque por favor de Dios somos todos católicos, y lo dicho es evidente no sólo para el católico sino para cualquier persona de buen sentido: los únicos que du- darán ó negarán, serán los ateos y naturalistas porque no creen en Dios, en su Iglesia, en el origen sobrenatu- ral del alma humana y en el fin sobrenatural del hom- bre, y en cambio afirman la omnipotencia del Estado y privan á los padres y á los hijos de su natural libertad: vienen ya de muy antiguo el despotismo y la perversi- dad de los libertinos cacareadores de los derechos indi- viduales proclamándolos sólo con la lengua y eso mien- tras no pueden esclavizar á la multitud porque , una vez esclavizada , demasiado sabemos cómo entonan y practican la infernal estrofa: "El pensamiento libre — proclamo en alta voz, — y muera el que no piense — igual que pienso yo. „ De conformidad con los principios asentados que- remos que la educación y la instrucción de la niñez y 366 La guerra separatista, de la juventud sean en todas partes como Dios manda, como enseña su Santa Iglesia Católica y como las exi- ge la recta razón humana, y concretándonos á la isla de Cuba, que es de la que se trata, queremos que sean no solamente del modo dicho, sino también á la es- pañola. Los defectos de la enseñanza cubana quedan expues- tos anteriormente á otro propósito y no hay para qué repetirlos. — Existen allí muchas escuelas y muchos co- legios públicos y privados; hay varios Institutos oficia- les é innumerables particulares, incorporados algunos, y en la capital se halla la Universidad. No es necesario describir la enseñanza que se da ; los frutos la ponen en evidencia dolor osa, y la sangre que colorea los cam- pos de la isla, y la indiferencia que mantiene los tem- plos en triste soledad, y la corrupción que se ostenta descaradamente en las calles de las poblaciones y en el hogar privado, y el desbordamiento de la decantada libertad de imprenta que lo invade todo y no respeta nada, todo eso coloca muy de relieve la enseñanza que se da y dice qué dirección se imprime á las inteligen- cias y qué alimento se suministra al corazón. Excep- tuando los colegios de los Padres Jesuítas, Escolapios y Paúles y los de las Congregaciones religiosas de mu- jeres y algunos particulares y uno que otro catedrá- tico oficial que lucha contra el torrente general, en to- dos los demás centros hay mucho que corregir, mucho que suprimir y mucho que añadir. El número de cen- tros de enseñanza es crecidísimo y se nos figura que no habrá que crear ninguno, á menos que se establezcan en cada casa; lo que sí hay, es necesidad absoluta de La guerra separatista. 367 transformarlos si se quiere extirpar de raíz el mal. Esa transformación habrá de comprender la esen- cia de dichos establecimientos, el método de enseñan- za, su formación, su organización, el personal y los libros de texto: la influencia de una mano bienhechora deberá extenderse á todo esto. Y aquí entra la autoridad civil, la acción del Esta- do al que anteriormente negamos el derecho de ense- ñar que los ateos y naturalistas le atribuyen indebida- mente. El Estado que no disfruta de la facultad de ense- ñar, de educar é instruir, tiene el deber honrosísimo de ayudar con todas sus fuerzas al que goza de aquel derecho cuando éste le necesite y pida su cooperación y, aun sin pedírsela, habrá de ofrecérsela y prestárse- la generosamente. Los padres cubanos están solicitan- do su apoyo porque ellos no saben educar á sus hijos: no saben educarlos porque ignoran el catecismo de la Doctrina cristiana que es la primera cosa que deben saber los padres para enseñar á sus hijos, y no lo sa- ben porque tampoco á ellos se les enseñó, y no se les enseñó porque no quisieron en unos casos aprenderlo y en otros no pudieron por carecer de maestro á quien acudir; no saben educarlos porque no saben rezar el Credo, el Padrenuestro^ el Avemaria^ la Salve^ el Acto de contrición ó Señor mío Jesucristo, ni otra oración alguna de piedad y, por consiguiente, ni el hermosísi- mo Rosario de María; no saben educarlos porque ig- noran lo que es el augusto Sacrificio de la Misa y no la oyen ni los días de precepto porque no quieren ó no pueden asistir á ella; no saben educarlos porque igno- 368 La guerra separatista. ran los Artículos de la Fe Católica^ ó en menos pala- bras, ignoran lo que deben creer, qué han de pedir y cómo deben orar, lo que deben obrar ó practicar y des- conocen los Sacramentos que es necesario recibir. — Y al afirmar esto, invocamos el testimonio de todos los Párrocos y Misioneros de la isla. Los padres están clamando auxilio al Estado porque ellos no saben instruir á sus hijos; no pueden instruirlos porque no saben leer ni escribir, ó no quieren enseñar- les aunque sepan; no poseen conocimientos de Historia, ni de Geografía, ni de Aritmética, ó si los poseen, son indolentes y no se los comunican á sus hijos. Los padres reclaman el auxilio del Estado (aunque ahora mejor di- ríamos que lo reclaman los hijos), porque si educan é instruyen á sus hijos, les enseñan mal ó los envían á maestros que los enseñan peor pervirtiendo su inteli- gencia y envenenando su corazón: inspiran en sus al- mas aversión, repugnancia, ingratitud y odio á España, en lugar de predicarles cariño, simpatía, inclinación, agradecimiento y amor á la nación que los formó, con- serva y defiende con solicitud maternal. La Religión católica y la civilización piden auxilio en Cuba al Estado español; porque la primera es ó des- conocida , ó menospreciada, ó combatida por la igno- rancia, por el desvío ó por la enemiga con que la miran los presumidos ó espíritus fuertes ^ los indiferentes y los sectarios protestantes, y la segunda porque, á causa de ser española , se ve relegada y pospuesta á otras civilizaciones con que se intenta suplantarla para que á la sordina se vaya perdiendo todo lo que en Cuba tiene sabor español. La guerra separatista. 369 ¿Cómo habrá de atender el Estado á este llamamien- to y cumplir tan sagrada obligación de servir á sus subditos? ¿Podrá obrar por sí y ante sí? — De ningún modo obrará cuerdamente si intenta cumplir ese deber por sí y ante sí, porque cuando los padres naturales faltan privando á sus hijos de la educación é instruc- ción convenientes ó proporcionándoselas malas ó ave- riadas, entonces es preciso contar con el Padre celes- tial, ó sea con su Órgano viviente, la Iglesia católica á cuyo supremo ministerio corresponde la dirección de aquéllas, porque la Iglesia es la Maestra única y sobera- na de la humanidad por derecho propio: á Dios corres- ponde intervenir más que á los padres en la enseñanza de los hijos, porque Él es el autor de su alma, y por lo tanto á la Iglesia con cuyo consejo imperativo es nece- sario contar á fin de no vulnerar sus derechos y para no trabajar en vano. — A los Obispos, pues, que con el Papa son la iglesia docente, es á quienes debe acudir el Es- tado español si ha de proceder como debe; entregúese franca y completamente á su dirección y consejo, y acertará; póngase sin reserva á las órdenes del Epis- copado como fiel servidor, y obtendrá la transforma- ción de la enseñanza cubana en bien de la Religión y de la Patria: ríndase á discreción en brazos del magis- terio sacerdotal y triunfará, porque para triunfar de- ben ser religiosas la educación y la instrucción, y nadie más que el sacerdote es el llamado á enseñar la ^é\\- gión. El sacerdote es el mentor nato del género humano ^ ha dicho Kolping, el gran educador del pueblo alemán, y á él hay que acudir si no se quiere otorgar el triunfo al socialismo, al anarquismo, al laicismo ó al satanismo. 24 370 La guerra separati'^ta. Y al llegar aquí no podemos resistir al deseo de es- tractar un reglamento de enseñanza que debiera esti- marse como un modelo. Es el siguiente : "Ante todo es necesario cultivar en el corazón del niño el verdadero temor de Dios. Los niños deben frecuentar la escuela todo el tiempo necesario para conocer las prin- cipales doctrinas del Cristianismo: una vez salidos de la escuela, deberán seguir en la misma y en la Iglesia los cur- sos de repaso que los profesores y los pastores les darán los domingos. Habrá cada día seis horas de clase, tres por la mañana y tres por la tarde. La primera hora de la ma- ñana se destinará á la Religión. El profesor comenzará cantando con sus discípulos un himno, al cual seguirá la oración de la mañana: la oración será recitada por el pro- fesor ó por uno de los niños que designe. Todos los niños repetirán fervorosamente y ante Dios las fórmulas apren- didas de memoria. Si algunos niños llegan cuando se están rezando las oraciones, se detendrán á la puerta para no distraer á los otros. Después del ejercicio de piedad, el profesor explicará un punto del Catecismo é instruirá á los niños acerca del modo de poner en práctica las verda- des aprendidas: al ñn de la clase les exhortará de nuevo á la piedad. Hecha la oración y recitado el Salmo del mes, los escolares se retirarán en silencio á sus casas. "La clase de la tarde empezará por el cántico ó himno y por la lectura del Salmo mensual, como en la de la ma- ñana. La primera hora se destinará á la explicación de la Sagrada Biblia, la segunda al estudio de la Doctrina cris- tiana y el resto á la lectura y al cálculo.— En los sábados repetirán los niños las sentencias, salmos y cánticos apren- didos durante la semana: terminado este repaso, el profe- sor referirá á los niños algunos hechos de la Historia Sa- grada, después les leerá la Epístola y el Evangelio que el pastor explicará al día siguiente en la iglesia y, en ñn, les excitará á emplear bien el domingo, á permanecer quietos y respetuosos en el templo y á escuchar con atención la palabra de Dios. "El profesor se esforzará con su conducta en ser un mo- La guerra separatista, 371 délo para la parroquia, guardándose de destruir con sus actos lo que habrá edificado con su enseñanza. Cultivará la verdadera piedad y evitará todo cuanto pueda escanda- lizar á los padres y á los niños. Ante todo cuidará de ad- quirir la ciencia de Dios y de su Hijo Jesucristo. Pondrá asimismo los fundamentos de una vida honesta, adquirien- do aptitud para cumplir todos sus deberes, contribuyendo con su celo y ejemplo á procurar á los niños la dicha en este mundo y la felicidad eterna.— Antes de comenzar la clase se prepararán los profesores con una ferviente ple- glaria y pedirán al Dispensador de todos los dones las ben- diciones divinas, la sabiduría y la paciencia: en particular pedirán al Señor que les conceda un corazón paternal cuya severidad será templada por el amor. Llenarán así con di- ligencia y sin mal humor todas las obligaciones que incum- ben al maestro cristiano. Se acordarán de que, sin la ayu- da de Jesucristo, el gran amigo de la infancia, nada pue- den, y mucho menos ganar el corazón de sus discípulos. Durante la clase elevarán el corazón á Dios par^ que ben- diga su celo y conceda el desarrollo físico á los que tiene á su cuidado, porque en el niño todo se alcanza por la gra- cia de Dios y la acción del Espíritu Santo . "El profesor se explicará de modo que los niños com- prendan que el egoísmo es la fuente de todos los pecados y les demostrará todo el horror que encierra, quebrantará su terquedad y obstinación, castigará las mentiras, las in- jurias, la desobediencia, la cólera, etc., siempre después de asegurarse bien de las realidad de estas faltas. Al castigar á sus discípulos evitará con sumo cuidado la vivacidad in- moderada, las reprensiones violentas, procediendo, por el contrario, con moderación verdaderamente paternal, man- teniéndose á igual distancia de una ternura afeminada y de una severidad excesiva. En los casos graves no casti- gará sino después de haber consultado el caso con el pastor. El domingo reunirá el maestro á los niños, los conduci- rá á la iglesia y allí los vigilará, anotará las faltas y obrará de suerte que los que asistan á los divinos oficios se conduz- can con modestia, canten con piedad, escuchen atentamen- te al sacerdote, de modo que puedan repetir al día siguiente 372 La guerra separatista. en la escuela algo de lo que haya dicho el Párroco en la iglesia. „ Lo anterior tiene fecha de 12 de Agosto de 1763, y el legislador ordenaba y mandaba como jefe en todo. Ahora véase lo que sigue en que ya no legisla como jefe en todo: "De intento nos callamos sobre la doctrina cristiana que el cura y el maestro deben enseñar á los niños, remitiéndo- nos á la ordenanza que publicará el Vicario General de Breslau. El Obispo redactará el programa escolar de la en- señanza bíblica y catequística, y Nos lo sancionaremos dando á la ordenanza episcopal fuerza de ley. (Esto es de fecha 3 de Noviembre de 1765 ) „E1 profesor no será nombrado sin el consentimiento del sacerdote y después de haber sido examinado por éste; no podrá ausentarse de la escuela sin su autorización ; debe acatar sus órdenes y consejos y darle cuenta de su ense- ñanza y método; el sacerdote es su superior jerárquico; él reina en la escuela. „Es nuestra voluntad que los sacerdotes visiten sus es- cuelas dos veces por semana, ya por la mañana, ya por la tarde, y no se contentarán con asistir á la clase en calidad de espectadores, sino que intervendrán directamente en ella dirigiendo preguntas á los niños ora sobre el catecis- mo, ora sobre las demás materias. Una vez al mes reunirá á los maestros en conferencia, les fijará la materia del mes siguiente , la parte del catecismo y de los otros libros que debe ser explicada, y los cánticos, Salmos y sentencias que deberán ser aprendidas de memoria. Si ha notado algún defecto en la manera de enseñar, lo corregirá.— El sacer- dote que no ponga todo el celo debido en exigir que se cumpla estrictamente nuestro reglamento escolar, será suspendido temporalmente de sus funciones y, si preciso fuese, destituido (Habla aquí el legislador como jefe). Porque ocuparse en la instrucción de la juventud es-uno de los deberes más importantes y excelentes del ministerio pastoral, y Nos queremos que se le considere expresamente como tal. La guerra separatista. 373 „Sobre el inspector local que es el Párroco, estarán los inspectores de distrito que serán los superintendentes y los arciprestes. Estos visitarán todas las escuelas al menos una vez al afío, y su investigación comprenderá la ense- ñanza, la inspección y la disciplina; sobre si los padres en- vían regularmente sus hijos á la escuela; si los Párrocos cumplen asiduamente con sus deberes de inspectores y si el maestro se porta y enseña como es su obligación.,, Cuando el legislador no dispone como jefe , se diri- ge á los sacerdotes de este modo: " Es deber del Cura vigilar para que los niños de su Pa- rroquia sean instruidos en la escuela,,; les asigna los mis- mos derechos que á los anteriores subditos suyoSy y añade: **A lo más admitiremos que los curas cargados de años con- fíen á uno de sus vicarios la inspección de la escuela ; pero en este caso cuidarán de que el vicario cumpla rigurosa- mente este deber. Visitará una vez al menos por semana las escuelas de su Parroquia, y otra vez al mes por lo me- nos las anexas. En esta inspección examinarán si se res- peta el horario, si se sigue el método oficial (de la ordenan- ea episcopal), si están en regla los registros escolares, si se hallan en orden el material y los libros de clase y si la escuela está limpia y decorosa. Se informará al mismo tiempo de si la juventud frecuenta la clase del domingo á la cual está obligada á asistir, si los discípulos están sepa- rados por sexos y edades y si sacan provecho.,, "Del mismo modo que los superintenJentes evangélicos, los arcipres- tes y los deanes católicos son inspectores de los distritos, practicarán la visita cada año por carnaval y su investi- gación comprenderá los mismos puntos que la inspección local. Deberán inspeccionar el curso dado por el maestro y examinar por sí mismos á los discípulos para ver si sus progresos están en relación con las notas inscritas en el registro escolar. — Para averiguar si el Párroco visita se- manalmente su escuela y si cumple con celo su deber , se dirigirá al maestro y á los parroquianos preguntándoles con mucha habilidad para no ser víctima de falsos infor- mes) y recurrirá al juez y á otras personas honradas cuya. 374 La guerra separatista, independencia esté fuera de toda duda , para saber si el maestro cumple también con su deber. „ ¿De quién creerán que es el precedente reglamento escolar los laicos , los fanáticos secularizadores y los liberales todos? — Pues su autor es Federico el Grande de Prusia, el vencedor de Rosbach, que, aunque incré- dulo, el Rey filósofo no abrigaba los odios mezquinos de los tiranos ateos del siglo XIX : no sólo profesaba el principio de que cada uno de sus subditos era libre de buscar su salvación á su manera ; no sólo daba asilo á los Jesuítas expulsados de las naciones latinas, porque "en su desgracia — decía el 15 de Mayo de 1774 — sólo veo en ellos hombres de letras , que costaría gran tra- bajo reemplazar, parala educación de la juventud, „ y les rogó que tomasen el nombre de Sacerdotes del Ins- tituto real de las escuelas , sino que se mostró además sostenedor decidido de la enseñanza profundamente re- ligiosa. Su Or denansa (General- Land-Schul- Re glement de 12 de Agosto de 1763) y su Reglamento escolar ca- tólico (de 3 de Noviembre de 1765) respiran, como se ha visto, una piedad conmovedora, y separando lo que manda á los pastores protestantes, como jefe que es de ellos , lo demás parece escrito por un Obispo católico. La religión ocupa para Federico II el primer puesto siempre, y constituye la prueba más difícil del examen de fin de curso. (1) En esta escuela religiosa se formó el pueblo prusia- no, y casi toda Alemania, que derrotó el 26 de Agosto (1) VécivSe El despertar de un pueblo, por Alfonso Kannengieser, de donde hemos tomado lo relativo al indicado reglamento, obra que recomen- damos muchísimo á los sacerdotes, á los escritores y á los gobernantes. La guerra separatista. 375 de 1813 á las órdenes de Blücher á los Mariscales Macdonald y Sebastiani, y el 18 de Junio de 1815 cayó sobre Napoleón I en Waterlóo, decidiendo la batalla á favor de los aliados, y venció el 3 de Julio de 1866 en Sadowa al Austria y en 1870 á Francia. En esa escuela se formó el actual Emperador alemán que destituyó á Bismarck , el cual la había ido transformando en atea desde 1872, cuya transformación engendró el socialis- mo, como habían previsto los inmortales jefes del Cen- tro católico, Mallinckrodt y Windthorst. Así, pues, si el Gobierno español desea extirpar los gérmenes de la insurrección cubana, acuda á la Igle- sia, pídale auxilio y sométase á su omnímoda dirección en todo, especialmente en lo relativo á la enseñanza de la niñez y de la juventud, promulgando una ley igual á la anterior prusiana, porque al copiarla no se reba- jará, sobre todo si tiene en cuenta que ha copiado mu- chas otras leyes francesas rematadamente malas que han trastornado y confundido á España, como vemos. Pida auxilio á las Ordenes Religiosas, que no se lo negarán; establezca colegios para varones, ricos y po- bres, en las principiles poblaciones de la Isla (por re- gla general y al menos en todas las que tienen Juzga- do de primera instancia) y confíelos á los Padres Je- suítas, Escolapios, Paúles y á los demás que se puedan dedicar á la enseñanza. Facilite el traslado y la estan- cia en Cuba á las Congregaciones Religiosas del Sa- grado Corazón de Jesús, de las Hijas de la Caridad, de las Siervas de de María, de las Carmelitas Terciarias, de las Teresianas de D. Enrique de Ossó, de la Ense- ñanza, de la Sagrada Familia, de las de la Caridad del 376 La guerra separatista. Sagrado Corazón, de las demás Religiosas Terciarias Agustinas, Franciscanas, Dominicas y Trinitarias, de las Ursulinas y de otras muchas que no conocemos. Esta hermosa variedad, fuera de demostrar la inago- table fecundidad de la Iglesia católica para propagar la verdad y practicar el bien, proporcionará á todas las clases de la sociedad antillana medios de recibir la educación cristiana, eligiendo la Orden que á cada familia agrade más. Si hubiese familias que deseen en- viar sus hijos á la Península, facilite también el Estado el pasaje, obteniendo de los navieros grandes rebajas en los billetes de venida y regreso en los meses de Sep- tiembre y Junio, y aun pudiera concederlos gratis. Cuide especialísimamente el Gobierno de la raza de color atrayéndola , aproximándola , identificándola en todo con España y poniendo á su alcance la enseñanza religiosa , á cuyo fin suplicará á las Venerables Orde- nes citadas que establezcan en todas partes clases para los hijos é hijas de la obediente, respetuosa, apta y ge- neralmente leal familia africana, mientras no se borren por completo y suavemente las diferencias que median aun entre los criollos blancos y los negros. Hecho todo esto ¿logrará ya el Gobierno español transformar en católica y genuinamente española á la isla de Cuba? — Todavía no: si quiere conseguir ese fin nobilísimo y tan propio de nuestro carácter, es abso- lutamente necesario que urbanice la población rural tal como hemos expuesto en capítulos precedentes. Esto es de todo punto esencial. Si no reúne en pueblos á los moradores de Cuba, nada conseguirá ó consegui- rá muy poco. — No olvide el Gobierno este consejo. CAPÍTULO XXXVII Autoridad, jurisdicción y magisterio de ia Iglesia Católica en Cuba.— Seminarios.— Cabildo Catedral.— Párrocos. — Órdenes Religiosas. — Diócesis. La Iglesia católica ejerce de polo á polo su autori- dad, su jurisdicción, su magisterio, y por encima de todas las tiranías y de todos los entorpecimientos dia- bólicos y humanos pasa la Esposa de Jesucristo, y de grado ó contra voluntad todo hombre se ha rendido y se rendirá ante la soberanía absoluta, ilimitada é inde- fectible de aquella Hija del cielo. Combatida siempre, porque lucha contra las pasiones desencadenadas; ase- diada siempre, porque descubre todas las hipocresías; burlada siempre, porque da la cara á todos los bribo- nes; odiada siempre, porque contra sus muros han roto la frente todos los déspotas, todos los herejes y cismáticos; calumniada siempre, porque ha puesto coto y diamantino freno á las demasías de todos los li- bertinos, la Iglesia subsiste la misma é idéntica por- que está amasada con la sangre de Jesucristo, y cual roca inconmovible no se deshará porque fué, es y será y vivirá con Jesucristo que la engendró, y Jesucristo yence, reina é impera, ya lo quieran, ya lo rechacen los hijos de las tinieblas. — Siendo esto así, como lo es, claro aparece que no hemos de tratar aquí de esos atri- 378 La guerra separatista. butos de la Iglesia en tal sentido: lo que vamos á decir ahora, que será brevísimo, refiérese al ejercicio de sus derechos en la isla de Cuba. Cualquiera creerá que tratándose de España, la Iglesia católica será en Cuba la madre amada, la reina respetada, la señora obedecida, el juez indiscutible, la maestra oída: tiene razón para pensar así el que así piense, y en su discurso no habrá más que lógica sana y rigurosa. Pero se engaña desgraciadamente, por- que entre lo que debe ser y lo que es han fabricado los hombres muchas y grandes distancias, y son de tal magnitud que muchas veces los enemigos jurados de la Iglesia fueron los atendidos, los respetados y los oídos, y Ella, madre, reina, señora, juez y maestra de España, fué la desairada y desobedecida. Para demos- trar esto tendríamos que trasladar aquí gran parte del copiador del Rmo. Fleix y Solans, el del Rmo. Martí- nez y Sáez y los de otros muchos venerables Prelados, y tendríamos que referir la historia de casi todos los episcopados cubanos, principalmente del santo Arzo- bispo Claret, del sabio y heroico Obispo Fr. Jacinto Martínez y del gobierno de los Sres. Orberá y Sancha, Emmo. Cardenal Arzobispo de Valencia hoy el último, por no citar los de los que actualmente rigen las dióce- sis de Cuba, y de los que, habiéndolas regido, se hallan al presente dirigiendo otras en la Península. La impiedad, la herejía, la masonería y toda clase de libertinajes han sido por desdicha demasiado tole- rados ó favorecidos, con lo cual dicho se está que la autoridad de la Iglesia ha padecido muchísimo, y no hay para qué reunir las pruebas que quedan esparcí- La guerra separatista. 379 das en las páginas de estos modestos estudios: recuér- dense éstas y la vida del venerable Claret , y la perse- cución y proceso de los Sres. Orberá y Sancha; léanse Los Voluntarios de Cuba y el Obispo de la Habana y las Pastorales y exposiciones que éste (el Rmo. Sr. Mar- tínez) escribió ; recuérdese también el ruidoso proceso que entabló D. José Pulido y Arroyo, actual Presidente de la Audiencia habanera, contra el que esto escribe por defender la dignidad sacerdotal y la honestidad de la familia cristiana, y sobre todo recuérdese la elocuen- tísima y apostólica exposición que dirigió al Gobierno el Excmo. é limo. Sr D. Fr. Francisco Sáenz de Urtú- riz, Arzobispo de Santiago de Cuba , en apoyo y defensa de la doctrina que habíamos sostenido y de la conducta en este caso observada por nosotros, y se convencerá el más lerdo y apasionado del desvío y opresión que ha sufrido la autoridad de la Iglesia en Cuba. Sin acudir á épocas antiguas podemos citar la con- ducta del General Marín (1887-88) que reclamó y quiso privar á la Iglesia de todos los cementerios que ella había construido y conservado ; hubo que defenderlos uno por uno sufriendo innumerables molestias y dis- gustos, y por ahí andará quizá coleando aún el expe- diente de un cementerio comenzado á construir en ju- risdicción del entonces capitán Sr. Pezuela (1850); el mismo General sostuvo la rebeldía de unos cofrades (¿?) del Santísimo de Guadalupe, que dieron qué decir y escándalos análogos á los de las Sacramentales madri- leñas, y si no que se pregunte al que era su Párroco, Dr. D. Agustín Manglano, Arcipreste hoy de la Cate- dral de Toledo; en tiempos del citado General y de don 380 La guerra separatista. Luis Alonso (q.e. p. d.), Gobernador civil de la Habana, estableció el naturalizado pastor yanTcee Alberto J. Díaz é inauguró el cementerio protestante bautista al que eran y son llevados contra toda ley y razón los cadá- veres de muchos católicos, porque es de advertir que subsiste Q.SQ pudridero ignominioso que de seguro pro- duce para auxiliar á los rebeldes ó á sus cómplices, pues sus dueños son yankees natur alisados y por desgracia muy favorecidos en la empresa cementerial por gober- nadores, jueces, alcaldes, etc. Repásese lo que en la pág. 120 dijimos del General Chinchilla. Estudíese la Ley hipotecaría ref orinada para Cuba del Sr. D. Antonio Maura y Montaner, que rige desde el 29 de Agosto de 1893, día que terminó su publicación en la Gaceta de la Habana; medítese su artículo 397 (y su concordante del Reglamento^ en que se trata de la traslación de los asientos de censos , hipotecas, gravá- menes y cualquiera otra clase de derechos reales conte- nidos en los libros antiguos de las Anotadurías y Recep- torías de hipotecas , ó sea en los Libros del Registro anteriores al año de 1880; añádase la prescripción del art. 449 del Reglamento ^ según el cual caducan todos aquellos derechos si dentro del año siguiente á la pro- mulgación de la ley (antes del 29 de Agosto de 1894) no se verifica su traslación á los modernos libros del Regis- tro de la Propiedad (1); léanse por completo la Ley y su (1) En el artículo 5.» del Real Decreto de !.<> de Septiembre de 1879 se ordenaba á los registradores de la Propiedad de Cuba que trasladasen á los libros nuevos del Reg-istro moderno, establecido entonces allí, los asientos que constaban en los antiguos de las Anotadurías y Receptorías de hipote- cas; del abandono é incumplimiento de esa disposición nació, sin duda, el precepto de. la nueva ley. Pero ¿qué culpa tenían de ello los censualistas y La guerra separatista. 3B1 Reglamento, y se convencerá el más miope de que no se tuvieron en cuenta al redactarla los artículos 1.°, 4.**, 39, 40, 41 y 43 del Concordato de 16 de Marzo de 1851, ni el Convenio adicional de 25 de Agosto de 1859, publi- cado como ley en 4 de Abril de 1860, ni el Concilio Tri- dentino, ley del reino, en la sesión XXII, cap. XI De Reformatione^ ni las Decretales lib. II,tít. II, cap. XVI, lib. III, tít. XIII, cap. II y XQ, y el cap. I del lib. III, tít. XXII /// Sexto, ni el capítulo único del lib. III, títu- lo IV de las Extravag. Comm., ni siquiera el artícu- lo 38 del Código Civil. — ¿Cómo es posible que no se incluyese en la ley aludida algún artículo en que se con- signase que á los derechos de la I'glesia, aunque se de- bieran trasladar como los demás , no les a||anzaría la pena de caducidad? ¿No es católico el Estado español? ¿Puede ministro alguno español prescindir así de la Iglesia, disponer de sus derechos é intereses que son de Dios, de las almas benditas del purgatorio, de los sacerdotes y de los pobres? ¿No se enseña á todos en los libros más elementales de la carrera de Derecho que sólo el Romano Pontífice puede disponer de los referi- dos intereses sagrados? Todo eso y muchas otras enseñanzas son verdades católicas; pero nuestros flamantes legisladores suelen desconocerlas ú olvidarlas con ignorancia real ó afec- tada, pero siempre punible, y el hábito de preterir á la demás dueños de créditos para castigarlos nada menos que con la caduci- dad de sus derechos? ¡Medradas estarán las naciones si á todos los minis- tros se les ocurre inutilizar los libros antiguos y formar otros con semejan- tes penas!— (Véase el Decreto en Galindo y Escosura: Comentarios á la Legislación Hipotecaria de España y Ultramar, Madrid, 1891, tomo 4.** pá- gina 819 y siguientes ) 382 La guerra separatista, Santa Madre Iglesia produce leyes como la citada (1) y la de Abril de 1875 sobre Beneficencia y todas las relativas á la educación é instrucción pública. Si no es por ese hábito no nos explicamos cómo hombres de la inteligencia del Sr. Maura que, según dicen, es un católico práctico, caen en faltas tan graves y mi- ran con tan reprensible desdén á la Iglesia ; pero ¿por qué no confesarlo? nos las explicamos aun sin dicho hábito , porque hemos oido referir el origen y redac- ción de tales leyes á sus promovedores que menos- precian, después de promulgadas, á los que las prohi- jaron y firmaron, y otras veces se compadecen de los Ministros que caen en el lazo, como se reía el protes- tante Altí^rto J. Díaz del que dictó la Real orden fa- cultándole para mantener abierto el cementerio bautis- ta de la Habana contra las protestas de la Autoridad eclesiástica y á pesar de vulnerar los derechos adquiri- dos por el cementerio católico de Cristóbal Colón, cuya construcción se autorizó con la condición de tener un apartado para los disidentes, como lo tenía. (1) La Ig-lesia cumplió los preceptos de esta ley gracias á los esfuerzos sobrehumanos que se hicieron, cooperando fidelísimamentc á nuestras dis- posiciones todos los párrocos, y en especial los Sres, D. Prudencio Rodrí- guez Represas en las provincias de la Habana, Matanzas y Pinar del Río, D. Juan García Rey y D. Manuel González Cuervo en las de Santa Clara y Puerto Príncipe, sacerdotes beneméritos los tres, celosísimos y muy enten- didos, como se complace en afirmarlo este su sincero amigo. Dios premiará sus grandes trabajos y la historia de la Diócesis los registrará en sus anale» para perdurable memoria.— Al entrar en máquina este pliego recibimos la gratísima noticia de haber sido nombrado el Sr. González Cuervo Maes- trescuela déla Catedral de la Habana, vacante esta Dignidad por jubila- ción del Sr. García Rey, y felicitamos cordialísimamente al agraciado y al Sr. Castellano, Ministro de Ultramar. ¡Ojalá que el Sr. Ministro tenga siem- pre tanto acierto en la elección de personas como en el presente caso! La guerra separatista, 383 Léase la Real orden de 26 de Diciembre de 1893 (con la cual nos felicitó el Sr. Maura las alegres Pas- cuas de Navidad) dictada á gusto de D. José Pulido, fiscal, de triste memoria para la Iglesia, de la Audien- cia de la Habana y hoy su Presidente, dándole á éste la razón en su injusta é ilegal (así falló el Tribunal Su- premo de Justicia) exigencia de que obligásemos á los reverendos Párrocos á expedir las certificaciones sa- cramentales que los jueces ó los particulares les pidie- sen expresamente para contraer el matrimonio civil: de nada nos sirvió aducir durante la larga contienda que sostuvimos con el fiscal y con varios jueces mam- bises, y con gobernadores y alcaldes protectores de ellos, las razones de ser los archivos parroquiales de la propiedad exclusiva de la Iglesia que los inventó, formó y sostuvo cuando nadie pensaba en registros; de que la Iglesia lo que primariamente consigna en sus libros es el nacimiento espiritual de sus hijos por el bautismo y en último lugar y por incidencia el naci- miento corporal^ cuy^ fecha es la que interesa á la au- toridad civil; de que las inscripciones parroquiales sólo acreditan auténticamente el Sacramento que expresan según sentencias del Tribunal Supremo, pues en los demás datos pueden ser recusadas con otras pruebas; de que era indecoroso exigir de los Párrocos docu- mentos que facilitaban la apostasía de los bautizados de quienes debía presumirse que por eso mismo eran católicos; de que era injusto pretender que los Párro- cos cooperasen con sus certificados á la realización del matrimonio civil entre católicos, calificado y estimado por la Iglesia como un concubinato, y de que, por úl- 384 La guerra separatista. timo y entre otras cosas, sería ilícita la cooperación de los Párrocos que ejecutándola cometerían gravísimo pecado, siendo mucho mayor el nuestro si les obligáse- mos á expedir las certificaciones (1): el fiscal obtuvo dicha disposición, y el escándalo que se produjo en Cuba fué gravísimo, aumentado después con el proce- so que el famoso fiscal entabló contra nosotros, es- cándalo que se reparó en parte con otra Real orden del Sr. Castellano (de 28 de Junio de 1895) y con la sentencia absolutoria que el Tribunal Supremo pro- nunció á favor nuestro y de la Iglesia el 8 de Febrero de 1896. ¡Cuan dignos de loa son los generales Salamanca y Polavieja».por su conducta con la Iglesia en Cuba! — El primero nos dijo repetidas veces (Dios se lo haya pre- miado en la gloria) que jamás dispondría ni firmaría cosa alguna en perjuicio de la Iglesia, y lo cumplió: solía manifestarnos que en contra de la Iglesia no se debía resolver nada minea porque la Iglesia siempre tiene la rasón de su parte en lo que hace y en lo que deja de hacer ^ y lo fnisino en lo que pide (2). — El segundo atendió nuestras súplicas y prohibió la práctica del hipnotismo en los hospitales por los lamentables abusos que origina: en otra ocasión demostró su rectitud y su justicia en la ejecución de una sentencia del Tribunal (1) Fuimos Gobernador Eclesiástico de la Diócesis de la Habana, Sede Plena, desde el 20 de Julio de 1893 al 16 de Noviembre de 18^, y por eso ha- blamos así y por eso intervinimos en los sucesos que referimos. (2) En nuestro poder tuvimos la copia de un proyecto inicuo que le pre- sentó un elevado personaje, cómplice de otro figurón que lo dirigía. El Ge- neral Salamanca desechó tan descabellado proyecto, y el proyectista lo pasó muy mal. La guerra separatista. 385 de lo Contencioso de Madrid con la que se intentaba perjudicar enormemente á la Iglesia. Podríamos citar otros muchos casos de reclamacio- nes y protestas de la Iglesia contra las propagandas protestante, espiritista, masónica y de matrimonio ci- vil, contra los periódicos inmorales é impíos, contra la corrupción de costumbres, etc., sin que fuese atendi- da; pero basta con lo apuntado para formar idea apro- ximada de cómo se la desoyó á pesar de exponer con- forme á la razón y á la ley. Los resultados se están to- cando ahora y por cierto que son amarguísimos. Muy distinta sería la situación de la isla si se hubiese obser- vado con la Iglesia lo que pensaba el General Sala- manca. Para que se comprenda mejor la situación] de la Iglesia en Cuba en todos sentidos , conviene que diga- mos algo de sus instituciones comenzando por los Se- minarios en que se educan sus futuros ministros. El Seminario conciliar de la Habana se halla esta- blecido en la que fué casa de los Padres de la Compa- ñía de Jesús, y trae su origen del Colegio Eclesiástico que fundó á últimos del siglo XVII el celosísimo Obis- po de Santiago de Cuba D. Diego Evelino de Compos- tela que le dotó con rentas propias dándole por casa la que tiene hoy el núm. 4 en la calle de Oficios ocupada por el Monte de Piedad y por las Oficinas del Consejo de Administración. — Carlos III lo trasladó al edificio en que está hoy, agregándole algunas rentas de los expulsados Padres Jesuítas, rentas que dieron mar- gen á un embrolladísimo litigio que lleva más de un 26 4^ 386 La guerra separatista. siglo de existencia , habiendo puesto también en él la mano con poquísimo acierto y menos política D. Anto- nio del Moral, último Intendente y Gobernador de la Región Occidental simultáneamente. No se ejecutó aún la resolución del vSr. Moral, favorable al Fisco, porque se le opuso por el Obispado otro fallo anterior del In- tendente D. Miguel Cabezas á favor del Seminario, y porque apoyó á éste el Jefe de la Sección de Atrasos D. Manuel Álvarez Osorio (q. e. p. d.), más comedidos y menos estatólatras que el Sr. Moral que parecía pro- fesar la opinión muy cómoda de que en caso de duda para él procede dar al león todo, aunque sus predeceso- res durante más de un siglo no hubiesen visto con cla- ridad la cuestión y en su consecuencia no se atreviesen á resolverla de un plumazo como lo hizo el Sr. Moral. Contribuyen á enredar más el litigio unos anticipos que dio el Seminario al Gobierno para los gastos de las guerras desgraciadas que sostuvimos en la Luisiana y la Florida á principios de este siglo. Los estudios verificados en el Seminario tenían antes validez civil; hubo un tiempo en que la enseñanza era según los principios y tendencias de Várela, y en ella se formaron muchos abogados y médicos á más de los sacerdotes. Posteriormente se separó de la Universidad y se adoptó el método, en gran parte, del Plan de Estu- dios eclesiásticos de la Península, saliendo de sus aulas aventajados discípulos como, omitiendo otros más anti- guos, nuestros muy queridos amigos los presbíteros Doctores D. Evaristo y D. Luciano Martínez y Menén- dez,D. Camilo Tomás y Salas, D. Pablo Martínez, y los Sres. D. Diego Navarro y Lorenzo, D. Guillermo Gon- La guerra separatista. 387 zález Arocha, D. Ang-el Mas y Garay, D. Francisco Martínez Macho, D. Pedro Sixto y López, D. José Rei- nadas, D. Pedro Martínez, D. José Pérez Mamuel, D. Joaquín Troncoso Eiján, D. Serafín Suárez, don Jesús Menéndez, D. Ramón García Barreras, D. Pedro González Estrada, D.Francisco J. Grana, D.Francisco Losada, D. José A. Piñeiro, D. Eduardo Ferrer, don Jorge Curbelo, D. Serrano Fernandez, D. Manuel de Santa Cruz, D. Juan Quintana, D. Antonio H. Alvara- do,D. Rafael Lecea, D. Simón Hiííuera, D. Nicolás Sam- pedro, y otros sacerdotes todos ejemplares, de algunos í¿í. páginas j^ó-y^S.) Habana.— Gran Delegación del gr.*. 33 del Gran Oriente de España.— Presidente: Mariano Ramiro. — G. Sec*. Ma- nuel Romero y Rubio. • La guerra separatista. 459 Gran Logia departamental de Cuba y Puerto Rico. — G. M., Francisco de Rosales, — G. S., Manuel Romero y Rubio, Cuba, 104. Habana.— Supremo Consejo del grado 33 para las In- dias occidentales españolas— G. Com., Juan Ignacio Zua- zo.— G. S. G., Aurelio Almeida, Habana, 55. Habana. — Gran Logia Unida de Colón é Isla de Cuba (1876, 76 logias, 4.000 m.).— Gran Maestre, Antonio Go- víu.— Dip. G.M., Juan B. Hernández.—G. 1.° Vig., Anto- nio Mesa y Domínguez. — G. 2.° Vig., llegando Alvé- reaB.- G. Secr., Aurelio Almeida.— G. Tes., Eduardo Lo- redo. — G. M. de C, Alberto Carricarte. — G. L° Diác, Camilo Carranca. — G. 2." Diác, Manuel García Aguilar. COMISIONES De Jurisprudencia.— Antonio Mesa y Domínguez, Pre- sidente.—José García Montes, Agustín García Marcos. Judicial. — Anastasio de Orozco, Presidente. — Carlos Torre de Alba, José Fernández Pellón. De Relaciones exteriores. —Enrique A. Lecerff, Presi- dente.—Antonio García, Guillermo Arbouch. De Beneficencia. — Emilio Mola, Presidente. — Manuel S. Castellanos, Francisco P. Rodríguez. Matanzas. — Gran Delegación del G. O. Nacional de España. — Gran Deleg., Casimiro Gumá. — G. S., Pedro Mitjans. Isla de Cuba (166 \oQ\as).—Ibid. página 345 y siguientes. Habana (80 logias).— Habana: Acacia, núm. 40, U.; M., Carlos Torre de Alba, Escobar, 36; Acacia, núm. 136, E.; V. M., José Terán, Corrales, 34; Amor Fraternal, núm. 4, U.; M., Aurelio Almeida, Habana, 55; Amor Fraternal, número 138, E.; V. M., Ricardo Tudela, Habana, 168; Amor Fraternal, núm. 175, E.; V. M., Fernando Robert, Café de Marte y Belona; Aurora, núm. 130, N.; V. M. Aurora, nú- mero 213, E.; V. M., Fidel Losa, ObraPía, 31; Aurora Fra- ternal, núm 86, E.; V. M., Antonio Santo Domingo, Facto- 460 La guerra separatista. ría, 44; Belh-El, núm. 127, N.; V. M ; Bética, núm 145, N.; V. M.; Caridad, núm. 54, E.; V. M., Rafael Escasena, Zan- za, 5; Ciro, núm. 180, E.; V. M., Pablo Morillas, Teniente Rey, 61; La Belleza, núm. 212, E.; V. M., Cristino Fignero- la, Aramburo, 20; Los Comuneros, núm. 144, N.; V. M.; Constancia, núm. 15, U.; M , Joaquín Núñez de Castro, Vir- tudes, 60; Constancia, núm. 16, U.; M., Guillermo Arbouch, Teniente Rey, 54; Constancia, núm. 121, E.; V M.,Juan Francisco Ramos, Maloja, 2; Cosmopolita, núm 11, U.; M.^ José Antonio López, Rayo, 84; Cosmopolita, núm. 14, U.; M., Camilo Carranca, Mercaderes, 10; Cosmopolita, núme- ro 134, E.; Direc, José Delgado, O'Reilly, 31; Cuba Espa- ñola , núm. 131, E., V. M., Manuel Romero y Rubio, Cuba, 104; Esperanza, núm. 140, N.; V. M., Eithez, núm. 47, U.; M.. Manuel Ruiz Rodríguez, Paula, 28; Fe, núm. 17, U., M., José Nuza, Compostela, 179; Fe, núm. 18, U.; M , Enri- que A. Lecerff, Calzada del Monte, núm. 327; Fe Masóni- ca, núm. 12, U.; M., José A. Carmona, AodienHa; Fe Ma- sónica, núm. 15, U.; M., Francisco Hernández Suárez, San Isidro, 3; Fe Masónica, núm. 153, N.; V. M.; Fénix, núme- ro, U.; M., Francisco J. Ferrer y Minaya, Picota, 74; Fi- delidad, núm 151, E.; V. M., Franco Peniche, Monte, 307; Fidelidad, núm. 157, N.; V. M ; Fidelidad, núm. 214, E.; V. M., Andrés Gandarillas, Cuba, 18; Fraternidad, núm. 137, E.; V. M., Manuel Fernández, Prado y Monte; Habana, núm. U.; M., D. Manuel Fernández de Castro, Jesús del Monte; Habana, núm. 105, E.; V. M., Manuel A. Cores, San Miguel, 69; Hijos del Amor Fraternal, núm. 153, E.; V. M., Ventura Fernández, Prado y Teniente Rey; Hijos de la Viuda, núm. 9, U ; M., Emilio Mola, Amistad, 39; Hijos de la Viuda, núm. 12, U.; M., José de Arenas y Sáenz, Aguíar, 38; Hijos del Líbano, núm. 31, U.; M., Antonio Mesa y Domín- guez, Santa Clara, 21; Hijos del Trabajo, núm. 87, E.; V. M , Pedro Fernández, Revillajigedo, 110; Hijos del Trabajo, núm. 143, N.; V. M.; Jehová, núm. 49, U.; M., Pablo Trias, San Miguel, 23; Jerusalén, núm. 41, U. ; M., Manuel N. Ooe- jo, Prado, 29; Lazo de Unión, núm. 48, ü.; M., José Teles- foro Marrero, Salud, 116; Libertad, núm. ü.; M., Ramón de la Presilla; Luz y Verdad, núm. 30, ?ü.; M., Francisco Fi^rola, Manrique, 125; Madrid, núm. 21S, 'E.; V. M , Jor- La guerra separatista. 461 ge Suaston, Villegas, 31; Mercedes, núm. 32, U.; M., Pedro Rodríguez Pérez, San Rafael é Industria; Obreros de Hi- fam, núm. 133, E.; V. M., Pedro Moreira (l),Neptuno, 44; Obreros de la Fe, núm. 135. E.; V. M., Agustín Mariscal, Corrales, 237; Obreros de la Luz. núm. 58, U.; M., Gonzalo Gómez, Amistad, 57; Palestina, núm. 44, U.; M., Antonio Ruíz Rodríguez, Habana, 222; Palestina, núm. 102, E.; V. M., Rafael Cortina, Estrella, 77; Patria, núm. 50, E.; V. M., Constantino March, San Rafael, 11; Paz, núm. 48, E.; V. M , Manuel Ceruelos, Neptuno, 96; Perfección, núm. 33, U,; M., Antonio Valdés Amoroso, Ancha del Norte, núm. 122; Progreso, núm. 35, U.; M., Alberto Carnearte, Jesús Ma- ría, 117; Puritanos, núm. 39, U.; M., Lorenzo Brídat, (¿será el consignatario de los vapores franceses?) Indus- tria, 28; Los Puritanos, núm. 3, U.; M., Pedro Ríos Gonzá- lez, Apodaca, 46; Los Puritanos, núm. 150, N.; V. M.; Pro- tectora, B. D. U.; M., Juan Valenzuela Palomo, Cuba, 6; Redención, núm. 62, U.; M., Felipe Oñate, San Indalecio y San Ignacio (Jesús del Monte); San Andrés, núm. 7, U.; M., Tomás de la Hoya, Campanario, 131; Silencio, núm. 19, U.; M., Anastasio Orozco, Neptuno, 44; Unión Hispano- Americana, núm. 132, E; V. M., Carlos Cruz, Neptuno, 175; Unión Ibérica, núm. 28, U.; M., llegando Al vareas, Perse- verancia, 32; Unión y Concordia, núm. 24, U.; M., Segundo Pérez, San Nicolás, 66; Unión y Concordia, núm. 120, E.; V. M., Andrés Barros, Industria, 158; Unión y Concordia^ núm. 121, N.; V. M.—Arroyo Arenas: Tres Globos, núme- ro 244, E.; V. M., José Ramos Mmeiádi.—Corralillo: Ver dad y Amor, núm. 224, E.; V. M., JKasenio de miranda, prúf e»t^r.—Guanabacoa: Hijos de la Luz, núm. 29, U.; M., Domingo León, Palo Blanco, 37; El Porvenir, núm. 72, E.; V. M., Léíníti García Carbonell, Teniente de navio, Comandancia General del Aportadero. — Güines: Mayabeque, núm. 50, U.; M., Francisco Castellanos, Val- dés, Vo.~Marianao: Fraternidad y Constancia, núm. 50, U.; M., José L. Rodríguez, Paula, 2B-~ Nueva Paz: Minerva, núm. 53, U.; M , Manuel López.— Regla: Lazo de Unión, nú- (1) ¿Sei-á hernaano^del D. Josí Moreira, Secretarlo del Circulo hispano- filipino de Madrid, preso estos días? 462 La guerra separatista. mero 126, N.: V. M , Pascual Sanz Romani, Cocos, 20.— 5a» Antonio de Los Baños: Luz de Ariguanabo, núm.48,U.; M., Francisco Calderón Rodríguez; Obreros del Progreso, nú- mero 37, U.; M., José Clarch, Real, 122.— Santiago de las Vegas: Unión de Santiago, núm. 60, U.; M., José Garbasola. Matanzas (26 logias). -Matanzas: Amparo, núm. 100, E.; V. M., Federico R. de l^uzaria^^a, Oficial de mili- cia»; Amparo, núm. 129,N., V. M ;Beth-Ila, núm. 101, E.; V. M., Silvestre ]iménQz^ Apartado Correos, 124; Beth-Ila, nú- mero 142, N.; V.; Caridad, núm. 155, N.; V. M., Pedro Mit- jans,Apartado, 147; Concordia Española, núm. 77, N.;V.M., Casimiro Gumá; Constancia, núm. 147, E.; V. M, Silvestre García, Riela, 3; Esperanza, núm. 8, U.; M., Alberto Ortiz, Apartado, 134; Hijos de la Esperanza, núm. 38, U.; M., Ca- milo S. Acosta, Manzano, 63; Igualdad, núm. 99, E.; V. M., Venancio Casalins, Riela, 132; Julia, núm. 173, E.; V. M., Andrés S. Pequeño, Daoíz, 154; San Juan, núm. 132, N.; V. M.; Yucayo, núm. 25, U.; M. Manuel Sedaño, Aparta- do, 211; Yumur3', núm. 131, N.; V. M.; Voz de Hiram, nú- mero 141, E.; V. M., Manuel F. del Campo, Apartado de Correos, núm. ^1.— Cárdenas: Discípulos de Salomón, nú- mero 7, U.; M., Roberto de Bergue, Apartado, 7; Perseve- rancia, núm. 6, U.; M., Gaitán Rabel, Apartado 82; Unión Universal, núm. 146, E.; V. M., José A. Mart Freiré, Indus- tria, 16.— Colón: Constancia, núm. U.; M., Marcos Gómez, Apartado, 28; Los Templarios, núm. 151,N.;V. M.; Templa- rios, núm. 152, E.; V. M., Juan O. ]N^ovo, Ayantamien- to; Unión, núm. 143, E.; V. M., Antonio Kalorio, Alcal- día.—7oz'W/awos: Hijos de iPadilla, núm. 149, E.; V. M., Lorenzo Córdoba, Cañedo, 21; Unión y Confianza, núme- ro U.; M., Antonio Marín Cohos.— Unión de Reyes:Mo- destia, núm. 225, E.; V. M., Carlos Rodríguez; Víctor -Hu- go, núm. U.; M., Máximo Peralta. Pinar del Río (1 logia). — Pinar del Río: Unión y Tra- bajo, núm. 45, U.; Direc, José V. Urratia, Escribano. Puerto Príncipe (7 logias). — Puerto Príncipe: Alianza, núm. 211, E.; V. M., Andrés Haroto, Comandante de caballería; Discreción, núm. 49, U.; M., José E. Rodrí- guez, San Martín, 46; Iberia, núm. 93, E.; V. M., Nicasio L. Lara; Unión, núm. 42, U.;M., José Francisco Méndez; Direc, La guerra separatista, 463 José L. Garcini, Apartado, 20. — Morón: Unión de Ambos Mundos, núm. 55, U. ; M , Vicente Gutiérrez Trebilla. — Nuevitas:M.QVceáQS, núm. 56, U.; M., Américo Silva.— Sa« ferónimo: Hijos de Sañai, núm. 138, N.; V. M. Santa Clara (20 logias). — Santa Clara: Armonía, nú- mero U. ; M., Juan B. Bravo, Obras publicas; Modelo, núm. 150, E.; V. M., José Páez, Cuba, 28; Unión Española, núm. 139, E.; V. M., Cándido Muriedas, Buen Viaje, 12.— Caibarién: Iberia, núm. 125, E.; V. M., Antonio López, médico; San Juan, núm. U.; M., Carlos Guerrero^ Administración del ferrocarril de Zaza. — Ciefuegos: Asilo de la Virtud, núm. 140, E.; V. M., Serafín Manene, Apartado 143; Fernandina de Jagua, núm. 46, U.; M., Leo- poldo Díaz de Villegas, Gazell, 11; Obreros del Progreso, núm. 174, E.; V. M, Luis Armada, Arguelles, 42 li2.— 7?^- medios: AvciéricdL, núm. 10, U.; M., Francisco Cintra; Espa- ña, núm. 184,E.; V. M., Ponciano Sariñena, Jesús Nazareno, 37; Luz y Fraternidad, núm. 40, U.; M., Joaquín Vigil. — Sagua la Grande: Hijos de la Cosmopolita, núm. 161, E.; V. M., Alvaro Ledón, Apartado, 42; Hijos de la Fe Masó- nica, núm. 47, U.; M-, Guillermo R. Frías; Direc, Mariano Martín; Lazo de Unión, núm. 145, E.; V. M., Eduardo Blan- co, Real, \6%.—Sancti Spiritus: Amor y Verdad, núm. 57, U.; M., Francisco J. Kabell, farmacéntico.— 5a;^^a Crus del Sur: Hijos de la Paz, núm. 245, E.; V. M., Víctor Varona Aguado; La Luz, núm. 142, E.; V. M., Miguel Ru- bert, propietSLrio.— Trinidad: Lazo del Sur, núm. 14, U.; M., Manuel Toledo, Gloria, 22; Trinitaria, núm. 147, N.; V. M., José Roig, veterinario, Jesús y María..— Las Vueltas: Leal- tad y Firmeza, núm. 79, U.; M., Víctor Soria Gallego. Santiago de Cuba (26 logias).— Santiago de Cuba: Fra- ternidad, núm. 1, U.; M., Calixto Coperena; Hijos de la Luz, núm. 123, E.; V. M., Indalecio Ramírez, San Pedro Alta, 7; Hijos de la Verdad, núm. 122, E.; V. M., José Rosell y Du- ran, San Jerónimo Alta, 7; Humanidad, núm. 26, U.; M., Jaan Bernardo Bravo, Obras públicas; Igualdad, núm. 27, U.; M., Felipe Veranes, San Jerónimo Alta; Luz y Verdad, núm. 98, E.; V. M., Carlos Pérez Terán, San Je- rónimo Baja, 9; Paz Española, núm. 90, E.; V. M., Enri- que i^esura, Jete Bat. de ||:aerrillas; Prudencia, nú- 464 La guerra separatista. mero 2, U.; M., Francisco Ortiz, Enramada Baja, 13; San Andrés, núm. 3, U.; M„ Juan Bassos, Panadería La Coro- na.—Alto de Songo: Patria y Lealtad, núm. 112, E.; V. M., Buenaventura Caner Villalonga.— i5ay «coa; Unión y Pa- tria, núm. 162, E.; V. M., Francisco Dufour, Real, 59.— 5a- jyawo.* Estrella Polar, núm. 183, E.; V. M., Francisco López, del comercio; Estrella Polar, núm. 78, U. ; M.. — Gibara: Hijos de la Luz, núm. 37, U.; M., José Sixto Duran; Porve- nir, núm. 94, E. ; V. M., Baltasar Alcalá, del comercio.— Guantánamo: Reconciliación, núm. 16, U.; M., Luis Mar- tin y de Castro; Unión Latina, núm. 148, E.; Direc, Juan Merino, médico militar.— iJo/^w/w.* La Cruz, núm. 75, E. ; V. M , Federico Capdevila, Ten. Cor. del se- g^nndo batallón Habana; Hermanos de la Luz, núme- ro 49. U.; M., Faustino Sirvent. — Manzanillo: Hijos de la Humanidad, núm. 29, U.; M., Jacinto Alsina; Fusión Masó- nica, núm. 178, E.; V. M., José F. Goizneta, Oficial l.° de Administración Militar; Unión Masónica, núm. 156, E.; V. M., José J[>narte, Comandante de batallón de gnerrilla» de BajAVAO^ — Mayarí: Iberia, núm. 168, E. ; V. M, Antonio Herrera, telegrafista. — Pa/ma Soriano: Paz y Unión, núm. 167, E.; V. M., Juan K. Es coll, telegrafista. — Pw^r/o Ptz¿/r^.- Beth-El, núm. 245, E.; V. M., José Oómez Coello, médico militar.— Vic- ria de las Tunas: Girondinos, núm. 246, E.; V. M., Diego liOzano, Fstación de Telégrafos. Puerto Rico (4 logias). — San Juan: Estrella de Luqui- lio, núm. U.; M.; Fraternidad, núm. 16, N.; V. ^Í.—Gua- yana: Unión, núm. 226, E ; V. M. — Humacao: Corazones Perfectos, núm. 117, N.; V. M. MÉXICO (2 logias).— Veracruz: Obreros del Templo: nú- mero 2, U.; M., Juan B. Reyes, Salinas, 734; Lumen, núme- ro 13, U.; Direc, Juan B. Reyes, SaUnas, 734. IV La masonería en Fürpinas. Islas Filipinas (5 logias).— Manila: Luz de Oriente, nú- mero 204, E.; V. M., Francisco Vis&caina é Iqaino, La guerra separatista, 465 médico del reg^imiento de Ini^enieros. — Regulari- dad, núm. 179, E.; V. M., Jaan Cisneros, abogado fis- cal de la Audiencia (nombrado ahora Presidente de la misma), Palacio, 2b.-~Cavite: Magallanes, núme- ro 218, E.; V. M., Félix Nevado Molina, Condesta- ble; España, núm. 208, E.; V. M., Bdaardo Liópez, imlí- lít&r.—Zamboanga: La Primordial, núm. 106, E.; V. M. Isidro Ltópex Orado, Alcalde Jllayor. Esto era en 1883. Después aumentaron mucho. — Si pudiésemos coleccionar aquí gran número de docu- mentos, entonces tomaríamos de El Siglo Futuro mu- chísimos que este periódico católico ha venido publi- cando desde su fundación. Un día y otro y sin descan- so ha estado el diario católico avisando al Gobierno acerca del establecimiento y de la peste de logias ma- sónicas separatistas que corrompen á las islas Filipi- nas, de la culpable condescendencia de las autoridades civiles, militares y judiciales , de las calumnias que se divulgan contra los venerables frailes, principal y único sostén de la bandera española allí , de los espías japoneses y del innoble lenguaje que eruptan (como los yankees) contra nosotros estos miserables, etc. En esto se distingue, como en todo, el gran diario, por su patriotismo y por la exactitud; pero no manda y no se le ha querido oir siquiera. Ahora todos los periódicos están ya conformes con El Siglo Futuro; pero es tarde, porque el virus co- rruptor se extendió mucho y ha contaminado aquella sociedad antes tranquila y feliz, feliz y tranquila por virtud de los frailes y, claro es, de la Religión cató- lica que predican. Véase el último de los documentos referentes á Filipinas y se vislumbrará lo que allí su- so 466 La guerra separatista. cede, porque saber no lo sabemos todo á causa de no haber humildad bastante para confesar los pasados yerros. También hemos sabido que ayuda mucho á El Siglo Futuro el diputado D. Wenceslao Retana en sus libros y en una Revista suya dedicada á dichas islas; pero no conocemos estas obras sino de referencia. Todos los buenos españoles que residen en Filipi- nas, que las conocen y saben lo que allí pasa, deben co- municar á los periódicos y revistas de su devoción todas las noticias que tengan, á fin de despertar á nuestros gobernantes y, clamando un día y otro continuamente, obligarle á remover de aquéllas á los funcionarios ma- sones y masonizantes ó complacientes y favorecedo- res de ellos. ¿Es posible que sean allí ni en nin^na parte, empleados ni nada, hombres funestos y maldi- tos, por ser masones, como D. Jaan Utor y Fernán- dez, g:ran secretario general del Supremo Consejo del Grado 33 (La Masonería^ pág, 322), que dicen que reside en el Archipiélago, y D. Jnan Cisneros, nom- brado ahora mismo Presidente de la Audiencia de Manila (ibid, pág. 352) y otros? Hoy mismo han sido detenidos en Madrid D. José Vis, vicepresidente del Circulo Hi sp ano -filipino : ese individuo es francés ; francés había de ser ( los fran- ceses no conspiran en su tierra y vienen á perturbar nuestra nación y á rebelar á sus subditos contra la Patria: los franceses son siempre muy amigos nues- tros. Milagro será que no se acoja ahora á la extran- jería como sus comandileros de Cuba); el secretario D, José Moreira, el tesorero D. Víctor Gallego, y don Victoriano Zaporta, vocal. Al presidente D. Miguel La guerra separatista. 467 Morayta, que es el Oriente grande, no se le halló, por estar ausente ha tiempo. También se registró la redac- ción del semanario La Pas^ autonomista, cuyo direc- tor es D. Leandro González Alcorta, catedrático del Instituto de Pinar del Río, natural de la provincia de León. ¡Quiera Dios que sea eficaz el aviso y se enmiende el Gobierno! 1.°— El Separatismo en Filipinas Sus trabajos. Una interesante carta de Manila estudia la situación actual, orígenes y aspiraciones de los elementos separatis- tas que desde hace tiempo vienen agitándose en Filipinas. La esfera de acción de estos elementos hállase circuns- crita en la actualidad á Manila y su provincia, y á las pro- vincias de Bulacán, Pampanga, Nueva Écija, Tarlac, Pan- gasinán , Cavite , Laguna , Batangas y Layabas , en la isla de Luzón, y en las grandes ciudades de las Bisayas, como Ilo-Ilo y Cebú , á una Sociedad Hispano-Filípina en la Pe- nínsula, que según dice el corresponsal, tan pronto aparece domiciliada en Madrid como en Barcelona, y á cuyo cargo y riesgo corre el sostenimiento y dirección del periódico La Solidaridad ^ y en la vecina colonia inglesa de Hong- Kong , á una especie de club que le forman antiguos emi- grados por los sucesos de Cavite y unos cuantos laboran- tes voluntariamente expatriados para no sufrir, la pena de deportación á las colonias del archipiélago, á que se hicie- ron acreedores por sus manejos antipatrióticos. Realízase la propaganda separatista por medio de li- bros, folletos, libelos y todo género de impresos clandes- tinos, injuriosos para la dominación española, que son re- partidos con profusión y misterio por todo el Archipiélago, redactados las más de las veces en tosco y grosero lengua- je,}' con el pie de imprenta de Madrid, Barcelona, Hong- Kong y rara vez de Manila. Pero el medio más eficaz y poderoso de esta antipatrió- 668 La guerra separatista. tica propaganda son las innumerables logias masónicas que misteriosamente funcionan en las provincias antes enumeradas, sin que á la autoridad le sea dado impedirlo, porque carece de los necesarios elementos de vigilancia. La masonería , con su aspecto misterioso, seduce á los na- turales del país, y á la capa de ella se fomenta el espíritu separatista. Según el autor de la carta , son caracteres esenciales y determinantes de la idea separatista entre los filipinos que conscientemente la profesan : \P Suponer la preexistencia de una civilización taga- log anterior á la dominación española. 2° Suponer que la dominación española existe por vir- tud de pactos, tratados de amistad y recíprocas alianzas que nuestros antepasados concertaron con los régulos de estas islas. 3.** Ser partidarios de las civilizaciones orientales y re- fractarios á las occidentales. 4.° Militar en los partidos ultrademocráticos de Espa- ña y con especialidad en el republicano. 5.® Combatir á las Corporaciones religiosas que exis- ten en este Archipiélago , excepción hecha de la Compañía de Jesús. 6.° Aparecer como asimilistas en política colonial, y 7." Estar afiliados á la masonería. Son causas generadoras de la idea separatista entre los filipinos, entre otras muchas difíciles de enumerar: 1^ El amor que todo pueblo sometido siente por su in- dependencia. 2.^ La cultura intelectual á que los ha elevado España. 3.* Los derechos civiles y políticos de que gozan. 4.* La inmoralidad administrativa. 5.^ El despotismo de algunos frailes párrocos. 6.* Algunos abusos de la Guardia civil indígena. 7.* El descuido de nuestros Gobiernos en la elección de autoridades y funcionarios públicos. 8.^ La política de atracción ó debilidad seguida por al- gunos Gobernadores generales, y 9.* El ejemplo de las insurrecciones de Cuba , no sofo- cadas por la fuerza de las armas. La guerra separatista. 469 Los fines inmediatos ó secundarios que el separatismo filipino persigue en la actualidad tenazmente y sin omitir sacrificios de ningún género , son : 1.° La representación en Cortes. 2." La expulsión de los frailes, y 3.** La asimilación legislativa con la Metrópoli. El fin último y principal del separatismo filipino es sa- cudir el yugo de la dominación española, separando este territorio de la unidad nacional. Las consecuencias de la independencia de Filipinas serían : L* El predominio de la raza de color sobre la blanca. 2.* Las guerras tiránicas entre las distintas razas que pueblan el Archipiélago. 3.* El decrecimiento de todo progreso moral y mate- rial, y 4 * Ser tributario el Archipiélago filipino de los impe- rios de China y Japón. (De El hnparcial, 22 Abril 1896.) 2.'*— El Separatismo y la Masonería Toda la prensa ha fijado su atención en el artículo pu- blicado por El Imparcial de 22 de Abril con el título de El separatismo en Filipinas, cuya gravedad á nadie se ocul- ta. Por nuestra parte, vamos á exponer nuevas conside- raciones, por tratarse de un asunto que á todos interesa como españoles y como católicos. Formúlanse en el articulo de El Imparcial^ con refe- rencia á una carta de Manila , acusaciones concretas contra determinados elementos, que son una sociedad que funcio- na en Madrid, denominada Hispano-Filipina, y las logias masónicas que trabajan en las provincias de Manila, Bula- cán, Pampanga, Nueva Écija, Tarlac, Pangasinán, Cavite, Laguna, Batangas y Tayabas, en la isla de Luzón, y en las grandes ciudades de las Bisayas, como Ilo-Ilo y Cebú. Señálase entre otras, como una de las causas de los tra- bajos separatistas, el descuido de nuestros Gobiernos en la elección de autoridades y funcionarios públicos. A este propósito, debemos recordar que hace ya tiempo 470 La guerra separatista. consagramos un artículo, titulado La masonería en Filipi- nas^ á dar la voz de alarma sobre el incremento de los tra- bajos masónicos en el Archipiélago y sobre las perturba- ciones que podía traer á la madre Patria. Y lamentábamos el escaso tino que presidia á la elección de personal, citan- do los nombres de un funcionario civil y de un militar de alta graduación, bien conocidos como masones en España y miembros del Supremo Consejo. Aludíamos también á la última insurrección de Caví te, y resulta, según El Impar- cial, que los comprometidos en aquella intentona forman en Hong-Kong un verdadero club separatista. Tenemos, pues, la satisfacción de haber cumplido nues- tro deber ocupándonos oportunamente de este gravísimo asunto, y por lo mismo nos creemos obligados á volver so- bre él, penetrando en su fondo. Cierto es que en España funciona una Sociedad llamada Hispano-Filipina. (Asociación hispano-Jilipina y Circulo hispano'filipino de Madid en la calle de Relatores) Nada positivo sabemos de ella, y por lo tanto no hemos de reco- ger la acusación que contra la misma lanza el artículo de El lm,parcial; pero si sus trabajos según el expresado ar- tículo, se relacionan con los trabajos masónicos, debemos consignar el hecho, elocuentemente significativo, deque esa Sociedad haya llamado á su seno á D. Miguel Morayta, j I ¡catedrático de la Universidad Central!!! Gran Maestre de la fracción más importante de la masonería española. No queremos suponer que el Sr. Morayta y los masones que le siguen trabajen á conciencia por la idea separatista; pero á ese fin contribuyen, prestando su apoyo á la maso- nería del Archipiélago , fomentando su desarrollo, sin ver en su ceguedad que fomentan trabajos de inicua conspira- ción contra la Metrópoli; porque en su odio al Catolicismo, al minar la inñuencia de las Ordenes religiosas que han sostenido y sostienen nuestro poder y prestigio en aquellas apartadas regiones , combaten por su cimiento todo aquel orden social, y sostienen, en su desatentado error, la causa de los separatistas. Y no es lo malo que los masones persistan en ese error,, sino que las autoridades españolas no fijen su atención en esas predicaciones antirreligiosas en primer término , cu- La guerra separatista. 471 yas consecuencias son de una manera forzosa políticas y sociales, porque las glorias, la integridad , la vida de nues- tra Patria están íntimamente unidas á la glorias de nues- . tra Religión. Con la santa enseña del Catolicismo llevamos la civilización á América y á Oceanía. Destruid el Catoli- cismo y destruiréis la obra de nuestros mayores, la signi- ficación de nuestra gloriosa Historia en el mundo civili- zado. Preciso es fijar la atención en esto, vigilar de cerca y destruir esos trabajos masónicos, anatematizados por to- dos los Pontífices, poner un término á esa propaganda que viene haciéndose contra la dominación española, y no de- jarnos sorprender por catástrofes posibles. No debemos olvidar que hoy nos amenazan en el extre - rao Oriente dos peligros que nada tienen de imaginarios: es el primero, y para un porvenir no remoto, el improvi- sado poderío del Japón; y es el segundo, no remoto, sino de momento, la solidaridad masónica entre los separatistas cubanos y filipinos. No es para nadie un secreto que en las logias se prepa- ró la pasada insurrección cubana , y que en una reunión masónica celebrada en Bayamo se acordaron los detalles del alzamiento. No es un secreto tampoco que en el Gran Oriente de Colón , ayudado por la masonería norteameri- ca, valiosísima por sus elementos materiales, se ha fragua- do la insurrección actual. ¿Pueden desconocer aquellos la- borantes que un conflicto en Oriente aumentaría las difi- cultades por que atraviesa la Metrópoli y les proporciona- ría positivas ventajas? ¿Es aventurado suponer que, con- vencidos de ello, los masones cubanos y norte-americanos fomenten y estimulen análogos trabajos masónicos en Fi- lipinas en beneficio de su causa? Sin entrar en nuevos comentarios queremos referir algo de historia, para que los mismos masones se conven- zan de que hablamos con perfecto conocimiento del asunto. Antes y después del grito de Yara , la masonería en la isla de Cuba estaba dividida en dos fracciones enemigas entre sí : la que dependía de los distintos Orientes españo- les, y la que se denominaba Oriente de Colón. Ambas se disputaban \2i jurisdicción masónica sobre la isla. 472 La guerra separatista. Alberto Pay, Gran Comendador de los Estados Unidos, reconoció el derecho jurisdiccional en el Gran Oriente de España. ¿Qué hicieron los masones españoles para opo- nerse á los trabajos filibusteros del Oriente de Colón? Nada. Los Grandes Maestres que se sucedieron en España, desde Sagasta á Becerra , no pararon su atención en esto. Y vino el desquiciamiento primero, el fraccionamiento des- pués del Oriente de España^ y cobró mayor prestigio el de Colón ya francamente ayudado por los Estados Unidos en su conspiración separatista realizada en las logias. Y he aquí demostrada la participación de los masones en esa guerra de Cuba, y he aquí cómo debe evitarse que análogos trabajos den análogos frutos en Filipinas. Una acción enérgica contra los laborantes; una vigilan- cia exquisita y una guerra franca contra nuestros enemi- gos; medidas de previsión, en una palabra, esto es lo que exige el estado de nuestras colonias. No perdamos de vista que los masones, al combatir la Religión, alientan á los enemigos de nuestra Patria. Hoy damos este aviso patriótico. Mañana tal vez las circuns- tancias nos obliguen á volver sobre el asunto. (Del Diario de Sevilla, Abril de 18%). 3.°— RÁPIDOS PROGRESOS DE LA MASONERÍA Y DEL SEPARATIS- MO EN Filipinas.— Aversión de los criollos é indíge- nas Á España y á los peninsulares. Carta de Filipinas. Escriben de Balasán (Hda. "Dolores,,) á nuestro queri- do colega La Tradición Navarra: "Parece que en España acogen algo de lo que pasa en Filipinas los periódicos; pero eso es muy poco, pues aun- que levantaran el grito más alto, todo hace falta; esta- mos amenazados constantemente, y el día menos pensado darán mucho que sentir á España , pero mucho más á los que por suerte ó desdicha estamos por aquí, si antes no se pone un eficaz remedio (que, entre paréntesis, es muy fácil), pero lo dudo, porque los mismos representantes de España La guerra separatista. 473 que debían ser fieles al cargo que les han confiado, son los primeros en propagar el filibusterismo, consciente ó in- conscientemente, pero es el caso que así sucede. „Es claro, como ellos están aquí poco tiempo, quieren aprovecharlo haciendo su pacotilla y dicen que no hay pe- ligro, que éstos no se sublevan porque no tienen valor, etc., y para ellos no se sublevarán: 1.°, porque marchan pronto con la bolsa bien repleta, y 2.*^, porque son halagados y muy obsequiados por los filibusteros, que ya se sabe quié- nes son, y sin embargo , caso se ha dado en que la primera autoridad de una provincia llevaba á su derecha á un ma- són filibustero bien conocido que está revolviendo aquella población y toda la provincia; pero aquella primera auto- ridad oyó desde una ventana, cuando paseaba con el indi- video en cuestión : á qué tiempos hemos llegado; pero él sigue tan campante con sus relaciones amistosas, y ¿por qué? vergüenza da decirlo, y por decencia hay que callar- lo, pues la moral no permite decir ciertas cosas. „Por todas partes se quejan de lo mismo, que el filibus- terismo va tomando grande incremento, sin que por quien deba se trate de evitar el golpe; ya nadie se recata, sino que públicamente dicen que está cerca el día en que se vean libres; cuentan segura la victoria, y si el Gobierno no toma muy serias precauciones, no sé qué sucederá; quizá tengan el ejército de su parte, pues á excepción de un regimiento de artillería, todo es indígena, y lo son también muchas clases y hasta oficiales. „Por algunas partes no se puede pasar, porque, menos escupirnos, lo hacen todo, y no es posible contar los mu- chos insultos que se nos dirigen; al pasar un español se pa- ran de espalda á él, como me ha sucedido á mí en Ilo-Ilo y Manila. „Todo lo dicho no se crea que es puro pesimismo; hablo por lo que veo y por lo que oigo á los frailes, que ven todo á sangre fría y conocen mejor que nadie el terreno que pisan. Ellos han visto las proclamas filibusteras, han reco- gido sediciosos manuscritos en los que se dan instruccio- nes á los enemigos de España; ellos están al tanto de todas las irregularidades de los empleados civiles, especialmen- te de los que ocupan los más altos puestos en las provincias; 474 La guerra separatista. ellos son los que han sostenido y sostienen en cuanto pue- den el prestigio y el buen nombre de España á costa de sa- crificios, los mismos que son vilipendiados aun por los re- presentantes de España, porque no les dejan hacer todos los chanchullos que ellos quisieran, cuando debiera ser todo lo contrario. „De esos he oído muchas cosas; ellos son los que me han dicho que apenas pueda, marche á España, porque la cosa va mal, y dentro de muy pocos años se hará imposible con- tinuar aquí, según lo que de día en día progresa el ñlibus- terismo, dando libertades á unos y coartando la de otros para que no puedan ejercer su acción en favor de España y de los españoles, y muy especialmente de los religiosos, que son el sostén, la vida y el alma de estas colonias espa- ñolas que tantos sacrificios y tantas vidas vienen costando á todas las Ordenes religiosas, y que, si no fuese por ellas, ya no serían nuestras. „ Anastasio. „ (De El Siglo Futuro de 15 de Agosto de 1896.) 4.° — Separatistas en Filipinas amaestrados y dirigidos por los masones españoles y japoneses. Aviso al Gobierno. La prensa de Madrid, recibida anoche en esta capital, publica una carta fechada en Manila, en la cual se da cuen- ta de algunos trabajos filibusteros que se están haciendo en el archipiélago filipino. El asunto, como se ve, no puede ser más grave para Es- paña, pues si bien es cierto que hoy por hoy nada podrán hacer los pocos partidarios filipinos enemigos de nuestro dominio, no es menos cierto que esa es la semilla que poco á poco fecundizará en aquellas regiones de Oriente, hasta que dé por resultado una guerra separatista igual á la que hoy tenemos en Cuba. Como todavía estamos en momento oportuno para re- trasar lo más posible esos desgraciados acontecimientos que un día habrán de amargar nuestra vida nacional, bue- La guerra separatista, 475 no es que el Gobierno se fije en esas noticias y tome sus medidas con tiempo. Los filipinos llevan sus trabajos más adelantados de lo que dicen esas cartas; y como tenemos intormes propios sobre el particular, llamamos la atención del señor gober- nador civil de la provincia para que los transmita al Go- bierno, ya que no es fácil que el ministro de Ultramar se fije en nuestro modesto Diario. Sabemos, por referencias que tenemos por ciertas, y aun es fácil que llegado el caso pudiéramos probar, que existe en Madrid un club filibustero de filipinos, los cuales hoy por hoy ayudan á los separatistas cubanos, sin des- atender su objetivo principal, cual es la independencia del archipiélago descubierto por el intrépido Magallanes. Pero no es esto sólo lo grave; lo que tiene verdadera y excepcional importancia es que ese club está en relación con otros establecidos en Manila, Ilo-Ilo, Cebú, etc., y que poco á poco y en la sombra van extendiendo su propagan- da separatista y fundando nuevos clubs por todo el inte- rior de las islas. Por si tales trabajos no fueran bastantes á llamar la atención del Gobierno , debemos poner en su conocimiento esto otro , que es todavía más grave : Comprendiendo los separatistas filipinos que corrían riesgo de hacer ciertas declaraciones en ese sentido en Ma- nila , se fueron á Hon-Kong y allí fundaron un periódico que circuló entre ellos antes de la guerra chino-japonesa. Como el Celeste Imperio fué vencido á tan poca costa por el Japón, los separatistas filibusteros trasladáronse á Yedo y á Yokohama, donde han sentado sus reales y están propagando sus ideas entre la prensa japonesa, además de tener ellos su correspondiente periódico fracasado en Hon- Kong. El objeto de los separatistas filipinos es conseguir una gran masa de opinión entre los japoneses, para que en día no lejano sobrevenga una guerra entre España y el Ja- pón, la cual daría por resultado, según ellos, la separación del Archipiélago filipino del dominio español. Esos separatistas se proponen que en lo sucesivo el Japón desempeñe para ellos el mismo papel que Norte América desempeña hoy para los cubanos. 476 La guerra separatista. Como se ve, el problema filipino, planteado en estos tér- minos, toma caracteres alarmantes, hasta ahora descono- cidos de todos. Sólo por una rara casualidad hemos sido los primeros en sorprender este importante secreto de esos filibusteros, y como por primera vez en la prensa española se trata de estos hechos con los datos que nosotros publicamos hoy, sobre ellos llamamos la atención del Gobierno 5'- especial- mente del Sr. Gobernador de esta provincia , para que se tomen las medidas conducentes á sorprender ese club de Madrid, y se aperciba al Gobierno japonés, ya que hoy es- tamos con él en buenas relaciones, y evite esa propaganda, que si ahora no tiene importancia, la tendrá seguramente mañana. Es más; tampoco tenemos inconveniente en declarar por qué medio casual hemos venido en conocimiento de todos estos datos y otros que callamos, por lo cual, desde ahora nos ponemos á disposición del Gobierno, por si cree necesario utilizar nuestros conocimientos en esta materia. Y no decimos más porque nuestro oficio no es el de po- licías; pero conste siempre que en tiempo oportuno hemos dado aviso á las autoridades de los trabajos filibusteros, cumpliendo con nuestro deber de españoles y sin que con ello pretendamos otra cosa que hacer un servicio á nues- tra Patria. (Del Diario Mercantil de Zarag-oza, 17 Agosto 1896.) 5.°— PREVISTO Y VATICINADO El telegrama del general Blanco, en que da cuenta de una vastísima conspiración descubierta en Filipinas, leído ayer en el Congreso por el ministro de Ultramar, produjo, como es natural, gran indignación; pero á nadie pudo cau- sar sorpresa. Ha tiempo que lo teníamos previsto y pública y reiteradamente vaticinado. Como se ve, en vano hemos llamado la atención del Gobierno sobre la libertad con que han circulado por el Ar- chipiélago filipino los libelos injuriosos para la dominación española; inútilmente hemos clamado contra la impunidad de la labor filibustera de las logias; en el vacio hánse per- La guerra separatista. MI dido nuestros gritos de alarma, arrancados del corazón por las perspectivas siniestras, precursoras de un conflicto inminente; de nada ha servido que señaláramos la calle y la casa donde, en la capital de la nación, en el corazón de la monarquía española, los subditos del Gran Oriente han venido tranquilamente conspirando para robar á la patria la hermosa joya engarzada por mano de Magallanes á la corona de nuestras glorias; sin resultado advertimos que al amparo de la ley funcionaba en Madrid la logia Colón y fundada con el exclusivo objeto de instruir y dar jefes al ejército insurreccional que otras logias organizaban allá en nuestras islas oceánicas; ninguna protesta hallaron en la prensa ministerial, ni á noticia de las autoridades llega- ron los groserísimos insultos y las infames calumnias con- tra las Ordenes religiosas de Filipinas, vertidas en La So- lidaridad ^ periódico filibustero que se publica en esta corte; como arrojada en tierra estéril cayó nuestra última denuncia sobre la reunión magna de separatistas en el pueblo de Tanjay, en la provincia de Negros Oriental; ni caso se nos hizo cuando pedíamos una depuración de fun- cionarios públicos y reproducíamos párrafos enteros de un discurso contra el dominio de España, pronunciado en una de las logias del Archipiélago por un hermano Ka- dosck, grado 33, y alto empleado del Estado; y con una prórroga de mando fueron contestadas por el gobierno del Sr. Cánovas nuestras fundadas observaciones sobre la ne- cesidad del relevo del general Blanco, cuya autoridad en Filipinas ha sido conceptuada por El Nacional, órgano del Sr. Romero Robledo, como una gran calamidad para España. En el Telegrama del Capitán General de Filipinas, que en otra sección de este número copiamos, se acusa de una manera explícita y terminante, como únicos fautores del atentado contra la madre Patria, á los miembros de las sociedades secretas, ó sea las sociedades masónicas. El Sr. Cánovas, opinando contra el juicio de El Nacio- nal, lejos de considerar calamitoso el mando del general Blanco en Filipinas, telegrafió á éste diciéndole que ahora como siempre, cuente con la absoluta confianza del Go- bierno, y que despliegue gran energía para castigar con 478 La guerra separatista. dureza y sin contemplaciones á la rebeldía incipiente,,. Que es precisamente exigir al actual Gobernador general de Filipinas una acción que en absoluto pugna con su tem- peramento y con sus afectos. Porque para el general Blan- co, que tantas contemplaciones ha tenido en todas épocas con los hermanos del mandil, ha de ser muy violento obrar con energía y castigar con dureza á aquellos mismos que en circunstancias muy parecidas trató con tanto respeto y cariño, haciéndoles copartícipes en una gloria de pacifi- cación. Decíamos,— y por la oportunidad que nuevamente tiene lo reproducimos— en 24 de Febrero último: "Ha tiempo que lo hemos dicho, y no nos cansaremos de repetirlo: el general Blanco no puede ser en Filipinas ga- rantía para nuestra tranquilidad, como no lo fué en Cata- luña cuando el socialismo agitaba las muchedumbres obre- ras y producía las huelgas, y el anarquismo maquinaba aquellos horribles atentados cuyo recuerdo todavía aterra. „No le faltará al general Blanco patriotismo, pero le fal- tan previsión y energía, y sobre todo le sobran terneza en el corazón y exceso de confianza. Por haber sido tan tier- no y tan confiado dio oídos á los lamentos [de las comisio- nes obreras que todas las semanas subían al palacio de la Capitanía general de Cataluña á formular quejas contra los patronos, y á someter al arbitraje de su autoridad las diferencias entre el capital y el trabajo. No supo descubrir entonces el general las arterías de aquellos malvados que bien conocían su sensiblería; no tuvo valor para desenten' derse de cuestiones que de ningún modo podían encajar dentro de sus atribuciones militares; le cegó demasiado la populachería, y las consecuencias de aquellos mimos y de aquellas complacencias muy presente^s están en la memo- ria de todos. "La labor socialista de Cataluña se urdía, como la labor filibustera de Cuba y Filipinas, en las logias. La conspira ción, de la obscuridad salió á la luz; á las maquinaciones silenciosas sucedieron los gritos salvajes y las huelgas im- ponentes , y cuando los pacíficos moradores de la ciudad condal entendían que lo lógico , lo racional , era cerrar los antros y detener á los laborantes, con extrañeza y con dolor La guerra separatista. 479 vieron que la primera autoridad militar, después de publica- da la ley marcial del 21 , relegando la medicina operatoria ó quirúrgica propia de su misión y declarándose temera- riamente partidario de la medicina hannemaniana del simi- lia similibus, solicitó el concurso de los mismos laboran- tes; reunió, si no mintieron los periódicos , á los venerables de los tres puntos en el palacio -de la capitanía general; apeló, no sabemos si con el testimonio del sentimiento fra- ternal, á la influencia de las logias, y aconsejó la redacción de un bando que fuera más eñcaz que el bando'de la declara- ción del estado de sitio, para enseñar á Barcelona que aque- llas violentas manifestaciones obreras que seguían provo- cadoras, arrogantes, ante la amenaza de la fuerza armada, cedían fácilmente á una simple indicación de la masonería. "Los que no hemos podido borrar de la memoria aque- llos hechos escandalosos y no tenemos noticia de que en Filipinas se hayan cerraíjo las logias, no caemos, á buen seguro , en pecado de juicio temerario haciendo públicos nuestros presentimientos y repitiendo que no puede ser garantía de tranquilidad la continuación del general Blan- co en el mando de Filipinas.„ EL FILIBUSTERISMO EN FILIPINAS El despacho oficial. El ministro de Ultramar leyó en los Cuerpos Colegisla- dores el siguiente telegrama: "" Manila, 27. -Gobernador general á ministro de Ul- tramar. „ Descubierta vasta organización sociedades secretas con tendencias antinacionales. „Detenidas 22 personas, entre ellas el Gran Oriente de Filipinas y otras de consideración, ocupándoseles muchos é interesantes documentos y pases déla conjura. „Se procede sin levantar mano y se designará juez es- pecial para mayor actividad de los procedimientos. „ Tendré á V. E. al corriente del curso de las actua- ciones. 480 La guerra separatista. „ Cumplo un deber recomendando á V. E. el extraordi- nario celo desplegado por la Guardia civil veterana.— Blanco. „ (El Siglo Futuro, 22 Agosto 18%.) V Tratado de amistad, LÍMITES Y NAVEGACIÓN ENTRE SU MAJESTAD CATÓLICA Y LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, FIRMADO EN SAN LORENZO EL REAL, Á 27 DE OCTUBRE DE 1795 (Extracto.) Fueron los plenipotenciarios: D. Manuel de Godoy y D. Tomás Pickney. Consta de 23 artículos: Artículo 1.° Habrá una paz sólida é inviolable una y amistad sincera entre su Majestad católica, sus sucesores y subditos, y los Estados Unidos y sus ciudadanos , sin ex- cepción de personas ó lugares. Art. 2.° Para evitar toda disputa en punto á los lími- tes que separan los territorios de las dos altas partes con- tratantes... (Se fijan aquellos. Ya sabemos cómo después cumplieron este articulo los Estados Unidos.) Art. 3 ° Se determina el nombramiento de la comi- sión de límites, el plazo de seis meses para fijarlos, que lo que la comisión determine se reputará parte de este Tra- tado y con igual fuerza que él, y facilidades para que amis- tosamente cumpla su cometido. Art. 4.° Además de fijar también límites, determina que la navegación del Missisipí " será libre en toda su ex- tensión hasta el Océano sólo para los subditos y ciudadanos de los EstadoslUnidos, á menos que por algún tratado par- ticular haga extensiva (su Majestad católica) esta liber- tad á subditos de otras potencias. Art. 5.® Las dos naciones procurarán la paz y armo- nía entre los indios que habitan los terrenos adyacentes á los límites de ambas en las Floridas, y se obligan expresa- La guerra separatista. 481 mente á reprimir con la fuerza todo género de hostilidades de parte de las naciones indias que habitan dentro de la linea de sus respectivos límites; de modo que ni los indios que habitan en el territorio de España ataquen á los de los Estados Unidos, ni éstos á aquéllos. (Este fué el pretexto que alegaron los Estados Unidos pora apoderarse de las Eloridas.) Se conviene en no pactar en lo venidero alianza alguna ó tratado ( excepto los de paz ) con las naciones de indios que habitan dentro de los límites de la otra parte, etc. Art. 6.° Protección y defensa de todos los buques y cualesquiera otros efectos pertenecientes á los subditos y ciudadanos dj una nación y de la otra, que se hallen en la extensión de su jurisdicción por mar ó por tierra, contra los subditos de cualquier otra nación, esté ó no en guerra con las contratantes. Art. 7.° Se ha convenido que los subditos y ciudada- nos de una de las partes contratantes, sus buques ó efec- tos, no podrán sujetarse á ningún embargo ó detención de parte de la otra, á causa de alguna expedición militar, uso público ó particular de cualquiera que sea. Y en los casos de aprehensión, detención ó arresto, bien sea por deudas contraídas ú ofensas cometidas por algún ciudadano ó sub- dito de una de las partes contratantes en la jurisdicción de la otra, se procederá únicamente por orden y autoridad de la justicia, y según los trámites ordinarios seguidos en semejantes casos. „ (Esto no tiene ejemplo, que sepamos, en la historia de los tratados, y sólo pudo caber en el magín portentoso del estadista Godoy.) "Se permitirá á los ciudadanos y subditos de ambas partes emplear los abo- gados, procuradores, notarios, agentes ó factores que juz- guen más á propósito en todos sus asuntos, y en todos los pleitos que podrán tener en los tribunales de la otra parte, á los cuales se permitirá igualmente el tener libre acceso en las causas, y estar presente á todo examen y testimo- nios que podrán ocurrir en los pleitos.,, (Este es el famoso articulo que tantas humillaciones origina d España.) Art. 8.° Determina que los buques de una de las par- tes contratantes, por causa de necesidad urgente, podrán entrar y anclar en los puertos de la otra; serán recibidos y 31 482 La guerra separatista. tratados con humanidad, gozarán de favor, protección, etc. Art. 9.° Se ocupa de las presas hechas á los piratas, que se devolverán á su legitimo dueño. Art. 10. Trata del auxilio que se debe prestar á los subditos y buques naufragados, \rarados ó con averias, como si fueran los nacionales, etc. Art. 11. Trata de las {sucesiones testamentarias y ab intestato en el sentido amplio y justo que se refleja en el Derecho moderno, en esta materia, etc. "Art. 12. A los buques mercantes de las dos partes que fuesen destinados á puertos pertenecientes á una po- tencia enemiga de una de las dos, cuyo viaje y naturaleza del cargamento diese justas sospechas, se les obligará á presentar, bien sea en alta mar, bien en los puertos y ca bos, no sólo sus pasaportes, sino también los certiñcados— que probarán expresamente que su cargamento no es de la especie de los que están prohibidos como de contraban- do.,, (¡Y hoy, por mala fe de los Estados Unidos y debi- lidad de nuestros Gobiernos, no se permiten siquiera en nuestras aguas, y en los buques que se dirigen d nues- tros puertos! ) Art. 13. En el caso de guerra entre las dos, se conce derá el término de un año después de declarada , para que los subditos de cada una junten y transporten sus merca- derías á la que pertenecen , y si se les quitare alguna ó se les hiciese algún daño, se les dará entera satisfacción por el Gobierno. Art. 14.° Se prohibe el corso de los subditos de una contra la otra, y en favor de una tercera; 5^ el corsario será castigado como pirata. Art. 15. Se estipula la más amplia libertad de nave- gación y respeto á los buques y mercaderías y tripulantes y pasajeros; "bien entendido que el contrabando se excep- túa siempre,,. Álos sujetos que puedan encontrarse á bor- do de un buque libre no se les podrá molestar ni separar de dichos buques "á menos que no tengan la cualidad de mili- tares, y esto hallándose en aquella sazón empleados en el servicio del enemigo,,. • Art. 16. Enumera los efectos que deben compren- derse bajo el nombre de contrabando de guerra y cuáles La guerra separatista. 483 no': repite la prohibición para aquéllos y la libertad para éstos, etc. Art. 17. Que para evitar disputas y quejas, hallándo- se una de las partes empeñada en una guerra , los buques y bastimentos de la otra deberán llevar patentes de mar ú pasaportes; y si están cargados también llevarán certifica- dos que contengan el pormenor del cargamento, etc.. "Art. 18. Aun cuando un buque perteneciente á los dichos subditos, pueblos y habitantes de una de las dos par- tes fuese encontrado navegando á lo largo de la costa, ó en plena mar, por un buque de guerra de la otra, ó por un cor- sario, dicho buque de guerra ó corsario, á fin de evitar todo desorden se mantendrá fuera del tiro de cañón, y po drá enviar su chalupa á bordo del buque mercante, hacer entrar en él dos ó tres hombres á los cuales enseñará el patrón ó comandante del buque su pasaporte y demás do- cumentos que deberán ser conformes á lo prevenido en el presente Tratado, y probará la propiedad del buque; y des- pués de haber exhibido semejante pasaporte y documen- tos, se les dejará seguir libremente su viaje, sin que le sea licito el molestarle, ni procurar de modo alguno darle caza ú obligarle á dejar el rumbo que seguía.,, Art. 19. Establecimiento de cónsules. Art. 20. Que los habitantes de los territorios de una y otra parte respectivamente serán admitidos en los tribu- nales de justicia de la otra parte, y se le administrará ésta como á los nacionales. (Esto sobra entre naciones cultas, y muestra una irritante desconfianza.) Art. 21. Nombramiento de una comisión de tres indi- viduos para indemnizar á los subditos americanos de las pérdidas sufridas con motivo de la guerra entre España y Francia. Es inapelable. "Art. 22. Concederán en lo sucesivo, recíprocamente, al comercio todas las ampliaciones ó favores que exigiese la utilidad de los dos países. Permitirá su Majestad católi- ca por espacio de tres años á los ciudadanos de los Estados Unidos que depositen sus mercaderías y efectos en el puer- to de Nueva Orleans, y que los extraigan sin pagar más derechos que un precio justo por el alquiler de los alma- cenes,,, y que esta concesión continuará si no es perjudicial 484 La guerra separatista. á los intereses de España; "ó si no conviniese su continua- ción en aquel puerto proporcionará en otra parte de las orillas del Misisipí un igual establecimiento. „ „Art. 23. El presente tratado no tendrá efecto hasta que las partes contratantes lo hayan ratificado , y las rati- ficaciones se cambiarán en el término de seis meses, ó an- tes si fuere posible, contando desde este día. „En fe de lo cual, etc. Hecho en San Lorenzo el Real á 27 de Octubre de 1795. — El Príncipe de la Paz. — Tomás Pickney. «Jorge Washington, Presidente de los Estados Unidos, ratificó este tratado en Filadelfia á 7 de Marzo de 1796, y el 25 de Abril del mismo año lo ratificó también su Majes- tad católica el señor rey D. Carlos IV. „ {Cantillo, pág. 665-671.) PROTOCOLO DE 1877 El periódico de Madrid, El Tiempo exhumó á últimos de Marzo de 1896 este Protocolo que yacía ignorado, sin duda por temor á las acerbas críticas que había de sufrir, como sucedió ahora al ser conocido. Lo firmaron D. Fer- nando Calderón CoUantes por el Ministerio conservador y Mr. Caleb Cusins: por los Estados Unidos* no se com- prende cómo pudo consentirlo el Gabinete conservador y sólo se nos ocurre explicarlo suponiendo que la República monstruo se comprometiese á retirar entonces su protec- ción á los separatistas de la guerra que terminó al año si- guiente, en Febrero de 1878. con el convenio del Zanjón. El Protocolo, tomado de El Siglo Enturo, de 26 de Marzo de 18%, dice así: " I.** Ningún ciudadano de los Estados Unidos residente en España, sus islas adyacentes ó sus posesiones de Ultra- mar, acusado de actos de sedición, infidencia ó conspira- ción contraías instituciones, la seguridad pública, integri- dad del territorio, ó contra el Gobierno supremo, ó de cualquier otro crimen, podrá ser sometido á ningún tribu- nal excepcional, sino exclusivamente á la jurisdicción or- La guerra separatista. 485 diñaría, fuera del caso en que sea cogido con las armas en la mano. „2.° Los que, fuera de este último caso, sean arresta- dos ó presos, se considerará que lo han sido de orden de la autoridad civil para los efectos de la ley de 17 de Abril de 1821 , aun cuando el arresto ó la prisión se haya ejecuta- do por fuerza armada. „3.° Los que sean cogidos con las armas en la mano, y por tanto estén comprendidos en la excepción del ar- tículo 1.°, serán juzgados en consejo de guerra ordinario con arreglo al art. '¿.'^ de la citada ley; pero, aun en este caso, disfrutarán para su defensa los acusados de las ga- rantías consignadas en la citada ley de 17 de Abril de 1821. „4.'^ En su consecuencia, así en los casos mencionados en el párrafo tercero como en los del segundo, se les per- mitirá á los acusados nombrar procurador y abogado, que podrán comunicar con ellos á cualquiera hora propia, se les dará oportunamente copia de la acusación y una lista de los testigos de cargo, los cuales serán examinados ante el presunto reo, su procurador y abogado, según se esta- blece en los artículos 20 al 31 de dicha ley; tendrán dere- cho para compeler á los testigos de que intenten valerse á que comparezcan á prestar su declaración, ó que la pres- ten por medio de exhorto; presentarán las pruebas que les convengan y podrán estar presentes y hacer en el juicio público su defensa de palabra ó por escrito, por sí mismos ó por medio de su abogado. „5.® La sentencia que recaiga- se consultará con la Audiencia del territorio ó con el Capitán general del dis- trito, según que ei juicio haya sido ante el juez ordinario ó ante el consejo de guerra, con arreglo también á lo que en la citada ley se determina. „ VI A la página 21. ^ Á la lista de patricios prominentes de cuya lealtad sería un crimen dudar, deben añadirse los siguientes que no te- níamos en la memoria cuando escribíamos, y que nos recor- 486 La guerra separatista. dó posteriormente un amigo. — Sres. De la Puente, De la Vega, Martínez de Pinillos, Alamilla, Conde de Diana, Gu- tiérrez (D. Francisco). Pérez de Acevedo, Díaz (D. Miguel y D. Antonio), Fernández de Castro, Peralta, Suárez (don José D. y D. José A), Maturana, Cuanda, González (don Marcelino), Villanueva (D Miguel de), García (D. Manuel P.), Cachaza. Mantecón. Trillo, Pascual (D. Enrique), Lá- mela, Bustamante, Cifuentes, Arango (D. Marcelino), Váz- quez (D. Miguel), Santeiro, Prieto (D. Ramón), Collado (D. Antolín del), Castillo (D. Jacinto), Guzmán y Elizaga, Zulueta (D. Alfredo y sus hermanos), Amézaga, Conde de Macuriges, Vergez, Blanco (D. Fernando), Zaballa, Casta- ño, Ferrer, García (D. Miguel A ), Nates, Pérez Capote y otros innumerables cuyos nombres quisiéramos tener pre- sentes ahora. A MAIOREM DEI EIUSQUE GENITRICIS 3NMACULATAE GLORIAM, ET AD HISPANIAE CATHOLICAE SPLENDOREM ET PROSPERITATEM índice LA GUERRA SEPARATISTA CAUSAS REMOTAS ALEGADAS Pdgs. Dedicatoria , v Introducción Vii Capitulo primero. — Empeño por recobrar la nacionalidad que se supone perdida l Cap. II. — Lucha por conservar la soñada propia existencia 5 Cap. III. — Ignorancia y abandono en que se supone tiene España á los cubanos , , , 9 Cap. ly. — Pretendida falta de justicia distributiva, por parte de la madre Patria^ al conferir cargos, empleos y honores^ postergando á los cuba- nos.— Recórrense los diferentes cargos públicos para demostrar la injus- ticia de esta acusación , . 13 Cap. V. — Prosigue la misma materia 18 Cap. VI. — Alucinación originada de la perspectiva de que Cuba llegue á erigirse en nación independiente 23 Cap. Vil. — Dícese falsamente que España maltrata, pospone y humilla á la raza de color, rebajándola por considerarla inferior á la blanca 28 CAUSAS INMEDIATAS Y VERDADERAS DE LA GUERRA SEPARATISTA Cap. VIII. — Errores y negligencia de los padres en la educación de sus hijos. — Extranjerismo y en especial «yankismo» 33 Cap. IX. — Invasión y propaganda del protestantismo , , 38 Cap. X. — Civilismo. — Masonismo 43 Cap. XI. — La supuesta decadencia económica. — Crisis azucarera 4Q La guerra separatista. Pdgs, Cap. XII. — Prosigue el mismo asunto. — Movimiento y productos de los ferrocarriles , 55 Cap. XIII. — Continúa la misma materia. — Cultivo é industria del tabaco. — Otros productos de la agricultura cubana 61 Cap. Xiy. — Ti danse sin fundamento las leyes patrias de injustas y desati- nadas.— Partidos políticos 65 Cap. XV. — Sigue la misma materia. — Partido de Unión Constitucional. . .,. 69 Cap. XVI. — Continúa el mismo asunto. — Rápido examtn de las leyes anti- guas y inodei ñas. 73 Cap. XVIl. — Examínanse las acusaciones de ineptitud é inmoralidad que se formulan contra loa funcionarios públicos , 77 Cap, XVIII — El fihbusterismo en la enseñanza . 83 Cap. XIX. — El fil.busterismo en la prensa. 89 Cap. XX. — Examen y juicio crítico de la prensa adicta. , 96 Cap. XXI. — Anarquismo y bandolerismo en íntima relación con ti separa- tismo 113 Cap. XXII — El ñañiguismo. — Razas negra y amarila. — Propaganda de ma- las lecturas en las fábricas 1 23 MEDIOS PARA TERMINAR LA PRESENTE GUERRA SEPARATISTA Cap. XXIII. — Conocimiento del terreno. — Mapas y cartas topográficas. ... 128 Cap. XXIV. — Descripción de las costas de Cuba. — Proyecto de v'gil ncia y defensa marítmas: idem costera terrestre. — Distribución de barcos de guerra. — Construcción de fuertes costeros y de pueblos al amparo de éstos I4« Cap. XXV. — Proyecto de urbanización y colonización de la ivla. — Obligará los habitintes á reunirse y formar pueblos. — Destrucc ón de todos los bohíos disemínaJos. — Medios de quitar cómplices y encubridores á los rebeldes y de terminar la guerra 150 Cap. XXVI. — Batida general contra los rebeldes comenzando" por la parte occidental de la isla. — Plan para saber siempre dónde se hallen los insu- rrectos.— Globos aerostáticos. — Observatorios y centinelas en los glo- bos— Focos proyectores de luz eléctrica. — Los perros como auxiliares del ejénito 161 Cap. XXVII. — Alianzas internacionales. — Definición y necesidad de éstas. — Discútese con qué naciones conviene á España pactar alianza, y con cuá- les no.T-Se desecha por muchísimos motivos la alianza francesa. — Se La guerra separatista, 489 Págs defiende qüc es necesaria á España la alianza con varias naciones y con Inglaterra < specialmente 1-72 Cap. XXyill. — Últimos medios para terminar la guerra 225^ MEDIOS PARA EVITAR QUEJAS, DISCORDIAS Y GUERRAS EN LO FUTURO Cap. XXIX. — Separación de mandos. — Gobierno General. — Capitanía Ge- neral.—Marina. — HrtCit-n.ia ,. 241 Cap. XXX. — E^pecia'iJad. — Asimilación. — Identidad. — Autonomía 277 Cap. XA'A^/. — Relaciones mercantiles entre la madre Patria y Cuba. — ¿Con- viene seguir u-ando de las palabras «exportación» é «importación» en el comercio de las provincias penins;..lares con las insulares y de éstas con aquéllas? — ¿Es prud. n'e mantener el estado actual ? — El cabotaje 297 Cap. XXXII — Censo es. — Tribunal censor. — Jueces: alcaldes: empleados: militares: maestros. — Facultades del indicado tribunal. — Miembros del mismo , 309 Cap. XXXIII. — Condiciones que deberá reunir el sujeto que sea nombrado ministro de Ullramar. — Cualidades que deberán tener los funcionarios del mismo Miniterio — Con-^ejeros del ministro de Ultramar 326 Cap. XXXIl'^. — Ld inmigryción en Cuba es necesaria. — Inmigración de peninsulares. — Idi m de blancos extranjeros. — La invasión china. — Po- blación af( icana 337 Cap. XXXF. — Ii st tuto de Voluntarios. — Quintas. — Sociedades regicna- listas . , . 352 Cap, XXXF/. — Educación é mstrucción de la niñez y de la juventud cuba- nas.—La educació 1 v la instrucción deben ser católicas y á la española. . 363 Cap. XXXyiI. — Autoridad, jurisdicción y magisterio de la Iglesia Católica en Cuba. — Seiiiinanoá.— Cabildo Catedral.— Párrocos. — Órdenes Reli- giosas.— Diócesis 377 Cap. XXXl^IIl - La política de atracción 401 Cap. XA'X/X— Consejos higiénicos á los soldados 410 CARACTERES DE LA CIVILIZACIÓN HISPANO-AMERICANA ¿Qué es la civil zación? — Sus propiedaJes. — Propiedades peculiares de la civilización españo a.— Aplicación de ésta á los indígenas de América. — Identificación de éstos con la raza civilizadora. — Estado actual de los 490 La guerra separatista. Pdgs. hispano-americanos. — Observaciones generales. — ídem especiales acerca de Cuba 414 La conferencia del P. Casas.— Juicio critico 443 APÉNDICES 1. — Instrucción que dio Felipe II al Pbro. Ldo. D. Pedro de la Gasea, Virrey del Perú 447 II. — Credo masónico-separatista de Cuba 456 III. — La Masonería en Cuba 458 IV. — La masonería en Filipinas 464 1 .0 — El separatismo en Filipinas. Sus trabajos 467 2.0 — El separatismo y la masonería 469 3.0 — Rápidos progresos de la masonería y del separatismo en Filipinas. — Aversión de los criollos é indígenas á España y á los peninsulares. Car- ta de Filipinas 472 4.0 — Separatistas en Filipinas amaestrados y dirigidos por los masones españoles y japoneses. Aviso al Gobierno 474 3.0 — Previsto y vaticinado , 476 El filibusterismo en Filipinas. — El despacho oficial 479 V. — Tratado de amistad. — Límites y navegación entre su majestad católica y los Estados Unidos de América, firmado en San Lorenzo el Real á 27 de Octubre de 1 795 480 Protocolo de 1 877 484 VI. — Á la página 21 . . , 485 ERRATAS MAS IMPORTANTES Página 207, línea 2.a, dice: 1671; debe decir: 1761. — Página 403, línea 12, dice: Asi es como ellos; debe decir: Así es como se explica que ellos. fí JHS Se acabó de imprimir esta obra en Madrid, en la imprenta de la Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, Pasaje de la Alhambra, /, d cargo de Enrique Hernández Alcalde, el 22 de Agosto, Octava de la Asunción de Nuestra Señora, del año de gracia 1896 Esta obra se vende en la Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, Bolsa, 10, principal, Madrid, y en las principales librerías de Madrid 3^ Provincias, al precio de 5 peisetas en rústica y á 7 pesetas á la holandesa. En la misma Sociedad Editorial se pondrán muy pronto á la venta las dos obras siguientes: Colección completa de los escritos del Excmo. é limo. 8r. Dr. Don Pedro Casas y Souto, Obisp') de Plasencia, impresa bajo la di- rección del Dr. D. Juan Bautista Casas y Gonsáles- presbitero. Está ya terminado el primer tomo, de más de 700 pági- nas en 8.° mayor , con hermosos papel y tipos. — Esta obra se recomienda por si sola, pues el autor es gran maestro en el arte de Ijuen decir é incomparable en la manera de en- señar todo lo que se refiere al gobierno cristiano de los pueblos, á la enseñanza de la familia y á la salvación de las almas, de suerte que los hombres de Estado, las familias y los sacerdotes hallarán en esta obra todo lo que les con- viene saber para vivir cristianamente, y para las personas piadosas es el libro necesario de lectura espiritual. Se ter, minará muy pronto, Dios mediante, la impresión del se- gundo y último tomo. Las partidas bautismales y el matrimonio civil— Historia de la céle- bre causa seguida al Sr. Pbro. Dr. D. Juan Bautista Ca- sas V González , Gobernador Eclesiástico, Sede Plena, del Obispado de la Habana, con todos los antecedentes relativos al asurito y la sentencia absolutoria del Tri- bunal Supremo dB Justicia. Esta obra curiosa* y' sumamente instructiva para los abogados y sacerdotes "y í'^ra todos los amantes del saber forma un tomo en 8.° de 400 p ginas y está terminándose su impresión. i .^ ! i PLEASE DO NOT REMOVE CARDS OR SLIPS FROM THIS POCKET UNIVERSITY OF TORONJO LIBRARY F Casas y González, Juan 1786 Bautista C33 La guerra separatista de Cuba /f" . 't'iiíl